Capítulo 33-b

Apenas un segundo después de que su paloma se fue, un aura oscura algo familiar apareció detrás de él al mismo tiempo que la energía que azotaba su cuerpo se calmó. El jardín se convirtió en una silenciosa tumba al morir el viento; y dentro de la galería, todas las personas yacían inmóviles sobre el suelo.

Todo estaba en silencio, inmóvil... dormido.

—¿A qué debo el honor de tu visita, Hipnos? —preguntó Vergil, levantando su mirada para encontrarse con los irises lila del recién llegado.

El dios griego del sueño chasqueó su lengua y sus alas negras brotaron de su espalda, pero a diferencia de los apéndices de su hermano gemelo, los suyos eran translúcidos, dándoles una apariencia fantasmal, casi ilusoria.

—Mi hermano llegó a casa casi muerto gracias a ti y a tu esposa. ¿Qué tienes que decir en tu defensa, mestizo?

El demonio echó un vistazo a la copia-espejo de Tánatos, que nunca había conocido antes, y escupió en la hierba cerca de sus pies.

—No tengo que explicar mis acciones a alguien como tú.

Los ojos lilas de Hipnos se oscurecieron y una media sonrisa jugueteó con sus labios.

—Mocoso insolente —murmuró, y el jardín comenzó a llenarse con una ligera neblina mientras el dios avanzó emanando audacia hasta por sus poros.

Vergil se transformó, pero su visión se volvió borrosa y un mareo se apoderó de él. Su rodilla derecha se dobló bajo su peso y lo envió al suelo en el momento en que intentó dar un paso adelante. Sintió sus párpados increíblemente pesados y cada uno de sus movimientos era lento, como si pesara una tonelada.

¿Qué me está pasando?

Incluso su cerebro se negaba a funcionar como debía.

Hipnos se detuvo al lado del demonio que todavía luchaba por levantarse y su media sonrisa se convirtió en una completa.

—Eres fuerte. Cualquier otro estaría durmiendo ahora mismo —dijo con un poco de sorpresa en su tono—. Como recompensa, traeré a tu esposa de vuelta aquí para que pueda morir junto a su amado.

¡No, él necesitaba protegerla! Tenía que moverse...

Luchando contra la niebla que adormecía su cerebro, el príncipe infernal obligó a sus miembros a moverse y agarró la túnica azul cielo del Dios del Sueño antes de que el bastardo pudiera alcanzar la puerta de hierro. La repentina ráfaga de adrenalina le aclaró la cabeza lo suficiente como para poder golpear al griego con un buen rayo, haciendo que la deidad pelinegra gruñera de dolor.

Bueno, su ataque no fue tan fuerte como él creyó que sería. Hora de escapar de esta niebla llévame-a-la-tierra-de-los-sueños.

Parándose sobre piernas temblorosas, el demonio se teletransportó a la calle fuera del jardín y respiró hondo, llenando sus pulmones de aire limpio para despejar su cabeza. Ni tres segundos después, la puerta de hierro salió disparada de sus bisagras, pasándole raspando y estrellándose contra un edificio de ladrillo antes de que Hipnos apareciera en el lado opuesto de la calle. La túnica del dios se convirtió en una armadura griega negra y plateada y sus ojos, que antes eran lilas, brillaban con el mismo brillo amatista de los irises de Tánatos. El aire comenzó a acelerarse antes de que se abrieran dos portales más a cada lado del Dios del Sueño y emergieran Empusas.

El par de diablas con cabello de fuergo soltaron gritos estridentes mientras convocaban lanzas a sus manos y se abalanzaban sobre él; a la misma vez, Sandman retrocedía esperando la oportunidad perfecta para atacar. Vergil conjuró su pesada espada aserrada y embustió a las Empusas; el sonido de metal chocando con metal hizo eco en el silencioso vecindario.

Mina corrió por la calle oscura e inusualmente solitaria con sus tacones altos en una mano y el teléfono celular en la otra, tratando de llamar a uno de los gemelos. Levantó el maldito androide, moviéndolo de derecha a izquierda, pero la señal permaneció muerta. Ni una sola diminuta barra para que ella pudiera llamar.

Disminuyó el paso y se detuvo frente a una vieja casa abandonada. Escalofríos la invadieron, obligando a la pelicastaña a mirar a su alrededor en busca de cualquier peligro que acechara en las sombras. Al principio, no sintió nada, pero cuando bajó la mirada a la pantalla de su teléfono celular, el frío le descendió por la espalda y los vellos en la parte posterior de su cabeza se erizaron.

Varios torbellinos de energía brillante comenzaron a aparecer a su alrededor, bloqueando cada posible ruta de escape. Poco después, una mujer, de enfermiza piel pálida y cabello hecho de candentes llamas rojas, emergió del portal delante de ella.

