No pudieron escapar, el uno del otro.

A Noa aún no le había dado tiempo a contarle a Cloe toda la verdad sobre lo que estaba pasando alrededor de Asteria, el último reducto de magia arcana del planeta. Solo sabía que lo que iban a hacer esa noche, cambiaría el curso de la historia.

...

Allí estaban los dos, uno frente al otro. Dos viejos conocidos tras dos máscaras mirando al otro a través de la línea de fuego. Una calma tensa, llena de desconfianza y mentiras.

Lucian miraba a Cris sentado frente a él. Cris le dedicaba la mejor de sus posturas provocativas, con las piernas separadas por completo dejando bien libre la entrepierna, además de bien adornada por una peineta en su mano izquierda.

En el pasado, que ahora se antoja muy remoto, no habían sido los mejores amigos pero tampoco habían estado tan a la gresca como ahora. Todo empezó cuando ambos entraron en la vida de Noa. Por motivos distintos y contrapuestos. Y lo peor de todo es que no podían ponerse la mano encima para solucionarlo de una sola y violenta vez.

Lucian abandonó su pose de faraón egipcio, con la que esperaba la llegada de Noa en el sillón orejero para abrirle la puerta a su hijo que jugueteaba con las llaves al otro lado de la puerta.

Lucian abrió por completo los ojos y fijó la mirada en su hijo, por un momento a Noa le pareció que Lucian había crecido hasta el tamaño de un gigante. Y su pelo rubio platino le confería una apariencia de vampiro realmente aterradora.

– Saca a ese engendro de aquí – dijo tan lento y con su voz tan grave que parecía el mismísimo Lucifer.

– Aaaahh, ¡ hay que ser amable con los invitados, señor Cerbero! – se quejó Cris sobreactuando – ¿¡Encima que te traigo pastelitos me tratas así!? Fuerte desperdicio.

– ¡No eres un invitado cuando te cuelas en mi casa! – gruñó Lucian. Aún sentado en el sofá Cris sonreía divertido con una traba del pelo que posiblemente fuese la responsable del allanamiento de morada.

– ¡YA ESTÁ BIEN! ¿QUERÉIS PARAR LOS DOS? – gritó Noa desde el umbral de la puerta – Llevo cinco malditos años en medio de vuestras discusiones. ¡Y estoy harto! ¿No podéis intentar llevaros bien por mí?

Lucian y Cris se miraron. Ninguno de los dos quería ceder en su papel, pero si no cedían su partida de ajedrez particular se quedarían sin movimientos que jugar.

– Como ofrenda para la tregua, me gustaría ofrecer al estirado señor uno de los pastelitos que he hecho con tanto amor para ti – comenzó a negociar Cris. Aunque su elección de palabras recibió una fría mirada por parte del padre y del hijo. Lucian se cruzó de brazos y apartó la mirada.

– No me gustan los dulces – dijo entre dientes. Noa sabía perfectamente que no era verdad, todo titán tiene un punto débil y el de Lucian eran los dulces.

– Padre ... – Noa suplicó con la mirada.

– Está bien, siempre y cuando no vuelva a ver a este personaje dentro de nuestro piso.

– Acepto, total a mí tampoco me gustan las vistas desde aquí – interrumpió Cris antes de que Noa pudiera apuntar que la petición de Lucian era demasiado. Lucian estaba asesinando a Cris con la mirada. Cris cogió la caja de pastelitos y se la tendió a Lucian con una reverencia – Si me concedes el honor de tomar uno, desapareceré de tu vista.

Lucian miró la caja con desconfianza, pero solo así conseguiría mandar lejos a ese bufón. Tomó uno de los pastelitos y se lo comió de un bocado. Por una milésima de segundo, Noa pudo ver una expresión de placer en la cara de Lucian. Pero rápidamente volvió a su fachada de hombre incorruptible. Levantó las dos manos, en señal de que ya no quedaba nada y que la petición estaba satisfecha. Entonces Cris, se reincorporó y empezó su andadura hacia la puerta. Le empujó la caja con los pastelitos restantes al torso de Noa.

– Tenemos que hablar – le susurró al oído.

– Yo te llamo después – le indicó Noa. Entonces Cris se puso de puntillas y le dió un beso en el cachete a Noa, y le guiñó un ojo a Lucian para provocarlo.

– ¡Lárgate ya! – le gritó Lucian.

Y, entre risas, Cris cerró la puerta tras de sí.

Y, en frente a su hijo se quedó la más fría de las versiones de Lucian.

