Capítulo 30: Evaluaciones
Ace miraba con asombro cómo Law sacaba papeles y más papeles de las cajas que habían traído con las cosas de su difunto padre. Acuclillado en el suelo, revisaba con rapidez las etiquetas hasta encontrar la que tanto buscaba, la lista de alumnos que tuvo durante sus años de profesor.
- Toma, revisa estos de aquí – le remarcó Law a Ace dándole un taco de folios mientras él se quedaba otro –. Seguro que está su nombre, estoy convencido.
- Pero no es médico ni cirujano – susurró Ace creyendo que pensaban en la misma persona.
- No todos acaban la carrera de medicina y otros que la terminan, se especializan en otras ramas porque fracasan en las que quieren o simplemente, porque desean otras especializaciones.
- ¿Crees que quiso ser cirujano o que prefería otra rama?
- Creo que soñaba con ser el mejor cirujano y no valía para serlo – dijo Law sin más – o quizá tuvo algún accidente y ya no pudo serlo, no lo sé, la cuestión es que creo que no llegó no porque quisiera ser otra cosa, sino porque ocurrió algo que le impidió serlo. Está cometiendo estos asesinatos para demostrarme a mí que pudo ser el mejor cirujano.
- ¿Por qué demostrártelo a ti? – preguntó Ace – supongo que estaría resentido en todo caso con tu padre.
- Porque mi padre está muerto y no puede demostrárselo a él ni superarle, pero... puede intentar superarme a mí. Empezó imitándome para llamar mi atención. Quiere demostrar que es mejor que mi familia y que mi padre se equivocó cuando le dijo que no serviría para cirujano – Law sonrió –, pero todo esto sólo es una hipótesis que no puedo confirmar. Una corazonada si lo prefieres. No puedo probarlo, Ace.
- Probarlo es mi trabajo y por corazonadas suelo moverme – sonrió Ace – investigaré esta línea que dices a ver qué encuentro.
- Hoy tengo una evaluación psiquiátrica – se quejó Law pese a seguir revisando informes – quizá podría intentar algo pero...
- Tú ve a tu evaluación psiquiátrica, yo me ocuparé de obtener las pruebas necesarias.
- ¿Estás seguro?
- Sí, tengo un plan... creo. No sé si funcionará pero puedo intentarlo.
La mirada de Law cambió en ese instante de una tan apasionada como la tenía por haber descubierto algo a otra mucho más melancólica y triste.
- ¿Estás bien?
- Sí, sólo pensaba – susurró Law.
- ¿En qué?
- En que creo que tengo al culpable y que en cuanto tengas las pruebas necesarias, ya no me vas a necesitar y por tanto... regresaré a la cárcel donde ya no volveré a verte. Es una estupidez, lo sé. Sabía que todo esto tenía un tiempo limitado y que tú querías acabar cuanto antes, atraparlo lo más rápido posible y... yo quiero ayudarte a hacerlo, lo he hecho, pero a la vez, siento que si hubiera retrasado todo esto, habría tenido más tiempo a tu lado.
- Sabía que lo pensabas o al menos lo intuía. Es parte del ser humano ser egoístas y la verdad es que quizá yo también lo pensé en algún momento, pero... no puedo dejar a un asesino suelto por ahí, Law. Es mi deber proteger y velar por la población.
- Lo sé. Sólo fue un pensamiento pasajero – sonrió Law.
- ¿Sabes qué? – se acercó Ace hacia el rostro de Law, posando su mano en la mejilla y acariciándola con su dedo pulgar –. Me encanta lo honesto y sincero que eres siempre conmigo.
