Rojo manzana

Cloe y Noa llegaron a la orilla del lago, frente a ellos la Luna rojiza comenzaba a coronar el islote de Asteria, quedaba poco tiempo, tenían que darse prisa.

Tomaron prestado un bote que estaba en la orilla y se dirigieron al islote tan rápido como pudieron. Con cada palada que entraba en el lago, sacaban un recuerdo de hace diez años.

...

En ese mismo lago, hace diez años, Noa había acompañado a su padre a pescar. Habían salido de casa improvisadamente así que habían tomado prestado artículos de la tienda de pesca que había al otro lado del lago. A su padre le había gustado este inhabitado y desapacible lado del lago, así que habían levantado allí la tienda de campaña.

Con una única caña de pescar entre sus pertenencias el padre tomó la sabia decisión de no dejársela al salvaje hiperactivo que tenía por hijo. Para contener la atención del chiquillo le mandó a buscar gusanos mientras él le hacía una caña de pescar con un palo y un cacho del hilo de pescar de la caña.

El suelo era terreno muy conocido y aburrido para el pequeño Noa, así que sus locas e infantiles ganas de explorar lo llevaron a trepar un árbol y saltar de rama en rama como solo un niño puede disfrutar. Pronto se encontró con un nido de pájaros que estaban siendo alimentados con insectos por la madre y recordó su misión: encontrar gusanos. Dispuesto a inspeccionar el nido en busca de los bichos, Noa se subió a la rama y comenzó a acercarse a los polluelos y entonces la rama se partió.

– ¡Papá, papá! – gritó el pequeño Noa volviendo al campamento.

– Has tardado mucho, chavalín, ya me estaba preocupando – el padre se giró sobre sí mismo y se encontró con un Noa lleno de moretones y arañazos que cargaba con una manzana roja muy brillante y exageradamente grande.

– He encontrado algo mejor que unos gusanos – dijo sonriendo con casi todos los dientes y levantando la manzana con esfuerzo y alegría por encima de su cabeza. Ciertamente era mucho más grande que el pequeño.

El adulto tomó la manzana y la puso en el suelo, sacando una navaja suiza del cinturón comenzó a partirla. Tras unos cuantos cortes, de ella salió una niña con el mismo color rojo de la manzana en el pelo. Ella abrió los ojos de color ocre y lo primero que vió fueron los ojos plateados de Noa que se había pegado a su frente.

– Papá, en la escuela no dicen que de las manzanas salen niñas – dijo mientras señalaba a la niña.

El padre de Noa no pudo más que soltar una carcajada y le indicó al hijo que cogiera lo que quedase de ropa limpia y se lo dejase a la niña.

Noa no estaba convencido de esa decisión, quería poder correr por ahí, embarrarse, dejar que se le pegasen mil y una flores e insectos en los pantalones. Menos ropa, más probabilidades de que le riñeran por sus travesuras en la naturaleza.

La niña salió de la manzana y apoyándose en ella se levantó. Esta vez fue ella la que invadió el espacio personal de Noa con sus grandes ojos ocres. Noa se ruborizó por verla desnuda. Las niñas son un asco, decían sus ojos. Solo entonces accedió a dejarle ropa.

Mientras tanto en la orilla, el padre ocultaba tras sus hombros las dudas de quedarse con la niña. Más niños, sobre todo si la niña se presentaba tan escandalosa y energética como el primero, suponía más alboroto y más probabilidades de que lo encontrasen. Tenía que idear un plan, pero necesitaba estar sereno y eso con Noa y toda su energía no era posible.

Se giró sobre sí mismo, vio al niño enseñando a vestirse a la niña, pero ella parecía tranquila, observaba todo con sus enormes ojos sin mediar palabra e imitaba todos los gestos del niño. A primera vista, podría no suponer tanto problema como se imaginaba.

Noa perdió la paciencia ayudando a la niña a vestirse, ella no hablaba y no le entendía cuando le hablaba así que terminó haciéndoles señas y gestos para que ella lo repitiese y conseguir finalmente que se vistiese. Exasperado Noa huyó a la vera de su padre y se sentó dejando a la niña sola.

Ella intentó perseguirlo, pero se tropezó con una piedra y terminó rodando la pequeña colina abajo. Cuando consiguió frenar, su llanto espantó a las aves que había alrededor. Al padre se le encogió el corazón, ¿lo habría visto alguien? ¿los encontraría la policía?

