Capítulo 2-b ✔
Mina percibió la densa oscuridad desde el momento en que entró a la iglesia. Habían pasado años desde que sintió algo similar, pero la necesidad de huir estaba inequívocamente presente en su interior. Era inegable, y aún así...
—Cuidado con ellos. La oscuridad acecha a tu alrededor, Elegida —le dijo una profunda y melódica voz.
Giró sobre sus talones y vio a un hombre con cabello oscuro y piel brillante como una perla saliendo por el mismo camino por el que ella había venido. «¿Qué?»
—Ahí estás, cariño. —Su padre la abrazó de repente y la besó en la frente, deteniendo sus posibilidades de seguir al hombre resplandeciente—. Tenía miedo de que te echaras para atrás en el último momento.
«Casi lo hice.»
Ella le devolvió el abrazo con una sonrisa mientras miraba por encima del hombro de él, buscando al extraño, pero ya no estaba a la vista. «Su piel brillaba igual que el guardián de mamá cuando lo conocí. ¿Podría ser también un ángel?»
—¿Estás bien, mi pequeña? Pareces perdido en tus pensamientos. —La marcha nupcial comenzó a sonar, poniendo fin a su conversación—. Es hora, cariño. —Lágrimas no derramadas brillaron en sus ojos cuando le ofreció la mano—. Quisiera que tu madre estuviera aquí.
—Lo está, daddy. Sabes que ella siempre está a mi lado.
Un escalofrío recorrió la espalda de Vergil cuando la marcha comenzó a sonar. Se movía de un pie a otro, todo el tiempo mirando fijamente hacia la entrada. «Si ella piensa siquiera en huir, la perseguiré y la mataré con mis propias manos.»
«No, no puedes hacerlo, Vergil. Solo permanece calmado. Ninguna simple chica humana merece el esfuerzo de enojarse por ella,» habló la razón, calmando un poco su inquietud.
«Pero ella es más que humana... ningún simple mortal llevaría su chispa dentro de ella.»
El debate interno de Vergil murió en el momento en que ella apareció y caminó hacia el altar de la mano de su padre. Su ritmo cardíaco se disparó y empezó a sentir calor dentro de su esmoquin. El recuerdo del beso que compartieron en el restaurante hacía tres días se repetía en su cabeza una y otra vez, haciendo que una parte de su anatomía creciera dentro de sus pantalones. «¿Por qué me excita tanto algo tan simple? ¡Fue sólo un maldito beso!»
Cuando el senador la dejó a su cuidado y tomóasiento entre la multitud de invitados, comenzó la ceremonia. Parecía quehabían pasado horas antes de que al fin dijera «sí, acepto»con una expresión seria y la chispa dorada brillando brevemente en sus ojosplateados. Ese brillo le preocupaba porque si ella sabía cómo ejercer ese poderde la manera correcta, bien podría significar su fin para toda la eternidad. «Madre, ¿en qué me metiste?»
****
La recepción no tenía fin a la vista, incluso después de cuatro horas de beber, bailar y comer. Ya habían bailado, tirado el ramo y cortado el pastel; no quedaba nada más que hacer, pero los invitados no se iban a casa. Vergil empezaba a aburrirse y era obvio que su pequeña esposa sentía lo mismo.
Miró hacia donde ella estaba parada, escuchando a algunas chicas charlar sin parar, y sonrió para sí mismo a pesar de todo. En verdad que Mina era una mujer hermosa con un cuerpo que ni siquiera su vestido de novia de estilo griego podía ocultar. Sin embargo, era tan pequeña comparada con él que temía que se rompiera bajo sus rudas manos. Aun así, algo lo atraía a ella como gravedad.
Tratando con desesperación de aliviar sus deseos, acortó la distancia entre ellos y la abrazó por detrás.
—Un centavo por tus pensamientos —susurró seductoramente junto a su oído.
Las jóvenes se quedaron sin aliento, les dijeron que hacían una hermosa pareja y se excusaron. Si todos los demás hicieran lo mismo, podrían ser libres de llegar a la mejor parte de la noche.
—Has estado muy encantador en las últimas horas.
—No me digas que todavía estás enojada —Su cálido aliento envió un escalofrío por la espalda de ella.
—Las mujeres no olvidan ni perdonan tan fácilmente.
