-Azul-
La isla era hermosa, encantadora... estaba nevada. Izo se encargó de ponerle un abrigo a Ace antes de que bajara. Cada vez que pasaba al lado de un hermano mayor, todos le repetían que debía volver antes del anochecer o se preocuparían mucho.
Ace corrió directamente hacia el bosque, escapando de las risas de sus hermanos mayores que planeaban ir al bar a divertirse un rato. Caminaba dando saltos sobre la nieve, pensando en sacarse el abrigo porque le resultaba incómodo, pero como Izo se lo había puesto para cuidarlo, decidió dejarlo puesto.
Su marca se sentía extraña. Algo le decía que debía seguir el camino del bosque. Su corazón dio un salto extraño al ver una cosita azul moviéndose en medio de los árboles. Tenía una voz melodiosa, como si cantara.
Ace comenzó a correr para alcanzarla. Cuando lo hizo, se plantó frente a la figura azul que cantaba dulcemente.
—Ah... —era un niño con el cabello azul y una máscara. Tenía una apariencia adorable. El corazón de Ace dio un vuelco; si no tuviera buen ojo, habría pensado que era una niña. El niño retrocedió lentamente, asustado. Llevaba un bolsito con el símbolo de una cruz roja, lo que le hizo pensar a Ace que probablemente era médico o algo parecido.
—H-hola, soy Ace. —El entusiasmo de Ace salió demasiado fuerte y directo, asustando aún más al niño de azul, que parecía tímido y calmado.
—H-hola, soy Deuce. —El niño azul se aferró a su bolso, queriendo seguir su camino, aunque le habían enseñado a no ser grosero.
—Deuce... —Ace probó el nombre en su boca como si lo saboreara—. ¿Por qué llevas una máscara? —preguntó mientras intentaba tocarla, pero Deuce retrocedió de inmediato.
—Es mía, me gusta mucho y no quiero que nadie me la quite, gracias. —Deuce frunció el ceño, recordando las enseñanzas de los médicos de la isla sobre no dejarse intimidar.
—Oh, lo siento, no quería molestarte... —Ace bajó la mirada, como un cachorrito triste. Deuce sonrió al ver que no parecía mala persona.
—¿Vas al pueblo? —preguntó curioso.
—Sí. —Mentira. Pero si eso significaba pasar más tiempo con Deuce, entonces iría al pueblo.
—Entonces te llevo. —Deuce sonrió, y Ace se sonrojó.
Caminaron juntos en un silencio cálido mientras la marca de Ace seguía hormigueando. Llegaron al pueblo, protegido por una cerca que evitaba la entrada de animales salvajes.
—Es un pueblo muy lindo. —Ace sonrió, maravillado por la nieve que lo hacía parecer sacado de un cuento.
—Vamos, mi casa está aquí. —Deuce guió a Ace. Al entrar, ambos se sacudieron la nieve.
—¿Tus papás están por aquí? —preguntó Ace mientras se quitaba el abrigo.
—No, vivo solo. Nunca he tenido papás. —Deuce lo dijo con una sonrisa tranquila; los médicos de la isla lo habían cuidado desde bebé.
—Oh... —Ace se sintió identificado. Entonces notó algo en la mano de Deuce: ¡la marca de los Piratas de Barba Blanca! Era de su división, como le habían dicho Izo y Haruta.
—¡Tu marca! —Ace señaló emocionado.
—Sí, es linda. —Deuce se sorprendió cuando Ace lo tomó de la mano y comenzó a caminar con él—. ¿A dónde vamos, Ace?
—¡Vamos con papi! —Deuce no entendía, pero Ace era más fuerte y no pudo resistirse.
—Salimos sin abrigos... hace frío, Ace. —Deuce hizo un puchero. Abrió los ojos al ver que estaban a punto de entrar al bar de los adultos.
—No podemos entrar ahí, Ace. Los adultos dicen que no es lugar para niños.
—Pero ahí está papi. —Ace insistió, tirando más fuerte hasta que ambos cayeron y rodaron dentro del bar.
—¿Ace? —Barba Blanca sonrió al ver a su pequeño.
—¡Es Deuce! —Ace señaló al niño azul—. ¡Es mío, como dijo Haruta! —Levantó la mano de Deuce, causando ternura y sorpresa en todos.
—¡Médico y navegante, yoi! —Marco sonrió divertido.
—¡Suéltame, Ace! —Deuce estaba enfadado, casi llorando—. ¡Te dije que no podemos entrar aquí, es para adultos!
Los Piratas de Barba Blanca rieron con ternura.
—Marco. —Barba Blanca dio la orden. Thatch levantó a Ace mientras Marco tomaba a Deuce, que se tensó al ser levantado por un "señor raro".
Cuando Marco lo entregó a Barba Blanca, Deuce comenzó a llorar de miedo.
—Oh, vamos, no llores, papá está aquí. —Barba Blanca lo meció suavemente.
—¿Papá? —Deuce no entendía.
—Somos tu familia, pequeño. —Barba Blanca mostró una gran sonrisa mientras los piratas levantaban sus marcas con orgullo.
—¿Eres mi papá? —Deuce lo miró con ojos brillantes.
—Sí, y ahora vienes con nosotros.
—Deuce tiene entrenamiento médico, es un pequeño genio. —El bartender elogió al niño, y Barba Blanca se mostró feliz por ello.
—Bueno, eso es agradable. —Barba Blanca sentó a Ace y Deuce juntos para jugar mientras todos celebraban al nuevo integrante. Ace abrazó a Deuce, decidido a no soltarlo jamás.
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