Capítulo 24-b
Ojos azules eléctricos vieron a la pareja irse, dejando a su conductor demoníaco solo con la limusina negra. El pobre siervo necesitaba ser eliminado si su plan tenía éxito. Las cosas podrían ponerse feas si la puta de Lucifer llegaba a enterarse del peligro que acechaba a su hijo bastardo.
Así que allí esperó, bajo la sombra de un gran roble a que su medio hermano se adentrara más en el parque. Él y su esposa pasaron cerca sin siquiera percibir un poco de su aura oscura. Ella sonrió. La máska que aprendieron de Hécate, la diosa impostora, siempre hizo maravillas ocultando su verdadera esencia. Esa poción era el secreto de cada asesinato o engaño exitoso conspirado contra los dioses de otros panteones y la razón por la que su padre las promovió de castigar a los humanos a torturar a los seres divinos.
Una vez que estuvo absolutamente segura de que el híbrido estaba fuera de vista, lanzó una ilusión sobre el área haciendo que todos los humanos que vinieran o miraran hacia allí, vieran a una joven pareja amorosa charlando a la sombra del roble. Observó cómo pasaba una pelirroja con un cochecito sin siquiera darse cuenta del hombre rubio que estaba apoyado de la elegante limusina en el borde de la acera; y luego salió de debajo del árbol.
Su presa estaba ocupada jugando con su celular, pero luego levantó la vista y la vio venir directo hacia él. Los ojos verdes de él se entrecerraron antes de suavizarse en el momento en que ella le sonrió tímidamente. Su sangre hirvió para revelarse y saltar sobre el demonio, pero necesitaba seguir con el plan. Si se transformaba, la máska no podría ocultar su aura y Vergil la sentiría incluso a kilómetros de distancia. Necesitaban ser sigilosas para tener éxito, así que ella tenía que controlar sus impulsos salvajes y matar al sirviente de su hermano usando su forma humana; de lo contrario, sus hermanas pagarían el precio.
—Oye, hermosa —le dijo Yaellan a una pequeña joven de ojos azul profundo y cabello castaño hasta los hombros—. ¿Ves algo que te guste?
—¿Conduces esta belleza? —preguntó ella, mostrándole su trasero vestido de negro mientras fingía inspeccionar la limusina. Cuando él se inclinó más cerca, ella se giró y le dio una patada en el estómago con toda su fuerza divina. La fuerza de la patada lo envió volando a través de la acera para estrellarse contra el sólido tronco del roble, el cual se sacudió y arrojó un montón de hojas sobre el demonio tirado entre sus raíces.
Aaron agitó la cabeza tratando de superar el mareo, que el dolor y la falta de oxígeno le provocaron, mientras gruñía y le mostraba los colmillos a la figura borrosa que caminaba hacia él.
—¿Qué eres?
Ella se detuvo para sacudir un poco de suciedad imaginaria debajo de sus largas y brillantes uñas antes de lanzar su aburrida mirada azulada sobre él.
—Yo soy quien te matará — Tisífone se regodeó con una sonrisa, ganándose otro gruñido por parte del demonio—. ¿Qué? Enfréntalo, un diablo insignificante como tú no va a poner un solo rasguño en una Furia; una de las hijas más mortíferas de Hades.
—¿Tú eres quien lastimó a mi hermana?
Una fina ceja marrón se arqueó sobre un ojo azul brillante.
—Tal vez.
La sangre hirvió dentro de Yaellan mientras dejaba que su bestia tomara las riendas del cuerpo. Cuernos negros en espiral, parecidos a las astas de un ciervo, crecieron de su cabeza mientras una cola y una amenazadora fila de espinas atravesó la carne de su espalda. Su piel bronceada se volvió gris oscuro a la misma vez que su gabán negro se cambió por unos largos pantalones de cuero.
Él rugió y cargó contra la Furia con toda la velocidad y fuerza que su verdadera forma podía darle. El impacto los lanzó contra el costado de la limusina, abollando la carrocería y rompiendo las dos ventanas del medio; una lluvia de cristales llovió sobre ellos.
Ella se rió en su cara y en el breve momento en que sus miradas se encontraron, él vio sus ojos azules eléctricos mezclados con un ligero tono rojo antes de que todo su cuerpo se envolviera en llamas. Él rápidamente soltó sus hombros y se alejó de un salto mientras la risa de ella se hacía más fuerte. Yaellan podía sentir el calor mientras las llamas bailaban cada vez más y más alto. ¿Está loca?
Tisífone se lamió los labios. Estaba momentáneamente distraído por su ilusión, así que era hora de terminar el juego. Convocando su látigo con púas a su mano izquierda, ella disolvió el truco de magia y lo golpeó directo en el cuello. Una hoz dorada con un borde negro apareció en su mano derecha un segundo después.
En un instante la Furia estaba envuelta llamas y al siguiente ya no había fuego, pero un látigo salió de la nada y se enroscó alrededor de su cuello, sus púas perforando su carne profundamente. Él gritó cuando el dolor estalló dentro de su cuerpo y sangre negra corrió por su torso. Más risas llegaron a sus oídos, avivando las llamas de su ira. Gruñendo, el Lilu agarró el látigo alrededor de su cuello y gruñó cuando las púas se incrustaron en sus manos, pero lo haló de todos modos.
—Ya es suficiente —exigió Tisiphone, su voz infantil tornándose seria de repente. Ella tiró de su látigo hacia atrás, arrastró al sirviente demoníaco a sus pies, levantó la hoz en el aire y lo decapitó en un solo barrido.
La cabeza sin vida cayó a la acera y rodó hasta que golpeó uno de sus botas negras; orbes plateados mirando a su asesino. Ella fue testigo, con expresión aburrida, de cómo el cadáver se descompuso ante sus ojos. Primero la piel, luego los músculos desaparecieron, y finalmente el esqueleto se convirtió en un humo negro que se desvaneció en el aire.
—Creo que fui demasiado para el pequeño sirviente. Ahora queda el evento principal —susurró con ojos brillantes, disolvió sus armas y se fue en la dirección que tomó su medio hermano.
Después de que la mujer desapareció en la distancia, un anciano de tez negra se paró sobre piernas temblorosas de un banco cercano y caminó hacia la limusina dañada. Sacudió la cabeza y apoyó una mano en el vehículo destrozado; su palma y ojos resplandeciendo con un brillo violeta. La carrocería, junto con las ventanas de cristal, volvieron a su estado original.
—Chicas estúpidas. Estaré recogiendo sus almas pronto si continúan con este absurdo plan.
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N/A: Denle un último adiós a Yaellan, nuestro hermoso Lilu. Por otro lado, ¿pueden adivinar quien es el viejito negro? El color violeta es la clave de su identidad.
Griego:
1- máska= máscara
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