Capítulo 20-b

Los siguientes dos días pasaron sin mucho cambio. Ella solo se levantaba de la cama para bañarse y comer galletas o algo de fruta, volviendo bajo sus sábanas poco después. El resto del tiempo lo pasaba llorando o mirando al techo hasta el día en que su padre apareció en la puerta.

Aproximadamente cuatro días después de su separación, David Argeneaux llegó a su apartamento y prácticamente la sacó de la cama. Le recordó la vida que tenía antes de Vergil Larsa y respiró un poco de cordura sobre su mente nublada. Una vez que su padre se aseguró ella estaba de vuelta sobre sus pies, se fue prometiendo llamarla cada noche.

Ella llamó a Mary y juntas comenzaron a trabajar esa misma noche, tratando de encontrar el lugar que Suti describía en su quinto papiro. Pero ya habían pasado dos días y no estaban más cerca de encontrar la respuesta que al principio.

Mina suspiró después de despedirse del súcubo y de cerrar la puerta. Necesitaba llamar a Gabriel, tal vez su asistente había encontrado algo sobre la ubicación de la llave. Mirando el reloj de su pared, resopló debido a lo tarde que era y decidió llamarlo por la mañana, justo antes que se fuera a la universidad.

Masajeando el cuello por las largas horas que pasó mirando libros, papeles y pantallas de computadora, caminó hacia el baño. Tal vez una buena ducha aliviaría todos sus músculos adoloridos y la ayudaría a relajarse un poco. Algo que no había hecho desde...

Ella se detuvo en la puerta. Su sonrisa le ofreció un placer pecaminoso dentro de sus brazos mientras él se mostraba desnudo ante ella. La piel blanca pálida que mostraba músculos firmes llenaba su vista, haciéndola morderse el labio inferior. Le respondió guiñando un ojo y acariciando su pecho, abdominales e incluso más abajo hasta que sus largos dedos rozaron los pequeños vellos blancos sobre su...

Mina cerró los ojos y jadeó, respirando hondo antes de abrir sus orbes grises de nuevo.

No había nada delante de ella, nada más que los muebles blancos de su baño. Ninguna sonrisa astuta o ojos azules eléctricos mirándola con deseo. Vergil no estaba por ningún lado.

Le temblaban las manos y tragó saliva para contener un sollozo. ¿Por qué te extraño tanto cuando solo me haces sufrir?

La sensación de ser observada regresó, como tantas otras veces en los últimos días, haciendo que los pequeños pelos en la parte posterior de su cuello se erizaran. Se limpió la humedad de los ojos, cerró la puerta y se paró frente a la ducha.

Se había desvanado el cerebro durante los últimos dos días, tratando de descifrar quién podría ser el responsable de la sensación de ser observada, pero llegó a la misma respuesta una y otra vez.

Vergil.

Ella no sabía de dónde la estaba espiando, tal vez de su mansión o de la dimensión que había creado... esto último explicaría por qué no sentía su aura oscura, pero estaba segura de que era él. Él era el único con buenas razones para mantenerla bajo vigilancia.

—Puedo sentir tus ojos sobre mí. De hecho, sé que me has estado espiando durante un par de días —susurró ella con un tono acusador mientras se quitaba la camiseta de manguillos y la tiraba sobre laa baldosas grises—. ¿Has disfrutado mi miseria? ¿Me has echado de menos? —Una sensación de hormigueo corrió por su espalda, diciéndole que los ojos de él estaban fijos en esa parte de su cuerpo. Ella podía imaginarlo mirándola mal y una leve sonrisa llegó a sus labios—. Espero que lo hagas porque quiero que ardas de deseo mientras me toco en la ducha.

¿Querías espiarme? Entonces te daré un espectáculo que nunca olvidarás.

Recordó haber percibido los ojos cada vez que se cambiaba de ropa o se bañaba durante los últimos dos días. Así que al menos él todavía deseaba su cuerpo o no la molestaría en momentos tan íntimos.

Diciéndose una y otra vez que solo se estaba vengando, Mina bajó poco a poco los pantalones de su pijama hasta que tocaron el piso y luego hizo lo mismo con sus panties. Miró por encima del hombro a nada en particular y deliberadamente se mordió el labio inferior antes de entrar a la ducha.

Arreglando su largo cabello en un moño desordenado, calibró el agua hasta que estuvo caliente y luego la dejó caer sobre sus hombros. A medida que el líquido bajaba por sus curvas, comenzó a deslizar las manos sobre su piel, ayudando a que el agua la cubriera con mayor rapidez. Sus labios se separaron, dejando que un pequeño gemido se escapara cuando la cascada caliente comenzó a aliviar sus rígidos hombros y cuello.

Suspirando contenta, se movió para que la parte frontal de su cuerpo pudiera verse a través de la puerta de vidrio transparente. Las dudas aparecieron y su resolución comenzó a desmoronarse. ¿Qué pasaba si Vergil no estaba mirando o si estaba sola? Peor aún, ¿y si su audiencia no era su príncipe demonio? Bueno, en ese caso podría usar mi poder o el brazalete/espada para protegerme.

¡Sí! Ahora ella no necesitaba la ayuda de nadie, no con su poder y un arma para manejar. Ella no necesitaba nada más para estar segura.

Sacudiendo las dudas y posibilidades de la cabeza, sonrió y dejó que su mente vagara, imaginando las manos de Vergil sobre las suyas, su aliento en su cuello y su cuerpo musculoso apretado contra el de ella.

