Capítulo 15: Una decisión

Sus labios, ligeramente entreabiertos, temblaban al igual que su cuerpo. Ace no pronunció palabra alguna, simplemente, miraba los ojos de Law. Su muñeca, atrapada entre los dedos de Law, no hizo ni siquiera el amago de intentar escapar. Ese chico estaba paralizado. ¡Como si hubiera visto un fantasma!

Law resopló antes de empujar a Ace hacia el interior del cubículo y cerrar la puerta tras él.

- Siéntate.

Law pasó su brazo por un lateral para cerrar la tapa del retrete y que así, Ace pudiera sentarse. Lo hizo sin rechistar, lo cual era raro en ese chico. Law dejó caer su espalda sobre la puerta y esperó unos segundos. Sabía que algo había ocurrido en esa oficina para que Ace estuviera de esa manera.

- ¿Quieres hablar sobre lo que ha pasado?

Sabía la respuesta a esa pregunta. Él nunca hablaría del tema. No le gustaba nada mantener conversaciones de su vida privada, sin embargo, se sorprendió al ver que Ace suspiraba y trataba de respirar con calma.

- Es... es un idiota, nada más que eso.

- Ya, bueno, el teniente capullo.

- Sargento – rectificó una vez más Ace.

Ace alzó la mirada al hacerlo, encontrándose con la mirada fija de Law y una pequeña sonrisa que le indicaba que lo había hecho adrede. Ace sonrió ligeramente. Era único para animarle. A Law parecía gustarle llamar a su sargento "teniente" o cualquier otro cargo que se le ocurriera para provocar que Ace tuviera que corregirle. Ahora se daba cuenta de que en realidad, sabía perfectamente su cargo, pero le gustaba equivocarse o más bien, le gustaba cabrear a su sargento.

- Tú también eres idiota.

- ¿Tanto como él? – preguntó con cierta diversión.

- Supongo que él te gana.

El silencio volvió a reinar en el aseo. Durante unos segundos, no hablaron. Law prefería esperar a que Ace se dignase a contar lo que había ocurrido allí dentro para tenerle de esa manera.

- Ha insinuado que quería retomar nuestra antigua relación.

- Vaya, pues entonces es más capullo de lo que imaginaba – susurró Law –. ¿O es que te lo estás pensando?

- No es eso – susurró Ace – el día que me preguntaste sobre lo que ocurrió... te dije que no quería hablar del tema, pero tú intuías que él había hecho algo.

- Y sigo pensándolo.

- Nuestra relación era... – pensó una palabra para definirla, pero no parecía encontrarla – era extraña, ahora que lo pienso detenidamente, ni siquiera sé si podía llamarlo una relación. Él siempre estaba ocupado. El trabajo fue lo primero para él, creo que yo no le importaba demasiado o al menos, no cuando el asunto tenía que ver con trabajo.

Ace suspiró, apoyó los codos sobre sus rodillas y miró las baldosas del suelo. Parecía intentar recordar algo importante en la relación que tuvieron.

- Intento recordar algo bueno, sé que debía haberlo porque si no, no habría estado con él, pero... no soy capaz ahora mismo. Lo único que veo en mi mente cuando pienso en esa relación son las veces que me dejó plantado en un restaurante, las veces en que dejamos el sexo a medias porque recibía una llamada urgente del trabajo, las veces en que le decía que se quedase a dormir, pero él se marchaba porque debía madrugar mucho para trabajar al día siguiente... no recuerdo ni una sola vez donde nos quedásemos un día entero juntos. Solíamos comprar comida para llevar cuando quedábamos en su casa o en la mía y acababa cenando solo porque en algún momento de la velada, le llamaban para que se fuera.

- Supongo que es el problema de ser policía en homicidios.

- Hasta cierto punto. Somos más policías, entiendo que si es algo relacionado con uno de mis casos me llamen, pero si es otra cosa, iría el que esté de guardia y si no es importante, me lo dirían al día siguiente cuando entrase, pero él quería saberlo todo, quería estar en todo. Ascender a sargento era su prioridad. Utilizó los contactos de mi padre para subir más rápido y no niego que trabajó duro, pero... nuestra relación no era buena. No creo que fuera una relación sino un pasatiempo para él. Ni siquiera sé por qué te cuento todo esto a ti.

