Capítulo 26-a
La puesta del sol había llegado bastante rápido, pintando el horizonte con naranja, rosa, dorado y un poco de violeta. Los rayos moribundos atravesaron la puerta corredera de vidrio, pero en lugar de iluminar la sala de estar, las sombras crecieron constantemente por todo el lugar. Al igual que las crecientes sombras en su corazón.
Tras el ataque de las Furias, Vergil los había teletransportado a su apartamento, después de una larga discusión sobre dónde estaría más segura— una en la que ella salió victoriosa— y convocó al Lilu que había sido dejado atrás. Sin embargo, Yaellan nunca respondió ninguna de los tres llamados que realizó su maestro, por lo que la pareja volvió a Central Park en busca de él. Lamentablemente, solo encontraron un leve olor a sulfúrico que Vergil afirmó era una prueba de que el íncubo había muerto.
Y ahora tenemos... No. Tengo que decirle a mi mejor amiga que su hermano murió mientras yo estaba en una cita. Me va a matar.
Miró a la diabla rubia sentada en su sofá con una expresión confusa en su rostro. ¿Cómo diablos se suponía que le iba a dar la mala noticia a la pobre chica? Respirando hondo, abrió la boca para decir todo, solo para terminar titubeando y lanzar un suspiro.
Ariashka gruñó y se puso de pie, poniendo sus manos en su cintura.
—¡Dime ya! Me estás volviendo loca.
Mina abrió la boca de nuevo, con la intención de dar la terrible noticia, pero justo cuando el sonido rodó por su lengua, el dolor apretó su pecho, las lágrimas inundaron sus ojos y un nudo se formó en su garganta, quitándole la voz.
No podía hacerlo. ¡Yaellan estaba muerto por su culpa! No podía darle la noticia a Ariashka sabiendo que el hombre estaría vivo si no fuera por ella.
Vergil murmuró una maldición por lo bajo y se acercó a su esposa con una mirada molesta.
—Ella es una guerrera, no un bebé, Mina —la regañó antes de pasar su fría mirada azul a la Lilitu—. Tu hermano murió hace unas horas cuando las Furias nos emboscaron en Central Park.
Mina clavó sus ojos en el suelo mientras se frotaba las manos, sus lágrimas finalmente se derramaban por sus mejillas.
—Lo siento mucho, Ariashka. De verdad lo siento.
—No te preocupes, princesa —dijo la rubia con voz monótona—. Es nuestro deber morir en servicio a la realeza —Tomó su bolso del sofá y se disculpó antes de salir del apartamento; rigidez controlando cada movimiento.
Mina intentó ir tras ella mas Vergil la detuvo. Miró en aquellos ojos grises y sacudió la cabeza antes que sus orbes azules se suavizaron un poco.
—Ella necesita tiempo sola.
Gruesas lágrimas continuaron cayendo cuando la morena enterró su cara en su pecho y sollozó sin ataduras.
—Ella me o-od-diará por s-siempre. ¡Yo soy la causa de la muerte de su hermano! —Mina apretó su camisa—. ¿C-cuál es el p-punto de tener po-d-der si no puedo pro-t-te-g-ger a los que amo?
—Él no estaba con nosotros. No hay nada que hubiésemos podido hacer.
—¡Pero debería haber sentido esas perras!
—Yo también y sin embargo tampoco las percibí. Estaban usando una mierda poderosa para cubrir su presencia —Él suavemente puso dos dedos debajo de la barbilla de ella, levantándole cara para poder mirar aquellos tormentosos ojos grises—. No seas tan dura contigo misma, Ariashka estará bien. Esta no es la primera vez que pierde a alguien al servicio de mi familia.
Él no entendía. Ella era débil, una total inútil. Su fuerza era la de una bebé comparada con él o el resto de su familia, y su poder... solo era útil si ella estaba luchando contra las babosas. Necesitaba más. Necesitaba ser más.
—Mi amiga no estaría sufriendo ahora mismo si pudiera protegerme sin la ayuda de nadie —Mina se apartó de él, vagando su mirada por la sala—. Esa Furia me hubiera matado si no hubiera sido por el escudo de Eaiel. Deseo tener tu resistencia para soportar ataques divinos.
—¿Qué estás diciendo, paloma?
—Pensé que todo lo que necesitaba para proteger a mis seres queridos era despertar mi habilidad, pero ahora puedo ver la verdad. Mi condición humana es lo que me hace débil y dependiente en todos ustedes. Si solo pudiera ser más...
Vergil recordó sentir las frías garras del miedo cuando su paloma fue secuestrada por sus medias hermanas. Su deseo secreto de que ella se volviera inmortal se hizo más fuerte durante esa batalla y ahora esas palabras confesadas le dieron la oportunidad de sacar el tema sin sonar egoísta.
Él agarró sus manos y la miró fijamente.
—Hay una manera, pero debes saber que te convertirás en un demonio y serás condenada al Infierno, como soy, si continúas con el proceso.
Había confusión en sus rasgos.