Lentamente, sus dedos comenzaron a acariciar, dejando que la suavidad de su piel y tibieza del agua fueran sus únicas guías. Casi podía verlo, sus ojos más oscuros y respirando con más fuerza mientras los dedos de ella viajaban hacia el valle entre sus pechos. Con los ojos cerrados, se pasó la lengua por los labios antes de agarrar su montaña izquierda y rodar su pulgar sobre la cima. Otra mano viajó por su vientre, sobre su ombligo perforado y más abajo; dedos jugando con los suaves y oscuros rizos cuando llegaron a su destino.

De repente, una densa presencia oscura envolvió la habitación, enviando una chispa eléctrica por su espalda que le erizó la piel.

¡No! No es posible. Debo estar volviéndome loca.

Sus ojos se abrieron de par en par, aguándose debido a la vista ante ellos. Vergil estaba en medio de su baño con una mirada depredadora en sus ojos.

Ella parpadeó dos veces, tratando de disipar la visión, pero esta vez él permaneció sin apartar su mirada de la de ella. Su pecho se contrajo, exigiendo que se lanzara a sus brazos o al menos se moviera de su posición. Ella no hizo ninguna, temiendo que la cordura retornara a su mente loca.

Aquel cuerpo ónix estaba tenso, los músculos rígidos... claramente reteniéndose de hacer algo. Ella sonrió para sus adentros. ¿Tando quería metérselo? Esa pregunta trajo una imagen mental que solo avivó las llamas que ardían dentro de ella. Mina sabía con exactitud lo bien que su miembro se sentiría empujando dentro y fuera de ella, pero la noche no era de placer, era de venganza.

Tratando de ocultar su entusiasmo, sostuvo aquella mirada roja sangre mientras abría sus labios inferiores con dos dedos y frotaba su clítoris con un tercero. Se sentía tan bien tocarse con su amante mirándola mientras el agua caliente los sumía en una fina niebla. Ella gimió cuando su cabeza se llenó con el fuego que le quemaba las venas y deslizó su dedo medio hasta que se adentró en el lugar que pedía a gritos ser penetrado por su marido demoníaco.

Otro gemido se apoderó de ella, su respiración acompasando los movimientos cada vez más rápidos de su dedo. La presión comenzó a crecer dentro de su cuerpo. Las venas bombeaban lava fundida, haciendo que cada nervio cobrara vida con un fuego incontrolable. Ella gimió con suavidad, imaginando el pene de Vergil empujando muy hondo en su interior en vez de su dedo. Los roces se aceleraron y ella comenzó a gemir sin parar. Ella estaba tan cerca en aquellos momentos, solo un poco más...

—Vente para mí, paloma —La voz de su marido sonaba áspera, completamente dominada por la lujuria.

Eso era todo lo que ella necesitaba.

—¡Oh Dios! —gritó mientras su vagina se cerraba sobre su empapado dedo y sus piernas temblaban con la fuerza de su liberación. Una vez que terminaron las pulsaciones, abrió los ojos, buscando a su demonio negro.

Estaba parado en el mismo lugar, con una gabardina de cuero negro alrededor de sus pies y una gran erección que sobresalía de sus pantalones negros. Sus ojos estaban rojo sangre, como si un monstruo gritara para ser liberado, y su mandíbula se hallaba tensa. Dos largos flequillos blancos descansaban sobre su pecho desnudo, moviéndose ligeramente con cada respiración. Vergil parecía un depredador a punto de saltar sobre su presa.

Un cazador que ella quería sentir sobre su cuerpo.

Jadeando por aire, Mina abrió la puerta de la ducha, sin importarle si el agua salpicaba el piso, sacó la mano de su interior y le mostró los dedos pegajosos.

—¿Quieres un poco, my love? —le ronroneó antes de tomarse el tiempo chupándose los dedos.

Las fosas nasales del príncipe se ensancharon, pareciéndose muchísimo a un toro negro, ¡completo con los ojos rojos y los largos cuernos! Ella sonrió, provocándolo, y, menos de un segundo después, fue apoyada contra la pared mientras su demonio entraba en ella con un golpe magistral. Su mente se blanqueó otra vez por lo que dejó que sus instintos básicos tomaran el control; anhelo, pasión y lujuria gobernando cada uno de sus movimientos.

****

A la mañana siguiente, los rayos del sol le golpearon la cara, perturbando su sueño. Se dio la vuelta con los ojos cerrados, buscando a su marido para que cerrara las cortinas cuando se encontró con un espacio vacío. Abriendo sus orbes grises despacio, miró a su lado para confirmar lo que sus miembros ya habían comprobado. Vergil no estaba dormido junto a ella, solo había soñado con él.

Sus ojos se inundaron, pero se negó a dejar que cayeran las lágrimas y las parpadeó lejos. No había razón para llorar por alguien que ella había abandonado voluntariamente. No había ninguna razón en absoluto.

Mina suspiró hondo, tratando de calmar su dolor interno y miró su reloj de alarma.

Shit! Se había quedado dormida más de la cuenta. Su asistente ya tenía que estar en la universidad. Entonces no tendría otro remedio que enviarle un mensaje de texto para que fuera a su apartamento después de sus clases.

Sentándose en la cama para alcanzar su teléfono celular sobre la mesa de noche, se dio cuenta de algo: ¡estaba completamente desnuda!

It can't be! ¿Mi sueño fue real?

Imágenes de besos, gruñidos y embestidas vinieron a su mente. Tuvieron sexo en su cama, pero antes de todo eso, ella se había estado tocando mientras los orbes rojo sangre de él la observaban. Y él había dejado caer su...

¡Oh Dios mío! Saltó de la cama y corrió, desesperada, hacia el baño. La puerta se abrió con un fuerte golpe y sus rodillas casi cedieron bajo su peso. Allí, en el medio del piso, yacía la gabardina de Vergil, exactamente donde él la había dejado caer en su sueño.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top