Capítulo 1-a ✔
Cinco años después
Vergil había estado yendo de un lugar a otro todo el día, comprobando que los nuevos negocios que su madre abrió tres meses atrás funcionaban sin problemas. Eran pequeñeces comparadas con la misión real de Lilith en el plano humano, pero, como su segundo al mando, él era el encargado de monitorearlas. Estos eran los momentos en los que oraba a cualquiera que pudiera escucharlo que su madre tomara un amante humano pronto. De esa manera podría tirarlo todo en el regazo de su amante y hacer lo que quisiera. Por supuesto, aún estaría obligado a hacer las cosas sobrenaturales, pero podría deshacerse de la insignificante mierda humana. ¡Oh, pero esos eran solo sueños! Sueños de una vida que nunca tendría.
De repente, Vergil sintió una mano en su hombro e inmediatamente se dio la vuelta, listo para pelear. Había estado tan inmerso en sus pensamientos que ni siquiera había escuchado la voz de su compañero. El príncipe reaccionó casi agresivamente, demasiado cerca de arrancarle la garganta a Marcus. Demasiado cerca...
¡Oye! Relájate, hombre —dijo su amigo, saltando fuera del peligro—. Soy yo. Marcus.
—Lo siento —Vergil murmuró la disculpa, haciendo que el humano de cabello negro se esforzara por escucharlo.
—De todos modos, como decía —continuó el tipo como si nada hubiese pasado—, los muchachos están hablando de que la señora Larsa planea proponerle algo grande a ese senador que siempre está pidiendo ayuda.
—¿Te refieres a Argeneaux? ¿David Argeneaux?
—¡Sí, ese mismo! Los rumores dicen que podrías tener un padrastro —bromeó Marcus, palmeando la espalda de Vergil y sonriendo.
—No sé —respondió pensativo el peliblanco—. No parece del tipo de mamá.
—Ah, ya sabes cómo es la señora Larsa...
—¿Que se supone que significa eso? —Vergil arremetió con enojo, la intención asesina brillaba en sus ojos azules.
¡Vaya, hombre! Cálmate —exclamó su amigo antes de bajar la cabeza y suspirar—. Lo siento, jefe. Mantendré la boca cerrada.
—Dale gracias a Dios por que no soy mi madre o ahora estarías parado en un charco de tu sangre —El tono de Vergil era bajo y oscuro.
Y así, se alejó, obligando a que Marcus lo siguiera.
Con su horario de clases finalizado, Mina planeaba cenar en el centro comercial cerca de los terrenos de la universidad. Mary Wilson, su mejor amiga y colega de la facultad, ya estaba allí, esperándola. El plan era encontrarse en el estacionamiento del centro comercial e ir a un nuevo restaurante que había abierto sus puertas hacía un mes atrás.
—Te tomaste tu tiempo —dijo Mary, sonriendo con picardía mientras caminaba hacia la entrada principal del centro comercial. Tenía su larga melena rubia atada en una cola de caballo y un vestido rojo de manga larga que mostraba cada perfecta curva de su cuerpo. Sin embargo, su mejor atributo era su piel; una piel blanca e impecable que hacía brillar los profundos ojos azules de Mary con la luz del sol—. ¿Qué estabas haciendo? ¿Acosando a otro joven estudiante en tu oficina?
No lo digas así, Mary —la regañó Mina, sonrojándose—. ¡Cualquiera que te escuche pensaría que tengo amoríos con mis estudiantes!
La rubia se echó a reír, pero no insistió más en el tema.
«¡Ella siempre ha sido tan juguetona y enérgica!» Era esa misma personalidad juguetona y enérgica que la había hecho encariñarse con la pícara rubia todos esos años atrás. Cinco años para ser exacta. Mina acababa de graduarse de la universidad y buscaba trabajo cuando se topó con Mary. Rápidamente entablaron una conversación alegre que terminó con ellas compartiendo sus experiencias de vida. Mina descubrió que Mary se había graduado de la misma universidad que ella y que trabajaba allí como profesora de prehistoria e historia clásica.
Le debía tanto a esa mujer... incluso su trabajo como profesora de mitología, pero su amiga nunca la dejaría pagar esa deuda. Mary era demasiado bondadosa para aceptar lo contrario.
