Capítulo 3: Primera noche.

Las hojas pasaban una tras otra. Ace estaba leyendo con suma atención los apuntes del caso, sin embargo, Law seguía sentado sobre el sofá, con las piernas apoyadas en la pequeña mesa llena de periódicos viejos y con un plato caliente del guiso en su mano. Se deleitaba con él, elogiando cada bocado que tomaba.

- ¿Estás seguro que no quieres comer ahora?

- Ya te he dicho que no. Estoy ocupado.

- Sólo piensas en el caso. ¿No puedes olvidarte de él ni para comer?

- No mientras haya un asesino suelto.

- Siempre habrá alguno, Ace. No puedes pillarlos a todos.

- Parando a comer seguro que no – se burló, aunque sabía que Law tenía razón y debería parar en algún momento a comer y dormir.

¡Dormir le preocupaba! Ahora podía mantener a Law controlado en el salón de su casa. Veía lo que hacía, estaba atento a sus movimientos, pero... ¿Qué ocurriría por la noche? No se sentía nada confiado teniéndole en su casa junto a él. Su primera medida había sido pensar en ponerle un cerrojo y encerrarlo en su habitación, pero... la descartó, no porque fuera mala, sino porque si hubiera un incendio o alguna emergencia, Law estaría atrapado, así que era mejor encerrarse él mismo bajo un pestillo. Pese a ello, seguía desconfiando.

- ¿Cuándo vas a llevarme al prostíbulo? – preguntó con una socarrona sonrisa en su rostro.

- No hoy. Tengo mucho trabajo pendiente.

- ¿En serio? ¡Qué aburrido eres! ¿Puedo ayudarte con el trabajo?

- Sí, claro que sí, poniéndote al día con el caso.

Con un largo resoplido, Law finalmente dejó el plato ya vacío sobre la mesilla y tomó los papeles, volviendo a apoyar los pies sobre la mesa para estar más cómodo. ¡Él ya se sentía como en su propia casa! Aun así, tampoco es que a Ace le importase demasiado, de hecho, tenía pocos muebles. Vivía con lo básico o es lo que Law pensaba al ver su casa.

Abrió la carpeta del forense mirando las fotografías y el informe final de la autopsia. Ni siquiera terminó de leerlo entero cuando lanzó la carpeta contra la primera papelera que vio, asustando a Ace al sentir el golpe.

- ¿Pero qué...? – preguntó Ace.

- Basura – fue la única respuesta de Law – quiero ver los cuerpos.

- ¿Que quieres verlos? Imposible. Algunos ya fueron enterrados. Teniendo los informes de la autopsia se dejó a las familias...

- Pues exhúmalos – soltó sin más – hay cosas que quiero ver en persona. Y por cierto, ¡no! No es un imitador o si lo es... es bastante malo – sonrió Law – hay cosas que yo jamás hice.

- ¿De qué hablas?

- Las marcas de sus muñecas – comentó sin más – yo no hice nada así, los agarré con cadenas o correas, por lo que la marca que dejé no se parece en nada a las de esas fotografías. Ese tío está utilizando algo puntiagudo y... - Ace se tocó involuntariamente una de las muñecas como si hablar de ello le resultase molesto, masajeándola con suavidad, gesto que no pasó desapercibido para Law – diría que fueron clavos. ¿Estás bien? ¿Te molesta que hable de heridas o sangre? – preguntó en tono divertido.

¡! A mucha gente le aparecían sensaciones al hablar de ellas. Como hablar de que algo te pica y que el cuerpo reaccionase con un picor, o un escalofrío al hablar de frío. A Ace parecía afectarle a su cuerpo cuando hablaba de temas médicos.

- Estoy bien.

- Ya, claro.

- Como te he dicho, es imposible que veas algunos cuerpos y, de hecho, ni siquiera creo que te vayan a dejar entrar por la morgue precisamente a ti.

- Creía que tenías arreglado lo del tema de ayudarte.

- Tengo arreglado que estés aquí, otra cosa es que me permitan meterte en una sala llena de instrumental quirúrgico teniendo en cuenta que asesinaste a todas esas personas con esos elementos precisamente.

- Ya prometí que no haría nada.

- Igualmente, no se fían de ti. Y yo tampoco para ser sincero.

