Capítulo 19: Chequeo rutinario

El silencio era testigo de la cercanía de ambos. Mirándose directamente a los ojos, ninguno se atrevía a moverse. Completamente perdidos en la mirada del otro, dejaron que los segundos siguieran su curso.

Por más que quisiera, Law no podía dejar de ver en ese chico la misma actitud que conoció en su padre. Ace era de esos policías que querían salvar a todos pese a que supiera que no siempre podría hacerlo. En su corta carrera delictiva, Law fue consciente el día de su detención de cómo otros policías sólo veían en él al asesino en serie que anunciaban en todos los medios. Las miradas de desprecio, odio y malestar. Ace era diferente. Hasta el momento no le había mirado de ninguna de esas maneras.

Ese chico podría no entender sus motivaciones para hacer lo que hizo, pero no fue como el resto, no se creyó lo primero que escuchó. Desde que trabajaban juntos, Ace había estado abierto a cualquier posibilidad y trataba de entender su mente o el motivo para hacer lo que hizo. ¡Sólo su padre había hecho algo similar! Siempre intentó entenderle, pero cuando se entregó, el caso quedó cerrado y jamás pudo llegar al fondo del asunto.

Law sonrió de golpe. Ace era un buen detective pese a su corta edad. Seguramente había aprendido los trucos tanto de su padre como de otros veteranos del cuerpo con los que hubiera trabajado.

El ruido del teléfono de Ace sacó a ambos de aquel trance. Law sabía que sus opciones por volver a besarle eran muy reducidas y quizá, sólo quizá... si ese teléfono no hubiera sonado, habría tenido una de ellas en ese instante. Había tenido mala suerte. Ace contestó al teléfono de inmediato.

- Portgas – dijo su apellido para que quien estuviera al otro lado supiera con quién hablaba –. ¿Tiene que ser ahora? – preguntó a su interlocutor –. Vale, vamos hacia la comisaría.

- ¿Tienen pistas sobre el caso y tenemos que volver? – preguntó Law.

- No, tú tienes cita con el médico de la prisión.

- ¿En serio?

- Eso me han dicho mis compañeros. Está en comisaría esperándote para la evaluación.

- Y yo que creía que me había librado por fin de eso ahora que estaba en "libertad provisional" – sonrió Law.

Ace no preguntó nada sobre el asunto, pero la realidad era que Law odiaba esas terapias. En prisión tenía obligado la asistencia un par de veces por semana con el médico de la prisión: Muchana.

Muchana era un hombre serio e inteligente, aunque le sacaba de los nervios a Law. En sus muchas sesiones, Law solía sentarse y mantener el silencio, aunque él debía asegurarse de la integridad de su salud mental al estar siempre encerrado, pero sobre todo, trabajaba la empatía y el ámbito afectivo.

Law sonrió ante aquello. Le parecía surrealista. Le trataba como un auténtico psicópata, pero en realidad, por más inteligente que ese hombre pudiera ser, no tenía ni idea de lo que realmente pasaba por su mente, o al menos así lo veía Law.

- ¿Por qué sonríes?

- Odio a ese tipo – siguió sonriendo – me trata como un psicópata.

- ¿Y no lo eres?

- ¡Ouch! La duda ofende – sonrió Law, llevando su mano al pecho como si Ace le hubiera hecho daño –. La verdad es que no. He estudiado medicina, Ace, tuve un buen profesor. Un psicópata es alguien que no siente empatía por los demás y, por tanto, no experimenta culpabilidad por sus actos.

- ¿Es que tú sientes culpabilidad por tus actos?

- Touché – sentenció Law –. Por los míos no, los veo justificados – sonrió – pero hice esos actos precisamente porque tenía empatía con mi familia. Digamos que hacer lo que hice no me reportó una gran satisfacción personal, salvo el hecho de ver que ellos pagaban por lo que le hicieron a mi familia.

- ¿Tan malo es la terapia con ese médico?