- Porque soy bueno escuchando – susurró Law, esta vez más serio de lo normal. Ace alzó la mirada hacia él y se relajó al ver que no se lo estaba tomando a cachondeo como era costumbre.

Law era un chico muy extraño. Cuando hablaba con él, tenía la sensación de que no era un delincuente, pero... lo era. Fue el mayor asesino en serie de la historia de esa ciudad y, en cambio, allí estaba, sentado en la tapa de un retrete hablando con él como si fuera un buen conocido.

- Es gracioso – sonrió Ace – conmigo no podía acabar el sexo y... sin embargo, acabó follándose a esa chica. ¿Cómo no pude darme cuenta antes?

- ¿Cómo te enteraste?

- Se equivocó al mandar un mensaje y sólo tuve que investigar un poco. Creo que se dio cuenta de su error al mandar el mensaje, porque esa noche que habíamos quedado, no apareció. Al día siguiente, trató de explicarme lo que estaba ocurriendo. Dijo muchas mentiras, cosas como que era del trabajo, que la chica era un testigo de un homicidio y sólo fue a asegurarse de que estaba bien... pero miré los archivos de su caso. No llevaba nada similar, así que enseguida supe que me estaba mintiendo. Por un momento, creí que yo era el problema.

- ¿Por qué no acababa el sexo contigo y se iba con ella? – preguntó Law – a mí me parece que el único problema es que él es un capullo. Yo no te habría dejado a medias, te lo aseguro. No es tu problema, Ace.

- ¿Cómo puedes estar seguro de ello, Law?

- Porque me besaste y te aseguro que fue el mejor beso que me han dado nunca. Tú no tienes ningún problema, es su problema y seguramente, ahora se habrá dado cuenta de su error.

- Nunca discutimos, ni una sola vez, tampoco fui celoso. Si me decía que se iba con sus amigos, yo le dejaba ir. No esperé que fuera a liarse con una, estaba seguro de que me quería y volvería a mí, pero... supongo que fui un idiota.

- Ace, no cambies – susurró Law – eres así y eres genial. Él no supo valorar lo que tenía y ahora se arrepiente. Le salió mal la jugada. Si quieres mi opinión, creo que tuvo un calentón momentáneo y se dejó llevar, creyó que le gustaba esa chica, algo habrá ocurrido entre ellos y se habrá dado cuenta de que contigo no tenía esos problemas, quizá ahora sepa que te quería a ti, pero...

- Es tarde. Yo no quiero saber nada de él. Sólo quiero que me deje en paz.

- Entonces dile eso. Sé que te afecta, tuvisteis algo, una relación o... un rollo, no sé, llámalo como quieras. Le quisiste y entiendo que te duela su traición y que te haga dudar en estos momentos, pero...

- No tengo dudas. Es decir... una parte de mí me dice que aún siente algo por él, pero otra... me dice que lo mande a la mierda – sonrió Ace por primera vez.

- Entonces, mándalo a la mierda si es lo que consideras oportuno. No tienes por qué sentirte mal por ello. Entiendo que duela, pero, a la larga, cuando tu corazón se recupere, sabrás que hiciste lo correcto. Ya conoces cómo es una relación con él. Debes afrontar si quieres regresar a ello o no.

- No quiero.

- Al menos lo tienes claro.

Law le observó unos segundos en silencio. Puede que aún sintiese algo por el sargento, pero también tenía muy clara su decisión. Sonrió. Ace era un chico de armas tomar y estaría bien. Esa declaración le había pillado por sorpresa y levantó sentimientos que creía estar olvidando lentamente, pero nada más. Preocuparse por él sería una tontería.

- Te invito a comer unas tortitas ¿Qué te parece?

- ¿Me compras con tortitas?

- Algo así. Realmente, me he acordado de que mi madre siempre decía que cuando tenía un mal día, era mejor cambiar la mala suerte comiendo algo delicioso. Creo que sólo lo decía para animarme, pero podemos probar. Sé que te gustan las tortitas y si te portas bien... puede que esta noche cocine algo delicioso para ti.