- ¡Ouch! – dijo como si le hubiera dolido, aunque en realidad, sonreía. Sabía de sobra que Ace no se fiaba ni un pelo de él.

- Me voy a dormir. No te vayas tarde, mañana tenemos mucho trabajo.

- Sí, sí – sonrió Law, viendo cómo Ace movía la silla donde estaba sentado para irse al dormitorio.

- Tu cuarto es del fondo del pasillo a la derecha. Te he puesto la televisión allí, supongo que querrás verla. Y creo que esto sobra decirlo pero... mi habitación está terminantemente prohibida. Ni te acerques a la puerta o te doy un tiro – amenazó Ace antes de irse a su cuarto.

Law sonrió al quedarse a solas en el salón. Estar libre era increíble. Tantos años había pasado en soledad, sin hablar con nadie, sin saber nada del mundo exterior, tan sólo con el derecho a tener dos libros, sin poder hacer ejercicio en la celda, ni tener permisos para salir al patio y ahora... estaba allí, libre por fin. No podía evitar querer seguir hablando con Ace, averiguar qué había ocurrido en el mundo durante sus años en prisión, poder hacer todo lo que le negaron.

Miró nuevamente las hojas y las imágenes sobre el caso. Necesitaba un punto de mira más amplio, necesitaba descubrir su patrón, un motivo para hacerlo, algo en la conducta de ese asesino, el por qué hacía lo que hacía. Todo se hacía por un motivo y debía hallarlo.

***

Ace cerró la puerta con pestillo y se sentó sobre el colchón. Allí sólo un reloj despertador reposaba. Buscó el pantalón deportivo corto que solía utilizar para dormir bajo la almohada y se desvistió con rapidez. Él siempre había sido muy caluroso y jamás usaba camisetas para dormir, salvo cuando tenía que salir al salón si tenía visitas. Pensando en que ahora Law estaría por su casa, decidió sacar una de las viejas camisetas y dejarla sobre la silla junto a la ventana, por si le tocase salir de su cuarto.

Una vez con el pantalón corto puesto para irse a dormir, revisó la pistola y comprobó la munición. Cargada y con seguro puesto, la metió bajo su pequeña almohada por si en algún momento la necesitase. No se fiaba en absoluto de compartir su casa con Law.

Resopló antes de meter las piernas bajo las mantas y entonces, miró hacia la puerta. Completamente cerrada no debía dejar entrar a nadie y, aun así, movió instintivamente su mano bajo la almohada, tocando la pistola. ¡Miedo! Eso es lo que sentía, demasiado miedo pese a intentar soportar la gran presión que tenía sobre sus hombros.

El teléfono móvil sobre su mesilla empezó a vibrar. No le hacía falta mirarlo para intuir de quién se trataba. Seguramente o su padre o su hermano, familia al fin y al cabo. Ellos eran los que siempre llamaban sobre esas horas sabiendo que estaría ya por casa. Con la mano libre, tomó el teléfono y descolgó.

- ¿Sí? – preguntó para indicar que estaba al otro lado del aparato.

- Ace, ¿cómo va todo?

Era la voz de su padre. Se notaba que estaba preocupado aunque intentaba aparentar serenidad. Él sabía de sobra sobre el plan que tenía en mente y fue con el primero con el que debatió la idea.

- Demasiado tranquilo para mi gusto – susurró.

- Como la calma que precede a la tormenta – dijo su padre con preocupación.

- Algo así, sí.

- ¿Hiciste un trato con él?

- Sí. A cumplir varias cosas.

- ¿Te aseguraste que no te haría nada?

- Se lo hice prometer.

- Eso está bien – dijo aquello como si se quitase un gran peso de encima.

- Papá... tú pareces conocer mejor a Law que yo y me preguntaba...

- Él no romperá los acuerdos, Ace, de eso estoy convencido.

- Fuiste tú, ¿verdad?

Aquella pregunta hizo a su padre dudar. Sabía de lo que su hijo estaba hablando. ¿Atrapó a Law en sus mejores tiempos como policía? ¿Era por eso que lo conocía tan bien? Su padre nunca hablaba de trabajo en casa, pero cuando él era más joven, recordaba lo estresado que estuvo su padre por algún tema que no le dejaba dormir. En aquel entonces, no preguntó y ahora... creía saber el motivo.

