Τραγουδάω τρία
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https://youtu.be/f1tYe3TkhTc
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El tenue sol había terminado por remitir. Una vez el gran astro poniente termino por ocultarse los débiles rayos de luz solar, que se filtraban por el ceniciento cielo de nubes oscuras, empezaron a desvanecerse para darle paso al nuevo cuerpo celeste, que sustituía al debilitado sol en su tarea de iluminar el cielo. . , la luna.
La reina del cielo, acompañada de tenues brillos que adornaban el firmamento, estrellas que iban apareciendo en el oscuro cielo de la noche como si fueran los hijos de la luna que acompañaban a su madre en su tarea nocturna. Alzándose sobre la totalidad de las tierras llanas de aquella región que era la península de Anatolia, las estrellas seguían apareciendo en el cielo siendo decenas que se extendían donde alcanzaba la vista de un hombre hasta perderse en el horizonte. La noche había comenzado y el pálido astro iluminaba el mundo con su luz.
El monte Latmos no era exento de esto y deambulando por la ladera de la montaña tras pasar por su pendiente, una figura se desplazaba a paso acelerado, su respiración era pesada, estaba agotada pero aún así seguía subiendo la pendiente tambaleándose hasta tropezar con el suelo. . manchando las hiervas del suelo con un viscoso liquido escarlata que brotaba de su cuerpo, sangre.
Muchos animales descansaban a cuentos horas nocturnas y pocos eran los que salían de los bosques de la seguridad que les proporcionaba aquella muralla natural que eran los vigorosos robles que obstaculizaban el paso hacia el exterior y las frondosas profundidades del bosque. Mas sin embargo, aquella figura, no era una de las criaturas del bosque. Esforzándose en levantarse, apoyándose con sus brazos ensangrentados llenos de heridas, aquel forastero se levanta erguido luchando por no tambalearse alzando la mirada hacia el cielo estrellado para observar las estrellas y al gran astro nocturno como si fuera su guía.
<<Solo por esta noche...>> Pensó aquella figura, aquel hombre. <<¡Deseo que la persecución cese!>>
Golpeando con fuerza el suelo con sus sandalias de cuero, aquel hombre de largo cabello, color castaño, dirigió su mirada hacia los primeros árboles y arbustos antes de abrirse paso entre ellos a un ritmo acelerado. Jadeaba y aquellas heridas de su cuerpo no hacían más que provocarle dolores en todo su cuerpo pero aun así con las fuerzas que le quedaban aquel forastero fue abriendo paso en las profundidades del bosque de Latmos hasta perderse en la oscuridad del bosque.
La extensión forestal de Latmos de diferentes plantas, arbustos y fuertes robles en los que en sus ramas descansaban aves en sus respectivos nidos, pero sin embargo, algunas de estas se despertaron agitadas por los jadeos que soltaba aquel hombre con cada uno de sus pasos. Paso a paso, avanzando sobre la verduzca hierba, ansioso y con prisas, no parecía ni siquiera preocuparse por aquello que se encontrara en su camino. No importaba si hubiera alguna piedra, raíz o alguna rama que obstaculizara su trayecto en línea recta, tomándose algún desvió de vez en cuando, si algo con lo que llegara a chocar aparecía lo apartaba o incluso chocaba con este llevándose un mal golpe.
Aun así, con las heridas abiertas, las cuales manchaban su arcaico vestuario de cuero con su sangre escarlata, el castaño hombre de largo cabello y grebas de bronce avanzaba a través del follaje sin miramientos de tal vez llegar a toparse con algún animal salvaje que llegara. a atacarlo.
Pero incluso si así fuera, aquella posibilidad no cruzaba por su mente como si no hubiera espacio para alguna duda o si quisiera preocuparse por su estado físico, solo seguía hacia adelante. Su rostro maduro se arrugaba, soltaba algún jadeo de cansancio o de dolor de vez en cuando y viéndose la ropa se daba cuenta que entre más avanzaba más de la tela blanca de la misma iba cambiando su tonalidad por el rojo de su sangre, sentía que con cada paso significaba el abandono de una parte de sus fuerzas.
Por un instante se detuvo, aquel hombre dio un vistazo hacia su alrededor dándose cuenta que estaba rodeado por la oscuridad de las profundidades del bosque, arrugo su expresión y apretó la mandíbula. La noche era fría, la faltaba de fuentes de calor y de algún manto que fungiera de abrigo le hizo sentir un escalofrío y se dio cuenta de en su carrera a toda prisa que lo había llevado aquel bosque, aquella montaña, lo hizo sin siquiera saber hacia donde quería ir, estaba corriendo sin ningún rumbo fijo. ¿Por cuanto tiempo lo había estado haciendo? ¿Sabía siquiera dónde se encontraba de pie, podía averiguarlo?
<<No...>> Se dijo el mismo, intentando responderse a las preguntas que divagaban en su mente, las dudas que lo estaban asolando sin parar desde hace horas, incluso días. <<Es una pérdida de tiempo, no puedo darme el lujo de ni siquiera pensarlo...>> Se paso una mano por su brazo, aun con la oscuridad que lo rodeaba era suficientemente capas de ver su cuerpo gracias a la poca luz que proporcionaba el pálido astro del cielo.
Las heridas sangrantes de su cuerpo eran respuesta más que suficiente para cada una de sus preguntas. Heridas que variaban pero iban empeorando su gravedad; Moretones, cortes y raspaduras eran las menos graves pero las que más dolían y las culpables del agonizante dolor que estaba atravesando eran aquellas que perforaban su piel haciendo brotar sangre, heridas que parecían haber sido provocadas por el ataque de algún animal de gran tamaño.
Marcas que al sentirlas, junto a su pegajosa sangre, lo hacían entrar en un creciente pánico que hacia que su cuerpo se moviera de una forma casi instintiva para retomar la marcha. Recordaba el como las había sufrido, memorias que parecían estar grabadas con fuego en su mente.
—No puedo detenerme. —susurro, demasiado rápido, farfullando— De ser así me rastrearan, no puedo quedarme aquí.
Puso un pie delante. Listo para retomar su marcha sin cuestionarse más deseando encerrar aquellas memorias y recuerdos que el solo recordarlos le hacia sufrir de la sensación de que cada una de esas heridas fuera hecha en ese momento exacto. Pero, aun cuando se sentía preparado, de pronto sintió como todas las fuerzas de su cuerpo lo abandonaba haciendo que desde su horrorizada perspectiva, en lugar de haber puesto el pie hacia adelante para tocar el pasto con sus gastadas sandalias sintió que estaba cayendo a un Precipicio con un profundo abismo sin fondo.
Intento detener su caída, intento poner sus brazos hacia el frente en forma de apoyarse, tocar el suelo con sus manos antes de caer pero no respondieron. Ninguna de sus extremidades respondió. El miedo y el pánico lo abordo por completo y como respuesta a su inevitable caída solo pudo gritar desde lo más profundo de su ser.
Una vez impacto con el suelo el grito paso de ser uno aterrado a uno de dolor. El suelo, la dura tierra con la que se golpeo, se sintió como si hubiera caído desde una gran altura. Cada una de sus heridas se abrió más, tanto las hemorragias como aquellas que no profundizaban tanto en su cuerpo soltaron sangre en mayor o menor medida, nuevamente el dolor le respondió a sus dudas mientras se retorcía en el suelo. Había estado escapando por tanto tiempo sin descanso alguno hasta que su cuerpo no daba más, sus músculos ya no respondía, el frío nocturno lo abrazaba haciendo que temblara deseando una fuente de calor, y el hambre...¿Cuando fue la última vez que ¿Había comido?
Apretó los puños y dejo de intentar ponerse de pie mientras apretaba los dientes. Logro arrastrarse por el suelo manchándose de tierra pero no le importaba ensuciarse, de por si su estado ya era deplorable. Con esfuerzo pudo conseguir arrastrarse lo suficiente y sentarse en el suelo a un lado de un árbol, apoyando la espalda debilitada sobre la superficie del tronco del mismo.
—Como...¿Como terminar aquí? —se dijo a sí mismo. Movió los labios de forma inconsciente, preguntándose a si mismo si ese era el lugar donde debería estar y el por que estaba ahí. Había estado corriendo, por demasiado tiempo, tanto que nunca tuvo tiempo para preguntárselo pero ahora que había caído, sin siquiera tener las energías para levantarse, parecía que ahora todo estaba más claro navegando así en sus memorias.
No había estado corriendo por horas, ni siquiera días o semanas...¿Fueron meses? ¿Años? ¿Había perdido la noción del tiempo? Se había puesto a reflexionar sobre todo, ya ni siquiera se preocupaba por sus heridas, no intento tratarlas buscando algún medio para detener la hemorragia. Alzo la cabeza, por primera vez en tal vez todo el día la levanto para ver el firmamento, fijando su vista en aquel blanco cuerpo celestial que se alzaba sobre todo y tras unos segundos pudo recordarlo, el momento en el que todo inicio.
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Se recostó sobre el tronco del árbol, cabeza gacha, mirando su deplorable estado. Se sintió adolorido por las heridas de su cuerpo, cansado, hambriento y con frío pero dentro de toda sensación que atravesaba básicamente había algo que las sobrepasaba a todas, un sentimiento, un pensamiento de tristeza y decepción por sí mismo. Se esforzó por animarse a continuar su camino, a luchar pero su cuerpo no respondía, si su espíritu se encontraba derrotado el cuerpo respondía igualmente, solo se resigno.
—Chariclo...¿Estás decepcionada de mí? —Sintió como sus labios se movían para formular aquellas palabras.— Oh, Chariclo, por favor perdóname...tú y Endeïs. No pude evitarlo, pensé que podría pero no pude y aquí estoy pagando el precio.
