Rojo fuego
Llegaron a la costa del islote, la luz carmesí teñía el agua con el reflejo de la luna y bañaba las hojas del santuario vegetal dándoles un aire inquietante. Cloe se paró en la orilla contemplando aquella anomalía de la naturaleza pura en medio del lago más poblado de basura que haya visto. Notó como la mano de Noa tomaba la suya. Se miraron a los ojos.
– Estaré siempre contigo – le dijo Noa. Ella asintió. La aventura había comenzado hace diez años allí mismo y llegaría a su clímax esa noche.
[...]
La noche había caído cuando Cloe dejó de remar de repente y emitió un profundo suspiro. Estaba cansada, realmente, ambos estaban cansados y hambrientos. Además de que la noche empezaba a refrescar. Pero ellos estaban en medio del lago. Se habían alejado lo suficiente de la costa como para considerar ridículo volver atrás, pero también era ridículamente largo el camino que tenían en frente. Para colmo, habían dejado atrás la mochila y la cantimplora.
Cloe empezó a tiritar y se acercó a Noa en busca de una fuente de calor. Pero al moverse se le deslizó el remo entre los dedos y cayó al agua. Noa se precipitó a buscar el remo pero se olvidó del suyo que se cayó por el lado contrario de la barcaza. Frustrado el niño miró a Cloe.
– Voy a por los remos, cuando te los dé súbelos a la barca, ¿vale? – la niña asintió a la vez que tiritaba.
Noa saltó por el borde de la barcaza haciendo que ésta se desestabilizase. Al entrar en contacto con el agua, Noa sintió su cuerpo pesado, como si toda la basura que había en el lago lo arrastrase hacia el fondo. Tras un par de brazadas en la dirección en la que pensaba que estaba el remo, a duras penas conseguía mantener la cara fuera del agua para respirar. Volvió a agitar los brazos en un esfuerzo para sacar la cabeza del agua, pero solo sintió como la pesadez se apoderaba de su cuerpo y lo adormecía. ¿Dónde estaba el remo? La pestilente realidad se fundía a su alrededor. Puede que ya nunca lo supiese.
...
La brisa fría de la noche acarició todo el cuerpo de Noa. Sus pulmones se quejaron del agua contaminada que contenían y le obligaron a devolverla al exterior. Todo a su alrededor eran nubarrones y le pesaba la cabeza. Sintió un sonido ininteligible seguido de una mano conocida en el hombro. Se giró hacia ella. ¿Madre? Pronto notaría el abrazo de dos pequeños brazos helados. A su nariz llegó un dulce olor a manzana. Su mente empezaba a despejarse, y le traía recuerdos de la niña de la manzana. Demeter... Cloe. Abrió los ojos y estaba allí. El pelo pelirrojo y los ojos ocres. Ella le miraba con los ojos enjuagados de lágrimas, llenos de impotencia y miedo. Entonces fue él quién la abrazó fuerte contra su pecho.
Otra vez, la brisa le metió el frío ascendiendo por la columna. Terminó el abrazo y miró a su alrededor. La poca luz que había procedía de la Luna y se filtraba con esfuerzo entre la densa vegetación del sitio recreando el cielo estrellado entre las hojas. Aquel islote parecía haber rechazado la civilización durante siglos, como lo había hecho la titánide Asteria con Zeus. El viento volvió a ulular de nuevo.
– Un capítulo nuevo en la odisea de Cloe y Noa, ¿eh? – proclamó levantándose, intentando restarle importancia a la incierta situación en la que se encontraban. – ¿Qué te parece llamarlo: "Cloe y Noa se adentran en Asteria" ? – dijo mientras rotulaba con la mano en el aire, creando un gran título. Solo recibió un abrazo lleno de miedo por respuesta.
Detrás de ellos, el viento llenó el bosque de sonidos que parecían distintas notas de una flauta. Lentamente, Cloe se separó de él y se giró hacia el interior del islote. Silbó de vuelta y comenzó a andar.
En condiciones normales Noa se preguntaría ¿cómo aprendió Cloe a silbar? Pero ese no era el único interrogante de ese momento, puesto que la vegetación se retiraba del camino de Cloe haciendo que la luz de la luna llena iluminara la senda de sus pasos. El viento canturreaba para ella y ella para él. Noa la siguió en la distancia admirando la magia del momento.
En cierto momento, Cloe empezó a girar sobre sí misma bailando y en respuesta la vegetación dejó a la luz de la luna un círculo de árboles gruesos de los que caían lianas con grandes frutos rojos y morados. Como la manzana de la que había nacido Cloe. Iluminados, los frutos se unieron a la canción dulcemente con la voz de mil niños.
En el centro de los árboles había uno aún más imponente, al acercarse Cloe silbando se iluminó como si fuese fuego dibujando el enorme rostro de una mujer.
Todo el bosque calló de repente, como haciendo la más respetuosa de las reverencias. Del árbol de fuego salió una gran mano que acarició el rostro de Cloe con el dedo.
– Mi dulce niña, bienvenida de nuevo.
Cloe sonreía con los ojos llenos de ilusión.
– Siento no haber sido testigo de tu nacimiento, ni haberte dado un nombre – Cloe se abrazó al dedo de fuego.
– No te preocupes, madre. Ya me han puesto uno. – miró a Noa sin abandonar el abrazo. – Me llaman Cloe. Como a ti. – dijo mientras sonreía a su madre.
– Este jovencito, ¿cómo se llama? – del árbol salió otra mano de fuego que cubrió a Noa con un manto cálido.
– N-n-Noa – dijo incómodo a la vez que maravillado por lo que estaba contemplando.
