Capítulo 25: Desliz
Tumbado en la cama con los documentos a su lado, la cabeza de Ace daba mil vueltas a un mismo tema: la cena familiar. Su padre le había sugerido ir a cenar y, evidentemente, tenía que llevar a Law al estar bajo su supervisión. Tampoco era que supusiera ningún problema, por extraño que sonase, Roger le tenía cierto aprecio a Law, casi como si le tratase como a uno más de sus hijos.
Ace sonrió. A veces hasta se le olvidaba lo peligroso que llegaba a ser Law cuando dejaba relucir ese lado juguetón y seductor que le caracterizaba. No era como otros criminales que había capturado. Law venía de una buena familia, era inteligente, se le daban bien las dotes sociales y el condenado sabía moverse en todos los ámbitos.
La vibración del teléfono en su mesilla le hizo girarse con rapidez y ver de quién se trataba: era Kuma. Ace sonrió, porque Kuma era igual que él; cuando tenía un caso, no lo soltaba pese a que ya había finalizado su jornada laboral. Estaba contento con su nuevo compañero y era algo que nadie dudaba. Quizá ambos se habían vuelto un poco adictos al trabajo o puede que, simplemente, odiasen dejar a un asesino en serie suelto demasiado tiempo y se volcaban mucho más en esos casos. Fuera como fuera, los datos sobre el teléfono que llamó a Law estaban en un documento que le mandaba por correo.
A Ace le habría encantado decir que esa llamada sería la clave para descifrar el gran enigma de quién era el asesino, pero la realidad era que no tenía demasiadas esperanzas puestas en él. Seguramente sería un teléfono de prepago del cual se habría desecho con rapidez. Aun así, había sido toda una novedad que hubiera contactado con Law. Eso era nuevo y, por tanto, quería seguir todas las pistas posibles. Hasta ahora, su único contacto con el asesino fue el día en que le capturó y le mató en alguna nave abandonada como ocurrió con la última victima a la que pudieron rescatar casi de milagro.
Ace abrió el documento y revisó los datos que venían en él. Incluso en un teléfono de prepago, en su país eran capaces de ver un recorrido mientras estuviera encendido. No era suficiente para saber dónde se encontraba o se escondía el asesino puesto que se desharía de él mucho antes, pero, al menos, podía ver una ruta por dónde se había movido ese día. La señal salía de una tienda de telefonía móvil, posiblemente el lugar donde había comprado el teléfono y se dirigía directamente al puerto. Podía reconocer la nave industrial donde habían encontrado a la víctima y poco después de su llegada, salía la llamada al número de Law. Su señal salía fuera de la nave hacia la contigua. Desde allí debió hacer el disparo. Tras eso, la señal se perdía en uno de los contenedores. Debió apagarlo y tirarlo.
Siendo honesto, aquello era un callejón sin salida en ese instante, pero, ahora que sabía que el asesino estaba dispuesto a entablar conversación con Law, quería tenerle lo más controlado posible y observar cómo se movía y por dónde se sentía más seguro. Quizá le diera una localización que soliera repetir. Era su única opción y aunque era agarrarse a un clavo ardiente, tenía que hacerlo.
Guardó la ruta que siguió el asesino ese día y cerró el portátil. No podía hacer demasiado ya excepto seguir investigando estudiantes del padre de Law. Era buscar una aguja en un pajar y para colmo, aún le asaltaba la duda que Law le metió en la cabeza. Él creyó que Ace estaba cercando al asesino y por eso, le atacó para evitar que siguiera con la investigación, eso quería decir que debía haberle investigado en algún momento. Había regresado a los principales sospechosos que tuvo en su día y a sus pistas antiguas revisándolas una y otra vez.
Dejó el ordenador sobre la mesilla de noche y se tumbó de nuevo en la cama dispuesto a dormir. Estaba agotado, últimamente siempre lo estaba desde que había iniciado con ese caso, pero las pesadillas no le permitían descansar como era debido.
***
Los gritos le despertaron una vez más. No era habitual que Ace gritase, pero cuando lo hacía a esas horas no significaba nada bueno. Lo más seguro era que hubiera vuelto a tener otra de sus habituales pesadillas. Law se levantó rápido y abrió la puerta del dormitorio de Ace para observar qué ocurría. No quería entrar e invadir su espacio, sobre todo no quería traicionar el acuerdo que habían realizado. Le prometió que sólo invadiría su habitación bajo su permiso y esa confianza que Ace depositó en él no quería perderla.
Por más ganas que tenía de entrar, abrazarle y susurrarle al oído que todo estaría bien, no podía hacerlo. Lo único que se le permitía era gritarle desde el umbral y mantener la esperanza de que el policía abriera los ojos para salir de un mal sueño. Verle en ese estado destrozaba a Law.
Tras casi cinco angustiosos minutos en el límite de la puerta, finalmente, Ace abrió los ojos y se incorporó sobresaltado. Ni siquiera era capaz de enfocar su mirada o pensar en lo que estaba ocurriendo, así que Law se calló y dejó que, por sí mismo, Ace se calmase e identificase dónde se encontraba.