Pudo sentir como su pecho se apretaba, su respiración se hacia más pesada con el pasar del tiempo y en aquellos momentos lo único que podía hacer era recordar el pasado, y entre aquellas memorias dos nombres que atesoraba y guardaba eran lo que lo mantenían consciente. Memorias de un antaño tiempo en el que su vida parecía sencilla pero que ahora parecía un fondo sin fondo, un agujero que solo seguía haciéndose profundo cada vez más.
—Pero pronto todo terminara y así...—reposo, no movió ni un solo músculo mientras miraba hacia el cielo, hacia el cielo estrellado— Podre descansar.
Finalmente recostó la cabeza, dejo que sus ojos se cerraran esperando que una vez los volviera a abrir quirúrgica un cambio en su panorama, el cansancio le exigía dormir por como su cuerpo no podía más y así, aquel hombre cerro los ojos en medio de la oscuridad del bosque.
Pero justo cuando cerro los ojos, para desconectarse de su derredor, de pronto algo sono a la distancia, no muy lejos de donde se encontraba aquel forastero que tras escuchar aquel sonido terminaría por abrir los ojos anonadado.
Se detuvo a escuchar, atento, no estaba alerta o preocupado por la posibilidad de encontrarse con algún peligro a su alrededor o alejarse de la fuente de aquellos sonidos. Aquel hombre presto atención para escuchar aquel suave sonido de la voz de dos personas, deseaba seguir escuchándolo haciendo que sin darse cuenta, y sin saber si quiera el como, recuperaba las fuerzas necesarias para poder ponerse de pie. Quería encontrar la fuente, deseaba con todas sus fuerzas volver a oírlo.
Y como si las estrellas del firmamento le concedieron su deseo, quedo sorprendido al escuchar las carcajadas alegres de dos personas a la distancia. Eran voces suaves, tal vez eran una familia.
Sonrió, de forma inconsciente, pero su sonrisa se desvaneció al sentir nuevamente el ardor de las heridas de su cuerpo. Se apoyo con el árbol nuevamente, se sintió mareado y debilitado por todo infortunio vivido pero el poder escuchar aquellas voces le daban fuerzas. Se enfoco en la dirección de donde procedía y poniendo todos sus esfuerzos echo a andar... en lugar de sentir que caía hacia un abismo sin fondo, esta vez dio un vigoroso paso adelante hacia.
<<Chariclo, por favor si puedes escucharme...dame las fuerzas para seguir al menos por esta vez.>> Pensó, determinado, con la mirada alzada hacia al frente.
Se esforzó, lucho contra el dolor, el frío y el hambre a la vez que desaparecía el pesimismo de su mente. Sentía como una pequeña pero cálida llama de determinación se encendía dentro de suyo, dándole las energías para continuar.
Escucho algo crepitar, era fuego de una fogata y logro ver la luz de la misma al final del camino. Las voces volvieron a llegar a sus oídos, acercándose cada vez más, guiándose por la luz del fuego, oyó como reían felices, eran un padre y su hijo pequeño haciendo que la felicidad de ambos se le contagiara a aquel hombre mientras dejaba un rastro de sangre tras sus pies apartando de su camino cualquier maleza o rama pero sin darse cuenta cuenta termino pisando una, justo estando a pocos metros de llegar.
El repentino sonido resonó alrededor y soltando un jadeo de dolor por sus heridas el forastero pudo ver como había alertado al padre quien rápidamente se irguió poniendo a su hijo detrás suyo, era un hombre alto, tan alto como el propio forastero y detrás de este estaba la pequeña figura de un jovencito de cabello verde.
El extraño se quedó sorprendido pero aún así no detuvo su andar alterando al padre pudiendo ver mejor el cabello rubio y prominente barba de este mientras llevaba hacha en mano. Sin embargo, una vez padre e hijo habitantes de la montaña vieron como la figura invasora se acercaba y gracias a la luz de la fogata fueron capaces de darse cuenta del deplorable estado de aquel forastero.
—Ayúdenme...por favor...—dijo aquel hombre, sintiendo como sus esfuerzos tomaban represalias con su cuerpo. <<No, no esta equivocado...>> -sonrió débilmente, viendo como aquella familia se le quedaron viendo estupefactos. <<Mi ultima apuesta...y no me equivoque, encontré algo...por fin>>
Cayo de rodillas, para seguido caer de espaldas contra el suelo moribundo. Estaba apunto de caer inconsciente, sentí que ya no le quedaba nada pero miro el cielo estrellado con cierto orgullo, ¿Cuando fue la última vez que se había sentido orgulloso de algo? Sentía que ya era hora de tomarse un descanso.
Pero antes de cerrar los ojos, sin saber cuando los volvería a abrir, pudo ver como una pequeña figura se le acercaba a ritmo acelerado y preocupado, era el hijo del granjero. Su suave y chillante voz llamando a su padre era lo último que pudo escuchar el extraño antes de perder la conciencia.
—¡Papá rápido, tenemos que ayudarte! —Chillo Sirius, pudo ver la expresión de dolor de aquel hombre, sus heridas eran terribles, mucho peores que cualquiera que él mismo haya tenido.
<<¿Como llego hasta aquí?>> Se pregunta Endymion, anonadado, no presto atención a las súplicas de su hijo pero si soltó el hacha para acercarse a ver a su inesperado visitante. Verlo en tan lamentable estado lo hizo fruncir el ceño e inclinarse para ponerlo tomarlo rápidamente del brazo. —¡Sirius ábreme la puerta, tenemos que llevar a dentro!
—¡¿Tienes alguna idea de quién es?! —pregunto a su padre, farfullando, alterado al ver como aquel hombre no dejaba de derramar sangre por su cuerpo, era la primera vez que miraba tanta sangre haciendo que hablara entre cortado—
—¡No tengo idea! Pero...—se detuvo para cargarlo, era pesado aun cuando lo llevaba apoyado con uno de sus malheridos brazos sobre su cuello— espero descubrirlo pronto si logra despertar.
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Granja de Endimión del Monte Latmos
Presente, tras la llegada del forastero
Endymion había dado media vuelta en dirección al interior de su hogar, con prisas y con la respiración acelerándose por cada segundo. Miro por el rabillo de sus ojos a aquel hombre que ahora se apoyaba sobre él para entrar a su hogar una vez su hijo, Sirius, acato su orden de abrir rápidamente la puerta de la cabaña.
—¡Rápido, hijo, enciende todas las velas! —ordeno Endymion, mientras recostaba al hombre en el suelo encima de una alfombra de cuero— Necesito la mayor cantidad de luz, quiero ver las heridas de este hombre y que tan graves son.
—¡Sí, padre! —contestó Sirius—
El niño hizo caso a las peticiones de su padre. Rápidamente se acerco a una de las pocas velas prendidas que se encontraban en el interior de la casa, la tomo desde abajo, y con ella empezó a encender todas las demás desde sus primitivas mechas. Sirius dejó rápidamente la vela encima de una pequeña mesa, uno de los muebles hechos por su padre a mano.
—Li...listo, padre. —farfullo, se encontraba nervioso, el olor que empezaba a impregnar la casa le daba náuseas.
Náuseas que empezaron a invadirlo y hacer que su cuerpo sintiera nervios mientras su padre desvestia a aquel extraño hombre. Desamarro su peto de cuero, le quito sus grebas de bronce manchadas de aquel liquido escarlata que despedía ese horrible olor que penetro sus fosas nasales. Era sangre. Sirius nunca había visto tales cantidades de sangre, en días pasados había visto su propia sangre ya fuera por algún corte o moretón accidental, en el peor de los casos en aquellos días en los que enfermaba gravemente y debía ser atendido día y noche por su padre. .
Aquellos eran los peores días para el hijo de Endymion, días en los que no era capas de mover un músculo para caminar o si quisiera comer adecuadamente por culpa de la alta fiebre. Pero ahora en esos instantes Sirius vio de primera mano el dolor que estaba sufriendo otra persona.
Sintió náuseas, su cuerpo se estremeció una vez su padre logro desnudar el pecho de herido castaño mostrando sus horribles heridas, como si hubiera sido atacado por alguna bestia de gran tamaño. Su padre, Endymion, frunció el ceño consternado ante lo que veían sus ojos gracias a la ayuda de la luz que iluminaba su hogar en el interior.
Antes de que se diera cuenta Endymion su hijo cerro la puerta, sin que este se lo pidiera. Sirius se dio cuenta que su padre lo observa una vez logro oír el sonido del portón cerrarse haciendo que este se diera un respingo.
—Es que pensé que haría frío o entraría viento que apagara las velas. —dijo.
Endymion avanzando sin decirle ninguna palabra, estaba enfocando su atención en su inesperado visitante, hizo una mueca al ver las terribles heridas del castaño dando un vistazo al ensangrentado equipo que traía, sobretodo aquellas grebas de bronce, ¿Acaso era algún soldado?
El padre de Sirius tenía muchas preguntas pero no podía darse cuenta del lujo de formularlas y esperar respuestas. La vida de aquel hombre corría peligro. El extraño tenia los ojos cerrados, había caído inconsciente debido a la pérdida de sangre y era el deber de Endymion hacer algo para evitar que la vida de este hombre se perdiera debajo de su techo.
Rápidamente, reaccionando con habilidad, Endymion tomo su propia muda de ropa para arrancarn un largo trozo que serviría como vendaje improvisado con el cual amarro los brazos del hombre, quería detener su sangrado.
