- pesadillas -

Ace tuvo que aceptar a Luffy en su cama, aunque, como siempre, no le molestaba en absoluto. Siempre era genial dormir con sus hermanos. Quería aprovechar ahora, sabiendo que pronto se separarían físicamente.

Aunque la razón por la que Luffy y Sabo estaban durmiendo con él lo tenía un poco preocupado: Luffy últimamente estaba teniendo pesadillas.

—¿Nos repites otra vez la pesadilla? —Ace suspiró mirando a Luffy, quien tenía sus ojitos llorosos.

—¡Era una sombra muy fea, grande y gorda, y se reía muy, muy feo! —Luffy miró a Sabo, que pensaba mientras observaba el techo.

—¿Puedes imitar cómo se reía? —Sabo lo miró intrigado.

—Era como... "¡Zehahaha!" o algo así. —Luffy se cruzó de brazos.

—Creo que he escuchado eso en otro lugar... —Sabo y Ace se miraron confundidos. ¿Pero dónde?

—Bueno, no importa. Vamos a dormir. —Ace levantó las sábanas para que sus hermanos entraran. Sabo y Luffy lo hicieron felices, y en muy poco tiempo se quedaron dormidos.

Todo iba bien hasta medianoche. Todos dormían, pero Luffy comenzó a revolverse por toda la cama, gruñendo y despertando a sus hermanos.

—¡Luffy, Luffy! —Sabo lo movía para despertarlo.

—¿Qué te pasa? —Ace miró a Luffy nervioso. El niño del sombrero de paja abrió sus ojitos llenos de lágrimas.

—¡Es esa risa otra vez! ¡Esa sombra mala está molestando a Thatch! —Ace se tensó ante las palabras de Luffy. ¿A Thatch?

—Vamos, Luffy, no digas eso. —Mientras Sabo calmaba a Luffy, Ace agudizó el oído. Arriba, en la cocina, algo cayó al suelo.

—¡Arriba, ya, ya! —Ace se levantó rápidamente y corrió hacia la cocina. Sabo y Luffy lo siguieron, asustados.

Cuando llegaron a la cocina, se detuvieron. Escuchaban forcejeos.

—La puerta está abierta —susurró Sabo.

—Vamos. —Los tres se acercaron lentamente.

Los ojos de los tres niños se llenaron de miedo y sorpresa al ver cómo Thatch era apuñalado por Teach.

—Mmm... —Sabo cubrió con la mano la boca de Luffy y tomó la mano de Ace para detenerlo. Sabía que Ace se lanzaría al frente si no lo retenía en ese momento.

—¿¡Por qué haces esto!? ¡Somos hermanos! —Thatch miró, lleno de dolor, a Teach.

—¿Hermanos? No somos hermanos, menos ahora que sé que conseguiste la fruta que he buscado toda mi vida. —Teach se rió del cocinero mientras sostenía el cuchillo enterrado en su cuerpo.

—Sabo... —El rubio y el más pequeño miraron a Ace.

—Busquen a Barba Blanca. —Ace se lanzó hacia adelante. Sabo no pudo detenerlo. Solo reaccionó rápido tomando a Luffy y corriendo en busca de ayuda. Ace era un loco, pero tenía que conseguir ayuda, ¡ahora!

Luffy quería quedarse, pero al ver la cara de Sabo, solo lo siguió.

Ace se lanzó envuelto en fuego, tacleando a Teach. Al hombre se le cayó la fruta del diablo.

—¿¡Qué carajo!? —gritó Teach, a punto de comerla.

—¡Ace! —Thatch se asustó mucho. ¿Qué hacía el niño ahí?

—¡Aléjate de él! —Ace le gruñó al mayor.

—¿¡Crees que puedes contra mí, mocoso!? —Teach, interesado ahora, decidió golpear al niño y obtener la fruta que estaba detrás de él.

—¡Sí puedo! —El haki de Ace salió en todas direcciones.

Escucharon ruidos, pasos corriendo, gritos. Teach se abalanzó sobre él, pero el fuego de Ace se esparció por todos lados, protegiéndolos a él y a Thatch.

—¡Desgraciado! —Teach gruñó. Ace iba a lanzarse nuevamente, pero un puño de Teach lo mandó hacia atrás. Por suerte, cayó al lado de Thatch, quien lo atrapó.

El fuego cerró el camino de Teach.

—¡Oye, desgraciado, yoi! —Marco apareció golpeando a Teach con fuerza. El golpe fue tan fuerte que le rompió una costilla.

—¡Marco! —Teach retrocedió asustado.

—Duérmete, cabrón. —Marco dio un golpe certero en la cabeza de Teach, noqueándolo.

Entonces, Barba Blanca entró en escena. Miró a Ace y Thatch, quienes estaban asustados y desmayados.

—Marco, llévatelo al calabozo. Yo los saco de aquí. —Marco asintió en silencio mientras Barba Blanca apagaba el fuego y levantaba a Thatch y a Ace en sus brazos.

Whitey Bay corrió a ayudar.

—Cúralos. —Whitey Bay sonrió rápidamente, tomó a ambos y los llevó a la enfermería.

Barba Blanca miró a sus hijos. Aunque esperaban en calma, había dolor en sus ojos.

—¿Dónde están los niños, Izo? —preguntó.

—Namur se encerró con ellos para calmarlos. No paraban de llorar. —Izo miró al piso.

—Bien. Todos a sus cuartos. Mañana habrá... una ejecución. —A Barba Blanca le costó decirlo; su corazón dolió.

Mientras los demás se ocupaban, Ace luchaba contra las manos de sus hermanas que intentaban sujetarlo.

—¡NO! —Ace pataleaba llorando, pero Whitey Bay lo tranquilizó con una inyección.

Todo estaría bien. Mañana, habría un nuevo amanecer para la familia.

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