Mina dio un paso atrás solo para darse cuenta de que otra mujer estaba saliendo del portal detrás de ella, así como de los otros cuatro portales. Cada una de las seis féminas era igual: enfermiza piel pálida, cabello ardiente y piernas que terminaban en cascos.

Empusas.

Hades había enviado a sus demonios vampíricos tras ella.

Vergil bloqueó la estocada de una lanza y la empujó hacia arriba en un intento de desarmar a su enemigo, pero la criatura tenía un agarre de hierro sobre su arma. Recuperando su postura de lucha, ella lo atacó de nuevo mientras su hermana igualaba sus movimientos detrás de él. Justo cuando las dos lanzas estaban a punto de ensartarlo, el príncipe desapareció para luego reaparecer flotando en el aire sobre ellas. La electricidad cargó el aire y los rayos brillaron en el cielo antes de caer sobre sus enemigos.

Seis rayos cayeron casi simultáneamente en la calle, tres golpeando al par de diablas y uno fallando a Hipnos por un pelo.

El Dios del Sueño apareció ante Vergil y materializó en sus manos una espada de oro, cuya hoja imitaba las curvas de una mujer. Las palabras "abrazar el sueño infinito" podían ser leídas corriendo a lo largo del centro, talladas en elegantes letras griegas que brillaban como perlas blancas.

Esa era Oneimoria, la posesión más preciada y peligrosa de Hipnos; una que, se decía, contenía el alma de su hijo muerto, Morfeo, dentro de la hoja.

Tendría que evitar ser cortado porque esa espada tenía el poder de poner a cualquier inmortal en estado de coma.

—¿Qué dirías si matamos al bastardo que lastimó a tu tío? —preguntó Hipnos mientras acariciaba las palabras grabadas en su arma. Las letras brillaron más y un zumbido extraño vino de la misma hoja—. Entonces consigámonos una cabeza de demonio para adornar nuestra pared —susurró antes de atacar al mestizo.

Vergil bloqueó el golpe con su espada de fuego y trató de empujar a su enemigo, pero el dios era más fuerte de lo que parecía. Hipnos seguía intentando romper su guardia, sin prestar atención a lo que estaba sucediendo entre las nubes. Mala elección.

Los relámpagos brillaron sobre sus cabezas antes de que el tiempo pareciera disminuir.

Los brazos del príncipe demoníaco se hundieron un poco bajo la fuerza del griego. El batir de alas fantasmales llenó sus oídos. Un trueno lanzó un grito de guerra entre las nubes. Entonces sucedió. Un destello de blanco rodeado de azul cayó sobre el distraído Sandman, ahogando su grito con el fuerte ruido.

La fuerza y la intensidad de la descarga eléctrica hicieron que ambos combatientes salieran despedidos del cielo. Vergil se estrelló contra los niveles inferiores de un rascacielos cercano mientras el dios del sueño rompió el asfalto en medio de la calle.

El dolor le golpeó la cabeza al príncipe cuando éste abrió los ojos para encontrarse en lo que parecía ser el vestíbulo de una compañía. El gemido de la alarma de seguridad solo incrementó su incomodidad mientras se ponía de pie y miraba la columna de hormigón agrietada detrás de él. Sacó algunos fragmentos de vidrio que estaban incrustados en sus brazos antes de expandir sus sentidos alrededor del área. No podía escuchar a Hipnos, pero una de las Empusas había sobrevivido y estaba llorando por la muerte de su hermana. Necesitaba moverse rápido y sacarla de su miseria también.

Pero antes de que pudiera teletransportarse fuera del dañado edficio, el tatuaje de la cruz invertida en su muñeca se volvió rojo a la vez que le quemaba la piel. Cerró los ojos y apretó la mandíbula, pensando en arrancar la marca infernal cuando el grito desgarrador de Mina lo paralizó. El miedo se apoderó de su corazón al instante que una imagen de su consorte, quien estaba siendo mordida por una Empusa, apareció en su mente y la sensación de ardor desapareció.

Su aliento lo abandonó y sus ojos se ensancharon. No, no puedo perderla. Ni ahora, ni nunca.

Las Empusas que la rodeaban se rieron mientras se burlaban de su cuerpo humano y la desafiaban a atacarlas. Alguien debería haberles enseñado a no jugar con su comida. Ella no estaba tan indefensa como parecía y estaba muy segura de que no sería derrotada sin pelear.

Tirando sus tacones a la calle y colocando su teléfono celular en un bolsillo secreto de la falda de su vestido, Mina tocó el dije de cruz más grande de la pulsera plateada que estaba atada para siempre a su muñeca, asegurándose de presionar el pequeño rubí en su centro. Las ahora conocidas llamas negras se tragaron su mano, formando su katana antes de desaparecer en una nube de humo. Usando ambas manos para sostener su espada, miró a las caras incrédulas de sus enemigas.

—¿Qué? ¿No esperaban que me defendiera? —se burló la pelicastaña mientras sus ojos se volvían dorados.