El joven abrió la boca sin saber qué decir. Se había peleado con su novio esa misma mañana. Después, había experimentado un aluvión de emociones en casa de Cloe. Y a continuación, lo habían arrastrado otra vez al intercambio de puñales voladores del que estaba realmente cansado. Por no traer a colación que aquel que tenía ante sus ojos decía ser su padre y sus recién recuperados recuerdos le alertaban de que era mentira. Si había que resumir lo que pasaba por la mente de Noa en ese momento era confusión y agobio.

– No te he entrenado toda tu vida para que a la hora de la verdad caigas – dijo Lucian sin perder la compostura. Noa lo miró furioso, esas palabras eran lo último que necesitaba en ese momento. Lucian se acercó a él. Todos aquellos años habían tenido una mecánica de atacarse el uno al otro para desfogarse, no mediaban palabra pero a través de los movimientos lo decían todo. Era su lenguaje particular. Era por ello que Noa ya estaba esperando el primer golpe pero para su sorpresa Lucian lo abrazó.

– No dudes ahora y sigue tu instinto. Ya falta poco – le susurró Lucian al oído justo antes de terminar el abrazo y volver a su habitación.

Esas palabras fueron la gota que colmó el vaso de la confusión de Noa. Se giró sobre sí mismo y arrancó a caminar por la ciudad. 

Le hubiese gustado coger la moto y quemar rueda pero sentía como si la realidad fuese un gran puzzle con infinitas piezas a las que prestar atención. En el pasado, un accidente en el que el conductor no iba poniendo atención a la carretera se había llevado a una persona muy querida para él y no quería convertirse él en el homicida en esta ocasión.

Sus pies lo llevaron a la avenida que daba al lago. Puso las dos manos sobre los barrotes que lo separaban del agua y dejó que el viento le despeinarse. Desde aquella posición veía las montañas donde hace diez años se perdieron con su padre biológico. Los malos recuerdos llevaron su mano a la cicatriz en el costado. Poniéndolo en perspectiva, por mucho que Lucian se pasase día y noche convirtiendo cada acción cotidiana en un ejercicio de artes marciales nunca le había hecho daño de verdad. En cambio su progenitor por poco lo mata. Sin contar que seguía vivo gracias a Cloe.

– ¡Hombree! El gran "Noa kárate" – una voz conocida aparece detrás de sí y le saluda con un golpe en el hombro. Noa se gira y se encuentra con Friederick, un tipo bajito y de pelo rubio, también su antiguo compañero de clases durante gran parte de su vida. Época en la que comenzó a destacar por su habilidad en las artes marciales.

– Hombre, Friederick. ¡Cuánto tiempo!

– A que sí. Parece mentira que hace escasos siete años fuéramos inseparables. Pero, tío, te veo con mala cara, ¿te encuentras bien?

– Sí, no pasa nada – Noa quería dejar al margen a Friederick.

– Venga tío, no me mientas así en la cara. Que si sigues así no te invito a mi fiesta de graduación.

– No me vengas con esas que aún estamos en otoño y las graduaciones son en verano.

– Ya sabes como me las gasto, no me gusta seguir las tradiciones al pié de la letra – le recordó guiñandole un ojo – Y cuando me enteré que la semana que viene hay eclipse con luna roja lo vi claro. Ese día sería mi fiesta de graduación.

– Como siempre estás como una regadera – se burló Noa.

– Venga, te invito a un capuchino y me cuentas qué te pasa.

Friederick había sido su mejor amigo de la infancia. Él procedía de una familia adinerada y muy conservadora. Ambos habían estudiado juntos desde primaria, habían pegado el estirón juntos durante la secundaria y habían compartido todo hasta los últimos cursos de la preparatoria a la universidad, momento en el que entró Cris en sus vidas.

Cris había entrado en la academia privada como alumno becado, al igual que Noa. Con el paso del tiempo la amistad había florecido entre los tres chicos pero se marchitó instantáneamente el día que Friederick descubrió que sus amigos eran algo más que amigos. Ese día, todas sus tradiciones y convicciones construyeron una gran muralla entre él y su amigo más querido de la infancia.

Muralla que estaba dispuesto a hacer desaparecer si la mala cara de su amigo significaba que había roto con aquella alma libre. Y aunque esas no fueron las palabras exactas de Noa, su vida estaba bordeando esa posibilidad. Noa le contó cómo se había encontrado con una amiga de la infancia por la que estaba empezando a sentir algo, y que ahora mismo tanto su padre como su novio le parecían dos extraños.

Noa se encontraba delante de Friederich, sufriendo. Transformar sus sentimientos en palabras había sido duro. Había intentado protegerse de la realidad metiendo su cabeza entre sus dos brazos. Pero lo único que había logrado es que un mechón de pelo furtivo terminase en la nata del capuchino.