Cuando llegaron al Manna Restaurant & Sports Bar, se quedaron boquiabiertas al mismo tiempo. Por el folleto informativo nunca sabrían que era un lugar tan hermoso y ricamente decorado. ¡Parecía un antiguo templo mesopotámico! Completo con estatuas de deidades y todo. El dueño del restaurante debía estar ahogándose en dinero para que el lugar tuviera detalles tan maravillosos.
Las columnas de piedra estaban dispersas con jeroglíficos sumerios esculpidos en ellas. Las paredes, también de piedra, representaban varias escenas de la vida cotidiana sumeria y acadia. Una mezcla muy interesante, dado que el nombre del restaurante era hebreo.
Cuando las llevaron a una mesa vacía, Mina sintió como si hubiera retrocedido en el tiempo. De vez en cuando, las filas de mesas estaban divididas por paredes de piedra de cuatro pies de altura flanqueadas por una estatua dorada de un dios o una diosa. Por lo que podía ver, habían representado a casi todas las principales deidades de las culturas mesopotámicas. Junto a su mesa estaba Assur, jefe del panteón asirio, y tres filas más allá estaba Ninhursag o Nintu, comúnmente llamada Madre Tierra. Pero lo que llamó su atención fueron las dos estatuas en la plataforma elevada en el otro extremo del restaurante: Ereshkigal, Diosa del Inframundo, y su esposo, Nergal, Dios de la Guerra. La diosa estaba sentada elegantemente en un trono de huesos mientras su esposo se hallaba de pie a su lado. Era bastante interesante que estuvieran colocados en la plataforma al lado del hermoso piano negro. Casi como si al propietario le gustaran esas deidades más que todas las demás.
La mente de Mina volvió a la realidad cuando el mesero vino a tomar sus órdenes.
Y luego ella lo vio.
Allí, junto a la barra, estaba el hombre más guapo de toda la creación. Se veía delgado, pero musculoso, con un traje de Armani que usaba como una segunda piel. Demasiado acostumbrado a ese tipo de vestimenta, al parecer.
Su piel clara combinaba a la perfección con su cabello blanco platino. Sin embargo, cuando el hombre se volvió hacia su amigo de cabello negro, Mina casi dejó caer el vaso de agua que estaba bebiendo y su temperatura subió. Ese rostro era la cosa más angelical que jamás había visto. Lleno de ángulos agudos, lo hacía lucir varonil, pero también había algo que le daba una apariencia juvenil.
«Parece un ángel del cielo.»
¿Mina? ¿Estás bien? Ah...
Apenas escuchó a Mary en la distancia. Toda su atención estaba en el ángel, quien hablaba con el gerente del restaurante y otro tipo vestido de negro que tenía una maleta en la mano. Parecía que algo andaba mal porque el ángel lucía el ceño fruncido en su encantador rostro. También podía sentir fuertes oleadas de ira saliendo de él, haciéndolo parecer un dios.
Reaccionando a las emociones de su compañero, el pelinegro intentó sacar algo del bolsillo interior de su traje, pero fue detenido por un ángel aún más enfurecido. La cara de asombro del gerente cambió a una de alivio, y rápidamente le entregó la maleta al amigo del ángel. Después de eso, los cuatro desaparecieron detrás de una puerta trasera.
«¿Qué demonios?»
—¿Viste eso, Mary? —preguntó la pelicastaña con una expresión de preocupación en su rostro.
—¿Qué? ¿El tipo por el que estabas babeando? —La rubia le dio un mordisco a su comida—. Sí, lo vi, pero me gustaba más su amigo pelinegro.
—¡No me refiero a él! Quiero decir que si viste lo que acaba de pasar.
—No, Mina, no lo vi —respondió Mary con voz aburrida—. ¡Date prisa y come!
—¿Cuándo trajeron la comida?
—Hace exactamente cinco minutos —respondió la rubia, mirando su reloj antes de continuar—, mientras te babeabas por el aspirante a Jack Frost.
Una sonrisa traviesa se extendió por su rostro.
—Te lo dije, pero no me escuchaste, así que te dejé sola con tus pensamientos pervertidos.
—Yo no estaba...—Mina comenzó a responder, pero lo pensó mejor y suspiró—. Comamos rápido y vámonos. Quiero irme de aquí.
—¿Por qué?
—Porque quiero que vayamos de compras —mintió.
—Está bien —su amiga estuvo de acuerdo con una sonrisa traviesa.
