-Papi-


Ace estaba decidido. Haruta había dicho que a Barba Blanca le gustaba que sus hijos le dijeran "papi". Así que, para agradecerle y demostrar lo que sentía por el viejo, Ace decidió que lo llamaría así. No tenía problema, en realidad estaba emocionado; nunca antes había podido decir que tenía un padre. Aunque al principio se negó, ahora le parecía algo que deseaba mucho.

—¿A dónde vas tan feliz, Acey? —preguntó Thatch con una sonrisa al ver al chico con ropa nueva: un short café y una camisa abierta. "Lindo, como siempre", pensó.

—Voy a pedirle a papi que me lea un cuento —contestó Ace inocentemente.

Thatch se quedó paralizado y se agachó a la altura del chico con una sonrisa traviesa.

—¿Quién es "papi", Acey? —preguntó con dulzura, aunque su mirada reflejaba claras intenciones maliciosas.

—Barba Blanca —dijo Ace sin entender el problema—. Bueno, él es papi; todos le dicen papá.

—Claro, vamos a pedirle a "papi" que te lea un cuento, ¿qué te parece? —Thatch lo tomó en brazos y caminó hacia la cubierta.

—Oigan, Ace quiere pedirle algo a papá —anunció Thatch con una gran sonrisa mientras se dirigía hacia los comandantes, con Ace en brazos. Izo y Haruta se cubrieron la cara, conscientes de lo que estaba por suceder.

—¿Qué es lo que quiere mi muchacho? —preguntó Barba Blanca con su típica sonrisa.

Ace, sonrojado por las miradas de todos, apretó fuerte el libro contra su pecho y se escondió en el hombro de Thatch.

—Vamos, Acey, papá no muerde. Pídeselo, seguro que dirá que sí —lo animó Thatch.

El pequeño miró a Barba Blanca, que seguía sonriendo. Marco estaba curioso, mientras Namur no podía ocultar su diversión.

—Yo... quería saber si podrías leerme un cuento... ¿por favor, papi? —preguntó Ace con timidez.

El silencio cayó sobre la cubierta. Todos observaron a Barba Blanca, que estaba con la boca abierta. Marco se cubrió la cara, sospechando que aquello era obra de Haruta y Thatch, aunque le sorprendió que Izo pareciera estar involucrado también.

—Cl-claro que sí, Ace. Ven aquí, muchacho —dijo finalmente el capitán, conmovido.

Ace, radiante de felicidad, alzó los brazos para que Barba Blanca lo tomara, quien lo sentó en sus piernas.

—Gracias, papi —agradeció Ace, mientras Barba Blanca, sorprendido, se cubría el rostro rojo de emoción.

—Ace, ¿puedes decirme hermano mayor? —preguntó Jozu, iluminado por una idea.

—Pero eres Jozu —respondió Ace, ladeando la cabeza como un cachorro confundido.

Todos se rieron.

—Pero también soy tu hermano mayor —insistió Jozu.

—Pero eres Jozu —replicó Ace, cruzando los brazos, mientras Barba Blanca reía con fuerza.

—Bueno, papá es Barba Blanca, yoi —intervino Marco, pensando que había ganado el argumento.

—Eso no tiene sentido. Él es papi. No puede ser Barba Blanca, porque no tiene barba blanca, tiene un bigote —señaló Ace con lógica infantil.

Todos quedaron boquiabiertos, como si la galaxia entera hubiera pasado frente a sus ojos.

—Bueno, hijo, es... es Barba Blanca, pero tú sigue llamándome "papi", ¿sí? —intentó convencerlo el capitán.

Ace se distrajo levantando su libro hacia Barba Blanca.

—Cuento —pidió con sencillez.

Así fue como un niño derrotó a la banda de piratas más famosa de uno de los mares.

—Será mejor que leas ese cuento, papá, o Ace de verdad va a empezar a llorar —suspiró Marco. Aunque Ace nunca había hecho un berrinche, nadie quería descubrir cómo sería eso.

—Bien, bien —accedió Barba Blanca, comenzando a leer mientras Ace se acurrucaba en su pecho, fascinado por los dibujos.

—¿Ustedes le dieron la idea, yoi? —preguntó Marco, mirando a Izo, Thatch y Haruta, quienes reían sin remordimientos.

—No te lo negaremos, cariño. Es que es muy lindo —dijo Izo, ocultando su sonrisa tras su abanico.

—Son unos traviesos —comentó Vista mientras se arreglaba el bigote.

—Es agradable ver a papá reírse y relajarse. Desde que supimos de su enfermedad, hacía mucho que no lo veíamos tan feliz. Ace es un regalo del cielo, y lo saben —dijo Haruta con calma y convicción.

—Sí, es verdad. La felicidad de Ace le hará bien, yoi —asintió Marco, enternecido.

Barba Blanca seguía contando la historia de la estrella mientras Ace reía. Más que la estrella, lo que le encantaba era estar con su "papi". Tras lo sucedido con Teach, Ace había generado una conexión especial con Barba Blanca, sabiendo que siempre lo protegería. Ahora comprendía cómo se sentían Luffy y Sabo con Shanks. Antes odiaba su marca; ahora no podía estar más agradecido de tenerla.

—Papi, ¿puedo bajar en la siguiente isla? —preguntó inocentemente, moviendo los pies.

—¿Quieres explorar, Ace? —preguntó Barba Blanca, curioso. Para un niño que creció en la jungla, el mar podía ser algo incómodo.

—No, es que Haruta dijo que podía haber más con mi marca. Quería ver si encontraba a alguien... siento que tengo que encontrar a alguien —explicó Ace, incómodo ante aquella sensación difícil de describir.

Marco se acercó para tomarlo en brazos.

—Claro, hijo. Puedes explorar, pero recuerda volver al barco antes del anochecer o nos preocuparás —le advirtió Barba Blanca.

Ace asintió mientras Marco lo llevaba.

—Vamos, es hora de dormir. Además, hoy tienes una llamada pendiente con un par de traviesos, yoi —rió Marco.

Ace sonrió emocionado; había olvidado que tenía una llamada con Luffy y Sabo.

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