– Noa – le dijo Friederick con un tono de voz suave, imitando a su terapeuta – Creo que ya has dado el primer paso en todo esto. Lo has verbalizado.

Noa sacó la cabeza de entre sus brazos y la nata del pelo le cayó en la nariz como una cagada de paloma encima de un coche. Ambos chicos se rieron.

– Pero si me permites el consejo – dijo mientras le tendía una de las servilletas de tela de la lujosa cafetería – Rompe con Cris y explora tus sentimientos por Cloe sin esa carga sobre tu espalda.

– Pensaba que Cris también era tu amigo – dijo Noa mientras se quitaba la nata del pelo.

– Si te soy sincero, yo también lo creía, pero todos estos años a mi propia bola en la universidad me han dado otra perspectiva y he llegado a la conclusión de que solamente tenía dependencia a los dulces que hacía. – Noa se sorprendió – Piénsalo por un momento. Siempre que nos reuníamos había dulces, caramelos o algo de su tienda de golosinas para compartir. Siempre algo dulce. Era como si quisiera comprar nuestra amistad, o drogarnos para conseguirla.

– Ala, ala, con qué ideas locas me sales – intentó quitarle importancia Noa.

– Porque no tengo pruebas concluyentes – Friederick señaló a Noa con la cuchara – porque si no se las mostraba al jurado para su veredicto.

En ese momento, sonó un mensaje entrante en el móvil de Noa. "Creo que he descifrado el mensaje" Friederick se apoyó en la mesa para cotillear la foto de Cloe en la aplicación de mensajería instantánea.

– No está mal la chica – le propinó un codazo a Noa mientras le guiñaba un ojo – ve a por ella tigretón.

[...]

La conversación con Friederick había ayudado a Noa a poner orden a sus pensamientos. Fue como escribir las preguntas de un examen, ahora hacía falta contestarlas todas y avanzar. Aunque el comentario sobre Cris, le había añadido una pregunta extra al exámen. ¿De verdad sentía algo por él?

Había vuelto al edificio pero no había pasado por el piso para no ver la cara de Lucian. En cambio se dirigió al garaje a recuperar la moto y poner dirección a la casa de Cloe.

Solo habían dos situaciones en las que Noa se sentía de verdad él mismo, la primera era cuando practicaba artes marciales y la segunda cuando quemaba rueda con la moto. En ambas situaciones sólo existía el aquí, el ahora y él mismo.

Recorrió media ciudad con el ronroneo del motor entre sus piernas y el viento acariciándole el torso, hasta que llegó al edificio donde vivía Cloe. Y la encontró en el patio anterior al edificio, mirando hacia el cielo ensimismada. Las plantas del jardín parecían bailar a su alrededor y las estrellas parecían brillar más fuerte.

Ciertamente encontrarse con ella y encontrarse con Cris le despertaban sentimientos distintos en el pecho. ¿Podría ser que Friederick tuviera razón?

– Hola Cloe – la saludó, pero no hubo respuesta, ella seguía mirando al cielo. Noa siguió la dirección de su mirada y pudo ver una luna casi completa en medio del atardecer. Noa deslizó sus dedos entre los de ella sin pensarlo y sin dejar de mirar el cielo. Pero este gesto sacó a Cloe de sus pensamientos. Ella miró ambas manos y lo miró directamente a los ojos.

– ¿Vas a seguir jugando conmigo? – dijo retirando su mano – te recuerdo que tienes novio.

– Pero no siento por él lo mismo que por ti – Cloe se sorprendió al oír esas palabras. Y se puso nerviosa. Ella nunca había sentido eso por nadie y no sabía cómo actuar. Pero estar delante de Noa hacía que el pulso se le aceleraba, a la vez que su mente no dejaba de reproducir la escena del beso entre Noa y Cris en el semáforo.

– ¿Cómo puedes estar seguro de eso? – preguntó Cloe. Noa suspiró para dejar los nervios fuera. Pero eso no impidió que un velo de tristeza apareciese en su cara.

– Hace años ... – Noa no pudo evitar apartar la mirada de Cloe – antes de empezar a salir con Cris, tuve una novia.

Una expresión de completo pánico apareció en la cara de Noa, como si estuviera reproduciendo una tragedia en su cabeza. Cloe no necesitó más palabras para entender que ella había fallecido. Le tocó el brazo a Noa, sacándolo de sus pesadillas. Él la miró y puso su mano en la mejilla.

– También mi corazón saltaba de alegría cuando ella aparecía – susurró Noa – como cuando te veo a ti.

En ese instante, con la última luz del día y la luna de testigo Cloe lo besó.

