Jacob regresó a la cama, un tanto insatisfecho con la imagen frente a él; si bien Alexander enredado entre las sábanas, plácidamente dormido, meses atrás le parecía un sueño hecho realidad, ahora se sentía hastiado.

Pasó un par de meses tratando de cortejar al chico, y si bien sus constantes negativas lo volvían aún más atractivo a sus ojos, ahora que lo tenía, simplemente la emoción desapareció.

Se recostó a un lado y abrazó al chico por mera inercia, por costumbre de dormir abrazado a alguien, pero terminó separándose y dándole la espalda a su pareja, incómodo con todo ese movimiento propio de Alexander para acurrucarse contra su pecho.

Comenzaba a tener cada vez más dudas de lo que quería con él chico, meditando sobre la charla con él durante la cena.

La idea de vivir juntos le había entusiasmado al inicio, pero, si lo pensaba bien... Alexander había hablado de matrimonio y adopción, y él no se veía a sí mismo como una buena figura paterna o como un buen esposo, ni siquiera se podía visualizar llegando a comprometerse con alguien, se lo había dicho a Evie miles de veces.

Por lo que el amanecer encontró a Jacob tendido en la cama, con los ojos entreabiertos y unas pronunciadas ojeras, meditando sobre si realmente amaba a ese chico que aún reposaba del otro lado del colchón o si simplemente se había acostumbrado a su compañía.