¿Qué te está pasando?
El misterioso islote de Asteria, fue el inicio de la infantil aventura que habían titulado "La odisea de Cloe y Noa" y el culpable de que se extendiese a su edad adulta.
[...]
"Noakarate" contaba con miles de seguidores, mejor dicho de seguidoras. El perfil era un fotobook de los abdominales y el esculpido cuerpo de Noa. En todas las fotos había algo que acaloraba a Cloe y algo que le ponía los pelos como escarpias.
Pero también en cada foto había una pista de los locales que frecuentaba y solo con introducir el nombre "Kiosco de golosinas Laureus" en el buscador ya cualquier persona podía localizar todos los sitios importantes en la vida de Noa. Con la duda de sí sería él de verdad, Cloe cogió las llaves de la casa y se puso en marcha.
El kiosko de golosinas no estaba tan lejos, parece que ninguno de los dos había podido alejarse mucho de Asteria y habían terminado en la superpoblada ciudad que reinaba el lago. Ciudad que empezaba a pudrirse igual que la vida del lago, puesto que también estaba llena de conflictos en plena calle, regalitos de perros, carreteras que amenazaban con un accidente de tráfico si no se las asfaltaba...
El semáforo estaba en rojo, pero era el último obstáculo antes de llegar al kiosko. Pero se encontró a Noa frente a frente. Se había vuelto un joven alto y fuerte. Sus miradas se cruzaron y ambos se quedaron paralizados cada uno en un lado del semáforo que se ponía en verde.
Una mano sacó a Noa del trance, un chico de pelo rubio platino le brindaba una bolsa de caramelos y le ponía la mano en la cara y se ponía de puntillas para besar a Noa en la boca. "Que tengas un buen día, mi amor" se podía entender del movimiento de los labios.
"Estúpida, estúpida, estúpida" se repetía Cloe mientras corría volviendo por donde había llegado. Corrió sin poner atención a donde estaba yendo y terminó sentada en el banco de un parque con la cabeza entre sus piernas.
"¿Era él? ¿verdad? Pero, ¿qué se había creído?¿Que iba a ser fácil?¿que la iba a recordar?¿realmente que le había hecho huir de ahí?" - pensó para sí lo que le llevó a gritar de frustración mientras se estiraba en el banco - "¿Todo esto es lo que querías decir con socializar, mamá? Todo este galimatías mental es una mierda."
Saltó del banco predispuesta a volver a encerrarse en el piso, cuando se encontró de frente a Noa. Él la miraba con una cara de confusión y debilidad.
– ¿Cloe? – susurró mientras se desmayaba encima de ella.
[...]
Cuando Noa se despertó se encontró al que había creído que era su padre hasta esa misma mañana, Lucian, un hombre medianamente musculoso y con un largo pelo que batallaba entre el rubio platino y las canas. Lucian le miraba serio desde el borde de la cama.
– Me gusta más esa chica que el subnormal con el que estás saliendo – así de duro era Lucian, ni media palabra de preocupación por su hijo.
– Gracias por preguntarme cómo me siento papá – Noa se sentía como quien emerge a la superficie tras un naufragio y se agarra a un flotador. Al desmayarse había recordado toda su aventura en Asteria y le había devuelto la cara de su padre biológico. ¿Quién era ese señor que estaba sentado en su cama? Su cara fue lo primero que vio cuando se despertó en el hospital tras casi desangrarse por la cuchillada de su verdadero padre, hace ya diez años. Fue él quién lo reclamó como su hijo, y lo crió como tal.
– ¿Para qué hacerlo? El médico ha dicho que todas las pruebas han salido normales. Supongo que es que no habrás dormido en casa de tu amiguito estos días y te habrá pasado factura. – Echada la puya, Lucian se bajó de la cama – Anda levántate y vámonos que estás ocupando una cama innecesariamente.
– ¡Cuánto amor hacia tu hijo! – se burló Noa mientras se incorporaba. – ¡Creo que voy a llorar de la ternura!
Se estaba poniendo el sol cuando salieron del hospital. Noa se había pasado medio día inconsciente en el hospital. En el umbral de la salida Lucian le tiende un papel a Noa.