Después él apoyó la frente contra la de ella y tras disfrutar un segundo del momento, respirar los sentimientos correspondidos, él la besó.

– ¡Buscad algo de intimidad chavales! – gritó el vecino que bajaba la basura interrumpiendo el momento – ¡Fuerte juventud más desvergonzada! – Ambos jóvenes se miraron y se rieron.

– Bueno... subimos a casa y te enseño lo que he descubierto – cambió de tema Cloe. Noa asintió sonriendo.

Subieron en ascensor cogidos de la mano, hasta la decimotercera planta,.

Una vez en el piso de Cloe, ambos se sentaron en el sofá y Cloe sacó lo que según ella era la transcripción de todos los garabatos en los bordes. Se había pasado toda la tarde recorriendo todos los informes transcribiéndolos, ordenándolos para que tuvieran un sentido y completando lagunas de información con ayuda del archivo digital de la universidad donde estudió Linda.

Su madre había participado en múltiples concursos de innovación científica a lo largo de sus años de estudio y en las fotografías de todos ellos se la veía con un chico de más o menos la misma edad, que estudiaba con ella y al que Cloe le había asignado la autoría de los garabatos que habían encontrado.

Había encontrado hasta nueve fragmentos de garabatos, si los juntabas y los leías en secuencia, tenías una crónica de una muerte anunciada.

1er fragmento:

Desconocido: He tenido una idea.

Linda: ¿Cuál?

Desconocido: Te cuento después de clase.

2do fragmento:

Desconocido: ¿Y bien?¿Qué piensas?

Linda: No sé, tiene sus pros y sus contras.

3er fragmento:

Desconocido: No he podido evitar la tentación de probarlo.

Linda: ¿pero qué has hecho?

Desconocido: Te cuento después en el laboratorio.

4to fragmento:

Linda: Díme que lo has dejado ya.

Este fragmento no tuvo respuesta escrita por parte del desconocido.

5to fragmento:

Linda: Díme que el accidente no tuvo nada que ver contigo.

Sin respuesta escrita.

6to fragmento:

Desconocido: Esta vez he podido salvar a alguien de una enfermedad mortal.

Linda: Deja de jugar a ser dios.

7timo fragmento:

Linda: Hoy traes mala cara. ¿Te encuentras bien?

8vo fragmento:

Linda: Esto es lo que vimos en clase hoy. Espero que te recuperes pronto.

9no fragmento:

Desconocido: Coge la caja y guardala para que nadie abra la caja de Pandora nunca más.

Entonces Cloe señaló el dibujo de una caja con un estampado a cuadros que recordaba a una caja de ajedrez en la hoja del informe y después señaló una caja similar que estaba en la estantería donde encajaba la televisión. Estaba oculta a plena vista.

Noa se levantó y cogió la caja. Con ella en las manos era fácil darse cuenta de que no era una simple caja, parecía que las casillas del ajedrez bailaban sobre algún eje y que el contenido se desplazaba en el interior. Pero esa caja, al igual que otras muchas cajas, era de madera.

Con un golpe de karate, Noa rompió la caja. Entre las astillas encontraron unos papeles. Noa se los tendió a Cloe a la vez que le hacía una burlona reverencia acompañado de un "my lady".

Los ojos de Cloe recorrieron a toda velocidad el nuevo documento y en la última página se encontró un dibujo de una planta. Se la enseñó a Noa.

– ¿Te resulta familiar?

– Esta planta solo la he visto en Asteria – dijo Noa con los ojos abiertos como platos – ¿Qué quiere decir esto? – preguntó Noa mirando a Cloe. Ella puso sus manos encima de las del chico y lo miró directamente a los ojos muy seria.

– Que en el siguiente capítulo de la Odisea de Noa y Cloe, volvemos a Asteria. 

___

Rincón de la autora

Estos días he estado trabajando en la secuela de Asteria ( que si no lo sabéis es un videojuego ) y en este otro medio tengo más herramientas para contar historias que hecho de menos aquí, como por ejemplo el fragmento:

– Saca a ese engendro de aquí – dijo tan lento y con su voz tan grave que parecía el mismísimo Lucifer.

En un videojuego si que puedo hacer que aparezcan las palabras lentamente, por ejemplo:
Saca
a

ese

engendro
de

aquí

Que le daría una profundidad a la frase que aquí no le puedo dar. Pero bueno, curiosidades de las diferencias entre la prosa y la novela visual interactiva. Jeje.

Si habéis leído mi tablón, sabréis que la próxima parte ya es la última y que se publicará el viernes de la semana que viene.  Así que nos vemos el próximo viernes ✨

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