Capítulo 16-b
La mañana siguiente se fue con la misma rutina a la que Mina se había acostumbrado. Vergil la despertó, la entrenó dentro de ese lugar extraño entre dimensiones y luego se fue al trabajo. Normalmente, ella se quedaba en la mansión, revisando los papiros y esperando que la última traducción se le enviara por correo electrónico, pero esta vez tenía algo más en mente.
Salió del baño secándose el cabello con una toalla cuando sintió una presencia oscura a su lado. Para su total consternación, era su nuevo guardaespaldas.
¡Gracias a Dios ya estoy vestida por completo!
—¿Qué está haciendo dentro de la habitación de su príncipe, señor Dittrich?
El rubio sonrió con malicia cuando se acercó a ella.
—Me dieron órdenes estrictas de vigilarte de cerca, mi princesa —murmuró el demonio con voz grave mientras tomaba un mechón oscuro entre sus dedos y lo olía, saboreando la fragancia de lavanda fresca.
—No le di permiso para tocar mi cabello —dijo ella con los dientes apretados y apartó la mano de él.
—Me gustan las bravas —Sus ojos se volvieron plateados cuando lamió sus labios y extendió su mano hacia ella de nuevo—. Pero hemos pasado estas formalidades, Mina. Puedes llamarme Yaellan ya que ese es mi verdadero nombre.
Ella agarró la mano antes de que alcanzara su cara. El fuego corrió dentro de sus venas hasta que las llamas lamieron sus manos y ojos, ardiendo de rabia.
—Nunca me toques de nuevo. ¿Me escuchas, demonio? —Advirtió con voz helada mientras aumentaba el calor en sus manos. Él gritó de dolor, pero no intentó alejarse mientras su piel ardía bajo la palma de su princesa.
—¡Si, ama! Por favor, hágame más daño —suplicó el demonio, desgarrado entre un gemido y un quejido.
Esas palabras la liberaron del fuerte agarre que la ira tenía sobre ella y lo soltó a toda prisa.
—¡Podría haberte matado, imbécil! No me vuelvas a enojar o la próxima vez quizás no pueda controlarme.
No contestó mientras sus ojos volvieron a su verde claro con una delgada línea marrón alrededor de la pupila y bajó su mirada al suelo.
—Lo siento, señora. Mis necesidades me dominaron.
—Si necesitas meter, solo toma una criada y hazlo; no debería ser tan difícil para un Lilu. ¡Pero no asumas que traicionaré a Vergil sólo porque te abrí mis piernas en mi despedida de soltera!
Ojos verdes se dispararon a su cara a la vez que la sorpresa llenaba todos sus hermosos rasgos.
—¿Aún no conoces nuestras costumbres?
—¿Que se supone que significa eso?
Él palideció, dándose cuenta de su error y bajó su mirada al suelo de nuevo.
—No volverá a suceder, mi señora.
—Bueno. Ve a satisfacer tus necesidades entonces, estaré bien por un par de horas —Pero justo cuando el íncubo estaba a punto de salir de la habitación, ella lo llamó de vuelta—. Espera.
—¿Sí, señora Larsa?
—Es... —Se detuvo tratando de recordar el nombre que necesitaba—. ¡Gaap! ¿Está Gaap todavía en la mansión? Hay algo que necesito preguntarle.
—No, ama —Yaellan negó con la cabeza, de pie en la puerta—. Lord Gaap regresó al infierno hace tres días. Las cosas en el sur se estaban poniendo peligrosas para que su consorte las manejara sola.
La pelicastaña le dio las gracias y lo despidió antes de que el íncubo tuviera otra brillante idea. Al fin sola, tomó su bolso y la caja de pergaminos, saliendo del dormitorio antes de que su guardaespaldas la alcanzara.
Cruzó el pasillo, rezando para que Lilith no se diera cuenta de su ausencia cuando se topó con una joven sirvienta que llevaba sábanas frescas. La chica se disculpó varias veces y comenzó a irse, pero Mina la detuvo y le preguntó cómo llegar al garaje. Repitiendo las instrucciones de la sirvienta en su cabeza, la pelicastaña se dirigió al jardín de rosas y encontró a su New Beetle 2010 pacientemente esperándola, estacionado frente al enorme garaje. Estaba casi segura de que aquella cosa podría contener al menos una docena de automóviles en el interior.
¿Por qué demonios necesitan tanto espacio para autos cuando pueden teletransportarse a cualquier lugar del planeta?
Suspirando por sus excentricidades de su familia política, la joven subió a su auto y se marchó, planeando visitar a Gabriel en la universidad. Su asistente necesitaba explicarle por qué la traducción del último papiro demoraba tanto.
El tráfico a la NYU era un poco pesado ese lunes, por lo que su mente comenzó a analizar todo lo que había aprendido desde su matrimonio once días atrás.
Primero que nada, tenía un poder sobrenatural que, con lo que parecía, podía quemar cosas... o criaturas oscuras por lo menos. Su esposo era en realidad un demonio, hijo de Lucifer y Lilith, por lo que estaba casada con el infierno. Literalmente. La mitad del personal de la mansión estaba compuesta por demonios que servían a Lilith, Vergil y ahora a ella. Y, por último, el dios griego de la muerte la quería muerta por alguna loca razón que sólo Dios conocía. Sí, su vida se había tornado patas arriba. No que fuera perfecta para empezar, pero al menos nadie quería matarla.
Eso la hizo recordar a su estúpido guardaespaldas y, en un repentino impulso, marcó el número de Vergil; aquel que él había guardado en su teléfono celular en el momento que se comprometieron oficialmente.
