Jacob/Arno
La cama parece bastante grande en aquellos momentos, es ridículo ¿no? después de todo, no está solo en esta; a su lado, como si nada estuviera pasando, su esposo descansa plácidamente, dándole la espalda. Por unos segundos vacila en si debería abrazarlo o no, pero, ciertamente ha pasado tiempo desde la última vez que lo abrazó con gusto.
Jacob Frye se sentía como un completo idiota mientras que miraba el techo, se sumía en los pensamientos de autocompasión, ¿cómo había podido permitir que las cosas llegaran a eso? Es decir, siempre había procurado ser atento a todas las necesidades del francés que estaba hecho un ovillo a su lado, había sido gentil y amoroso; jamás le había alzado la mano o le habría dirigido una mala palabra.
—Arno ¿sigues despierto?
Sus ojos verdes, siguen clavados en el pulcro techo de la habitación; quizá debería aguardar a la mañana siguiente para abordar el tema, pero se lo ha callado tantos días, que siente la opresión en su pecho. La única respuesta que recibe por parte de Arno es un semi gruñido, y luego este se gira para poder verlo. Jacob se siente incapaz de verlo. Aún en la penumbra de la noche, sabe que, una mirada sería suficiente para callar.
—¿Desde hace cuánto?— su voz, es apenas más que un susurro. No hay enojo en sus palabras, ni siquiera algo de rencor; solamente se refleja el dolor en estas, y aunque Arno no lo nota, también se nota un poco rota. La pregunta deja a Dorian un poco desconcertado, y antes de que pueda decir algo, Jacob continúa lanzando preguntas.
—¿Puedo saber, al menos, qué es lo que hice mal? ¿No fui lo suficientemente bueno acaso?
Entonces, es cuando Arno cae en la cuenta de lo que está hablando Jacob. Sabía que el día tendría que llegar, lo que no esperaba era que sucediera tan pronto, y tampoco que al inglés se le ocurriera abordar el tema en mitad de la noche.
—Jacob… no ha sido eso, no ha sido culpa tuya…
Dorian siquiera sabe qué decir, claro, en más de una ocasión, había abordado el tema con Shay, pero, ahora que tenía la situación de frente, no sabía cómo debía actuar.
—¿Lo amas?— Realmente Jacob no está del todo seguro de querer escuchar esa respuesta, pero, otra parte de sí, exige saber los sentimientos del francés. Escucha un suave “sí” por parte de su pareja. Siente cómo su corazón se parte, pero aquello no es realmente tan doloroso como el día en que percibió un perfume distinto en las camisas de Arno, o cuando descubrió un mordisco en su clavícula que él no había hecho. Duele, sí, pero era algo que ya había estado esperando.
En ese momento se levanta de la cama, y comienza a cambiar su pijama por ropa más apropiada para salir a la calle. Arno se sienta en la cama y en sus ojos puede leer la interrogante sobre lo que hará.
Jacob sonríe débilmente y termina poniéndose la cazadora de cuero negro que siempre usa, al terminar, mira con el ceño ligeramente fruncido la argolla de matrimonio que adorna el anular de su mano izquierda, argolla que Arno le había entregado acompañada de una promesa. Desliza la pieza metálica fuera de su dedo y se la entrega a Dorian en la mano, hace un pequeño amago de acercarse con la intención de darle un último beso, pero a escasos centímetros, cuando siente como sus respiraciones se entremezclan, acaba apartándose, gracias al poco orgullo que aún le queda.
No dice nada más, no quiere saber siquiera si conoce al amante de su esposo, o los detalles de cómo acabó Arno involucrado con él. Por su propia paz mental, prefiere quedarse en la ignorancia.
Sale entonces del hogar que comparten juntos, meditando en que, al día siguiente faltará al trabajo y se dedicará a embalar todas sus pertenencias para volver a su departamento de soltero.
Sus pasos se ven guiados, inconscientemente, hasta las puertas de un bar, sitio que solía visitar con cierta frecuencia, al menos hasta que contrajo nupcias con Arno; apenas entra y el bartender deja lo que está haciendo para recibirlo.
—Maxwell… —el ambiente vivaracho y las atenciones de su amigo, le hacen olvidar unos instantes el motivo por que, para comenzar, había llegado hasta ahí, el mayor le guía hasta la barra y le ofrece algunos tragos.
Y en ese momento, a Jacob no parecen molestarle los ligeros coqueteos de Roth. Incluso, ya con el alcohol encima, comienza a meditar la oferta de años atrás, sobre darle una oportunidad.
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