Haytham × Giovanni

Jadeó agitado, necesitado de que el aire llegase a sus pulmones, pronto sintió nuevamente aquel suave escozor pero no le molestaba, muy por el contrario el castaño lo disfrutaba; incluso alzaba más sus caderas.

-Más...

El mayor sonrió y dejó un beso en su hombro, seguido por una mordida juguetona, procurando no dejar marca alguna, no quería que su "amigo" tuviese problemas más tarde con su esposa.

-¿Seguro? No quiero lastimarte...

El castaño negó, pasó los brazos al rededor del cuello contrario y se quedó inmerso por unos segundos en aquellos profundos ojos azules.

-Vamos, Haytham. Sé que no lo harás, de cualquier manera... podría decir que resbalé por las escaleras y caí de sentón.

Haytham se echó a reír, cosa que entorpeció más los sentidos de su amigo y socio.

-Curiosamente siempre caes de sentón cada que vienes a negociar conmigo.

El castaño, sus mejillas, se iluminaron sutilmente ante el descarado comentario del británico. Luego le llegó un pequeño sentimiento de culpa, por su esposa.

-Tienes razón.

-Siempre la tengo, Giovanni.

El italiano apartó generosamente a su amante y tomó asiento sobre el sofá, intentando acomodar su camisa.

-No, quiero decir... siempre que vengo tú, pones esa estúpida mirada y...

Sus palabras bajaron de volumen hasta que simplemente permaneció en silencio.

-No debería hacerle esto a María. Ni tú a Ziio.

Haytham acomodó sus pantalones y se sentó junto al italiano, ligeramente irritado antes su repentino cambio de actitud.

-Yo en ningún momento te he forzado a que te bajes los pantalones para mi, Auditore ¿O sí?

Giovanni suspiró. Haytham tenía razón, jamás le había obligado a nada; no fue impulso de él el primer beso que compartieron, o el primer encuentro. No, él sólo estaba ahí, dispuesto a avanzar al ritmo que él impusiera. Eso lo hizo sentir peor.

-Esto... debe terminar...

Haytham asintió, pero por primera vez tomó la iniciativa, recostado nuevamente al italiano en el sofá.

-Será la última vez. Te lo aseguro.

Giovanni no estaba del todo seguro de hasta que punto la idea del último encuentro entre ellos le agradaba o no; pero no puso resistencia cuando Haytham se acomodó entre sus piernas.

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