Casi de inmediato se arrepintió de llamar, pero el teléfono sólo sonó una vez antes de que contestaran.
—¿Qué sucedió? —La voz de su marido sonaba preocupada, haciendo que se mordiera el labio con pesar.
—Nada, cariño —dijo ella, tratando de descartar su preocupación.
—Eso es mentira. Me llamaste por una razón, Mina. ¿Qué es?
Ella suspiró, sabiendo muy bien que él no se rendiría hasta que ella hablara.
—Quiero un nuevo guardaespaldas.
—¿El stripper no es suficiente?
Su cara se sonrojó y tuvo que frenar bruscamente ya que el auto del frente se detuvo de repente.
—¡N-no! ¡Quiero decir: si! Pero... él... él intentó seducirme hoy. Pero, por favor, ¡no trates de matarlo! Ya le quemé la mano.
—El afortunado bastardo obtuvo lo que se merecía —dijo su demonio príncipe, riendo por lo bajo.
—Espera un momento. ¿No estás enojado o al menos celoso?
—No.
—Te pusiste furioso al pensar que te estaba traicionando con el señor St. Claire, ¿pero ahora sólo te ríes? —La voz de ella tomó un tono áspero mientras agarraba el volante hasta que sus nudillos se pusieron blancos.
—Eso fue diferente. St. Claire era humano, una criatura insignificante que solo servía para lamer mis botas.
—¡Yo también soy humana, por si lo olvidaste! ¿También fui hecha solo para lamer tus botas? Por supuesto que no, prefieres que te chupe el bicho.
—Mina, escúchame —La voz de Vergil se volvió seria y dominante, tal como se esperaba de su estatus real—. Eres especial para mi. No importa que seas humana, siempre te am... Te tendré mucho cariño.
—Bueno, no lo parece.
Ella escuchó el susurro de una maldición en el fondo antes de que él le hablara en un tono más calmado.
—Mina —susurró, tratando de apaciguar su ira—. Nuestro código moral no es el mismo que el tuyo. Para nosotros, el sexo fuera del matrimonio —y yo uso el término matrimonio entre comillas— es algo normal. De hecho, las parejas de demonios normalmente tienen más de un amante para jugar. Lo que consideramos infidelidad es procrear con nuestros amantes en lugar de con nuestro consorte.
—¿Entonces no te importaría si me acuesto con quien quiera?
—No mientras no sean humanos.
—¡Genial! ¡Gracias por ser tan amable! —Lágrimas corrían por su rostro mientras se estacionaba dentro de la universidad—. Eres un hijo de puta, ¿entendiste? —le gritó al teléfono y colgó la llamada. Más lágrimas llenaron sus ojos mientras intentaba controlar su corazón roto. No fueron las palabras que usó lo que la lastimaron sino la forma en que lo dijo. Su tono frío e indiferente la hacía sentir tan pequeña y sin importancia... tan reemplazable.
Una presencia oscura apareció en el asiento del pasajero, pero ella se negó a mirarlo. Se negaba a darle la satisfacción de ver cuánto le rompió el corazón.
—Nunca me cuelgues otra llamada. ¿Me escuchas? —El príncipe trató de controlar su temperamento, pero aun así, algo de ira se filtró en sus palabras. Si ella hubiera sido cualquier otra mortal, ya estaría muerta, pero él jamás se atrevería a lastimarla; no a su preciosa paloma.
—Haré lo que me dé la gana porque no te importa —Se volvió hacia él y vertió toda su ira en sus ojos grises.
—Ahí es donde te equivocas —Incluso con los ojos de ella brillando dorados, él se inclinó y la besó con fuerza. Su paloma se resistió al principio, pero la agarró de la barbilla y suavizó su contacto.
Con ternura y amor, Vergil acarició sus labios como si fueran la más delicada de las flores. Unos segundos más tarde, su esposa finalmente se rindió y le devolvió el beso. Había tristeza en su dulce sabor habitual... y le desgarraba el alma porque seguía lastimándola una y otra vez.
La repentina comprensión de que su marido demoníaco podía cambiar su corazón tan fácilmente la enfadó más que antes y se apartó de él. Una bofetada sonó dentro del auto un segundo después, dejando su mano quemada en la mejilla del demonio.
—¡Los besos no resuelven todo, Vergil Larsa! —gritó Mina y salió de su auto con premura.
Él estuvo frente a ella en un instante, sin importarle que su mejilla se estuviera regenerando en un espacio público.
—Sangré por ti —susurró él con un tono serio mientras sostenía su mirada tormentosa—. Luché contra Tánatos para salvar tu vida y casi muero en el proceso. ¿Todavía crees que no eres importante para mí?
—Tal vez solo soy una herramienta importante.
Perdiendo la calma, Vergil la agarró del brazo y sus ojos azules se pusieron rojos por un segundo.
—¡Nunca serás solo una herramienta, Mina! Eres la única mujer que alguna vez he...
—¿Ese hombre te está molestando, doctora Larsa?
Un joven humano se acercó a ellos y lo miró desafiante. El chico con rasgos asiáticos y largo cabello rojo, cortado muy cerca del cuero cabelludo a los lados de su cabeza, parecía estar analizando qué amenaza representaba para Mina.
—Está bien, Gabriel —le dijo a su asistente mientras sostenía la mirada de Vergil—. Mi esposo y yo ya terminamos nuestra pequeña conversación. Libérame ahora.
El demonio le gruñó pero la soltó, proyectándole sus pensamientos. Esto no ha terminado, querida.
Sin otra palabra, ella se dio la vuelta y se alejó junto a al chico gótico, dejándolo furioso en el estacionamiento.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top