—Tonta mortal —La primera sanguijuela sonrió, mostrándole un par de largos colmillos que no hacían nada para impresionar al humano—. Incluso si logras matar a una o dos, no podrás destruirnos a todas antes de que te derrotemos.

La pelicastaña no dejó de notar la elección de palabras de la diabla griega. Algo le decía que esos monstruos no fueron enviados a matarla como todos los demás.

—Entonces, ¿por qué no vienes y lo intentas?

Las criaturas vampíricas sisearon y la atacaron a la vez. Mina evadió las garras de una por su izquierda solo para chocar con otra que venía de la derecha. La diabla la agarró rápidamente y abrió la boca para darle un mordisco, pero la pelicastaña hundió su katana en el estómago de la sanguijuela. La Empusa dio un grito desgarrador, haciéndola soltar el arma para poder cubrir sus oídos al mismo tiempo que dos vampiras más la agarraron.

Ella trató de cubrir su cuerpo con la chispa de Dios para quemar esas perras fuera de ella, sin embargo, el dolor de sus tímpanos sangrantes le hacía imposible concentrarse. Incluso la lucha por liberarse de las garras de sus captoras enviaba oleadas de dolor debilitante hasta sus oídos y a su mundo fuera de control.

La primera Empusa vino y le sostuvo firmemente la barbilla para que la mortal pudiera mirar sus ojos negros y brillantes.

—Servirás a Lord Hades de ahora en adelante.

Los ojos de la pelicastaña se agrandaron un momento antes de que colmillos perforaran su cuello, arrancando un grito de su garganta. Sintió como si la hubieran apuñalado con dos cuchillos a la vez y le estuvieran abriendo la carne. Pero incluso cuando la mordedura había sido dolorosa, la succión era peor. Cada trago era una prueba para permanecer consciente, una que se hacía más difícil con cada segundo.

¿Cómo demonios podía encontrar la mordida de Vergil tan placentera cuando esta le era pura agonía?

Eso es todo. Voy a morir. Forgive me, my love.

Suspirando, cerró los ojos, resignándose a su destino.

—¡MINAAA!

La inconfundible voz de su príncipe demoníaco la llamó y ella abrió los ojos en el instante que la vampira griega que bebía su sangre era arrojada lejos. Fuertes brazos color ónix la atraparon antes de que ella pudiera golpear el piso mientras la líder de las Empusas ordenó una retirada. En cuestión de segundos, estaban solos en medio de la calle solitaria, vigilados por la espeluznante y vieja casa abandonada.

—Quédate conmigo, paloma —suplicó el diablo, arrodillándose en el asfalto y sosteniéndola contra su pecho mientras trataba de presionar su cuello sangrante con su mano libre—. No te atrevas a cerrar los ojos.

—Siento frío.

—Mierda —murmuró él en voz baja y gritó por los gemelos. Aparecieron un instante después, al mismo tiempo que la espada de Mina se materializó cerca de su mano floja—. Invoca las puertas del infierno. Lucifer es el único que puede detener su transformación.

Los pelirrojos intercambiaron miradas de preocupación, pero sabiamente mantuvieron la boca cerrada y pusieron sus manos a la obra. La princesa ya había perdido mucha sangre, por lo que las posibilidades de sobrevivir hasta que comenzara el cambio o fuera llevada a la presencia del Príncipe de las Tinieblas eran escasas. Sin embargo, ninguno de los dos se atrevió a expresar esos hechos a su amo por temor a perder algo más que una simple extremidad.

La pareja se paró frente a la casa abandonada sintiendo en sus huesos la energía oscura y maligna que rodeaba ese lugar. Sería el canal perfecto para convocar la puerta. Tomando sus verdaderas formas, comenzaron a cantar.

Vergil levantó los ojos de su pálida consorte cuando la puerta de la casa comenzó a transformarse en algo más oscuro y siniestro.

—¿Ves, paloma? Solo tienes que aguantar un poco más y te conseguiremos ayuda —susurró mientras volvía su mirada hacia ella y su piel se le erizaba. Los irises de su amada tenían el tono de gris más claro que jamás le hubiera visto, parecían casi plateados, y una hermosa sonrisa le curvaba los pálidos labios.

—Te... te a-amaré por siem-m-pre —murmuró ella en un susurro, mirándole a los ojos antes de que su corazón se detuviera, llevándose la luz de su mirada.

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N/A: El término Sandman que usé es un personaje mitológico llamado por los latinos como El Arenero. Su trabajo es inducir el sueño de las personas a través de lanzarle polvos o arenas. Su trabajo es muy parecido al de Hipnos y es por eso que Vergil apoda Sandman a la deidad griega. En la multimedia verán a Hipnos.

YA SOLO QUEDA EL CAPÍTULO FINAL!! FIESTA EN AMERICA! FIESTA EN AMERICA! 🎶🎶🎶

Inglés:
1-Forgive me, my love= Perdóname, mi amor

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