Capítulo 1-b ✔

De vuelta en la mansión, Vergil le informó a su madre sobre el incidente con el gerente de Manna. Para crédito de Lilith, ella solo sonrió maliciosamente, llamó a su maestro asesino y le dio instrucciones para matar al gerente y traerle el cadáver. La única evidencia de que el traficante de muerte demoníaco estuvo alguna vez en la habitación fue la niebla negra que quedó cuando se teletransportó dentro y fuera.

—Ahora que el puesto de gerente volverá a estar disponible, quiero que tú, hijo mío, elijas a otra persona para el trabajo —dijo Lilith con el mismo tono aburrido que usaría una persona para hablar de vegetales—. Pero debe ser alguien en quien confíes. No quiero que vuelva a pasar la misma mierda. ¡La próxima persona que intente robarme, será quemada viva frente a todos! —La ira brilló en sus ojos, pero fue reemplazada por una sonrisa sincera con rapidez.

—Estás de muy buen humor esta noche —comentó Vergil, sorprendido por la efímera ira de su madre—. ¿Por qué estás tan feliz?

—¿Recuerdas la Llave del Infierno? —preguntó Lilith, indicándole que se sentara.

—Sí, la recuerdo. —Tomó asiento frente a su madre—. La que se supone que solo puede ser encontrada y utilizada por un humano para abrir las puertas del Infierno, y custodiada por Uriel.

—Bueno, ha sido hallada.

—¿Qué? —Vergil casi saltó de su asiento.

—Sé quién es el Elegido y, lo que es más importante, sé que descubrió la ubicación de la Llave. —Lilith se acomodó en su sillón—. Pero debería empezar por el principio para que puedas entender todo.

Después de una pausa, continuó:

—Hace cinco años, tuve una premonición relacionada con la Llave del Infierno. Vi dos resultados diferentes para el escenario: en uno, una chica encontró y usó la Llave, pero en el otro, la estaba encerrando en un lugar que no podía reconocer. Esa chica en mi visión no era otra que Mina Argeneaux, la hija del Senador David Argeneaux. Así que le ordené a una de las Lilitu que la mantuviera bajo vigilancia y me informara de todo lo que hiciera la Elegida. ¡Y ahora, finalmente, podemos hacer una movida!

Es impresionante que la haya encontrado —reconoció el príncipe demonio, sosteniendo su barbilla pensativamente—. Solo uno de sus cuatro predecesores logró esa hazaña.

—Sí. ¡Ese maldito sacerdote! —Lilith arañó el reposabrazos de su asiento—. ¡Tuvo la audacia de esconderme la Llave del Infierno!

Vergil se levantó y fue con su madre. Poniendo una mano en su hombro, depositó amorosamente un beso en su mejilla.

—Cálmate, madre —dijo con una voz dulce y tranquilizadora—. Ese sacerdote se fue hace mucho tiempo. Te lo comiste por su insolencia. Ahora, ¿cuál es nuestro próximo movimiento?

—Mi queridísimo... —Lilith colocó una mano sobre la de su hijo—, seducirás a la Elegida hasta el punto de que acceda a cualquier cosa que le pidas. Luego, dile que te traiga la Llave del Infierno. Pero hay algo más... Tienes que casarte con ella.

—¿De veras tengo que hacerlo?

—Es la forma más fácil de seguir mi plan. Además, la tendremos en nuestro poder si pasa algo —respondió su madre con molestia—. Harás esto, Vergil. No aceptaré una respuesta negativa.

—Lo haré —cedió Vergil, suspirando—. Pero, no soy uno de tus Irdu Lili.

—Arrogante hasta la médula justo como el bastardo que te engendró. Recuerda, hijo mío, lo único que me impide arrancarte la garganta es la sangre que compartimos —advirtió Lilith en tono amenazador—. De todos modos, son casi las ocho en punto. Se supone que deben cenar juntos en este lugar.

Le entregó la tarjeta del restaurante a su hijo.

David ya hizo la reserva. La cena es su idea para que se reencuentren. Y la boda es en tres días.

—¿Tres días? ¿Es eso suficiente?

