Shay x Haytham
—¿Por qué demonios estamos aquí?— Pregunta Shay, cruzado de brazos en su butaca, Ezio sólo niega y Jacob le da un golpe en el hombro.
—Por Arno, es su gran noche. —susurra Ezio y mira hacia el frente, donde toda la orquesta está bien acomodada; y entre el tumulto de personas, se encuentra Arno, elegantemente enfundado en un smoking, sujetando solemne su violín y atento a las partituras, y aunque a Jacob le fascina el aspecto de su novio en ese precioso momento, no cabe duda que el traje acabará en el piso de su departamento una vez que el concierto acabe y se vayan de ahí.
Shay sólo es capaz de soltar un suspiro. Nunca ha sido un hombre de fe, pero, en esos momentos, reza porque el concierto transcurra rápido, o al menos no quedarse dormido, sabe bien que Arno le reprenderá si hace eso.
Están tan cerca, que Shay es perfectamente capaz de distinguir todos los rostros entre la multitud de músicos, pero hay alguien que particularmente capta su atención, y es el director de la orquesta misma. Al momento que comienza la música, Shay queda maravillado con los gráciles movimientos del hombre que lleva la batuta, que lo único que desea es poder ver el rostro de tan elegante sujeto; pero durante casi dos horas, solamente se conforma con ver su cabello, de un negro profundo, sujetado impecablemente con una cinta roja.
Al final no se ha dormido, cosa que tiene sorprendido a Ezio y a Jacob, este último, si bien no es fanático de Mozart, ya se ha acostumbrado a escuchar a su novio practicando constantemente; así que pasó de aburrirse a disfrutar en cierto punto los gustos musicales de Arno.
Al concluir, los tres chicos aguardan a que Arno esté libre para acercarse y felicitarlo, pero de inmediato, la atención del francés es demandada por el director de la orquesta, y amigo cercano.
Finalmente Shay puede verlo.
Amor a primera vista. Haytham Kenway está completamente seguro de que eso es completamente lo opuesto a lo que sintió en el momento que conoció a Shay Patric Cormac, el amigo de Arno; ciertamente tenía cientos de defectos y ni uno solo de estos le resultaba encantador; pero no iba a negar que el menor había despertado cierto interés en él con esa llamativa cicatriz que atravesaba la parte izquierda de su rostro, seguramente habría una historia que valía la pena escuchar detrás de esta.
Así fue como comenzó todo.
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—¿Puedo saber en qué piensas?— Shay alza un poco la cabeza del regazo de su pareja para verlo mejor, encantado por los brillantes ojos azules del mayor. Este dejó de lado su libro y sonrió.
—Pienso en ti. —respondió Haytham, Estiró la mano y delicadamente acarició la mejilla del irlandés; este cerró los ojos y disfrutó las caricias, eran pocas las veces que Haytham tenía esa clase de gestos, así que, cada que lo hacía, lo disfrutaba de una manera en que Kenway no podía siquiera imaginarlo.
—¿Puedo saber que pensabas sobre mí exactamente?— Shay abrió los ojos, un poco curioso.
—Bueno, en que, cuando te conocí, creí que eras un idiota. Si mal no recuerdo, apenas y fuiste capaz de pronunciar tu nombre.
—En mi defensa, es culpa tuya que me haya puesto así. No estaba preparado para conocer a alguien como tú… —murmuró Cormac, desviando la mirada, quizá un poco incómodo al recordar la noche del concierto de Arno.
—Yo tampoco esperaba conocer a alguien como tú.
Regularmente Haytham era propio de visitar sitios como museos, galerías de arte, codearse con gente bastante culta… así que fue toda una sorpresa cuando se encontró, poco a poco enamorándose de un joven, seis años menor que él, que apenas y hacía más que leer las revistas en la sala de espera del dentista. Y aún así, Shay había comenzado a leer algunos libros, más que nada buscando impresionarlo y tener algún tema de conversación con él. Haytham, por su lado, buscaba a Arno y pedía consejo para charlas de temas más banales, para no aburrir a Shay.
Finalmente, Haytham sujetó el rostro de Shay entre sus manos, inclinándose a capturar sus labios en un beso, gentil y casto.
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