Sirius se acerca a su padre, cauteloso. No dejaba de ver a aquel hombre, su largo pelo castaño desordenado y lleno de tierra, los moretones que tenia en su cuerpo y las heridas que no dejaban de sangras. Ver el estado de aquel hombre lo ponía triste, siempre se pregunto cuando podría conocer a alguien de exterior, la sola idea de encontrar a alguien siempre le pareció de ensueño y poder interactuar con ellos...pero nunca se imagino que su primer encuentro con un desconocido seria ir a socorrerlo.
La imagen de su llegada seguía marcada en su conciencia, las primeras y únicas palabras que escucho fue un pedido de ayuda de su parte, se había movido rápidamente una vez su padre bajo la guardia pero ahora...se sentía como un mero espectador que No tenía idea de que hacer en una situación crítica.
Sirius ladeo la cabeza, intento negar sus nervios, busco reconfortarse viendo a su padre preguntándose si estaba igual de nervioso que él pero se llevó la sorpresa del como su padre seguía envolviendo las heridas de forastero con largas tiras de su ropa como un vendaje improvisado. Endymion se encontraba calmado, sus manos se movían hábilmente, concentrado en su trabajo e ignorando su alrededor como si estuviera en un transe. El pequeño hijo del granjero y patrón del hogar ya había visto muchas veces a su padre así en las tareas del día a día pero esta era la primera vez en su vida viéndolo ayudar a otra persona.
Sabia que su padre era un hombre instruido en muchas tareas, era algo que aprendió desde que tenia memoria, siempre le pareció algo increíble de su padre preguntándose quien le habría enseñado tantas cosas, ¿Acaso fue el padre de su padre? No tenía idea y tampoco tuvo tiempo de pensarlo lo suficiente cuando Endymion le dirigió la palabra sin mirarlo, su sabia que estaba a su lado y eso era suficiente.
—Hijo tráeme los ungüentos y medicinas que tengo guardadas en las estanterías. —pidió Endymion, su voz sonaba calmada y decidida. Aun estando concentrado en su trabajo estendio su mano apuntando con un dedo hacia las estanterías al otro lado de la sala— Necesito de tu ayuda en esto.
—Mi...ayuda? —dijo Sirius, sorprendido por las palabras de su padre.
—Siempre me ayudas cuando te necesito pero esta vez no solo yo necesito tú ayuda. —apretó con más fuerza el vendaje del brazo del hombre y luego pego su cabeza con el pecho del extraño, su oreja con su pecho asegurándose de que su corazón latiera— Este hombre necesita de ti. Necesita de ambos, hijo.
—Él...¿Necesita de mi ayuda? —se apunto a su mismo con el dedo, confundido— Pero yo no se que...
—Yo te indica —lo interrumpió—. Si sigues mis indicaciones podrás hacer algo, ve a por los frasquillos que tienen ungüentos que nos van a ser útiles. —se volteo para ver a su hijo, lo encontró temblado y haciendo una mueca, estaba viendo a aquel hombre pero tras encontrarse con la mirada de su padre el jovencito buscando y fue a buscar los frascos que pidió su padre. <<Estás nervioso. Tiene sentido después de todo es la primera vez que miras algo así>>
Sirius se dirigió a un lado de la sala, hacia las estanterías, y se quedó viendo las hojas de pergaminos que guardaba su padre envueltos en rollos junto a platos de madera y franquillos, todos llenos de cremas o líquidos extraños para el niño. No tenía idea de cuál agarrar pero de pronto escucho la voz de su padre indicándole cuál tomar, desde el suelo sentado Endymion le brindaba indicaciones a su hijo para que lo ayudara y con eso el joven peliesmeralda trajo lo que su padre deseaba.
-Papá. —lo llamo, una vez le dio el último de las herramientas que Endymion necesitaba— ¿Como es que puedes mantener la calma?
La pregunta capto la atención del barbudo hombre, sus manos manchadas de sangre de aquel desmayado hombre que reposaba en su piso, encima de su alfombra. Endymion se queda formulando una respuesta pensando en la pregunta que le lanza su hijo, suspiro y se volteo para encontrarse con los amarillos ojos claros de su hijo.
—Tengo experiencia —le dijo tomando uno de los frascos y vertiendo su contenido encima de uno de los platos de madera, luego hecho unas especias y extractos de plantas que tenia cultivadas afuera de su hogar moliendo—. Hace años que no hago esto, fue en mi juventud pero si algo recuerdo muy bien es que la preocupación es una pérdida de tiempo.
—¿Por qué? —pregunto, inocentemente a la vez que miraba a su padre trabajar sorprendiéndose de los conocimientos de este revolviendo el contenido en una masa líquida que en opinión suya olía horrible.
—Cuando te preocupas en exceso solo te bloqueas a ti mismo. —dejo el ungüento medicinal a un lado suyo y tomo uno de los frasquillos que le dio su hijo y con su contenido, aceite, empezó a pasarlo sobre las heridas del hombre para desinfectarlas— Esta bien preocuparse, es lo que muchas veces evita que tomemos decisiones precipitadas pero cuando la vida de una persona esta en riesgo...No hay tiempo para eso.
Viro la cabeza y vio a su hijo sentado a su lado. Sirius se le quedo escuchando pero Endymion pudo ver la preocupación en los ojos de su hijo, estaba nervioso agarrando su bufanda con fuerza viendo a aquel hombre que llegaba cojeando ante ellos, se preocupaba por su vida. En el fondo ver aquella atención que su hijo le dedicaba a la vida le hizo sonreír un poco a Endymion.
El hombre acerco su brazo hacia su hijo y le dio una palmada en la espalda. Sirius se sorprendió por el gesto de su padre, era bastante reconfortante pero se le quedó viendo mientras disminuía la fuerza en el agarre de su bufanda naranja.
-¿Papá?
—Te felicito, ¿Sabes? —le dijo. Sirius se sorprendió ante las palabras tan arrepentidas de su padre—Reaccionaste rápido, mucho más que yo y eso le salvará la vida a esta persona. —continuo con su trabajo tomando el plato lleno de medicina— Viste que estaba herido y fuiste a socorrerlo, no titubeaste.
Sirius miro a su padre curioso y sorprendido, no se había puesto a pensarlo cuando fue a socorrer a esa persona. No había dudado y su padre estaba mostrándose orgulloso de eso haciendo que en el rostro del pequeño niño se dibujara una pequeña sonrisa.
—Oye, papá...
—Si, hijo? —arqueo una ceja. Estaba esperando que iba a decir.
—¿Puedo ayudar en algo más? —farfullo, casi parecía que estaba a punto de trabajar al hablar mientras miraba con sus ojos amarillos a su padre— Yo quiero darte una mano. Quiero facilitarte el trabajo.
Endymion suspiro, agraciado. Sirius fue capas de escuchar a su padre reir un poco mientras movía la cabeza asintiendo para verlo.
—Una buena ayuda siempre es bienvenida hijo, más aún de alguien de confianza. —dijo agradeciendo la ayuda de su hijo cosa que alegre a este mismo—
Sirius se pregunta qué es lo que tendría que hacer. ¿Buscas más frascos? ¿Alguna medicina o vendaje casero? Tal vez incluso comida era una posibilidad que se le cruzo por la cabeza al buscar joven de pelo verde pero sus pensamientos fueron interrumpidos apenas un extraño olor hizo invadió su olfato haciendo que arrugara el rostro haciendo una mueca.
Busco la fuente solo para sentir como su padre le tendía su mano llevando algo. Sirius reconoció fácilmente que es lo que Endymion le ofrecía. Bajo la mirada solo para encontrar aquel plato lleno de medicina, una crema que no sabia identificar bien su color casi parecía moho. Su olor era nauseabundo para el niño haciendo que su rostro de expectativa pasara a ser una de incredulidad y asco que miro a su padre.
—Eso da igual ahora mismo, Sirius. —dice Endymion seriamente con una fuerte expresión indicándole a su hijo con uno de sus dedos apuntándole al herido huésped que reposaba en su alfombra— Esta medicina es para él. Si queremos que cuerdo necesite descansar y nuestra ayuda así que por su bien soporta el olor.
Era una indicación de Endymion que en otro momento habría hecho a su hijo protestar, sin embargo, Sirius era consciente de que aquel mal olor que sentía no se comparaba al dolor de aquel extranjero.
Hizo caso a las indicaciones de su padre, metiendo una de sus manos en el plato y empezar a untar la medicina sobre las heridas del huésped. Pensó en las palabras de su padre, este siempre que contaba con tiempo libre se dedicaba a leer los escritos en las hojas de pergaminos que estaban en casa. Aquellas hojas contenían conocimientos de valor para Endymion, conocimientos que buscaba transmitir a su hijo poniéndolo a estudiar. Recetas medicinales, comida, astrología o incluso historia sobre los pueblos de la provincia y el pueblo acuoso.
Muchas veces Sirius se preguntaba si eso llegaría a servir para algo, sentía que era una pérdida de tiempo que podría usar en algo más. Esas preguntas y dudas se disiparon esa noche en la que junto a su padre se desvelaron para ayudar al extraño hombre.
Usar medicinas, vender o incluso cauterizar algunas de sus heridas con fuego haciendo que Sirius hiciera unas muecas no queriendo imaginar el dolor que ha estado atravesando aquel hombre. ¿Como llego hasta aquí a su hogar? ¿Qué le hizo aquellas heridas? ¿Que tanto martirio tuvo que pasar? El joven hijo de Endymion le sofocaban los días en los que adolorodamente tenia que quedarse reposando en casa por sus repentinos golpes de fiebre y ahora estar cuidando de alguien más...le generaba empatía por este extraño queriendo dar todo de si para aun que sea una vez despierte su vida mejor un poco.
