Capítulo 23-a

La mañana transcurrió rápidamente mientras disfrutaba de un momento en compañía de los hombres más importantes de su vida. Esas dos horas fueron las más largas y más cortas de su vida, pero fueron una bendición ya que pudo tener una conversación de corazón a corazón con su padre; una que hacía mucho tiempo debieron tener.

La atmósfera era tensa al principio, pero a medida que el desayuno y los recuerdos fluyeron, los sentimientos encontrados se enfriarin y todo volvió a la normalidad, o algo parecido a la normalidad. Tendría que agradecer a su abuela por la receta de los jibaritos más tarde porque funcionaron como magia.

En la cocina puertorriqueña, los jibaritos estaban hechos de bananas maduras cortadas, sumergidas en una mezcla de harina sazonada y luego fritas. Su abuela siempre los preparaba para el desayuno y, ocasionalmente, para el almuerzo, pero nunca para la cena.

Mina sonrió mientras recordaba la risa de su abuela cada vez que ella pedía una segunda ronda de niña. Aquellos siempre habían sido mucho más dulces que los suyos porque la anciana usaba guineos niños para la mezcla, un tipo de bananas pequeñas que sabían más dulces que las normales.

—¿Cuándo me vas a dejar conocerla? —La voz de Vergil rompió su ensueño—. I'm dying to taste the jibaritos she makes.

—Después de que encontremos la Llave, podemos visitar a mis abuelos y podrás llenar tu boca con tantos jibaritos como puedas.

—Entonces serán muchos —respondió él con una media sonrisa, sentado a su lado en el sofá color arena—. Espero que tu abuela acepte tal desafío.

Recordó el deseo, oculto o no, que la camarera y la señorita Lady lo miraron cuando estuvieron en Egipto, y respiró hondo. Incluso algunas criadas en la mansión observaban a su príncipe demoníaco como si quisieran comérselo entero.

—Eres demasiado encantador con las damas. Estoy seguro de que grandma te cocinará el mundo si se lo pides.

Sintiendo su molestia, él se acercó y pasó un brazo sobre sus hombros.

—Paloma, sabes que no es mi culpa que queden encantadas con mi mera presencia.

Ella se dejó caer un poco sobre el sofá y cerró los ojos, ignorando completamente el televisor.

—¿Es lo mismo en el infierno?

—No exactamente —admitió él a regañadientes. Será mejor que no empieces a gritarme por decirte la verdad.

—¿Cómo es eso?

Vergil suspiró, pidiendo paciencia a los dioses antiguos.

—Mis habilidades encantadoras no funcionan con las diablas como lo hacen con las mujeres humanas; pero aquellas que me coquetean lo hacen principalmente porque soy uno de los trece Espectros del Fin.

—¿Espectros del Fin? ¿Que son esos? ¿Las fuerzas especiales de Lucifer? —preguntó ella, riendose.

—Sus hijos e hijas. Los hijos mayores de los trece embarazos de mi madre. En otras palabras, los grandes señores demoníacos entre mis mil doscientos hermanos —dijo con una expresión sombría.

—No entiendo —susurró Mina mientras sus cejas se fruncían en confusión.

Los ojos azules del príncipe brillaron como si una tormenta eléctrica se desatara dentro de ellos.

—Debes conocer el mito de Lilith. ¿La parte en la que dejó a Adán y el Paraíso para dar a luz a cien niños demoníacos por día te suena?

Ella ignoró su sarcasmo y molestia.

—Sí, esas criaturas fueron engendradas por demonios mesopotámicos, pero Dios la maldijo a ver morir a su descendencia todos los días.

—Lucifer encontró una manera de romper la maldición al transformarla en un demonio y ella se convirtió en su consorte y reina. La dejó embarazada doce veces y en cada nacimiento nacieron cien demonios. La primera criatura de cada nacimiento fue siempre un gran señor demonio; esos son los Espectros del Fin.

—Pero tú no eres su... —se calló incapaz de terminar la oración.

—Lo sé. Todos en el Infierno lo saben, pero tienen prohibido decir lo contrario bajo pena de muerte —Sus ojos azules se tornaron fríos—. Es por eso que, por defecto, soy su hijo y el más joven de los Espectros del Fin.

