Capítulo 6-b

Estaban tomados de la mano, caminando por una calle que estaba llena de pequeñas tiendas vendiendo todo lo que un turista pudiera soñar: mini estatuas de los antiguos dioses egipcios, joyas, alfarería, atuendos árabes tradicionales y de “belly dancers”, y mucho más se podía ver donde quiera que miraran. Todo era tan colorido y animado que Mina se sintió como la protagonista de una de las novelas de bolsillo que tanto amaba.

Ella se detuvo y soltó la mano de Vergil cuando una energía cálida y acogedora la llamó. Olvidando por completo a su marido, volvió sobre sus pasos hasta que detenerse frente a una de las muchas tienditas que abarrotaban el lugar, pero en la cual había un nombre griego en su cartel. Abismo es un nombre muy extraño para una tienda de baratijas.

Una mujer vestida con una túnica negra y roja y un velo a juego salió de las sombras sonriéndole.

—¿Te gusta algo? Tengo estos amuletos para la buena suerte; son muy populares entre los turistas.

Mina se acercó y estiró una mano para tocar, las puntas de los dedos apenas acariciando, un ojo de Horus, pero su atención se desvió hacia la egipcia cuando sintió una onda de energía oscura entre las cálidas olas. El miedo corrió por su espalda e hizo que los pequeños pelos en su nuca se erizaran. Hay algo extraño en esa mujer.

Sin embargo, en lugar de irse, la pelicastaña siguió mirando alrededor de la tienda.

Después de unos minutos de mirar a los amuletos, percibió la misma fugaz oscuridad de antes viniendo desde la dirección de la mujer. Esta vez sí prestó atención a la advertencia; le dio las gracias a la vendedora por su tiempo y se volvió para irse cuando la extraña mujer la agarró por la muñeca.

—No irá a ninguna parte, señorita.

Con la sorpresa llenando sus ojos, Mina juró que vio garras en forma de águila que la sostenían en lugar de una mano humana y trató con desesperación sacudir a la comerciante, pero la mujer la tenía agarrada con mano de hierro.

—Libéreme ahora mismo, señora.

—¿Y qué harás si no te escucho? No puedes lastimarme, humana.

—Pero yo sí, criatura —respondió una suave y melodiosa voz desde la espalda de la novia demoníaca. Era la misma voz que había escuchado dentro de la Iglesia el día de su boda.

La mujer egipcia la soltó de inmediato, el miedo brilló en sus ojos oscuros, y desapareció dentro de la oscuridad de la tienda sin dejar rastro de su cálida energía en ninguna parte.

Mina se dio la vuelta con rapidez, rogado porque su salvador no se hubiera ido, como la última vez, y fue recompensada con su deslumbrante sonrisa.

—G-gra-gracias... Y-yo...

—No tienes que agradecerme, Mina. Te he estado protegiendo desde que eras un bebé —dijo el ser, tomó su mano derecha y le puso un collar de una espada con una luna creciente dentro de la palma de la mano—. Déjame presentarme adecuadamente. Soy Eiael, maestro de las ciencias ocultas y la longevidad, y tu Ángel Guardián.

Ella ni siquiera se dio cuenta cuando dejó de hablar; su voz era tan rítmica que parecía que cantaba cada vez que sus labios se movían. Sus hermosos, pero desiguales ojos, cubiertos por largas y oscuras pestañas, se entrecerraron un poco cuando él le sonrió por segunda vez, dejándola sin palabras.

—¿Estás ilesa, niña? —La preocupación hizo que su ojo derecho se tornara más azul y el izquierdo más verde.

—¡S-sí! Por cierto, me encantan tus ojos. Genial Mina, ¡ahora tu guardián pensará que eres una imbécil!
Eiael le lanzó un guiño con su ojo verde y sonrió, pero luego sus rasgos se pusieron serios y miró hacia la calle del mercado con el ceño fruncido.

—Necesito retirarme. Recuerda, hija mía, si estás en peligro, solo sujeta el collar que te di y susurra mi nombre —dijo antes de desaparecer como un fantasma de La dimensión desconocida.

Minutos después, la pelicastaña vio que Vergil venía directo hacia ella. Tenía el ceño fruncido y apretaba la mandíbula con tanta fuerza que ella temía que sus dientes se rompieran. ¡Oh, oh, estoy en un gran problema! Sintiéndose como una niña pequeña que hizo algunas travesuras, Mina se acercó a su demonio y lo abrazó con fuerza. Al principio él no le devolvió el gesto, pero tardó menos de un minuto en rendirse.

—¡No vuelvas a asustarme así de nuevo! Traté de encontrarte con mis habilidades, pero algo las estaba bloqueando —le dijo casi aplastando sus costillas por un segundo—. ¿Qué pasó? ¿Quién estaba contigo?