<<Señor...por favor mejórese, yo y mi padre nos esforzaremos para que sea así ¡Ya lo vera!>> Pensó decidido. Asintió con una pequeña sonrisa en el rostro, le daba igual ahora el olor de la medicina o el como se sentía en sus dedos, se sentía bien por ayudar a alguien.
Por su mente cruzo el recuerdo de la conversación que había tenido previamente con su padre. Eran personas comunes, campesinos de una granja en medio de la nada pero que sin embargo eran capaces de salvar una vida. Dentro de la simpleza de su día a día había algo especial y era la capacidad de ayudar a alguien más.
Así continuo la noche, desvelados padre e hijo dando todo de si con la guía del primero para sanar al extraño hasta estar seguro de que estaría listo y no faltara nada. Lo que en su momento había parecido un día más del montón termino dando una inesperada sorpresa, y ni Sirius ni si padre eran conscientes del impacto que podría llegar a tener.
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La oscuridad en la que estaba inmerso el forastero lo perturbaba haciendo que su cuerpo sufriera de espasmos por lo que vivía estando dormido. Se agito, golpeo el suelo con sus brazos casi como si quisiera estar buscando liberarse de alguna atadura, su respiración era agitada y de pronto un graznido sonó a la distancia.
El inquieto cuerpo del extraño hombre, por cada segundo que pasaba su cuerpo se iba agitando más hasta que después de cinco segundos desde el graznido el castaño hombre abrió de par en par sus ojos mostrando, un par de iris verdes oscuras, que se vieron iluminados por el repentino y tenue resplandor de luz que ilumina su rostro. La luz del sol se logra filtrar a través del plomizo firmamento y las ventanas de la cabaña para iluminar su interior.
—¿Dónde estoy? —murmuro, confundido a la vez que cauteloso advirtiendo en su derredor—
Estaba en el interior de una cabaña, logro darme cuenta con solo verla con sus ojos, intento levantarse o mover la cabeza y con ello logro sentir como algo estaba en vuelto en su brazo y partes de su cuerpo. Eran tiras de ropa, rasgadas, envolviendo su cuerpo en puntos donde recordaba tener terribles heridas. Aun le dolían. En su rostro se dibujo una mueca de sorpresa que solo fue en aumento al ver que no llevaba su peto de cuero y tela, tenía el pecho al descubierto y sus heridas habían dejado de sangrar.
Quiso llevarse una mano para pasarla sobre sus heridas pero temió por la idea de que se abrió, se resignó y quedó recostado. Debajo suyo habiendo una alfombra, manchada de su sangre ahora seca.
<<Acaso...>> Una idea se le cruzo por sus pensamientos. Una de las últimas imágenes que recordaba antes de caer inconsciente. Recordó la imagen de un hombre mayor junto a su hijo frente a él. ¿Acaso ellos lo habían ayudado? <<Aún sin siquiera conocerme...>>
Mientras estaba metido en sus pensamientos, el extraño huésped, intenta reincorporarse muy lentamente. A la distancia seguía escuchando los graznidos de las aves, le resultado casi extraño, al mismo tiempo que empezó a estudiar con la mirada el interior de aquella rústica vivienda. Se encontraba en medio de una sala llena de muebles de madera como mesas pequeñas, estantes pegados a las paredes de las esquinas, cajones y herramientas, la totalidad de la vivienda era de madera con decoraciones de cuero o pieles como la propia alfombra en la que se encontraba acostado.
—¿Como cuanto tiempo llevara esto aquí? —se pregunta en voz baja a sí mismo. Le causaba cierta fascinación el ver lo ordenado y limpio que estaba todo. De repente noto dos camas en una de las esquinas, su base como era de imaginar era de madera y sobre estos distintos pedazos de pieles para arroparse. —¿La construyó él solo?
Su respiración se había acabado por calmarse, inhalar y exhalar, sentía el aire puro y natural que impregnaba la casa con la ventana abierta para que se iluminara. Se dio cuenta de la falta de sus grebas en sus piernas y preguntándose donde estaba su jubón de cuero. Se logro frotar el pecho sintiendo como sus heridas sanadas, si bien aun le dolían ya la sensación dejaba de resultarle agonizante.
—Hijo, ve a tomar un descanso. —dijo una voz afuera.
El forastero ensancho los ojos repentinamente. La sorpresa lo consumió haciendo que con un descuido cayera de espalda nuevamente contra el suelo y la alfombra, emitiendo un jadeo. No había recuperado todas sus fuerzas.
—¡¿Eh?! ¡Pero papá quiero ver como se encuentra! —inquirió otra voz. Si la primera era la voz de un hombre adulto ahora esta segunda era la de un infante, era fácil averiguarlo por lo chillante que era.
<<Esas voces, ¡Las reconozco!>> pensó el forastero. <<Son ellos, el padre y su hijo.>>
—Ya hiciste tu parte. Voy a cerciorarme de que este bien y si necesita algo se lo tengo que suministrar.
—Pues...unas manos extra pueden marcar la diferencia, ¿A que si, verdad? —continuo, insistiéndole a su padre.
—Si, son manos extra pero son manos más chiquitas que las mías. —respondió, tomándose una pausa para abrir un poco la puerta. El huésped reacciono recostándose rápidamente y cerrando los ojos. —Ayer ya hiciste suficiente, hijo. Deja que me encargue y tomate el resto del día, has lo que quieras pero recuerda no alejarte demasiado y...—hizo una pausa. Eso extraño al castaño que reposaba en el suelo.
—Y no cruzar los limites de la granja, lo se papá... —respondió el niño.
—Así me gusta. Ahora ve a jugar. —le indico su padre. De pronto lo ultimo que se escucho antes de que el adulto entrara a su hogar fueron los pequeños pasos de alguien. Era el hijo del granjero alejándose.
Endymion entro a su hogar. La puerta de madera rechino un momento haciendo que el hombre soltara un pesado suspiro una vez vio el interior de su cálido hogar. Llevaba un jubón de cuero verde oscuro, sus botas y sus guantes de cuero. Cerro la puerta detrás suyo y se adentro del todo viendo por el rabillo del ojo a su inesperado invitado descansando en el suelo.
<<Veo que sigue inconsciente. No me sorprende, debió haber perdido mucha sangre y con todo ese trayecto que debió de recorrer hasta aquí.>> pensó, se dirigió hacia una de sus estanterías y tomo algunos frasquillos con cuidado y bien agarrado para que no se le cayeran. <<Después tendré que limpiar todo, la sangre es un agobio de sacar.>>
Se dio media vuelta, sus pisadas sonaban en toda la sala que componía el interior de su hogar, y una vez se volteo miro nuevamente a su huésped. Sin embargo, se quedo de pie en su posición actual y arqueo una ceja, vio atento al aqueo que ahí descansaba y...juraba que una de sus manos no estaba sobre su pecho la ultima vez que lo vio.
—¿Se movió? —dijo Endymion, confundido, las palabras habían salido de su boca por reflejo.
En el suelo el forastero sintió una punzada de sorpresa. Intento no mostrarlo pero estaba apretando los dientes, ¡¿Como pudo olvidar ese detalle?! Se había descuidado, dejo la mano en el mismo lugar donde se la había pasado sobre sus heridas. Deseaba que el hombre lo dejara pasar, se esforzaba por no temblar o mostrar algún signo de que estaba consiente, estaba despierto.
Logro escuchar los pasos del granjero. Uno y dos. Uno y dos. Así con un pie seguido del otro recorriendo la sala hasta posarse a su lado, estaba de pie. Aun teniendo los ojos cerrados en el suelo podía jurar que aquel hombre se le quedo viendo, estudiando, analizándolo, buscaba algún signo de movimiento, cualquier cosa, algo que confirmara sus dudas o al menos las dispersara.
<<Pasa de largo, pásame de largo. Retírate.>> se esforzó por mantener la boca cerrada.
Endymion se paso la mano por su larga barba de herradura, de pie, observando a detalle el cuerpo de su huésped. Sentía su respiración por lo que seguía vivo, en el fondo eso alegro al campesino, aquel hombre pudo soportar hasta el día de hoy. Estaba planteándose pasarlo de largo, dejarlo, y continuar arreglando su casa después de todo con todo lo que sucedió ayer debía de hacer una larga limpieza.
—No fue nada. Tal vez solo idea mía. —dijo Endymion— Me quede dormido más tarde de lo habitual...
<<Vete. Ignórame. Retírate.>> repitió, los nervios y ansias empezaban a brotar de su cuerpo. Se esforzó por no hacer algún movimiento. No deseaba que lo descubrieran pero a la vez sentía que deseaba abrir sus ojos para ver a aquel hombre que le brindo ayuda.
Quería saludarlo pero...no se sentía capas, como si estuviera inseguro de hacerlo.
De pronto escucho los pasos, las pisadas, de aquel hombre con sus botas de cuero a un lado suyo empezar a alejarse lentamente. Escucho su voz:
—No, definitivamente no fue nada, desde luego que no. —replico Endymion. <<Tal vez debería ir a ver como esta Sirius, solo para cerciorarme y...>> Se quedo de pie. El silencio reino en la sala a la vez que le daba la espalda a su visitante, parecía haber recordado algo que lo dejo pensativo.
La falta del sonido de las pisadas de cuero consterno al foráneo y antes de que se pudiera dar cuenta los pasos volvieron a sonar, en dirección suya. Endymion se había devuelto hacia él, alzándose sobre él para luego inclinarse, rodilla hincada, adyacente a él.
<<¡¿Que hace?! ¡¿No que se iba a ir?!>> grito en sus adentro el castaño hombre. Sintió un movimiento en el aire, el granjero estaba moviendo una de sus extremidades, su brazo, en dirección suya. <<Aléjate...>>
Sintió un repentino oleaje de sudor recorrer su cien. Los nervios lo consumían. En su cabeza en empezó a decirle a aquel hombre que lo había ayudado que se alejara, casi parecía gritárselo pero al no abrir la boca era incapaz de gritar. Ante cada pedido de que se alejara que sonaba en su mente más y más se acercaba.