Noa, ajeno a toda la realidad que pasaba por la mente de su padre, se rió y se acercó a la orilla donde estaba la niña. Su cara estaba llena de moratones y arañazos también. Noa señaló al agua y entre carcajadas dijo "Ahora somos los dos iguales".

– I-i-guaeh – Noa se sorprendió de escuchar la voz de la niña por primera vez, ella sonrió y ambos terminaron riéndose.

La dulce risa de los niños hizo que el padre de Noa recobrase la compostura. Aunque la escena era tan tierna que reblandecería hasta el más duro de los corazones, la verdad es que tendrían que abandonar ese lugar.

– Tenemos que irnos. Noa ayúdame a recoger – dijo mientras guardaba la caña, con ninguna captura en el contador. Siempre podrían servirse de la manzana gigante para sobrevivir esa noche.

– ¿Tan pronto? Me prometiste que me enseñarías a pescar – dijo Noa enfadado.

– Te enseñaré, pero primero tenemos que mover el campamento para que los duendes del bosque no nos encuentren y nos coman por la noche. – Noa se estremeció de miedo y se giró hacia la niña, la señaló con el dedo.

– ¡Tú! ¡También! ¡A ayudar! – la niña lo miró con curiosidad e intentó levantarse, pero con la misma besó el suelo otra vez.

– Ya recojo yo – dijo el adulto – encárgate tú de la niña.

Noa le tendió la mano a la niña, esta le miró como quién no entendía el gesto. Entonces Noa tomó la iniciativa y agarrándola por las axilas la levantó. Pesaba como un pajarillo. La soltó y retrocedió un paso, estaba a punto de reñirla por lo torpe que era cuando una vez más esta se cayó, esta vez sobre la boca de Noa.

El niño metió un soberano grito de asco, que las pocas aves que hubiesen regresado tras el llanto de la niña, huyeron de nuevo. Noa alterado, se había escurrido y no dejaba de señalar a la niña nervioso mientras no paraba de mirar a su padre y a la niña como si de un partido de ping-pong se tratase. Para el adulto era más que evidente lo que pasaba, la niña, como todo recién nacido, no sabía caminar, y eso la convertía en una carga para ellos que estaban huyendo. ¿Y si la dejaban allí?

Como si le hubiese leído el pensamiento los ojos ocres e inocentes de la niña lanzaron una puñalada trapera a su corazón. Habría que llevársela.

– Noa, cambio de planes, recoge tú las cosas yo me ocupo de ella. – el chico asintió encantado, mientras que el padre se acercó a la niña y la puso de pié. Ella le sonrió. ¿Quién puede resistirse a la sonrisa de un ser tan inocente? Con la mano tomó agua del lago y le limpió los pequeños rasguños que tenía por toda la cara.

– ¡Papá! ¡Ayuda! – Noa intentaba desanclar la caseta de campaña, pero ya estaba la maleta preparada con todo lo demás.

–Toma – dijo tendiéndole a la niña a Noa. Éste intentó mantenerla lo más lejos posible de sí manteniéndola con los brazos lo más extendidos posible. Entonces ella volvió a sonreir. Noa tampoco pudo con su sonrisa. Vio como ella pataleaba en el aire y entonces comprendió lo que fallaba. Dejó a la niña en el suelo y como hizo a la hora de vestirla se puso como ejemplo para que ella imitase sus movimientos. Aunque buen intento, esta vez también terminó contra el piso, aunque paró la caída con las rodillas.

El padre se rió por detrás.

– Vas a tener que cargar con ella – le dijo mientras se ponía la mochila con todos los utensilios de la acampada. La cara de Noa expresó una queja. – Gírate – le indicó mientras levantaba a la niña y se la ponía en la espalda de Noa – Es hora de irse – Agarró la manzana y se adentraron en el bosque que rodeaba el lago.

– Papá, me he dado cuenta de una cosa – comentó Noa mientras iniciaban la marcha – la niña no tiene nombre, ¿verdad?

– No, se lo pondremos cuando volvamos a montar el campamento, pero ahora cállate o los duendes nos encontrarán.

A lo lejos se podía divisar las luces de unas linternas y de unos coches de policía que ampliaban el radio de búsqueda de un asesino.


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Rincón de la autora

¿Qué te ha parecido esta primera parte del flashback?
Yo me divertí mucho imaginándome a Noa correteando por el bosque lleno de energía y vitalidad ignorando lo que pasa en el mundo de los adultos.

Si te ha gustado no te olvides de darle tu voto a este capítulo :D


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