- Supongo que porque mi padre siempre decía que para que una relación funcione desde el inicio, hay que ser sincero y confiar el uno en el otro. No sirve de nada mentirte y mantenerte a mi lado si no te gusta como soy en realidad. Tienes que quererme tal y como soy y desde luego, para confiar en mí, tengo que ser sincero contigo. Sé que Mihawk te hizo daño, que no era sincero contigo, que te dejaba solo la mayoría de las veces, que tenía dobles intenciones y que te hizo daño, mucho daño. Yo no puedo prometerte que no te haré daño, es posible que te lo haga, pero sí puedo asegurarte que no será mi intención hacerlo. Siempre querré hacer lo mejor para ti. En parte, siento que tú me haces mejor persona aunque ya no pueda cambiar mi pasado.
- Tú siempre sabes qué decir en todo momento – sonrió Ace antes de unir sus labios a los de Law.
***
Si algo enfadaba realmente a Law era hacer cosas innecesarias y pasar por evaluaciones psiquiátricas cuando él pensaba que no las necesitaba era una de esas cosas. Su padre, que había sido un gran cirujano además de especializarse en otros campos de la medicina, siempre repitió en su familia la importancia de los psicólogos, pero claro, él siempre hablaba de los buenos psicólogos que se hubieran psicoanalizado a sí mismos acudiendo a terapia con otros psicólogos, antes de atender a otros pacientes. Los estudiantes recién salidos de facultad que no habían ido a hacer sus propias terapias no era algo que gustase a su padre y, por tanto, tampoco le gustaban a Law. Demasiado manual y poca práctica, era lo que pensaba de Muchana, el psiquiatra y médico de la prisión.
- Vamos, Law – comentaba Muchana con la mano en la puerta abierta como si esperase para que su paciente entrase en la sala. Law miró hacia Ace casi como pidiendo una súplica para escapar de aquella tortura, pero no encontró absolutamente nada excepto una frase sarcástica.
- Que vaya bien, Law – sonrió Ace.
- Odio... – inició la frase Law al llegar hasta Muchana, sin embargo, éste sonrió.
- Sí, lo sé... odias estas terapias. Toma asiento, anda, vamos a empezar. Tengo que evaluar cómo llevas tus brotes psicóticos.
- No tengo brotes psicóticos – se quejó Law. De nuevo volvían a hablar de temas teóricos en vez de enfocarse en la práctica. Era un psicólogo de puro manual que creía que por leer esos libros e identificar algunas conductas que pudieran o no coincidir con x enfermedad, ya era evidente que debías padecerla.
- Law... ya hemos tenido esta conversación muchas veces y...
- Y no queda claro por lo que veo. ¿Sabes lo que ocurre cuando empiezas a estudiar medicina? Te dan libros y enciclopedias sobre enfermedades y cuando te pones a leer... crees tenerlas todas porque hay coincidencias, pero en realidad, no las tienes, tienes que ver más allá de eso para darte cuenta y saber diferenciar.
A medida que Law entraba dando su magistral explicación, Muchana cerraba la puerta tras él observando cómo Law iba directo a sentarse en el sillón oscuro junto a la ventana. Para Law, aquello sólo era un rato en el infierno teniendo que soportar a ese tipo.
Muchana sonrió en cuanto tomó asiento y observó a Law mirarle fijamente como si quisiera indagar en lo más hondo de su ser. Debía admitir que los conocimientos sobre toda clase de medicina eran sorprendentes en ese chico para ser tan joven.
- Explícame algo, Trafalgar Law – susurró el psiquiatra –. ¿Por qué tirar toda tu carrera y tu vida por la borda en esos crímenes?
- No lo sé. ¿Por qué no me lo dice usted? Es mi psiquiatra.
- Tenías una brillante carrera por delante, apenas habías empezado a estudiar medicina en la universidad y ya todos sabían que llegarías lejos. Tu padre te enseñaba en casa desde niño y fuiste el primer y único estudiante de primero de carrera en ir al hospital junto a tu padre a practicar. Te metía en quirófanos, te preparaba para ser el mejor y tú simplemente... desaprovechaste todo ese potencial para ir a asesinar a personas.