—Pensé que solo los seres humanos malvados se transformaron en demonios después que morían.
—Eso es un mito. Las almas humanas malvadas son castigadas eternamente, no dotadas de inmortalidad —dijo él, con su voz cada vez más áspera cuando explicó. A veces las nociones humanas sobre el mundo sobrenatural lo disgustaban—. Pero los Vespertili pueden otorgarla a mortales vivos; y antes de que preguntes, estoy hablando de tus llamados vampiros.
—¿Los vampiros son un tipo de diablo?
—Sí, pero hablaremos más sobre esto más tarde. Debes permanecer humana hasta que obtengamos la Llave y ahora mismo tengo que ir a ver a mi madre —Vergil la besó en los labios con delicadeza antes de que sus ojos se pusieran rojos al sentir una presencia divina en la habitación.
No le gustaba el hecho de ser vigilado todo el tiempo por un enemigo, sin embargo, al menos el pajarito podría ser útil en ese momento.
—¿Por qué no muestras tu rostro, ángel?
Frente a la puerta corredera de vidrio aparecieron ojos heterocromáticos; azul y verde brillando de forma extraña.
—¿Para que puedas atraparme dentro de la barrera que estás a punto de lanzar, demonio? Mira de nuevo. El lugar ha sido protegido contra tu magia negra.
—Solo quería dejar a Mina en buenas manos mientras estuviera lejos. No sería prudente dejarla sola en el estado mental en el que está.
La pelicastaña en cuestión pisoteó su pie y lo miró.
—Estoy justo aquí, ¿sabes? —Le dio una palmada en el bíceps de su marido y ella continuó—: ¡Y estoy sufriendo, no loca!
El príncipe la fulminó con la mirada y luego desapareció, pero su voz flotó en el aire con un último mensaje.
—Ustedes dos se quedan aquí mientras yo regreso.
El silencio se apoderó del lugar mientras Mina se dejaba caer en el sofá e ignoraba a su guardián. ¿Cómo se atreve? ¡No necesito una niñera!
—No puedo creer que esté dejando que un demonio me dé órdenes —Eaiel suspiró antes de mirar su túnica celestial y cambiarla por un suéter tejido negro y jeans azules.
—¡Entonces vete! No te necesito.
El ángel la miró con preocupación en sus ojos.
—No. Tiene razón, no deberías quedarte sola —Sentado a su lado, Eaiel observó desde el rabillo de su ojo azul mientras su niña se acurrucaba en una bola y suspiraba. Él la había protegido del mal desde su nacimiento, pero de alguna manera había fallado en su deber durante la parte más crucial de su vida. Ahora, su querida chiquita estaba en el borde del abismo con un pie colgando sobre las brasas y él solo podía observar como ella se lanzaba a las llamas.
—¿Por qué me ayudaste con la Furia, Eaiel? Dijiste que no podías porque los Arcángeles te estaban vigilando. ¿Qué cambió?
Él se giró hacia el lado para poder mirarla a los ojos.
—Encontré un... ¿Cómo lo llaman los humanos? Una laguna. Técnicamente, una vez que despertó tu Chispa de Dios, te convertiste en un Oriwohém y todos los seres celestiales que sirven al Señor han jurado protegerlos.
—He escuchado esa palabra antes. ¿Qué significa?
—La traducción más cercana es Guerrero de la Luz —El estruendo de los truenos sonó desde lejos y pronto siguió la lluvia—. Son mortales con el poder purificador de los ángeles.
Mina se enderezó y lo miró. Su aura era tan cálida y acogedora que ella quería recostar su cabeza sobre su regazo para disfrutar de la sensación calmante de su presencia. Después de unos momentos de vacilación, lo hizo, preparándose para su rechazo, pero él no la apartó, y en su lugar, se dedicó a acariciar su cabello como si fuera una niña.
—¿Soy una especie de mitad ángel, entonces?
Él sacudió la cabeza, su corazón le dolía por la confusión y el dolor que salía de ella. Eaiel recordaba con total claridad el día en que nació. Ahora, veintisiete años después, ella seguía siendo la misma bebé de ojos grises que le sonrió cuando él se asomó a su cuna. Estaba empezando a entender por qué el guardián de Marina, Mahasiah, había desarrollado sentimientos por su humana incluso cuando estaba prohibido. Las mujeres Argeneaux eran realmente especiales.
—El Señor nos ha prohibido aparearnos con cualquier tipo de ser. No podemos tener relaciones sexuales u otro tipo de interacción sexual con nadie, ni siquiera la autosatisfacción —explicó el ángel—. Pero fuiste elegida por Jehová para poseer un pequeño pedazo de su luz dentro de ti al igual que nosotros.
—Me alegro. Por un minuto muy largo, tuve miedo de que mi padre no fuera realmente mi padre —Ella sintió la mano de su guardián jugando con sus ondas oscuras y el gesto la hizo reír. El ángel de su madre había hecho lo mismo aquella única vez que lo vio—. ¿Puedes enviar un mensaje al guardián de mami? Me gustaría hablar con él antes de que me vaya a California mañana por la noche.