– Es de la chica que te ha traído al hospital. Tenía una cara de terror mientras te acompañaba. Así que llámala. Al menos dale las gracias.
Noa miró el papel, tenía un número de teléfono acompañado del nombre "Cloe". Podía ser que realmente fuese ella. La misma niña que nació de una manzana y con la que vivió una gran odisea. Definitivamente la llamaría, le daría las gracias y posiblemente le haría un par de preguntas.
[...]
Se apresuró a recoger toda la casa. Noa le había llamado y le había preguntado si podía pasar por su casa a darle las gracias. Incapaz de decirle que no, Cloe había precipitado la cita a aquella noche sin pensar en lo desastre que estaba el piso con todo lleno de informes de microbiología y con la nevera vacía. ¿Qué demonios te pasa Cloe?
Sonó el timbre. Cloe abrió la puerta y se encontró con metro ochenta de cuerpo hercúleo apoyado con el brazo en el marco de la puerta.
– Hola.
– Hola – respondió Cloe ruborizándose.
– ¿Puedo pasar?
– Sí, sí – Cloe se quitó de en medio, dejando entrever el pequeño piso en donde había crecido.– Por favor siéntate.
Casi le da un chungo a Cloe cuando tras invitarlo a sentarse se da cuenta de que medio sofá está lleno de papeles.
– Perdona, el desastre – dijo mientras se precipitaba a recoger todos los papeles y a guardarlos en otra estancia.
– No te preocupes – dijo mientras se sentaba y colocaba una bolsa de plástico en la mesilla del salón al lado de un portaretratos donde se veía una madre con su hija colgada de un abrazo. – Espero no causarte muchos problemas con tu madre.
Cloe apareció cabizbaja en el umbral de la puerta, abrazándose a sí misma.
– Por eso no te preocupes – retiró un poco la mirada – falleció hace poco, ahora vivo sola.
Noa se levantó de un salto avergonzado.
– Lo siento, no lo sabía – se acercó a Cloe y le tocó el hombro – Te acompaño en el sentimiento.
Ella lo miró directamente a los ojos, esos ojos ocres vidriados eran los mismos que lo miraban aterrados como cuando encontraron Asteria. Sí era ella. Y entonces la abrazó, sabía lo que era perder a un ser querido, el vacío que deja y la impotencia de no poder evitar su muerte. Dejó que Cloe llorase todo lo que tenía dentro.
– Perdona – volvió a repetir Noa mientras se retiraba– Perdona por hacerte sentir mal y por todo lo de esta mañana – instintivamente le quitó una lágrima a Cloe del ojo y le acarició la mejilla. ¿Qué te está pasando Noa? – Y para ganarme tu perdón te he traído unos dulces, bueno en realidad era para darte las gracias por acompañarme en el hospital, pero... – dijo mientras se giraba a por la bolsa que había traído, nervioso.
– Noa, ¿verdad qué eres tú? – preguntó secándose las lágrimas con la boca de la manga del jersey. Él se giró hacia ella otra vez. Miles de preguntas se agolparon en su boca pero lo único que salió fue un monosilábico y telegráfico "Sí" que fue respondido con un fuerte abrazo.
– La verdad, es que no me acordaba de nada hasta esta mañana cuando te vi en el semáforo.
– Yo tampoco recordaba nada hasta mi última visita a Asteria – dijo Cloe mirándole a los ojos.