—¿Quien eres? —pregunto Endymion, curioso. Empezó a notar el sudor en la frente del hombre. —Necesito respuestas...
<<Aléjate...>>
Dentro de la oscuridad que consumía su vista, sus ojos atrapados en la penumbra, su percepción de lo que lo rodeaba cambio por completo. Sin saber como. Aquella mano enguantada que estaba a pocos centímetros de él cambio y empezó a verse como algo totalmente...inhumano.
—¿Estas despierto?
<<¡Dije que me dejaras en paz!>>
Sin poder reaccionar de ninguna forma, Endymion, solo pudo ensanchar los ojos al sentir como su mano era atrapada en un fugaz movimiento. Viro los ojos, y ahí la encontró, agarrándolo desde su muñeca con fuerza y una tal que sintió como su mano empezaba a dolerla, dejaba de sentirla. El miedo se dibujo en su rostro una vez sus ojos conectaron con lo que parecían dos esmeraldas, dos iris verdes, los ojos de aquel extraño que se encontraba en su casa.
Ahí estaba, agarrándolo con fuerza de su brazo, Endymion sudo al sentir que si hacia un mal movimiento aquel aqueo con un sencillo pero a la vez fuerte movimiento de su brazo le podría dislocar el hombro. Lo miro a los ojos, las emociones de ambos hombres eran radicalmente distintas las unas de las otras, mientras que uno sentía un creciente pánico y nervios recorrer su cuerpo el otro sentía rabia pero al mismo tiempo fatiga. Fueron siete largos segundos en los que ninguno hizo un movimiento contra el otro. Endymion no lo intentaría, el solo darse cuenta de su posición lo hacia entender que no tenia oportunidad alguna aun si quisiera intentarlo.
Respiro hondo, fuerte, tomo todo el aire que pudo y lo canalizo para poder calmar sus músculos. Ahora mismo su única opción era usar la voz. Sin embargo, el foráneo empezó a analizarlo, no parecía una amenaza y ni siquiera había reaccionado a su agarre, llego a la conclusión de que era inofensivo por su sola falta de perspicacia pero aun así se mantuvo con la guardia en alto pero, aun así, algo capto su atención.
Debajo del mentón de aquel hombre,entre el pelo de su barba y el cuello de su jubón, noto una cicatriz en su cuello, ¿Alguna bestia se lo había hecho? Se pregunto, era una duda que le surgió al ver el cuello del granjero, sin darse cuenta disminuyo la fuerza de su agarre y Endymion lo noto. ¡Era su oportunidad!
—¿Cual es tu nombre? —preguntó Endymion. Levanto lentamente su brazo libre con la palma abierta, era una señal para demostrarle que no tenia nada, ni intentaría algo, solo quería hablar.
Nuevamente silencio. La pregunta quedo al aire, el forastero entrecerró los ojos confundido ante su pregunta. Endymion quiso insistir pero se resigno y formulo sus siguientes palabras.
—Veras llegaste hasta aquí en la noche, logre verte gracias a la luz de la fogata mientras te acercabas. —continuo. Estudio el rostro del hombre, buscaba algún signo de que lo fuera a soltar, no mostraba hostilidades contra él, ya empezaba a agobiarlo lo restringido que se encontraba.— Mi nombre es Endymion, por cierto.
—¿Endy...Endymion? —murmuro el aqueo—
—¡Si, justamente así! —asintió en confirmación— Ese es mi nombre y estas ahora mismo en mi granja. Te trajimos aquí yo y mi hijo para poder sanar tus heridas. Eran terribles y necesitabas asistencia medica urgente.
—Asistencia medica...—murmuro nuevamente. Se paso su mano libre por sus heridas, tenia razón, definitivamente había sido así. Empezó a soltar lentamente la muñeca de Endymion haciendo que este soltara una largo y pesado suspiro de alivio. <<Casi le rompo la muñeca.>> Tú, eres bastante bueno, ¿Como?.
—Oh, gracias, uno no escucha mucho eso en estos días. —dijo viendo su muñeca, empezó a hacer algunos movimientos para asegurarse de no tener algún daño, aun así le dolía. <<Si me dieran una cabeza de ganado por cada vez que me pasa esto tendría dos.>>
El aqueo ignoro las quejas de Endymion y miro a su alrededor. Se concentro en su propio cuerpo, le dolía aun pero sentía que era capas de levantarse. Aun así volvió a ver a Endymion y lo vio aliviarse una vez se aseguro de no tener alguna fractura en su muñeca.
<<Vaya que es fuerte.>> pensó viendo su mano mientras recordaba el agarre de su...poco agraciado huésped. —Vaya forma de agradecer la ayuda.
Aquel hombre permaneció en silencio, Endymion se encogió de hombros y se levanto, de pie se acerco hasta una de las paredes de madera del interior de su hogar y se recostó sobre esta. Se cruzo de brazos viendo a su huésped intentar levantarse también. Una vez se levanto pudo notar que era igual de alto que él.
—Tus grebas las deje ahí. Tu pechera de cuero estaba en un terrible estado por lo que si quieres ponerte algo te deje una túnica. —declaro Endymion. Aquel extraño aqueo lo observo arqueando una ceja para luego ver sobre uno de los muebles en efecto aquella prenda de la que le hablo el dueño de la casa— No te preocupes, tengo más.
—Gracias. —murmuro, aun así fue audible para Endymion haciendo que se dibujara una sonrisa en su rostro— Y...perdón por lo de tu mano, fue un reflejo, tuve una noche algo turbulenta.
—¿Pesadillas? —inquirió Endymion. Recibo en respeta un movimiento de cabeza del aqueo. <<¿Que habrá sido lo que soñó entonces?>> Viendo la reacción que tuvo en un principio, y recordando el dolor de su muñeca, Endymion prefirió no indagar más por ahora.
Dio un vistazo rápido a la indumentaria que había llevado aquel aqueo cuando lo pudo la noche pasada por primera vez. Eran prendas de ropa similares a las de un guerrero, ¿Era un soldado de alguna infantería? Si era así entonces cobraría sentido el deplorable estado en el que lo encontraron él y su hijo. Endymion se relajo sobre la pared, viendo como se ponía la túnica que le había prestado.
Endymion tenia dudas, deseaba resolverlas, pero primero tenia que saber algo. Lo miro directamente y le lanzo una pregunta:
El forastero dio un respingo ante la pregunta de Endymion. Se quedo quieto en su lugar, después de haberse puesto la túnica que le había prestado el granjero y se permaneció quieto pero pensativo. No entendía por que no era capas de decirle su nombre, ¿En verdad no estaba listo?
—Perdón es que...Mira Endymion lo que pasa es que...
—No, tranquilo. —lo interrumpió, levanto una mano y se le acerco para posarla sobre su hombro. El forastero se le quedo viendo sorprendido por su gesto.—Lo entiendo, en verdad. ¿No confías en mi, cierto?
La declaración de Endymion lleno de estupor al foraneo aqueo. ¿Acaso no confiaba en él? Lo medito en silencio y era lo más probable, desconfianza y inseguridad. Era la primera vez que miraba a este hombre en toda su vida, su nombre era como una posesión, su ultima posesión y la más preciada.
<<Aun así...me salvaste...>> frunció el ceño, una señal de frustración consigo mismo. ¿En verdad era momento para desconfiar de alguien que le había salvado? —Lo lamento.
—No te lamentes. —dijo Endymion.— Mira, no es necesario que me lo digas, puedes tomarte tu tiempo y no insistiré si no quieres, que te sea natural. No me conoces y yo tampoco te conozco así que es normal que haya desconfianza pero tras esa noche...no me quiero imaginar lo que pasaste. Descansa todo lo que necesites.
Endymion le dedico una reconfortante sonrisa en su maduro rostro. Quería transmitirle confianza y tras eso soltó el hombro del aqueo para darse media vuelta. Estaba a punto de salir de su casa para darle su tiempo y espacio a su huésped.
—Endymion. —lo llamo—
El dueño de la casa se dio la vuelta, viro los ojos en dirección del aqueo quien no temió al contacto visual. Pudo darse cuenta del como este había relajado sus músculos tras tomarse unos minutos de respiración.
—¿Hay algo con lo que pueda ayudarte para compensártelo?
El rostro de Endymion cambio por completo a una sonrisa familiar. Se acerco al aqueo y le palmeo la espalda para invitarlo a salir afuera. El aqueo se sintió extraño por un instante al ver la sonrisa de aquel hombre y finalmente dio un paso hacia adelante, era la primera vez en mucho tiempo que descansaba en la casa de otra persona y se sentía agradecido de contar en esta ocasión con la oportunidad de conocer a un buen anfitrión.
<<¿Este hombre sigue las sagradas reglas de la Xenía?. Definitivamente es algo único en estos días.>> pensó para si mismo el foráneo, se acababa de volver el invitado de aquel patrón y camino detrás suyo hacia el exterior de la cabaña. <<Aun así...no puedo quedarme como un simple huésped, debo devolverle el favor.>>
Endymion abrió el portón de la casa y salio de la misma dando el primer paso al exterior, su invitado callado y pensativo lo siguió detrás. No lo demostraba, era bueno ocultando sus emociones, pero aun así en el fondo se sentía ansioso por ver las afueras de la cabaña, la granja de aquel hospitalario hombre.
