Zoro se encontraba atrapado en la isla de Mihawk, algo que había ocurrido de manera sorpresiva mientras la tripulación se separaba durante unos meses para descansar, entrenar o pasar tiempo con sus parejas. Despertó en un castillo, prisionero de Mihawk, y tras intentar escapar sin éxito, se encontró atrapado en un bosque lleno de monos hostiles. Finalmente, se refugió en una cueva para pasar la noche.

Lo que más lo perturbaba era que Mihawk parecía haber descubierto que eran almas gemelas, lo cual había tratado de ocultar durante años. Recordó la pelea que tuvieron en el barco del padre de Sanji y cómo Mihawk lo miraba con deseo. Zoro estaba decidido a evitar cualquier acercamiento del espadachín.

Sin embargo, en la cueva, Mihawk apareció y Zoro se sintió atrapado en sus brazos. Mihawk trató de tranquilizarlo, asegurándole que no haría daño a su alma gemela. A pesar de sus intentos de resistirse, Zoro finalmente se rindió y permitió que Mihawk lo abrazara. Sintió los latidos del corazón del espadachín, lo que lo hizo sentir seguro.

Cuando Mihawk lo levantó y lo sostuvo, Zoro rodeó la cintura del hombre mayor con sus piernas y se abrazó a él. Ambos se sintieron atraídos el uno al otro, y Mihawk decidió que debía cortejar adecuadamente a su alma gemela en lugar de forzarlo a quedarse. Quería que Zoro supiera que estaba dispuesto a esperar por él y que el joven también lo esperaría. La noche en la cueva marcó el comienzo de una nueva fase en su relación.