– ¿Volviste? – preguntó con sorpresa
– Sí, hace unas semanas, mi madre y yo ... – Cloe hizo una pausa para respirar profundo y apartar la tristeza de su mente – fuimos a la caseta del lago donde me recogió tras aquella noche de hace diez años. – Noa se tocó el pecho a la altura de la cicatriz de la herida que le había hecho su verdadero padre – Si te soy sincera, quería y no quería ir a ese lugar. Sentía que Asteria me llamaba pero también sabía que mi madre quería morir allí después de que le diagnosticaron el cáncer. Lo llamaba el lugar donde su vida cobró sentido. – Cloe hizo otra pausa. Los ojos se llenaron de lágrimas otra vez. Noa intentó distraerla sacando los dulces de la caja: porciones de tarta de manzana, con láminas de manzana fresca crujientes al mordisco y bañadas en gelatina que las hacían brillar como el sol confiriéndoles una apariencia a manjar de los dioses. Cloe seguía compungida pero ahora mostraba interés por la tarta. Noa se movió hacia la cocina que compartía estancia con el salón en aquel piso de "concepto abierto" y empezó a abrir los cajones en busca de cubiertos. Cloe lo siguió después de dedicarle un minuto más a contener su llanto. Tocó la mano de Noa justo cuando ambos iban a abrir el cajón de los cubiertos. Ambos retiraron la mano a la vez que se ruborizaban. ¿Qué te está pasando Noa?¿Qué te está pasando Cloe? Intentando quitarle hierro al asunto, Noa cogió dos cucharas del cajón y sonriendo dijo
– ¿Tarta? – Cloe asintió con la cabeza.
Ambos se sentaron en el sofá y comenzaron a tomarse la tarta.
– Y estando allí, mi madre quiso dar un paseo nocturno en barcaza – hizo una pausa, respiró hondo y cambió la tristeza de su garganta por un pedazo de tarta. Noa la miraba con paciencia y atención – Cuando fui a por la barcaza, escuché las voces de Asteria y me precipité al lago. Al despertar, tanto mi madre como yo estábamos en Asteria y mis recuerdos de aquellos días habían vuelto. – Noa se apoyó en el respaldo del sofá con la cuchara en la boca pensativo. – Además de que Asteria y Démeter estaban muy en muy malas condiciones. – Cloe empuñó la cuchara y miró a Noa muy seria, el cambio drástico hizo que Noa se sorprendiera – Debemos retomar la misión. Tenemos que recordarle a la humanidad el poder de la naturaleza. Tenemos que retomar "La odisea de Cloe y Noa".
Noa la miró perplejo con la cuchara en la boca, ella lo miró esperando una respuesta. Y ante su ausencia dejó la tarta sobre la mesa.
– Puede que me haya precipitado – dijo retirando la mirada, avergonzada.
– ¿Tienes alguna idea de cómo hacerlo? – preguntó Noa sacando la cuchara en la boca. Cloe se giró rápidamente hacia él.
– No lo sé, las últimas palabras de mi madre adoptiva fueron "Todo lo que necesitas para llevar a cabo la misión está en casa". Pero llevo dos semanas repasando todos los informes que hizo mi madre durante su carrera de microbiología y no se me ocurre nada.
A Noa le sonó el móvil en ese momento, en la pantalla se podía leer "Cris" seguido de un corazón rojo. Descolgó el móvil y se fue al extremo contrario de la estancia en busca de intimidad. Cloe le miró desde el sofá.
– ¿Te parece bien si vengo mañana y te ayudo a buscar? – le preguntó a Cloe cuando terminó la llamada.
– Sí por supuesto, estaré aquí todo el día.
Noa se acercó hasta Cloe y la abrazó.
– Hasta mañana – se despidió saliendo del apartamento
– Hasta mañana –susurró Cloe sorprendida de aquella despedida mientras agitaba la mano suavemente, sin creerse el amalgama de sentimientos que circulaban por su mente. ¿Qué te pasa Cloe?¿Habías sentido algo así antes?
[...]
Tras abandonar el piso, por la mente de Noa danzaban tantos pensamientos y sentimientos que bajó el primer tramo de escaleras hasta el rellano y aplacó la pared con la cabeza ¿Qué te pasa Noa? ¿Habías sentido algo así antes?
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Rincón de la autora
Me gustaría destacar de este episodio, el momento en el que Noa abraza a Cloe para que ella pueda llorar la pérdida de su madre. En muchas novelas románticas suele ser un momento en donde la pareja protagonista termina besándose pero preferí "educar bien" a Noa para que no se aprovechase del momento de debilidad de Cloe y permitir a los dos ir descubriendo sus sentimientos de una manera más pausada y consciente.
Aunque también ha sido mi perdición como autora, porque "Asteria" iba a ser una historia corta de 5 partes y esta evolución más progresiva hizo que necesitase más partes para terminar la historia > ^ <.
¿Has tenido este tipo de situaciones como escritor? Déjame un comentario.
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