Capítulo 4-a ✔
¿Cómo pudo haber sido tan estúpido como para permitirle ver sus verdaderos ojos? Cometió un error infantil, uno que le enseñaron a evitar porque los mortales no reaccionaban de la misma forma a la manipulación de sus mentes. En el peor de los casos, podrían volverse locos; en el mejor, tenían dolores de cabeza. Por su propio bien, esperaba que Mina sólo sufriera los efectos secundarios menores.
Pero fuera como fuese, necesitaba llamar a Lilith e informarle de todo lo sucedido... más importante aún, de su indiscreción. Buscando su teléfono celular en la sala de estar, Vergil tocó el marcado rápido y esperó, deseando que su madre contestara, pero el timbre continuó hasta que sonó el mensaje grabado. Volvió a marcar, esta vez a uno de los guardaespaldas de su madre.
—¿Dónde está la reina? —El príncipe infernal ni siquiera dejó que el demonio dijera hola.
—De vuelta en el Infierno, mi señor.
—¡Perfecto! —gruñó antes de colgar y regresar al dormitorio perdido en sus pensamientos.
Una punzada de dolor recorrió su miembro excitado, reclamando su atención y recordándole que su cuerpo necesitaba liberación. Vergil se peinó el cabello blanco platino con dedos largos y suspiró mientras miraba a la mujer que dormía en la cama. «Puede que no te guste lo que me has obligado a hacer, paloma mía, pero de cualquier manera nunca lo sabrás.»
Se puso una bata de baño de seda y se teletransportó directo a uno de los prostíbulos de su madre.
—Mi príncipe —una diablesa de cabello rojo llameante se dirigió a él de inmediato—. ¿Qué puedo hacer para ayudarte?
—¿Tienes alguna virgen aquí que nadie vaya a extrañar?
—Tengo una, mi señor. Terminó su entrenamiento ayer y no tiene familiares ni amigos en la ciudad. —La pelirroja le sonrió con complicidad a su lord y lo llevó a una habitación al final del área restringida del segundo piso—. Le traeré a la chica humana en unos momentos. Por favor, póngase cómodo mientras tanto.
«¿Cómodo? ¿Quién en su sano juicio se sentiría cómodo con una dolorosa erección?»
Descartando su molestia, se tumbó sobre las sedosas sábanas rojas y esperó a la chica que lo liberaría de su dolor y le serviría como llamada de larga distancia a su ardiente hogar. «Esta noche de seguro será inolvidable.»
Antorchas de fuego azul iluminaban la sala del trono, proyectando un brillo azul sobre las paredes negras. Dos filas de columnas corintias de mármol gris guiaban hasta un trono horrible pero exquisito hecho de ónix, el cual tenía relieves que representaban el viaje del alma a través del Inframundo en cada lado. Los de la izquierda mostraban las torturas, las mutilaciones y todo el dolor del Tártaro, mientras que los de la derecha representaban los placeres y la alegría de Los Campos Elíseos.
Un fresco que relataba la caída de Cronos servía como un espantoso fondo para el trono, mientras que el piso tenía llamas pintadas, dando la ilusión que se caminaba sobre fuego negro.
Pero no todo en la sala era sombrío y deprimente. Tres diosas esperaban la llegada del Rey de las Sombras. Las Moiras, o Parcas, como las llamaban los mortales, poseían información de gran importancia para su tío y sabían que una visita era requerida.
Las pesadas puertas de mármol se abrieron, dejando que un viento frío soplara en el pasillo antes de que Hades entrara, seguido de cerca por un pequeño Cerbero blanco. La criatura tenía el tamaño y rasgos de un Doberman con la única diferencia de tener tres cabezas y vibrantes ojos rojos.
—¡Si no son mis tres sobrinas favoritas! ¿Me trajeron más almas para dominar?
—No. Vinimos a advertirte —dijeron las Moiras al unísono.
—El campeón cristiano ha vuelto a caminar entre los mortales —anunció Láquesis.
—La Elegida amará profundamente a un hombre y ese amor condenará tanto a los mortales como a los olímpicos —declaró Cloto con voz suave y dulce.
—A través del amor, el Príncipe de las Tinieblas la controlará y comenzará una batalla por las almas del Inframundo. — Átropos señaló con su delicado dedo a Hades y su voz adquirió un tono inquietante—. Pero presta atención, si la Elegida del Dios Único lucha, tu vida inmortal se extinguirá.
Hades se puso rígido mientras las últimas palabras de su sobrina resonaban en su mente. Iba a morir, pero ¿cómo podría una simple mortal lograr tal hazaña? La Elegida no podía tener el poder de asesinarlo... ¿o era posible que esta vez la predestinada no fuera completamente humana? De cualquier manera, ya había un precio sobre su cabeza porque si ella vivía, él moriría. Era así de simple.
—¿Serían tan amables de revelarme la identidad de la Elegida, mis hermosas sobrinas?
—Se casó con tu hijo demoníaco esta mañana.—Una vez más, las tres diosas hablaron al unísono, desapareciendo cuando la última sílaba escapó de sus labios.
Quedándose solo, Hades convocó de inmediato a su segundo al mando, quien apareció al instante luciendo una sonrisa siniestra en sus labios y una guadaña de color medianoche en una mano. Tánatos siempre sabía que debía venir preparado cuando lo llamaba.
—Ven, amigo mío, necesitamos discutir los detalles de tu próximo trabajo.
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Paredes blancas y pisos de mármol pulido recibieron a las Parcas cuando aparecieron en su templo en el Olimpo. Átropos ahuyentó de inmediato a sus korés cuando entraron al naos. La habitación servía para tejer el destino de cada ser vivo, pero ahora escondería un secreto de importancia universal.
—Todo está yendo de acuerdo con el plan. Su muerte es ahora inminente. —Los ojos de Cloto brillaron de orgullo.
—Manipular a nuestro tío fue demasiado fácil —confesó Láquesis.
—Te dije que así sería.
—Noes manipulación. —La voz de Átropos silenció la discusión de sushermanas—. Simplemente estamos haciendo nuestro trabajo.La Elegida debe cumplir su destino o el equilibrio del universo entero serádestruido.
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N/A: Pensaba traducir las dos partes de este capítulo, pero tuve unos percances a la hora de salvarlo y no me quedó de otra que traducirlo dos veces. Debido a que es de madrugada ya no pude continuar.
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