- Me hace jugar a roles para "empatizar" y "ponerme en el papel de los demás" como si no pudiera hacerlo. No voy a negarte que tengo alguna característica de psicópata, pero eso no quiere decir que sea un riesgo para la sociedad. Para ser sincero, creo que ese médico tiene un poco de psicosis. A veces, siento que pierde ligeramente el rumbo de la realidad, pero esto sólo es una suposición mía. La realidad es que tratar las enfermedades mentales es mucho más complejo que simplemente etiquetar en algo. En el grupo de enfermedades mentales también se incluye a los narcisistas, a los temerosos, los obsesivos, los dependientes, los impulsivos... todos tenemos un poco de algo, Ace. Ya te digo que no es fácil, pero no quiere decir que tener algo de esto sea malo, simplemente llevar al extremo algo así. La mayoría de la gente nunca desarrolla un extremo semejante.

- ¿Te daba medicación?

- No, para los psicópatas no existe una medicación y él piensa que tengo rasgos de dicha enfermedad – sonrió Law.

Ace sonrió ante aquella palabra. Entendía a Law y su razonamiento y, aunque era cierto que había visto en Law ciertas actitudes psicópatas como él decía, también era cierto que le vio empatizar. Con su padre, por ejemplo, con él, con su familia... no era una persona a la que no le importasen los demás, era simplemente una persona vengativa.

- Volvamos a comisaría. Me han dado un plazo de cuarenta y cinco minutos para que aparezcas allí o te llevarán de nuevo a prisión para tu evaluación.

- Entonces vayámonos ya, no quiero volver a prisión. Me lo estoy pasando bien aquí contigo y estos crímenes.

Por un instante, Ace se giró hacía la estantería una vez más. Apenas había podido revisar las carpetas, pero tendría que venir otro día si quería acabar de inspeccionarlo todo y encontrar los nombres de los participantes en los simposios.

- Sí. Vámonos – susurró Ace algo frustrado por no haber podido terminar la faena para la que habían ido hasta allí.

***

Los teléfonos sonaban sin parar, pero en una ciudad tan grande como Tokio, era algo normal. Ace entraba en ese momento en dirección a su mesa seguido de cerca por Trafalgar Law. El médico de la prisión debería estar por alguna parte esperándoles. Sin dilación, Ace se aproximó a su compañero. Kuma atendía una llamada que parecía importante. Esperó unos segundos hasta que colgó el teléfono tras apuntar algo en un papel y entonces, Kuma alzó la mirada a su compañero.

- Está esperando en el despacho del sargento.

- No me fastidies – se quejó Ace sin ganas de tener que volver a ver a Mihawk.

Ace sonrió con ironía al pensar que ahora que ya no salían juntos, le veía mucho más que cuando mantenían un romance. Sonaba tan sumamente estúpido. Law, en cambio, observó el gesto de Ace en silencio. Sabía de sobra que odiaba tener que tratar con su ex novio, pero era un terreno donde él quería meterse lo menos posible. Al fin y al cabo, era un asunto entre Ace y su antigua pareja.

Ace caminó hacia el despacho seguido por Law, pero incluso antes de poder tocar a la puerta, ésta se abrió. El sargento salía hablando con alguien a su espalda.

- Vaya, por fin llegáis. Puede usar mi despacho si lo desea, señor Muchana. Ace, acompáñame – ordenó el sargento pasando por su lado.

Para cuando Ace se giró, lo único en lo que pudo fijarse fue el rostro serio de Law. Él odiaba ir a terapia o era lo que parecía. Sintiendo curiosidad por el médico, Ace echó la vista atrás. Le sonaba ese nombre y en cuanto le vio, estuvo completamente seguro de que él había hablado con ese hombre para algo hacía meses. No podía recordar, con todos los médicos que interrogó, si fue una visita de cortesía para saber más sobre la conducta de los asesinos en serie, o fue como un sospechoso, pero aun así, sintió un leve escalofrío recorrer su cuerpo cuando Law abandonó su lado para entrar al despacho con el médico. La puerta se cerró, pero él seguía sintiendo ese frío extraño en su cuerpo, algo que se intensificó al escuchar la voz de su sargento ordenándole una vez más que le siguiera.

***

Los ojos de Law revisaron cada centímetro del despacho del sargento. Era un buen despacho, un lugar cómodo y acogedor, con estanterías llenas de libros, pero él se fijó en los últimos documentos que estaban sobre la mesa y había dejado el sargento sin firmar.