- ¿También sabes cocinar?

- Bueno, hace años que no lo hago y dependerá de si te fías lo suficiente de mí como para dejarme un cuchillo y los fogones – sonrió Law.

- Me gusta la carne – añadió Ace con una sonrisa, dándole a entender que se fiaba de dejarle los cuchillos de la cocina.

- Carne, vale. Antes de ir a casa habrá que pasar por un supermercado a comprar.

- Vale. Lo que tú quieras.

***

Un día duro de conversaciones con la universidad y con el hospital para acceder a los documentos. Por suerte, incluso sin una orden judicial, accedieron a darles los informes para ayudar en la investigación. ¡Eran más razonables de lo que Law pensó en un primer momento!

Sentado en el asiento del copiloto, Law miró hacia atrás. En los asientos traseros y el maletero del Toyota Corolla, había un montón de cajas con archivos y expedientes. Ace detuvo el coche en el parking de uno de los supermercados y ambos bajaron para ir a comprar.

- Esto me gusta – sonrió Law.

- ¿El qué? ¿Ir de compras?

- Ir de compras y que tú pagues – susurró antes de ganarse una mirada incrédula por parte de Ace, aunque luego, sonrió.

- No te pases comprando.

- Iba a preparar katsudon. ¿Te gusta?

- ¿Que si me gusta? ¿Cómo no iba a gustarme? Es una de las comidas más completas. Tiene arroz, huevo y carne. Sólo es igualable por el ramen.

- Ohhh, también te gusta el ramen. Bien, lo tendré en cuenta para el próximo día.

Entraron por el supermercado y aunque estaba lleno de gente, Ace parecía más relajado que las últimas veces. Empezaba a confiar en él o eso pensó Law. Era un paso, un gran paso.

- ¿Seguro que sabes cocinar? – preguntó Ace viendo que agarraba una cesta y empezaba a recorrer los pasillos.

- Claro que sé cocinar. ¿Tienes miedo de que intente envenenarte o de que te deje cenando solo como tu ex?

- Ambas, supongo – sonrió Ace, creyendo que era una broma. Law sonrió.

- No compraré veneno ni comida caducada, puedes vigilarme y... tampoco pienso dejarte cenar solo. No me iré a ningún lado esta noche. ¿Qué mejor plan que cenar tranquilamente junto a ti y revisar un montón de expedientes?

- Sobre todo revisar expedientes. Va a ser un aburrimiento y lo sabes. Seguro que desearás largarte.

- No si tú te quedas.

- Eres un zalamero.

- Sí, eso también lo decía mi madre – sonrió Law al recordar esas palabras.

En el pasillo de la carne buscó la de cerdo y cogió una bandeja para meterla en la cesta. Los dos caminaron en silencio hacia el siguiente pasillo, donde Law buscaba las cebollas, la pimienta negra y salsa de soja.

- Tienes arroz en casa, ¿no?

- Creo que sí, pero yo de ti compraría un paquete más por si acaso.

- De acuerdo. Prefiero que sobre a terminar pidiendo una pizza contigo. Y hablando de eso, ¿cuándo cocinarás tú para mí?

- Pues, no lo sé.

- Estaba en el trato.

- Sí, sé muy bien que te prometí cocinar, pero la verdad es que no suelo cocinar. Estoy liado con el caso y...

- Mañana cocinas para mí.

- ¿Tiene que ser mañana?

- Sí. Así que piensa en algo por si tienes que comprar los ingredientes.

- Vale... dame unos segundos para que piense qué puedo prepararte. ¿Hay algo en concreto que te guste?

- El pescado.

- Podría prepararte unos tatakis con gyozas de gambas o de cerdo y de postre, unos mochis.

- Suena genial. ¿Sabrás hacerlo o tendré que ayudarte?

- Puede que con los gyozas. A mi madre se le da genial enrollar la masa, pero yo soy un poco desastre con eso.

- Bueno, yo tengo dedos de cirujano – sonrió Law – creo que podré enrollar la masa.

- Pues entonces, déjame que busque los ingredientes.

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