Capítulo 16-a
A medida que su entrenamiento avanzaba y mejoraba con la katana, Mina se encontró con demasiado tiempo en sus manos y poco que hacer. No podía ir a trabajar ya que sus salidas fuera de los terrenos de la mansión habían sido prohibidas por la reina del Infierno y la NYU se había visto obligada a otorgarle una licencia sabática por el resto del semestre. Así que eso descartó la posibilidad de distraerse con la planificación de sus clases y el bullicio de la universidad.
Pero había una cosa que podía hacer incluso dentro de los confines de su jaula dorada. Alguien tenía que echar un vistazo a esos papiros que casi le costaron la vida a Vergil y a ella.
Vamos, Mina. Nadie más hará esto por ti.
Al pasar por un conjunto de puertas que conectaban el espacioso dormitorio de Vergil con su oficina, la pelicastaña vio su estuche de cuero sobre el amplio y costoso escritorio de su esposo. Una vez que se abrió camino para agarrar sus pertenencias, encontró su computadora portátil al lado del estuche con una nota adhesiva.
Pensé que necesitarías esto.
Ella sonrió mientras acariciaba los rastros de tinta, que apostaba eran de su príncipe demoníaco, y se sentó antes de abrir la máquina. Una vez que la computadora se encendió y el sistema terminó de instalar una actualización de último minuto, comenzó el proceso de escanear cada uno de los cinco papiros para poder enviarlos por correo electrónico a Gabriel. Entonces sería su trabajo pasarlos a través de su programa de traducción y enviarle los resultados de vuelta a ella.
Suspirando, ató su largo cabello en una coleta alta antes de enviarle un mensaje de texto a Gabriel dándole instrucciones sin explicar nada sobre su situación. Mientras tanto, trataría de traducir lo poco que podía para pasar el tiempo.
Y así pasaron los días sin que ella se diera cuenta.
****
«Y así, el favorito del Padre cayó de la Gracia, como una bola de fuego a la tierra. Largos años caminó, avergonzado y maldiciendo a todos los que adoraban al Señor. Ahora su nombre no era Lucifer, el resplandeciente, era Satanás, el adversario.
Con este nuevo nombre, sedujo a Lilith, convirtiéndola en su mujer y transformándola así en el primer demonio. De su unión nacieron legiones, un ejército de oscuridad al mando de Satanás. Los oscuros desafiaron a los luminosos y, con una palabra, se desató una feroz batalla.
El tiempo continuó, pero la batalla aún duró; así que el Padre dio una orden:
—Desterrad a todos a las profundidades de la tierra. Dejad que la luz se escape de sus ojos y sea reemplazada por la oscuridad. Debido a que perdieron su lugar divino, la oscuridad ahora será su hogar, condenados para siempre en el eterno sheol.
Pero antes de que la prisión pudiera nacer, una llave tenía que tomar forma. Se tomó una pluma de cada uno de los siete arcángeles y se mezcló con el corazón del Primogénito. Incluso con los pecadores que eran, la humanidad tenía el poder de mantener a raya a la oscuridad.
Con la llave creada, la prisión podría nacer. Tomando de su creación infinita, el Padre le dió a la condenación una manifestación física.
Ahora los siete celestiales podían desatar toda la furia que poseían dentro y, en un último enfrentamiento entre hermanos, sólo la luz salió victoriosa.
Enterrados profundamente debajo de la tierra los demonios fueron, para que la creación pudiera florecer de nuevo. Pero allí al final, el señor demoníaco juró:
—¡No importa si pasan eones, regresaré! Trayendo conmigo al heraldo de su destrucción.»
Mina mordió el bolígrafo en su mano cuando terminó de leer la traducción del segundo papiro, por cuarta vez desde que Gabriel se la envió por correo electrónico. Ella había estado tratando de descifrar el significado de las metáforas y había tenido éxito en todos, excepto en uno. El heraldo de la última frase todavía la desconcertaba. ¿Podría ser un humano, una criatura o un objeto? Debería ser algo poderoso, ya que Satanás afirmó que sería el fin de la luz... ¿O simplemente hizo referencia a sus legiones de demonios?
—¿Todavía en frente de la computadora? —Vergil preguntó cuando entró en el dormitorio, se sentó en su cama y comenzó a quitarse los zapatos. Ni siquiera obtuvo una respuesta—. ¿Sabes que podría contarte toda esa historia sin que tengas que herir tu cerebro de esta manera?
Metida en la cama y con la computadora portátil sobre sus piernas cruzadas, Mina levantó los ojos grises de la pantalla.