- Law, siéntate, por favor – comentó Muchana con suavidad, como si ver a Law revisando cosas que no iban con él le sentase mal.

- Creía que ya me había librado de las terapias.

- Que colabores en un caso no implica que estés exento de tus rutinas médicas. Tu salud mental es algo que le preocupa a la institución penitenciaria. Tenemos que estar seguros de que no volverás a tus viejos hábitos ahora que estás libre.

- ¿Mis viejos hábitos? – sonrió Law, tomando finalmente asiento en la silla del sargento, lo cual tampoco le gustó demasiado a Muchana al ver cómo la movía de un lado a otro como si se divirtiera dando vueltas sobre la silla. Law a veces era como un niño pequeño –. Puedes hablar claro. Os preocupa que vuelva a dejar una fila de cadáveres allá por donde pase – sonrió Law –. Os quitaré las dudas. Ace me controla día y noche, no me deja solo en ningún momento. Es imposible que me escape para "volver a mis viejos hábitos".

Muchana, sentado en una de las cómodas sillas al otro lado de la mesa de escritorio, miraba a Law fijamente. Ese hombre era inteligente y para llegar al fondo de su pensamiento, debería ir mucho más allá. Hablaba con un psicópata y eso era algo que debía tener en cuenta cuando dialogaban.

- Veo que has simpatizado con Ace – susurró antes de querer apuntarlo en su cuaderno.

- No – dijo abiertamente Law, impidiendo así que Muchana escribiera eso en su cuaderno – he empatizado con él. No es lo mismo empatizar que simpatizar, pero usted como terapeuta ya debería saberlo.

Muchaza sonrió al escuchar aquello y apuntó algo que Law no pudo ver en la libreta. Aun así, estaba seguro de que por mucho que él dijera algo así, Muchana jamás vería su empatía. Estaba tan convencido de que era un psicópata incapaz de empatizar, que no veía más allá de su hipótesis o las conductas rígidas que leía en sus libros.

- ¿Me quieres contar tú la diferencia, Law? – preguntó Muchana como si le pusiera a prueba. Law sonrió. Tantos años estudiando medicina con su padre... y también algo de psicología, le habían apodado el cirujano de la muerte y aún había gente que cuestionaba sus conocimientos al respecto. ¡Era increíble! Por eso odiaba a los médicos como él, aun así, Law sabía que para escapar rápido de terapia lo mejor era seguirle la corriente.

- Simpatizar supone coincidir, es decir, compartir los mismos valores que la otra persona. Podemos simpatizar con los amigos y con personas con quien compartimos nuestras vidas, por eso resulta muy fácil ponernos en su lugar. Empatizar quiere decir que debemos ponernos en el lugar de esa persona con la que no compartes nada en común, por eso es mucho más difícil. La empatía es una actitud comunicativa que nos permite abarcar todas las interacciones interpersonales, independientemente de si estamos de acuerdo con ella o con su conducta, simpaticemos o no con ella. En resumen, la empatía supone respeto por la otra persona, es decir, mostramos comprensión y entendimiento por su postura y no le juzgamos, aunque yo no esté de acuerdo en su postura.

- Entonces, ¿por qué crees que "empatizas" con Ace? Quizá lo confundes con simpatía.

- No me trates como a cualquier otro de tus pacientes, Muchana – se quejó Law – sé muy bien lo que es la simpatía y la empatía. Ace y yo no tenemos prácticamente nada en común, pero entiendo por qué hace lo que hace y lo respeto. Es un buen policía.

- ¿Crees que Ace empatiza contigo entonces?

- Sí, claro que Ace empatiza y mejor que yo – sonrió Law recordando la última conversación. Ace siendo policía, no compartía la idea de tomarse la justicia por su mano, pero había entendido y comprendido el motivo que él tuvo para cometer aquellos asesinatos sin juzgarle por ello. Una cosa era lo que él pensase y lo que sentía correcto o no, y otra era que no le había tratado como los demás. Era el único, al igual que Roger, que habían mostrado respeto y no se habían quedado atrapados en una definición como fue "es un asesino en serie". Fueron mucho más allá para intentar comprender sus motivos.

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