Eaiel se puso rígido mientras otro trueno partía el cielo y la lluvia golpeaba más fuerte contra su puerta de vidrio.
—No sabemos dónde está. Mahasiah desapareció el día en que murió Marina.
Cuando Vergil regresó al apartamento, encontró a su consorte junto con el pajarito dormidos en el sofá mientras la televisión mostraba El Día Final. ¡Qué apropiado! Ver un thriller satánico cuando está a punto de participar en un ritual similar. Sacudió la cabeza. ¡Esa es mi chica!
El ángel estaba sentado con la cabeza apoyada hacia atrás sobre el sofá, mientras Mina dormía con la suya apoyada en el regazo del guardián, ambas manos bajo la mejilla. Mirando a su enemigo, el príncipe se acercó en silencio mientras reprimía su aura oscura y manifestaba una daga plateada con un borde dorado. La incrustación de oro había sido maldecida por el mismo Lucifer; su finalidad: torturar a los seres angélicos.
El príncipe se lamió los labios mientras se detenía ante el pajarito con la garganta expuesta por completo. ¡Sería tan fácil degollarlo! Controlando sus impulsos, Vergil puso la daga contra la piel nacarada y presionó un poco.
Los ojos de Eaiel se abrieron ante la fría punzada de metal contra su garganta justo cuando un relámpago iluminaba la oscura habitación.
—Uno pensaría que eres un asesino de sangre fría.
—No mal entiendas, pajarito. La única razón por la que aún estás vivo es porque Mina se enojaría conmigo si te matara —respondió el príncipe. Una sonrisa se dibujó en las comisuras de su boca antes de aplicar más presión en el cuello del ángel. Solo cuando se veía un pequeño hilo de sangre plateada, Vergil soltó al celestial—. Considérate afortunado que te permito vivir. Ahora vete, ya no eres necesario.
El inmortal de cabello oscuro se levantó del sofá, cuidando de no perturbar el sueño de la niña, y se paró ante el demonio. Incluso cuando dicha criatura lo superaba por medio pie, no retrocedió.
—Ten en cuenta lo que me dices, no soy como el resto de mis hermanos, qartash —Sus ojos comenzaron a brillar y brotaron de su espalda alas blancas y puras.
Vergil gruñó en advertencia, sus orbes se volvieron de color rojo anaranjado pero antes de que pudiera responder, la voz de Mina los silenció a ambos.
—¡No se atrevan a empezar a pelear!
Los dos hombres se volvieron hacia ella, la ira brotó de ellos en oleadas antes de que se dieran cuenta de sus actos y sonrieran; las alas y la daga desaparecen al instante.
Eaiel se acercó a ella, besándole la frente y murmurando una bendición en enoquiano. Luego desapareció, afirmando que había estado lejos de casa demasiado tiempo.
Vergil chasqueó la lengua y miró a su esposa, quien estaba arrodillada sobre el sofá color arena. Se veía angelical apoyando la barbilla entre las manos, con los codos clavados en el respaldo del mueble. Sus ojos grises parecían brillar plateados cada vez que un rayo partía el cielo, dándole a su paloma una apariencia de otro mundo.
Él caminó hacia ella, robándole un beso que la dejó sin aliento.
—No me gusta que ese ángel te toque —le susurró el demonio mientras pasaba sus colmillos sobre el lóbulo de la oreja de su mujer.
Mina cerró los ojos, saboreando la sensación de hormigueo que corría desde su oído hasta su espalda.
—No tienes que preocuparte por él, mi ardiente demonio —Le acarició la mejilla y devolvió el beso mientras le mordía el labio inferior—. Puede que sea cálido y tranquilo, pero prefiero tu salvaje pasión.
El príncipe gruñó y, saltando sobre el respaldo del sofá, la inmovilizó debajo de su cuerpo en un abrir y cerrar de ojos.
—Quiero hacer nuestro ritual de unión en este momento —le susurró contra el cuello mientras una de sus manos se desaparecía debajo de la blusa.
Mina jadeó y se mordió el labio inferior.
—¿Que necesitas que haga?
Los ojos de él se tornaron rojo sangre, las fosas nasales se ensancharon, mientras luchaba con su deseo, antes de finalmente alejarse de ella. Vergil se enderezó y le dio a su esposa una buena vista del bulto que tensaba sus pantalones.
—Será algo sucio, así que es mejor hacerlo en el Mundo espejo —Le ofreció una mano y la ayudó a levantarse antes de pedirle que cerrara los ojos.
Murmuró otro par de palabras en la lengua demoníaca y el suelo onduló cuando fueron absorbidos por el portal. Dentro del vórtice de la nada, chispas de luz, electricidad y fuego se mezclaron, formando una eternal tormenta elemental. Algo que ningún mortal había presenciado, ni siquiera la temblorosa joven en sus brazos. Cuando los tres elementos se enfrentaron por segunda vez, la luz blanca estalló, bañando todo en su esplendor cegador y empujándolos hacia Kirash’ershiff.
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