- ¿Por qué mejor no me cuentas tú a mí por qué siendo estudiante de mi padre acabaste ejerciendo de psiquiatra? – preguntó Law con una sonrisa socarrona en su rostro mientras apoyaba los brazos en sus piernas para echar el cuerpo hacia delante en señal de cierta hostilidad, como si quisiera quitar más espacio entre ellos para demostrarle que no le tenía ningún miedo.
- Me gustaba el campo de la psiquiatría.
- Sí, claro – empezó a reír Law como un auténtico lunático – dime otra, ésa no se la cree nadie. Mi padre preparaba a los mejores cirujanos del país, todo el que iba a su clase quería ser cirujano así que... ¿Qué ocurrió para que tú no fueras un cirujano más y acabases siendo un médico cualquiera en esta prisión con conocimientos de psiquiatría?
- Eso no es tu incumbencia – le remarcó.
- Yo creo que sí. ¿Es que no eras lo suficientemente bueno? ¿Cometiste algún error irreparable en quirófano? ¿Hasta qué curso llegaste? – sonrió Law, sin embargo, sonrió más al ver cómo el psiquiatra frente a él apretaba con mayor fuerza su libreta. Había dado en el clavo – ya veo... y todavía quieres demostrar que eres mejor que los estudiantes de mi padre... mejor que yo. ¿Es por eso por lo que vienes a hacerme evaluaciones tan a menudo? Te diré una cosa, no me siento inferior a ti.
El psiquiatra pareció relajarse ligeramente mientras tomaba aire, casi como si quisiera volver a su calma original y dejar de ser provocado por Law y entonces, su agarre a la libreta cesó hasta uno mucho más liviano. Una vez más calmado, recuperando su tono de paciencia y tranquilidad, el psiquiatra imitó a Law echando su cuerpo hacia delante para acercarse a él y susurró algo que Law terminó de entender a la primera.
- Sólo eres un niñato egocéntrico y egoísta.
- Touché – le sonrió Law al reconocer esas palabras pese a que todavía no podía demostrar nada, sin embargo, él ya tenía lo que necesitaba. Sabía dónde buscar y qué buscar.
- Lárgate de mí vista ahora, Trafalgar Law – le aclaró el psiquiatra.
- Claro que me voy, tengo que pillar a un imitador barato – se quejó Law.
- Mucha suerte, Law – sonrió el psiquiatra – nos vemos en prisión.
Aquella afirmación era sin duda algo que Law pilló al vuelo. Claro que se verían en prisión, porque ese tipo era médico allí, sin embargo, Law quiso tomarlo por otro lado porque... iba a encontrar las pruebas contra ese hijo de puta y encerrarle.
- Puedes estar seguro de ello – aclaró Law con otra sonrisa: claro que le pillaría.
Al salir del despacho, Law caminó hacia Ace que traía un informe entre sus manos, sin embargo, observó a Muchana mirar la pizarra del caso mientras caminaba hacia la salida y desde luego, por el semblante que puso, algo no terminó de gustarle del todo aunque no dijo nada. Continuó su paseo.
- ¿Tienes los resultados de las pruebas? – preguntó Law.
- Casi, las recojo esta tarde – aclaró Ace en voz alta para que Muchana pudiera escucharle aunque ni siquiera le miró por no delatarse.
No fue hasta que Muchana se marchó de la comisaría, que Law sonrió al ver lo que estaba escrito en la pizarra: una prueba de ADN a recoger y evidentemente, ellos no encontraron ninguna en la escena del crimen.
- ¿Es lo mejor que se te ha ocurrido? – preguntó Law.
- Creo que tú y yo vamos a pegarnos una larga tarde en el laboratorio. Seguro que irá a robar esa prueba, si es que tienes razón y es él.
- Es él. Te lo aseguro – susurró Law.
- ¿Una corazonada?
- Me ha llamado "niñato egocéntrico y egoísta". ¿Te suena? – sonrió Law casi como un psicópata al que le han dado la razón en todo.
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