- Descansa, Ace – susurró su padre.

- Sí – susurró finalmente antes de que su padre colgase.

Gold D. Roger fue uno de los mejores policías de la ciudad. Nunca traía trabajo a casa e intentaba ser un buen padre, alejándoles de todas las barbaridades que veía en su día a día. Quizá Luffy no se daba tanta cuenta, pero Ace... notaba la preocupación de su padre en la mínima cosa que hacía o decía.

"Cuidado en la calle", "llama cuando llegues", "no te quedes hasta tarde" y sobre todo... cuando volvía de fiesta. Siendo un adolescente y marchándose con sus amigos a alguna fiesta, su padre no pegaba ojo hasta que él regresaba. Daba igual la hora que fuera, su padre se quedaba en el salón. Ace entendía el motivo perfectamente. Jamás le prohibió salir, pero se notaba que por las cosas que veía en su trabajo, se preocupase en exceso por su seguridad.

¡Portgas D. Ace! Siempre utilizó el apellido de su difunta madre igual que ahora su hermano utilizaba el apellido de su madre, la nueva mujer con la que Roger se casó. Ace sabía lo peligroso que era el trabajo de policía y que su padre siempre tratase de protegerles. Con todos los enemigos que tenía, prefirió no dar su apellido a ninguno de sus hijos. Sacrificó parte de su orgullo con tal de mantenerlos a salvo.

Dejó el teléfono de nuevo en la mesilla y apagó la luz. Desde la cama y con la mano bajo la almohada, todavía podía ver bajo la ranura de su puerta la luz encendida del pasillo y el salón. Law seguía allí fuera y eso le impediría dormir.

Cada vez que cerraba los ojos, volvía a abrirlos presa del miedo. ¡Esa noche iba a ser dura!

A las siete de la mañana, la alarma del despertador sonó, sin embargo, él ya se encontraba boca arriba, mirando el techo de su dormitorio desde hacía horas. Seguramente tenía ojeras y se notaba terriblemente cansado aunque nada ocurrió en toda la noche. Si últimamente dormía poco, ahora teniendo a Law por su casa ya no dormía nada.

Se levantó y se colocó la camiseta de manga corta que la noche anterior había dejado sobre la silla. Necesitaba desayunar, su estómago rugía por algo de comida. Abrió el pestillo de su puerta y permaneció unos segundos inmóvil, con la pistola en su mano. ¿Y si Law estaba esperándole al otro lado para matarle? Su padre había dicho que estaba bien ese trato pero... ¿Y si no lo cumplía?

Abrió la puerta apuntando directamente con la pistola, pero nadie estaba en el pasillo. Antes de hacer cualquier cosa, se dirigió al aseo para orinar. Una vez más calmado, se dirigió al salón, allí debería estar Law si es que se había despertado. Ni siquiera le había escuchado ir a su cuarto en toda la noche pese a que él no llegó a dormirse.

Al entrar, su pie impulsó unas hojas hacia el centro. No debería haber nada en el suelo, pero había golpeado algo sin querer. Al mirar, se dio cuenta de la cantidad de fotografías y hojas de periódicos junto a hojas del expediente que había repartidos por el suelo. ¡No quedaba ni un hueco por donde ver la tarima!

- Ey, ten cuidado. No veas lo que me ha costado ordenar todo esto.

- ¿Ordenar? – preguntó Ace al ver el desastre organizado en su suelo – pero si has esparcido todos los papeles por todos lados.

- Shhh, estoy buscando un patrón.

- ¿Un patrón? – preguntó Ace – no hay un patrón. ¿No has leído el expediente? Salvo porque las víctimas presentan prácticamente las mismas heridas, no hay un patrón que me haga ver qué tipo de víctimas busca.

- Siempre hay un patrón – comentó Law con seguridad – bueno... casi siempre. El noventa y nueve por ciento de los casos.

- Law... tú no tenías un patrón.

- Yo tenía un patrón. Que la policía no lo descubriera no quiere decir que no lo tuviera – sonrió – tiene que haberlo, elige a estas víctimas por algo y voy a descubrir la conexión entre ellas. Y tu desayuno está en la mesa – susurró mientras miraba otra de las fotografías.

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