De pronto, apenas salio al exterior alzando la mirada, lo primero que sintió fue la sensación de ser abatido por la luz del sol en plenitud en medio del cielo, sus ojos enrojeciéndose por quedarse quieto de sentir como los tenues pero aun así vigorosos rayos de luz del gran astro lo bañaban. Se froto los ojos y se llevo una mano al frente para bloquear la luz quedándose viendo el plomizo firmamento. Se dio cuenta que estaba en una zona alta, las fragantes corrientes de aire pasaban por su rostro haciendo que sintiera el fresco del monte.
—Lamento decirte que no tengo muchas tareas que asignarte, no te quiero tener trabajando ya que lo que más necesitas es descansar. Tus heridas podrían abrirse en cualquier momento. —dijo Endymion, camino relajado sobre la verde hierva del suelo pasando de largo los restos de leña que con anterioridad habían servido de combustible para la fogata de la noche pasada— Estuve arando mis cultivos por allá, —señalo a la distancia con su brazo— junto a mi hijo. Ya alimente a mis animales en sus graneros también.
Continuo hablando Endymion, presentándole su granja a su invitado, se lograba distinguir el tono de emoción del aqueo presentándole su trabajo a su invitado. Sin embargo, el forastero, paso de largo a Endymion sin que este se diera cuenta para ver con sus ojos verdes aquel paisaje, aquellas tierras verdes, aquellas tierras llenas de algo que pensó no volver a ver en mucho tiempo...tierras llenas de vida.
<<¿Esto es...real?>> se pregunto para si mismo, la incredulidad lo consumía.
El forastero empezó a caminar, sus pasos sonaron pisando la verde hierva de la montaña y escuchando el coro de los pájaros de los arboles, unos imponentes y vigorosos robles. Contemplo, maravillado, todo el mundo que lo rodeaba. No muy lejos de su ubicación pudo escuchar la corriente de un caudaloso arroyo de agua, sintió los fragantes vientos del norte acariciar su piel, la sensación le hizo olvidar por completo el dolor remanente de sus cicatrices. Por su rango de visión llego a ver los cultivos de Endymion, diferentes frutos crecían en estos, verduras con las cuales alimentarse.
Estaba descalzo, había salido sin sus sandalias de cuero, pero eso ya no importaba, estaba agradecido de haberse olvidado de ellas. Estaba agradecido de poder sentir con sus propios pies la vida que crecía de la madre naturaleza. Había olvidado por completo la sola idea de volver a ver un lugar así, ¿Cuanto tiempo había pasado recorriendo tierras sin forma? Tierras llanas, casi desérticas, deforestaciones, pueblos fantasma y peligros que le dejaron cicatrices en su cuerpo y espíritu...por un momento cruzo por su mente la idea de que tal vez había llegado a un paraíso.
<<Chariclo, este lugar es bellísimo...>> No dijo nada más y permaneció inmóvil en su posición actual contemplando las tierras de Latmos hasta donde alcanzaban a ver sus ojos.
—¡Oye! —exclamo Endymion, encaminándose a su lado llamándolo— ¿Estas bien?
—Endymion, este lugar es...maravilloso. ¿Como lo encontraste?
La pregunta del forastero tomo por sorpresa a Endymion. Parpadeo un par de veces pensando en su respuesta. Finalmente solo asintió parándose a su lado con los brazos cruzados para ver juntos el horizonte.
—Aun que no lo creas lo halle de la misma forma que tú llegaste aquí. —dijo, con voz relajada.— Hace varios años yo estaba deambulando por el exterior de la región de Anatolia, estaba perdido pero un día llegue aquí en plena noche. Parecía un buen lugar para empezar, desde cero, una vida tranquila.
—¿Tu solo? —inquirió. Arqueo una ceja.
—Yo solo. —dijo, tranquilamente.— Fue duro, bastante duro, pero logre construir mi cabaña y empezar a formar mi granja. Se ha vuelto mi añorado refugio donde poder descansar en paz por el resto de mis días y cada vez que salgo o me alejo lo suficiente me nace en el fondo un deseo de querer volver lo más pronto posible.
Él lo miro con incredulidad. ¿En verdad este hombre había tenido la suerte de encontrar este lugar por su cuenta? Casualidad o no, definitivamente era una bendición, no se imagino la cantidad de oraciones o sacrificios dedicados al gran Atrida habrá tenido que hacer este hombre en agradecimiento a los cielos por su regalo.
—Sin duda eres un hombre afortunado, Endymion —le dijo, parado a un lado suyo codo a codo. Endymion lo miro por el rabillo del ojo.—. Tienes a tu disposición todo esto.
—Gracias. —le respondió, agradecido por sus palabras.
—Y se que me disculpe pero en verdad perdón por casi romperte la muñeca y...probablemente dislocarte el brazo de paso.
Lentamente Endymion empezó a virar la cabeza en dirección de su invitado y este lo miro con tranquilidad, como si aquella declaración no hubiera sido nada. Endymion lo oculto bajo un manto de tranquilidad pero en el fondo no pudo evitar sentir un escalofrió.
—Eso es...cosa del pasado, tranquilo. <<Aun que fue hace menos de veinte minutos.>> Pensó para mi mismo lo ultimo. —Lo importante es que te sientas con confianza para hablarme, como lo estas haciendo justamente ahora. ¿Tienes hambre? Debes tenerla luego todo lo que pasaste.
—Seria un placer. —lo miro, por primera vez Endymion lo había visto sonreír un poco.
—Je, excelente respuesta. —aplaudió, satisfecho. Aquel aplauso que dio con sus palmas enguantadas sirvió como sello para aquella conversación en donde el extranjero lo acompañaría en el almuerzo.
Pero antes de dar otro paso hacia de vuelta a su hogar parpadeo. La interrupción de avance de Endymion extraño al aqueo, y a continuación de su repentino paro el dueño de la granja se giro en dirección suya.
—Hmm, ¿Puedes hacerme un favor? —le dijo Endymion, su tono de voz algo preocupado y avergonzado pero las palabras que pronuncio captaron toda la atención del forastero— Veras antes de que te fuera a despertar había mandado a mi hijo a que se relajara, que fuera a jugar, pero no ha regresado todavía así que...
—¿Así que..? —repitió el aqueo, la curiosidad florecía en sus ojos.
—Quería pedirte si podrías ir a buscarlo por mi. —continuo Endymion. Su petición había sorprendido a su huésped y lo notaba en sus ojos, eso no lo detuvo y prosiguió.— Iría a buscarlo pero creo que es una buena forma de demostrarte que...aun que no te conozco y tu solo sepas mi nombre y poco más, te quiero mostrar que puedes confiar en mi por como te confió esta tarea.
¿Confianza? Esa palabra resonó en la mente del aqueo, como si hiciera eco en la misma. Anonadado vio al rubio y le inquirió.
—Oye, ¿Estas hablando enserio, Endymion?
—Lo hago. Por eso quiero que lo hagas, me dijiste que querías hacer algo por mi luego de que te ayudara así que puedes empezar por eso. —replico calmado. Inspiro y espiro lentamente, con seguridad de su decisión. —Él es buen chico, te va a reconocer apenas te vea y lograras identificarlo fácilmente, siempre lleva su bufanda.
Se hizo el silencio entre los dos una vez termino de brindarle las indicaciones al pelicastaño. ¿Ir a buscar a su hijo? Nunca lo había visto, apenas recordaba la pequeña silueta de un infante durante sus últimos recuerdos de la noche pasada y tratándose del hijo de Endymion...Le carcomía la idea de haberle desconfiado el revelarle su nombre.
—Yo...lo hare. Buscare a tu hijo y lo traeré a casa. —se golpeo el pecho con su mano derecha vuelta un puño— Lo juro.
—Vaya. Eres bastante...recto. —dijo Endymion, sorprendido por la rectitud y aparente obediencia que le dedicaba el hombre.— Pero me agrada esa actitud y...en verdad agradecería el favor, no solo por mi si no que también por él.
—¿Por él? —arqueando una ceja, se notaba confundido— ¿A que te refieres con eso?
—Él quería conocerte. Créeme, es buen niño. —le dio una palmada en el hombro al aqueo, le sonrío— Se desvelo conmigo para ayudarte aun con lo mucho que le desagrada la medicina por su olor, lo hubieras visto, ni siquiera me habia dado tiempo para darme cuenta de que salio corriendo hacia a ti cuando estabas...ya sabes. Su nombre es Sirius, para que lo llames cuando lo veas.
Esas fueron las ultimas palabras que logro escuchar el castaño antes de que Endymion se devolviera entre sus pasos para ir en dirección a su cabaña. El forastero quedo solo, en un silencioso estado de quietud pensativo sobre las palabras de aquel hombre, ¿Le acababa confiar el ir a buscar a su hijo?
Al mismo tiempo que esa pregunta cruzo por sus pensamientos, un recuerdo apareció, el ultimo recuerdo de aquella noche. La chillante voz preocupada de un niño que escucho su pedido de ayuda.
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https://youtu.be/zBlDZpsrxKo
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La ultima vez que el foráneo aqueo había atravesado la frondosa extensión del bosque de Latmos fue entre agonizantes dolores, tanto de su cuerpo como en su espíritu, no tuvo oportunidad de apreciar lo que ahora se le presentaba ante sus ojos, una oportunidad que se le fue dada por el granjero Endymion. Si bien ya no se encontraba en la granja como tal haciendo que de su rango de visión ya no se presentaran las cercas, cultivos de frutos y plantas, ni la atmosfera hogareña de la granja aun así ahora que tenia la oportunidad de caminar libremente sin miedo podía apreciar mejor el mundo totalmente distinto en el que se encontraba.