—¡Por supuesto! Soy la encargada de todo ya que la pobrecita Mina no tiene madre. ¡Ahora, vete! Estoy esperando mi cena.

Mina no podía creer lo que le estaba pasando. Su padre... ¡su propio padre la estaba vendiendo por dinero! Esa era la verdad. No importaba lo bonito que quisiera que sonara, David Argeneaux estaba vendiendo a su hija a cambio de apoyo financiero en su campaña política. La idea la enfermaba. Y lo peor de todo era que apenas conocía al hombre con el que se casaría.

Solo había visto a Vergil Larsa una vez en su vida; en su fiesta de dulces dieciséis. Desde ese día, habían pasado once años, por lo que no tenía forma de saber qué tipo de hombre resultó ser. Una parte de ella estaba indignada y asustada de toda la situación, pero la otra estaba intrigada y fascinada con las posibilidades.

Después de un viaje estresante, finalmente llegó al lugar de encuentro. El restaurante favorito de su padre aún conservaba la belleza que recordaba, haciéndola sentir nostálgica. Si David quería que ella comenzara a crear sus propios buenos recuerdos en la vida, casarla con un extraño no era la forma de comenzar.

Suspirando, Mina salió de su auto y arregló su vestido. No era nada especial: un corto traje negro, sin tirantes, con espirales en brillo plateado. El vestido era ajustado, pero no lo suficiente como para pintar su cuerpo, por lo que era perfecto para la ocasión porque no quería llamar la atención de Vergil.

A la llegada de Mina, la anfitriona la llevó de inmediato a la mesa designada. Allí, en la mesa, un hombre vestido con un traje gris la esperaba pacientemente. Tenía su cabeza dorada mirando su teléfono celular mientras éste brillaba con actividad.

«Recuerda, Mina, viniste aquí para decirle que no quieres participar en esta farsa. Pero no seas grosera, encuentra el momento adecuado para decírselo.»

—Lo siento por llegar un poco tarde, pero el tráfico era horrible —mintió con indiferencia mientras se sentaba.

—Eres tú...

Mina escuchó una voz familiar y levantó la mirada con rapidez. Allí, sentado al otro lado de la mesa, estaba su ángel.

—¡Tú! —exclamó, apresurándose a ponerse de pie y casi tumbando su silla en el proceso—. ¿Eres Vergil Larsa? No puede ser... ¿P-Por qué eres rubio?

—Estoy tan sorprendido como tú, pero por favor siéntate. —Vergil esperó hasta que ella volvió a tomar asiento—. Sí, soy Vergil Larsa. El color que estás viendo ahora debe ser el efecto de las luces en mi tono de cabello. De todos modos, ¿supongo que eres la señorita Argeneaux?

—Sí, lo soy.

Él comenzó a reír.

«¿Se está riendo de mí?»

Pero antes de que pudiera decir algo, él se puso de pie y se detuvo detrás de ella. Sus largos dedos comenzaron a acariciarle el cabello, el cuello, y con un rápido movimiento, le desató el moño, dejando que la larga melena cayera sobre los hombros de Mina. Pero sus manos se demoraron, acariciándole el cabello. Cada caricia hacía que la cabeza de Mina diera vueltas mientras su estómago se tensaba y su piel hormigueaba. Cuando finalmente él se detuvo, sintió su aliento junto a la oreja.

Te prefiero con el pelo suelto —susurró Vergil con voz ronca mientras sus largos dedos le acariciaban el rostro.

No podía apartar los ojos de él mientras éste se dirigía a su silla. Era como si fueran imanes opuestos que se atraían entre sí. La pelicastaña no podía negar la pura atracción que existía entre ellos, una que casi se sentía como si fueran almas gemelas.

«¿Almas gemelas? ¿Que estoy pensando? Vi a ese hombre en un negocio turbio y, sin embargo, babeo por él. ¡Vergil Larsa debe ser un gángster, así que no puedo caer en sus trucos sin importar qué!»

—Solo vine aquí para decirte que no me casaré contigo —anunció Mina con voz firme.

—¿Por qué?

—Sé lo que eres en realidad. —Las pupilas de él se dilataron por una fracción de segundo—. ¡Vi lo que pasó en el restaurante Manna, y no puedo casarme con alguien así! No por mi padre o la política, sino por mi código moral.