– Noa. Permíteme presentarme, soy la diosa Démeter – Noa se quedó con la boca abierta – Gracias por cuidar de mi hija.
Cloe miró a Noa, estaba tan fascinado que no le salían las palabras. La diosa sonrió, pero rápidamente le cambió la expresión por una mueca de dolor. Tosió. Y tosió. Muy fuerte.
– Tengo que pediros un favor – dijo bajando el tono, dolorida. Acarició la cabeza de Cloe, que la recibió complacida. – Puede que sea una tarea titánica para dos niños. Pero sois mi última esperanza.
– ¡Haré todo lo que esté en mi mano! – aseguró Noa.
Démeter tosió otra vez, provocando un pequeño terremoto.
– La naturaleza se muere, y con ella mi poder – dijo mirando a la Luna llena – Necesito que hagáis entender a la humanidad el grave error que está cometiendo.
Los dos niños se miraron y la miraron confusos.
– ¿Y por dónde empezamos? – preguntó Cloe.
En ese momento, Demeter gritó de dolor y provocó un gran terremoto. Dos lianas se precipitaron a coger a los dos niños y ponerlos a salvo en el aire.
– Llevádlos a la costa. Mantenedlos a salvo – imploró Demeter a las plantas.
Dos grandes aves rapaces capturaron a los niños en el aire cuando las lianas los lanzaron y rápidamente se dirigieron a la costa.
[...]
– Así que aún quedaban vestigios de magia antigua – dijo mientras plegaba sus alas.
– Te recuerdo que te encuentras ante una diosa. Así que sabes perfectamente que no te saldrás con la tuya – le recordó Démeter al intruso.
[...]
En el aire, Cloe miró hacia atrás y vió como el islote de Asteria se disolvía en el aire. La preocupación por su madre y sus hermanas le inundó el corazón. Sintió la mano de Noa en la espalda. Le miró y vió como intentaba ocultar todas sus inseguridades para decirle:
– Todo irá bien – ella no lo rebatió, pero sentía que no iba a ser cierto.
Las aves los dejaron en la costa, en un cabo cercano a donde habían comenzado su particular odisea. Desde ahí podían divisar la cabaña de los científicos que habían visto una noche atrás, parecía un pequeño faro, una pequeña luz para la esperanza.
Se miraron, y entonces Noa estalló, cogió a Cloe por los hombros y la zarandeó completamente maravillado.
– ¡Así que eras la hija de la diosa Démeter! ¡Tía que flipe! - gritó entusiasmado - ¡Tenías que habérmelo dicho!
– ¿Pero cómo? Si hace un par de horas apenas podía caminar o hablar – dijo Cloe avergonzada por el exceso de energía de su compañero.
– También tienes razón – sonrió. Le puso la mano en la cabeza – Has crecido muy rápido mi pequeña Cloe. – la miró de reojo – Pero ahora deja que sea yo quien te defienda cuál hábil guerrero que soy.
Cloe se rió en su cara. Noa la miró desconcertado.
– Te permito que seas mi compañero. Pero yo libraré mis batallas. – dijo mientras le enmarañaba el pelo.
A ambos les rugió el estómago al unísono.
– ¿Qué te parece si intentamos llegar a la caseta iluminada? – sugirió Cloe mientras la señalaba en la distancia.
Noa asintió y le tendió la mano.
– Vamos juntos.
Siguieron la costa persiguiendo la luz de la cabaña, Cloe ya no necesitaba la ayuda de Noa para caminar pero habían decidido ir de la mano para no perderse el uno al otro en la oscuridad. En su camino se volvieron a encontrar con la mochila con el libro ilustrado, la cantimplora y su padre.
El pequeño corazoncito de Noa, dio un mini aleteo de alegría. ¿Los habría estado buscando todo el día? Sin embargo, su felicidad se enfrió bruscamente cuando su padre se giró hacia ellos. El hombre tenía las ropas empapadas de sangre, tenía los ojos muy abiertos y al divisar a su hijo la puerta de la locura se abrió.
Dio un paso hacia el niño.
– La ...
Otro paso
– familia ... – los niños ya habían cambiado la alegría del reencuentro por miedo.
Continuó avanzando
– perfecta... – saltó sobre Noa, lo cogió del cuello y apartó a Cloe de una patada.
– No sé porque no lo había pensado antes – preparó la navaja – si me deshago de ti puedo empezar de cero.
Cloe reunió todas sus fuerzas para levantarse del suelo y saltar al brazo del hombre impidiendo que tuviese una trayectoria fatal.
– ¡Corre Noa! – gritó Cloe, antes de morder el brazo para forzar que intentase zafarse de ella con el brazo que aprisionaba a Noa.
El niño, aterrorizado por la bestia en la que se había convertido su padre y por la sangre que corría por el costado, huyó al bosque.
– ¡Tú! – gritó el hombre, mientras agarraba a la niña y la lanzaba contra el suelo dejándola inconsciente – ¡Todas las mujeres sois iguales! ¡Te voy a dar una lección !
___
Rincón de la autora
Mientras desarrollaba las aventuras de Noa y Cloe siempre tenía en mente que quería que tuviesen una relación en la que se tratasen de iguales y creciesen juntos para contrastar con las típicas relaciones de caballero que salva a la damisela. Por eso el momento de este capítulo en donde ella se ríe en su cara y pide librar sus batallas, junto con el momento en el que Cloe aprende a decir "iguales" en el capítulo 2 "Rojo manzana", son dos momentos que me gustan muchísimo.
¿Has leído alguna historia con una relación así? También me gusta muchísimo las relaciones que empiezan en la infancia o que nacen de una amistad.
¡Déjame un comentario con el título y el enlace!
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