El castaño hombre camino parsimonioso, calmado tanto en su andar como en su respiración y en cada uno de sus movimientos, como si se tomara su tiempo, si bien tenia claro lo que venia a hacer aun así deseaba apreciar con más lujo de detalle aquel forestal escenario. Parecía llenarlo de nostalgia, se sentía familiarizado, y con sus manos desnudas acaricio el tronco de un árbol.
<<Un bosque así...En estos días algo así es un tesoro.>> pensó para si mismo, continuo su camino descalzo, le gustaba sentir la hierva pasando por sus pies, tocar la tierra fértil, sentir las frías piedras del suelo.
Caminaba sin rumbo alguno, pero no se sentía perdido, sentía como ese fuera su lugar escuchando a la distancia el agua correr por el arroyo y inclusive pudo llegar a ver algunos animales del bosque como lo eran una pareja de zorros sorprendiéndose más aun de llegar a ver un venado.
<<Me recuerda tanto al monte Pelión.>> pensó con nostalgia. Sentía incluso la necesidad de querer correr. tal vez así podría estirar los músculos pero aun sus heridas se lo impedían, lo sabia bien, podrían abrirse ante el movimiento más brusco o actividades físicas que requirieran de mucho esfuerzo. <<Tengo que encontrarlo. Endymion me dijo incluso su nombre.>>
Sirius, el nombre del hijo de Endymion, recordaba débilmente su silueta al igual que la de su padre pero mientras que con el ultimo pudo conocerlo de primera mano una vez se levanto del suelo, el niño era un caso distinto, solo recordaba su voz. Tras pensarlo detenidamente la curiosidad llego a él al respecto, Endymion le dijo que había construido su choza solo, sin ayuda, imposible que su hijo pudiera haberlo ayudado a hacer algo tan grande y ordenado, de ser así el muchacho debería ser mayor, mínimo un adolescente pero definitivamente no era así, el hijo era un niño lo sabia muy bien.
<<Endymion me dijo que lo hizo todo solo pero, ¿Y la madre del chico?>> No quiso indagar más frente al hombre, pero el forastero pudo notar fácilmente que este omitió detalles pero no entendía el por que. <<No la vi ayer, tampoco parecía que fuera el niño a ir a jugar con ella, entonces...>>
Una idea apareció, y una vez lo pensó su cuerpo dejo de moverse. El semblante del hombre se volvió una apenada, casi triste, se quedo quieto por unos segundos antes de dar un largo suspiro para echarse a andar.
—Espero estar equivocado.
Se movió una vez empezó a andar, sus piel descalzos ensuciándose con la tierra y pisando sin siquiera importarle alguna rama o piedra con la cual se llego a golpear, ahora mismo eran molestias menores, cosquillas, comparadas a lo que paso la noche pasada y un sin fin de días más. Se había concentrado en encontrar al hijo de Endymion, la tarea era sencilla para él, se tomo su tiempo pero ya era momento de traerlo a casa.
La extensión del bosque era larga, fácil perderse pero no para él, tenia experiencia en los bosques. Sentía que esto lo había vivido antes, en un tiempo del remoto pasado en su antiguo hogar. Hallaría al muchacho pronto. Cruzo atravesando la maleza y los hierbajos, toco los troncos de los arboles, con el pasar de los minutos pudo darse cuenta de algunos grabados en sus troncos, diferentes símbolos, eran señales para guiarse a traves del bosque.
No sabia que significaban exactamente pero podía darse una idea, algunos eran probablemente advertencias y marcas de los limites de la granja, al aqueo le pareció una decisión inteligente de Endymion recordando la ultima conversación que escucho del padre con su hijo. Algunas marcas eran para los limites de la granja, otras eran para indicar caminos ya fuera para la cabaña, para el riachuelo, o para los corrales del ganado.
Sin embargo, había algo que no logro identificar, era un camino de arboles marcados que empezó a seguir, se alejaban de la granja pero sin llegar en ningún momento a sus limites pero tampoco estando cerca de los cultivos o de la propia cabaña estando algo alejada de esta ultima.
Era el ultimo lugar donde buscar y en esa dirección, el castaño, continuo su marcha. Cruzo pasando de largo los arboles y entre más caminaba, por cada paso que daba, lograba escuchar algo, era una voz y sonaba infantil. La voz de un niño que se hacia más clara con el tiempo hasta que el aqueo sin darse llego a alcanzar lo que el niño estaba diciendo.
Atravesó un grupo de arboles y arbustos que servían como cerca natural, vio una pequeña figura, cabello verde, de una indumentaria a su tamaño que consistía en una túnica griega amarrada con una correa de cuero por su cintura, sandalias de cuero, estaba sentado en el suelo y amarrado a su cuerpo se hallaba una larga bufanda de color naranja que llegaba de su cintura hasta su cuello. El castaño se sorprendió, el niño no lo había notado todavía, se pregunto que hacia en medio del bosque en ese lugar al lado de un árbol pero justo antes de que diera otro paso hacia adelante...
Lo escucho decir algo que lo sorprendió.
—¡Ayer sucedieron muchas cosas, mamá!
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https://youtu.be/7M95h7zQU3k
└── •✧• ──┘
Las palabras del niño asaltaron al castaño que lo observo entre los arboles, era perfectamente visible para él si llegara a solo voltearse pero no lo hizo, estaba demasiado distraído. ¿A que le estaba hablando el niño? Había dicho mamá, sera acaso que...
El castaño entorno los ojos sobre la figura del infante, no había nadie más ahí, solo él y frente suyo un montículo de piedras apiladas unas con otras perfectamente. En algunas piedras había unos grabados, eran letras y todas juntas formaban un nombre. El aqueo quedo en silencio, incrédulo ante lo que veían sus ojos, no dijo ninguna sola palabra y se dedico a observar en silencio.
—Enserio que no se por donde empezar. Fueron, muchas pero muchísimas cosas, digo empece con caerme de la cama y golpearme la cabeza pero papá dice que soy cabeza dura así que no me dolió. —dijo el niño. Sirius estaba sentado con las piernas cruzadas viendo aquel montículo de rocas sobre la planta del árbol. —Ayude a papá a hacer las tareas del hogar aun que el desayuno estuvo duro, dice que debo ser agradecido con la comida pero también quisiera que estuviera más cocinada, ¡Pero ya lo veras algún día seré un excelente cocinero!
El forastero permaneció en silencio viendo la escena, sus músculos, su cuerpo, sus manos, todo se relajo y miro relajado al niño. Al final para su pesar aquella teoría que había formulado con anterioridad era cierta.
<<La extrañas...¿Verdad?>> pensó, deseaba decírselas a Sirius pero no quería interrumpirlo.
—Mamá, yo en estos últimos días, me la he pasado en cama. Papá dice que me cuidas desde los campos Eliseos, que me deseas lo mejor entre eso fuerzas para superar esos días en los que me enfermo y papá me cuida. —dijo Sirius, su tono debilitándose por un momento pero aun con eso, con la tristeza que lo abordaba, siguió pronunciando suavemente sus palabras.— Pero ayer pude salir de la cama y acompañar a papá en su excursión al exterior, no quiero que él haga esas cosas solo y menos aun con...esas cosas ahí afuera.
Aquellas palabras sorprendieron al aqueo. Ensancho los ojos, sintió por un momento, por un mero instante, que sus heridas ardían. Enserio aquel niño...¿Había visto lo que hay allá afuera de esta montaña?
—No pude verlos, no se si hubiera querido pero el solo imaginar como eran me hizo sentir mucho...pero mucho miedo. ¿Siempre que papá sale de Latmos lo hace sabiendo que esas cosas están afuera? —hizo una pausa. Cerro sus ojos y tomo aire, recordar lo que paso, en aquella pueblo desolado, le puso los pelos de punta— Yo...tuve miedo pero aun así...desearia volver a hacerlo, mamá. Se que papá no estaría de acuerdo pero quisiera poder acompañarlo, soy consiente de que puedo ser un niño debil de salud pero hay muchas cosas que quiero hacer, ver y...explorar.
<<Sirius...>> pensó el aqueo, la curiosidad le hacia mantener los ojos en él y atento a sus palabras. El ver a ese chico le hizo recordar las palabras de Endymion.
<<Él quería conocerte. Créeme, es buen niño. —había dicho Endymion— Se desvelo conmigo para ayudarte aun con lo mucho que le desagrada la medicina por su olor, lo hubieras visto, ni siquiera me había dado tiempo para darme cuenta de que salio corriendo hacia a ti>>
—Papá me dijo que llegaste a su vida, que tu habías llegado aquí, y si tu vienes de afuera de Latmos...si alguien como tú viene de allá entonces...quiero ver cosas maravillosas, deseo crecer para poder hacerlo y estar listo. ¡Quiero conocer este mundo, mamá! —vocifero, con emoción, desde lo más profundo de sus deseos mientras agarraba con fuerza la bufanda que rodeaba su cuello— Te extraño, mamá...pero se que aun cuando no estas aquí frente a mi, si te tengo junto a mi, ¿Verdad?
Se hizo un largo silencio que perduro por casi un minuto. Sirius se quedo sentado, viendo aquella tumba. Sirius se paso el brazo derecho por la nariz, miro esperanzado con la idea de tal vez recibir alguna respuesta de su madre. La extrañaba, sus recuerdos de ella eran difusos, desordenados, era muy pequeño y todo lo que conocía de ella eran aquellas anécdotas que le contaba su padre.
—Sirius...
Escucho a sus espaldas. El pequeño aqueo se llevo un respingo que lo hizo ponerse de pie rápidamente con los ojos abiertos, ¿Era una respuesta? Era una voz, tuvo ganas de voltearse, no era su padre, definitivamente no lo era por su voz y cuando se dio media vuelta...ahí estaba otra persona. Era un hombre, su largo cabello castaño llegándole más allá de los hombros, sus facciones relajadas y gentiles, los ojos verdes de aquel hombre conectaron con los amarillos del hijo de Endymion y a la vez lo saludo con una sonrisa. Sirius se sorprendio...¿Era?