—¿Me estás llamando estúpida?
—Al menos estás viva. Por un momento pensé que habías muerto viendo esa máquina infernal.
—Muy gracioso, Vergil Larsa. Muy gracioso —Con sus tormentosos irises ardiendo en llamas, ella le sacó la lengua y volvió a mirar la pantalla—. ¿Podrías ayudarme con esto? Aquí dice que cuando tu padre fue enviado al Infierno, juró regresar con el heraldo de la destrucción de la luz a su lado —Ella lo miró a la cara cuando su demonio se le acercó y se inclinó para mirar la traducción del documento—. ¿Qué es el heraldo?
—No tengo la menor idea —dijo, sacudiendo la cabeza—. Apuesto a que él tampoco lo sabe. Nací mucho más tarde, por lo que mi conocimiento de estos primeros eventos se limita a lo que me dijo madre.
Ella hizo una mueca y se volvió hacia su computadora, susurrando en voz baja.
—Oye, ¡eso no es justo! —Suspirando cambió de tema—. ¿Has encontrado lo que estabas buscando en esos rollos? —Sus labios se acercaron al oído de su paloma mientras susurraba en una voz seductora.
Mina inhaló hondo, pero logró deshacerse de su piel de gallina.
—Cariño, ¿no fue suficiente todas las veces que lo hicimos hace dos días? Necesito trabajar ahora mismo.
—¿De qué estás hablando?
—Del día que volvimos aquí.
Vergil se echó a reír.
—¡Eso fue hace una semana!
La chica abrió los ojos y miró el reloj de la computadora. Ahí, al lado de la hora, estaba la fecha real. Su marido tenía razón. ¡Había pasado una semana entera desde que regresaron a Nueva York! ¿Cómo pudo haber perdido la noción de tanto tiempo?
—Oh, Dios mío.
—De verdad que "oh, Dios mío" —Vergil se rió entre dientes—. ¿Encontraste lo que estabas buscando? —preguntó de nuevo mientras cerraba la computadora portátil y halaba a su esposa fuera de la cama.
—No realmente. Todavía queda un rollo por descifrar —respondió Mina, cerrando los ojos mientras las manos de él se deslizaban por su cuello—. Pero el verdadero problema es que no sé lo que estoy buscando —Ella frunció el ceño con preocupación antes de sentir labios allí, tratando de calmarla—. Quiero decir que no sé cómo se ve la llave.
—No es una llave, es un medallón —susurró el demonio, cubriendo de suaves besos el adorable rostro de su princesa.
Ella abrió los ojos y sostuvo su mirada azul.
—¿Un medallón? ¿Lo has visto?
—Solo en un dibujo que Suti dejó atrás, pero ya no existe —Su respuesta fue acompañada por más besos que bajaban por el cuello de ella, haciéndola jadear—. Madre lo destruyó.
—¿Por qué? —Una de sus manos apretó el corto y blanco cabello mientras que la otra se aferró a un hombro.
—La razón no es importante —Chupó la curva del cuello de su paloma mientras sus manos viajaban sobre los pechos y hacia el vientre plano que temblaba bajo su toque.
—Espera —Ella estaba tratando de pensar con claridad, pero se le estaba haciendo muy difícil. Por un lado, quería satisfacer su curiosidad y hacer todas las preguntas que tenía desde el inicio de su investigación mas en el otro solo quería sentir la piel de Vergil contra la de ella—. ¿Estás diciendo que conociste a Suti?
—Sí. Madre fue quien lo mató... —Él lamió y raspó la piel con sus afilados colmillos, arrancándole un suave gemido a su amante—, y se lo comió —terminó, mordisqueando la oreja de ella.
Los ojos de la pelicastaña se agrandaron, pero antes de que pudiera decir una palabra, él trazó sus labios con la punta de un dedo y se inclinó hacia delante, deteniéndose casi a un suspiro de besarla.
—¿Quieres seguir hablando o terminamos nuestro pequeño juego?
Su cuerpo se sentía tan caliente que ella simplemente cedió a sus necesidades y lo besó con fiereza. Sí, incluso cuando su cerebro no había registrado la semana pasada, su cuerpo sí lo hizo, provocando que ella ansiara el toque de Vergil más que cualquier otra cosa en el mundo. A medida que sus caricias se hacían más audaces y los sonidos de amor llenaban la habitación, su mente se olvidó de sacerdotes, demonios o llaves y se enfocó en sentir la pasión que su demonio peliblanco podía crear dentro de su corazón. El resto de las preguntas podrían esperar otro día.
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