Sus dedos se cerraron con fuerza sosteniendo la sábana y sus ojos se habían perdido en sus muslos cubiertos por esa fina tela que sostenía sin querer soltarla. Poco a poco, mientras su respiración empezaba a calmarse, se atrevió a soltar una de sus manos y llevarla hasta sus ojos. Apretó el puente de la nariz con cierta presión y cerró los párpados unos segundos tratando de relajarse y entonces, escuchó la voz de Law.
- Estás a salvo. Sólo era una pesadilla – susurró con tal suavidad que el corazón de Ace empezó a bajar su frenético ritmo cardíaco mientras giraba el rostro hacia el individuo que le hablaba desde la puerta. Law estaba de pie con una mano apoyada en el marco de la puerta. Su rostro, sin duda alguna, reflejaba una angustia para nada tranquilizadora.
- Estoy bien – intentó sonar convincente Ace.
- Iré a traerte algo para calmar tus nervios.
Iba a preparar un té verde caliente que le ayudase a dormir de nuevo o incluso un vaso de leche. Al no escuchar ninguna queja por parte de Ace, creyó que a él no le importaba, sin embargo, fue al llegar a la cocina y empezar a calentar el agua en el microondas, cuando sintió la frente de Ace golpear su espalda con suavidad. En ese instante, supo que lo que menos deseaba ese chico era quedarse a solas. Se había levantado sólo por no quedarse en ese cuarto aterrorizado.
Law se quedó inmóvil. No podía negar que desde la primera vez que vio a ese policía entrar en la sala de visitas para proponerle su extraña alianza, sintió una atracción sin igual por él, pero nunca esperó que fuera a ir mucho más allá. Hoy casi podía asegurar que se estaba enamorando de él y eso no era bueno. Ellos no tenían ningún futuro juntos. Cuando ese caso terminase, volvería a prisión y Ace continuaría con su vida.
Cerrando los párpados con fuerza, Law trató de sacar toda su fuerza de voluntad para poder resistirse a la tentación, pero la calidez de los brazos de Ace envolviendo su cintura y agarrando su camiseta con fuerza le hizo perder la poca cordura que aún le quedaba. Aquello era irresistible.
Con mucha delicadeza, escuchando todavía el ruido del microondas calentando el agua, Law llevó sus manos hacia las de Ace y las colocó encima de su dorso. Ansiaba consolarle pese a saber que lo que le afectaba era inconsolable. Aquel asesino le había arrebatado algo demasiado importante para él: la confianza en sí mismo. Fue atrapado y asesinado, era normal tener miedo ahora aunque Ace siempre tratase de mostrarse fuerte, seguro y confiado.
Acariciando con las yemas de sus dedos el dorso de la mano de Ace, Law empezó a girarse lentamente hacia él. No quería asustarle ni hacer movimientos bruscos, por eso se giraba muy despacio, dejando que Ace soltase el agarre de su camiseta con suavidad.
En cuanto estuvo completamente girado, Law observó el rostro inocente y afligido del policía. Ligeramente sonrojado, Ace agachó la mirada y deshizo su agarre. Todavía sentía las yemas de los dedos de Law acariciando desde su muñeca hacia las palmas de sus manos. Ace miró fijamente los dedos tatuados de Law jugando entre los suyos. La dulzura que desprendía le hizo elevar la mirada hasta sus ojos.
Perdieron la mirada el uno en el otro. Los ojos entre azulados y grisáceos de Ace hipnotizaban a Law. Era la primera vez que veía un color tan poco usual, sin embargo, Ace se perdía en los ojos azules de Law. Su color era intenso, mucho más que los suyos, mucho más hermosos.
La respiración de ambos se volvió irregular y los latidos de sus corazones se intensificaron. No podían pensar en nada, tan sólo desviaban sus ojos a sus labios. Ambos deseando sentir el contacto de nuevo. Sólo una vez se habían besado, tan sólo un impulso por parte de Ace, un error quizá.
La mano derecha de Law se posicionó sobre la mejilla de Ace. Con el pulgar, acarició con suma dulzura mientras aproximaba muy lentamente al rostro de Ace. Ver la ligera apertura en los propios labios de Ace le hacía intuir a Law que estaba predispuesto a lo que sucedería.
Cuando sus labios se rozaron, un escalofrío recorrió la columna vertebral de Law. El mejor beso que jamás había recibido fue precisamente hacía unas semanas de la boca del mismo chico y hoy, podía asegurar que, sin duda alguna, eran los mejores besos. No le cabía duda, se estaba enamorando de él.
Era un gran error, pero no podía evitarlo. En algún momento, Ace rompería el contacto al darse cuenta de a quién estaba besando. Sólo era un criminal y con esos ojos le vería Ace, por eso mismo, Law quería aprovechar hasta el último segundo de ese instante.
Lejos de romper el beso, Ace se puso de puntillas para llegar mejor a los labios de Law. Ese beso que había iniciado como uno tranquilo, se volvió mucho más pasional. Posiblemente, en un futuro, Ace se arrepentiría de algo así, pero Law no pensaba desperdiciar la que probablemente sería su única posibilidad de estar con él. Una pesadilla y un mismo propósito les unían.
Sin previo aviso, sintiendo la fogosidad del beso, Law no pudo evitar bajar sus manos hacia el firme trasero de Ace y sostenerlo con firmeza para elevarlo sobre la encimera de la cocina.
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