El muchacho se recompuso, se limpio los ojos con el brazo, los sentía húmedos y no quería que aquel hombre lo notara. El aqueo rio por lo bajo mientras miraba el lugar en donde se encontraba, iluminado por los rayos de luz solar que el gran astro solar se esforzaba por brindar.
—Entonces, Sirius. Me desperté hace no mucho tiempo y mis heridas aun siguen doliéndome. —dijo moviendo el brazo con algo de molestia ante la atenta mirada del niño.— Pero pude levantarme, gracias a los cuidados que me dieron tu padre y...tu mismo.
—¿Yo? Gracias aun que no creo que haya hecho mucho.
—Eso no importa, tu padre me conto lo suficiente y me pidió que te viniera a buscar. ¿No querrás preocupar, verdad? —se hinco de una rodilla para ponerse a la altura del niño, le sonreía y esta misma sonrisa sorprendió al peliverde, quería transmitirle confianza, la misma confianza que Endymion le transmitió a él momentos antes.
—¿Mi papá? —parpadeo un momento antes de fruncir el rostro golpeándose con la palma de su mano abierta— ¡Ay, no! ¡Me pase de tiempo afuera otra vez!
La reacción exagerada del niño le resulto divertida al aqueo, este se levanto mientras hacia un movimiento con su cabeza, era una indicación que Sirius pudo darse cuenta.
—No te preocupes, tu padre está de buen humor, es buen hombre. —dijo con tranquilidad— Te esta esperando para hacer el almuerzo, seguro debes de tener hambre por que yo...no comido en mucho tiempo. —se dio unas palmadas en el vientre— ¿Tienes hambre?
—Bueno...si un poquito la verdad. —correspondió con una leve sonrisa dibujada en su rostro. <<Esta...diferente a como lo vi por primera vez.>>
—Excelente. Entonces vamos muchacho. —indico moviendo el brazo— Vamos a casa.
—Si señor...señor...¡Espere por favor, señor!
Sirius lo llamo, lo detuvo llamándolo y el castaño se devolvió, reparo en el pedido del joven hijo del granjero. Se le quedó viendo, confundido pero a la vez interesado en lo que le diría.
—Yo...yo no se su nombre. —farfullo en su posición viendo aquel extraño forastero que lo había visitado, de pronto noto como este abrió ligeramente los ojos haciendo una mueca de sorpresa, rápidamente se relajo, pero le resultado extraño.
Quedaron en silencio los dos y Sirius se preocupo, temió haber dicho algo que no debía al ver como el rostro de aquel hombre se ensombreció, su cabello tapando sus ojos. Sin embargo, no se logro dar cuenta de que este mismo...estaba sonriéndole, con seguridad, con confianza, era la sonrisa que alguien le daba a otro que consideraba su amigo. El aqueo lo miro, sonriendole, y le dijo unas palabras que dejaron sin aliento al joven Sirius.
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https://youtu.be/VO7GQa_Ri10
Exterior del Monte Latmos
ciudad desolada del imperio hitita
En las afueras, a la lejanía en las tierras ásperas de Anatolia lejanas al monte Latmos separadas por kilómetros, se erguía la ruinosa y desolada extendiéndose su territorio por cientos de metros a la redonda donde se alcanzaban a ver sus degradadas ruinas de sus edificios; hogares, templos y monumentos. No había rastro alguno de una mínima señal de vida de lo que alguna vez fue su población, estaba desolada y abandonada, no hay nadie en la misma.
Como si hubiera sido totalmente abandonada por sus antiguos residentes, el polvo llenaba los interiores de los edificios y sus piedras se empezaban a deteriorar. No había ninguna señal mínima de sonido hasta que de pronto, en la cima de un gran edificio, una imponente figura musculosa empezaba a caminar sobre la superficie de uno de los techos de piedra de aquel edificio.
Se escucho de pronto el crepitar de algo, como si algo estuviera quemándose, aquella sombra bajo la mirada mientras caminaba por uno de los bordes del edificio, era más grande que todos los demás de la ciudad en ruinas y ahí abajo se encontró con una gran pila de cadáveres crepitar, quemándose y volviéndose cenizas.
Estaba todos amontonados, de diferentes tamaños desde grandes hasta pequeños, algunos incluso parecían aun moverse o incluso gritar en pedidos de auxilio, aquella figura de piel roja escarlata los ignoro, indiferente, solo se quedó ahí de pie al borde del edificio escuchando.
Era enorme, más que cualquier ser humano. De pie impasible aquel inhumano ser se quedó impasible viendo el horizonte, en una dirección, había algo ahí que le llamaba la atención, algo que se ganaba su interés. Emitio un sonido, similar al de una bestia carente de la humanidad, al escuchar como detrás suyo algo se acercaba, eran los pasos de dos figuras que escalaron el edificio hasta llegar a su cima.
Igual que aquel monstruo escarlata, estos dos eran igualmente carentes de cualquier rasgo mínimamente humano. Uno de ellos media cerca de dos metros de alto, su sola altura era monstruosa pero aún así quedaba pequeño comparado a aquel monstruo rojo, su cuerpo estaba recubierto por una coraza escamosa, un armazón de color bronce y en su cabeza tenia una cornamenta, sus cuernos apuntaban hacia atrás ya su lado, un poco más pequeño y usando sus vigorosos dos brazos como patas delanteras para caminar estaba recubierto de un pelaje negro, su piel era roja pero en un tono más claro que el oscuro color volcánico de aquel que reposaba sobre el borde del edificio, al igual que su compañero tenia cuernos pero esta vez similar a los de un todo..
—Aquí reportándonos, Rub y Tanaris, ante usted señor Simbal. —menciono el nombrado Rub, había llamado a aquel monstruo rojo por un nombre, este mismo dejo de mover su cola rojiza para ver de reojo a sus subordinados con sus ojos amarillos como centellas.
—Informe. —dijo secamente—
—Hemos registrado hasta el último rincón de la ciudad. En los últimos días hemos podido atrapar y darle muerte a todos los humanos que circundaban por la misma refugiados de las fuerzas de la Legión de Hierro. —menciono tranquilo, o más bien mostrando tranquilidad ante su superior, solo le gustaban las buenas noticias— pronto toda la región de lo que alguna vez fue el imperio Hitita le pertenecerá al general de hierro negro.
Simbal no respondió, sus subordinados se miraron entre ellos. Rub estaba pensando que estaba satisfecho, no podía esperar por irse mientras que Tanaris en silencio observo la escamosa espalda de su lugarteniente. De pronto Simbal, para sorpresa de ambos, pronuncio unas palabras:
—¿Y nuestro objetivo? —dijo secamente mirándolos por encima de hombro, con sus centellantes ojos amarillos— ¿Donde esta el centauro?
—Oh mi señor, vera, es que hemos estado buscando y buscando. Los perros de caza fueron encontrados muertos y al parecer fueron asesinados por él. —dijo Rub, irguiéndose para tener la atención de Simbal— No quiero decir que lo perdimos pero perdimos su rastro por ahora.
La el pelaje feral de Rub se le puso de punta, pudo escuchar un gruñido de parte de Simbal, uno de insatisfacción. Tanaris no dijo nada pero solo podia compadecerse de Rub si llegaba a molestar a Simbal, recordaba bien lo que era capas de hacer si era enojado. Aun así, para sorpresa de los dos monstruos, Simbal no los castigo por sus faltas.
En cambio devolvió la mirada al horizonte, al oeste, donde parecía que el monstruo rojo tenia su mirada perdida pero en realidad...estaba mirando un punto en especifico, alzo uno de sus brazos, apunto con una de sus largas y filosas garras que parecían estar al rojo vivo, apunto en dirección al oeste. Rub y Tanaris se miraron entre ellos para luego reparar en aquel punto que señalo Simbal.
El olor a quemado empezó a propagar toda la ciudad hitita, el humo, la podredumbre y el putrefacto olor de decenas de cadáveres de personas agonizantes empezaba a cubrir la ciudad, un olor que Simbal adoraba. En las distintas calles de la ciudad se alzaban insanas cantidades de humo negro de diferentes piras de cadáveres crepitando, fuego alimentado por la desesperación de aquellos desafortunados que cayeron en sus garras, y el humo siendo una señal de dominancia. Tanaris y Rub lo entendieron rápido, entre el humo vieron a donde apuntaba Simbal.
A una montaña en el horizonte, estaba lejos pero para ellos no tardaría mucho.
—Ese monte. No hemos visitado ese lugar todavía. —declaro Simbal, la sagacidad predominante en su grueso y poderoso tono de voz— Huyo a las montañas, es el único lugar que le queda y si es verdad que los perros fueron asesinados entonces deberemos de ir nosotros mismos.
—Espere, ¿Dijo que todos vamos a ir? —dijo Tanaris, sorprendido. Sabia lo que implicaba.
—Si. Quiero ver si alguien más tuvo esa idea y si es así verlos con mis propios ojos. Sea quien sea que encentren, aun si escapan quiero que los persigan...
Declaro mientras se erguía, imponente con sus más de dos metros de altura y cornamenta que le daba un aspecto demoniaco salido del mismísimo Hades gracias a su color rojo natural. Apretó sus manos en forma de puños y de estas salieron chispas de fuego. Quería alimentar su espíritu, como un incendio forestal que se hacia más grande entre más consumiera. Primero fueron aquellos refugiados y ahora...sera todo aquel que se encuentre en Latmos.
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https://youtu.be/h0AcvqihLgM
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