Vergil salió de la trastienda todavía un poco enojado. No podía creer el descaro de ese tipo. A veces pensaba que su madre simplemente recogía perros callejeros de las calles y los ponía a cargo de sus negocios. ¡El gerente tuvo las bolas para decirle que aún no habían tenido tiempo de lavar todo su dinero! Su insensatez lo enojó más, y el estúpido de Marcus reaccionó casi sacando su arma en público. ¡Al menos detuvo a tiempo a su subordinado cabeza de chorlito!
—Oye jefe. ¿Podemos decir hola?
¿De qué estás hablando? —Vergil preguntó, llamas ardiendo en sus ojos, otra vez.
—Bueno, esa rubia de ahí me está mirando directamente —anunció Marcus en un susurro—. ¡Y mira, ella también tiene una hermosa amiga! Además, jefe, ya hemos terminado por hoy. ¿No podemos divertirnos?
—Sabes muy bien que no hemos terminado hasta que el paquete esté seguro —susurró Vergil, sin dejar lugar a discusiones.
Pensó que la chica de cabello oscuro le traía a alguien a la memoria, pero no podía recordar a quién. Estaban a punto de pasar junto a las chicas cuando, de repente, la pelinegra lo miró directamente a los ojos. Él se congeló, y la mirada de ella hizo que una centella recorriera su cuerpo, dando vida a cada célula dentro de él y alimentando un fuego que de inmediato quemó sus venas.
Era tan bella. Su cabello no era negro como él pensó al principio; era castaño oscuro con mechones rubios y rojos que aparecían aquí y allá. «Se ve increíble con su largo cabello suelto.»
Vergil movió su atención a su rostro delicado y fascinantes ojos grises, los cuales mostraban una combinación de miedo y pasión. «¿Me tiene miedo? ¿Por qué?»
No podía pensar con claridad, no mientras miraba su boca; una boca pequeña, pero carnosa que le rogaba por un beso.
Cambiando su atención por una fracción de segundo, miró a Marcus. El hombre estaba distraído hablando seductoramente con la rubia, así que aprovechó la oportunidad.
Un instante su ángel miraba a su amigo y al siguiente su aliento se hallaba en su oído. Él le habló. Al principio a Mina le fue difícil escucharlo a través del aturdimiento que le creó, pero repitió sus palabras.
Por favor, dime tu nombre —le pidió su ángel en un susurro ronco.
—Mina —Eso fue lo único que ella pudo decir.
Él repitió el nombre en ese mismo susurro ronco, y sonó como una plegaria saliendo de sus labios. Luego, sin previo aviso, la besó. Ella jadeó, dándole la oportunidad de deslizar la lengua dentro de su boca. Él acarició su lengua con lentas, pero sensuales lamidas que la hicieron retorcerse de deseo mientras extendía la mano para acunar su mejilla. Su ángel era apasionado y salvaje, justo como el fuego y, de repente, Mina deseaba quemarse.
El beso encendió las venas de Mina mientras la lengua de él se deslizaba profundamente dentro de su boca. Deseando sentir más, se levantó de la mesa y haló a su ángel. Él gruñó e hizo lo mismo, recorriendo sus curvas con las manos. Podía sentir la dura longitud presionada contra la parte inferior de su cuerpo, una sensación que solo alimentaba el fuego que ya ardía. Mina estuvo a punto de gemir de placer cuando escucharon a alguien silbar.
¡Oh, Dios mío! Yo... yo... —La sorprendida mujer se desenredó rápidamente del pastelito de pelo blanco tartamudeando sin saber qué decir. Mirando a su alrededor, su rostro enrojeció cuando vio a algunos clientes observándolos mientras susurraban entre ellos. Mina regresó de inmediato a su asiento, deseando nada más que meterse en un agujero y morir. Ella nunca actuaba de esa manera, y mucho menos con un completo extraño.
—¿Ya tomó la primera base, jefe? —preguntó el otro tipo con incredulidad, riéndose junto a Mary—. ¡Eso fue rápido!
Vergil solo miró a su compañero una vez, pero eso fue suficiente para que el hombre se alejara de un salto, frotándose el cuello lentamente.
—Juro que sentí un cuchillo real en mi garganta —susurró Marcus con sorpresa en los ojos, tratando de entender lo que sucedió.
—¡Cállate y vámonos!
—Claro, jefe —respondió el mortal, todavía un poco conmocionado, pero girándose hacia la rubia, le hizo un gesto—. ¡Llámame, bebé!
—Porsupuesto que lo haré —respondióella, relamiéndose los labios.
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N/A: Arriba encontrarán las fotos de los mejores amigos de Vergil y Mina.
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