—¡Ah, pero no has experimentado mis habilidades para borrar la mente! —Su nuevo marido se rió entre dientes y la abrazó con fuerza.
—¡Ahí están! —Una pelirroja con ojos color miel y rasgos faciales similares a los de Vergil apareció de la nada—. ¡Eres un buen niño por quedarte y entretener a todos los empresarios que todavía están aquí! Tengo un hijo muy obediente. —La mujer besó a Vergil en la mejilla.
«¿Por qué llegas tan tarde, madre?», preguntó el príncipe demonio telepáticamente. «Apestas a sexo y azufre. ¿Estabas en el Infierno?»
«Tu padre me volvió a llamar para un informe de progreso y... bueno, ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos, pero hablemos de esto en otro momento. Estamos asustando a la pequeña Mina con nuestras miradas silenciosas.»
—Por fin nos conocemos, Mina. Soy Lilith Larsa, tu suegra —dijo la mujer luego de unos minutos de incómodo silencio.
—Es un placer conocerte —respondió la pelicastaña con una sonrisa forzada.
La piel pálida de Lilith era perfecta incluso cuando se podían ver algunas pequeñas líneas de expresión al final de sus hermosos ojos. Ella brillaba con juventud y parecía ser sólo una década mayor que su hijo.
«Parece más su hermana mayor que su madre.»
La pelirroja le regaló una sonrisa, pero había algo en el aura de la mujer que heló a Mina hasta lo más profundo de su ser. Algo oscuro y maligno rodeaba a su suegra como una capa sobre sus hombros; un poder muy similar al que sintió al entrar a la iglesia.
—¡Lilith! —David llamó—. ¡Finalmente llegaste! Me estaban volviendo loco preguntando por ti. —Le hizo un rápido gesto a su yerno y besó a su hija en la frente—. Está bien, mi pequeña. Continúa y disfruta de tu noche de bodas. Ahora nosotros podemos ocuparnos de los invitados importantes. —Con un guiño y una sonrisa, su padre se llevó a la madre de Vergil—. Vamos, señora Larsa, hay algunos asuntos que discutir.
—Chiao, queridos míos. Espero que se vuelvan locos en la habitación del hotel y me den un nieto lo más pronto posible.
El rostro de la novia se sonrojó al instante y ésta comenzó a caminar hacia la salida a paso rápido. Pasos la siguieron, pero ella sólo quería sentir la fría brisa de la noche para refrescar su rostro en llamas. ¿Cómo podía una mujer mayor decir algo así delante de tantos desconocidos? Mina quería morirse de la vergüenza.
Cuando la brisa nocturna acarició su rostro, exhaló un suspiro de alivio. ¿Qué debería hacer? Casi los habían expulsado de la fiesta, y ahora...
Se estremeció levemente al pensar en qué parte de su boda le esperaba. El recuerdo de ese beso dentro del restaurante vino a su mente, poniéndole la piel de gallina. Sólo imaginar esos suaves labios en su cuerpo, trazando besos por toda su desnudez debilitaban sus rodillas. ¿Qué le pasaba? Apenas conocía al hombre y ya quería desnudarse con él. Esa no era ella. Siempre se tomaba el tiempo para salir con un hombre por un tiempo antes de agregar el sexo a la ecuación. «¿Qué me pasa ahora? »
—Tal vez sea una especie de íncubo enviado para atormentarme por algo que hice —murmuró, mordiéndose las uñas un momento antes de que regresara la densa oscuridad. «¿Aquí también?»
—¿Quieres que sea un demonio del sexo? Eso podría arreglarse —susurró la voz ronca de Vergil antes de que sus labios le mordisquearan la oreja—. Ven, la limo está esperando para llevarnos a nuestro hotel. —Señaló a una limusina negra que ella nunca escuchó estacionarse enfrente.
—¿Nos vamos ahora? —Maldición. Casi podía abofetearse por esa estúpida pregunta.
El brazo de él le rodeó la cintura y la guió hasta el vehículo, pero su mano bajó más, demasiado cerca de su húmedo centro.
—Relájate, paloma. Este íncubo te hará llegar a las estrellas.
«¡Oh, Dios! Ahora estoy muy excitada... ¿Qué eseste hombre?»
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