—¿De qué estás hablando? —preguntó su compañero con una expresión despreocupada mientras la miraba a los ojos. Después de un momento, su actitud cambió cuando levantó una ceja blanca y sus iris azules se oscurecieron—. ¿Estás hablando del beso? No puedo decir que lo vi. Estaba más envuelto en las sensaciones que en cualquier otra cosa —declaró Vergil mientras se lamía los labios en un movimiento deliberadamente lento.

—¡No estaba hablando de eso! —Mina exclamó, toda nerviosa—. Me refiero a tu pequeña conversación con el gerente de Manna.

—Mina, Mina, Mina. No sabías quién era hasta hace unos minutos —comenzó a decir el hombre en total calma con las manos debajo de la barbilla—. Entonces, ya estabas planeando decir que no, independientemente de lo que afirmas haber presenciado.

—Yo... yo no estaba... yo no... —Estaba tan nerviosa que ni siquiera podía pensar en una buena mentira.

—En ese caso, déjame decirte algo —continuó Vergil como si Mina nunca hubiera dicho nada—. Puedo hablar con mi madre y cancelar todo, pero se va a poner furiosa. Tanto es así que retirará todo el apoyo financiero que tu padre haya recibido de nosotros y le pedirá que le devuelva cada centavo.

—¡Ella no puede hacer eso!

Oh, sí, puede —le aseguró él con una sonrisa malvada—. Esta farsa, como tú la llamas, era parte de un contrato entre nuestros padres y cualquier violación resultará en un pago monetario. Ya que serás la responsable del incumplimiento del contrato, quien pagará será tu padre.

Mina no podía creer lo que estaba escuchando. «¿Qué has hecho, David?»

—Está bien. Si vendemos algunas de nuestras propiedades, deberíamos poder cubrir la deuda —respondió ella, un poco conmocionada.

—No. Verás, mi madre le pedirá a tu padre que cubra la deuda en su totalidad. Y ustedes dos no podrán obtener esa cantidad de dinero incluso si venden todas las propiedades que poseen y nos dan toda su pequeña fortuna —explicó Vergil, muy serio—. Mina, estamos hablando de miles de millones aquí. Le debes a mi familia todo tu estilo de vida.

—¡Eso es imposible! ¡No te creo!

—No me crees, ¿eh? —Él suspiró y trató de tomar su mano, pero ella la apartó—. Mina, entiende que hemos apoyado toda la carrera política de tu padre. Todo el dinero que necesitaba para sus campañas ha venido de nosotros. Si mi madre le pide que lo devuelva, ¡te vas a quedar en la calle! ¿Estás dispuesta a hacer eso? ¿Estás dispuesta a dejarlos a los dos en las calles de Nueva York solo por tu orgullo? Porque sé por qué estás haciendo esto; no quieres que te vendan por dinero.

Mina se hallaba en una encrucijada. Recordó lo feliz que se puso David cuando le dijo a su madre que iba a ser político, y Marina había compartido su sentimiento. «Hace tanto tiempo...»

Su madre aún vivía cuando él comenzó su carrera política, y los tres siempre se habían mantenido unidos en todas las fiestas, en todas las campañas, en todas las elecciones. Su madre nunca se habría separado del lado de su padre si no fuera por ese cáncer. Cuando Marina empezó a tener problemas pulmonares, ya era demasiado tarde. El cáncer se había extendido por el cuerpo de su madre como un incendio forestal. Entonces, en una noche de invierno, Marina murió. «¡Lo siento mucho, mommy! No pude despedirme. No te preocupes, mamá, yo protegeré a papá. Incluso si debo casarme con el hijo del diablo, no importará... ¡Apoyaré a papi como siempre lo hiciste! Perdóname, mami, por ser tan egoísta y enfadarme con papá. Solo estaba tratando de protegerme.»

Mina se enderezó, y cuando encaró a Vergil, las lágrimas corrían por su rostro.

—Loharé. ¡Me casaré contigo por el bien de papi!

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N/A: Esto completa el capítulo uno. Espero que lo hayan disfrutado <3

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