Justo cuando Mina iba a abrir la boca de nuevo, el timbre de la puerta sonó, interrumpiendo su conversación. Ella palideció, se miró a sí misma con el pijama de emojis, sacudió la cabeza y corrió a su habitación. ¡Esos pueden ser los permisos del Servicio de Parques Nacionales! Ve a abrir la puerta pero ponte ropa decente antes.

Después de que David escuchó un recuento detallado de su reciente descubrimiento en su investigación, él llamó, cobrando algunos favores y le prometió que ella tendría los permisos para mapear a Badwater Basin en el Valle de la Muerte por la tarde. Así que quien fuera que estuviera en la puerta podría ser quien le trajera los papeles necesarios para continuar su sueño.

Abrió su armario y se puso los primeros vaqueros y la camiseta que pudo agarrar antes que sintiera el aura oscura de un demonio. ¡Mierda, Mina! ¡Deberías haber podido sentirlo desde que salió del ascensor! Ella suspiró abatida y salió de su habitación.

—Tengo que aprender a ser más consciente de mi entorno —susurró la pelicastaña antes de escuchar lo último de una conversación que había llenado su sala con resignación y molestia.

—... a menos que la princesa quiera —Vergil le decía a Aaron Dittrich, cuyos ojos estaban sobre el suelo.

—¿Que pasó?

—Nada de gran importancia —dijo su esposo en tono serio, pero luego sus rasgos palidecieron ligeramente cuando pareció darse cuenta que estaba haciendo exactamente lo mismo por lo que se separaron: ocultarle secretos. Se aclaró la garganta y respondió—, Mi madre está tratando de imponer su voluntad sobre la mía, como siempre.

—¿Qué quiere ella? —preguntó la chica con un ligero tono cortante en su voz. Mina no podía evitar sentir desprecio por la mujer que le había causado tanto dolor con su deseo de obtener la Llave del Infierno.

—Que volvamos a la mansión.

La mortal miró los ojos azules eléctricos de su marido con determinación hirviendo dentro de ella.

—No quiero volver allí. Este es mi hogar, así que me quedaré aquí incluso si Hades viene a buscarme. Pero si necesitas irte...

Vergil la hizo callar con su dedo índice.

—No nos iremos a ninguna parte, mi señora —susurró él y le dio un largo y apasionado beso sin preocuparse en absoluto por su audiencia.

El aire húmedo y la quietud la saludaron cuando regresó a casa ocho días después de su derrota a manos de una mortal y una insignificante súcubo. Podía ver el brillo del agua corriendo por las paredes de la caverna y las antorchas encendiéndose con fuego azul al pasar cerca de ellas, yendo directo hasta su templo, donde sus hermanas deberían estar esperándola.

Se quejó de solo imaginar la reacción de sus hermanas. Debería haber esperado hasta que mi cara se regenerara por completo. Serán un dolor en el culo cuando vean lo que esa perra me hizo.

Gruñendo, Alecto siguió caminando por algunos caminos estrechos iluminados por el suave resplandor de las antorchas azules hasta que el sendero rocoso se abrió en una caverna espaciosa con una estructura similar a un templo construida dentro de la pared cóncava. El simple templo consistía en dos enormes columnas blancas corintias, que iban desde el piso hasta el techo, frente a un altar rectangular de mármol igualmente blanco que representaba a las Furias imponiendo sus castigos. El propio suelo rocoso de la caverna había sido nivelado y pulido para convertirse en el piso del templo, dando la ilusión de que el altar flotaba sobre un vacío negro.

Cuando se acercó al templo, dos braseros llenos de aceite que estaban directamente en frente de cada columna estallaron en llamas azules, lanzando un brillo del mismo color a sus alrededores. El humo y la luz despertaron a los gigantescos murciélagos que gustaban de percharse dentro de la estructura, haciéndolos emprender el vuelo en busca de un lugar más adecuado para descansar.

—¿Quién estropeó tu rostro, hermana?

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N/A: Otra vez discúlpenme el no haber actualizado en estos días. En compensación les daré un mini maratón a ver si llegamos al capítulo 26 como tenía en agenda para hoy.

Inglés:
1- I'm dying to taste the jibaritos she makes= Me muero por probar los jibaritos que ella hace.

Y para los que están curiosos sobre cómo se hacen los jibaritos, aquí les dejo la receta.

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