—No es nada, estoy bien ahora.

El demonio no parecía muy convencido, pero, por algún milagro de Dios, no intentó obtener la información de su mente. Él solo le sostuvo la mirada por un par de segundos, lo que pareció una eternidad, se peinó el pelo plateado con la mano y la agarró por la muñeca.

—Ven.

Una palabra, una orden más probable, y luego él la arrastraba por la concurrida calle como una especie de muñeca de trapo. Ella pensó que él tenía la intención de dejar la calle del mercado, buscar un taxi y regresar al hotel, pero ¡qué equivocada estaba! Vergil siguió arrastrándola hasta que vieron un callejón oscuro al lado de una de las tiendas y se dirigieron hacia allí.

—¿A dónde me llevas? ¡No es mi culpa que me haya perdido! —Ella trató de escapar de su agarre mas la fuerza que poseía aquel demonio lo hizo imposible—. ¿Qué me vas a hacer? —Miedo real se escuchó en su voz.

—Te llevaré de vuelta al hotel de la manera más rápida posible —gruñó él, arrastrándola hacia el otro extremo del callejón y halándola contra él—. Cierra tus ojos.

Otro comando y luego el mundo a su alrededor desapareció como si un agujero negro lo hubiera tragado. Menos de un segundo después y algunos colores girantes, aparecieron dentro de su habitación de hotel. La cabeza y el estómago le daban vueltas, de modo que cuando Vergil la soltó, corrió rápidamente hacia el baño y vomitó toda su cena.

—¡Te dije que cerraras los ojos! —Enfatizó él, alzando la voz para que ella pudiera escucharlo incluso sobre los desagradables sonidos—. ¡Ustedes los humanos son tan debiluchos! Enfermarse por una teletransportación es algo que ni siquiera los niños demonios hacen —Una sonrisa se dibujó en los bordes de sus labios cuando su bella esposa se asomó por la puerta del baño y le arrojó la barra de jabón a la cabeza—. Como si el jabón pudiera matarme, querida —La jabonera fue arrojada en su dirección, pero el maldito la atrapó sin esfuerzo.

Mina se tomó unos minutos más para refrescarse y salió del baño para darle con la punta del dedo en el pecho.

—¡Deja de burlarte de mi especie! Eso no es agradable de tu parte —Ella lo acorraló entre su cuerpo y la cama.

—¿Qué vas a hacer al respecto?

Su sonrisa solo la exasperó más, pero ella le dio una mirada a sus brillantes orbes azules y su interior se derritió como mantequilla. Esos ojos eran tan interminables, tan intensos que podía pasar toda su vida mirándolos y ser incapaz de descubrir todos los misterios que guardaban, todos los secretos que protegían y todas las travesuras que habían hecho. Vergil era una caja de Pandora para ella, una que estaba ansiosa por abrir.

Su demonio se mordió los labios de la manera más incitadora posible, le deslizó una mano por el cuello para agarrar la parte de atrás de su cabeza y luego los arrojó a ambos a la cama. Ella se quedó sin aliento cuando él aterrizó sobre ella y la besó de la nada, sosteniendo su peso en sus antebrazos para que su cuerpo no la aplastara. El fuego corrió dentro de sus venas cuando el beso se volvió más demandante de ambos lados y comenzaron los bajos gemidos.

Vergil pasó las manos por los brazos de Mina y luego agarró sus muñecas para estirar los brazos sobre su cabeza. Ella le preguntó qué planeaba, pero él solo respondió con una sonrisa diabólica antes de invocar una tela larga y translúcida que usó para atarle las muñecas. Su paloma quedó sin aliento cuando fue arrastrada más arriba sobre la cama y le rogó que le diera otro beso.

—Solo espera un poco más, mi amor —dijo el príncipe demonio mientras le vendaba los ojos con un paño negro suave antes de derretir un agujero en la madera de la cabecera de la cama. Luego pasó la tela con lentitud a través del orificio y la atrapó dentro de la cabecera endureciendo la superficie fundida.

¡Eso le enseñará a estar a mi lado en todo momento! Ahora para encontrar al bastardo que me está buscando.

Vergil miró por última vez a su esposa mortal, protegió la habitación contra toda clase de criaturas que quisieran entrar, excepto él, por supuesto, y se teletransportó a la calle del mercado. El último lugar donde había sentido su aura.

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N/A: ¿A quién estará buscando Vergil? ¿Podrá ser que haya sentido a sus cazadores cerca? ¿Quién creen ustedes que habrá enviado a la mujer con manos cono patas de águila? Soy toda oído para sus teorías, sin embargo, no significa que se las confirmaré jeje.

El chico de la foto es Eaiel, el angelito de Mina 😍💖.

Consideren esta acrualización como su regalo de navidad. Nos vemos la semana que viene.

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