-Adaptándose -

Deuce estaba ahí, sentadito. Ya era hora de regresar al barco. Ace miraba ansioso a Deuce, quería mostrarle cada rincón del Moby. Marco sonrió rodando los ojos; el amor infantil es tan lindo. Pero de repente, Deuce comenzó a caminar hacia otro lugar y todos lo miraron.

Jozu le cubrió el camino y se agachó para no intimidar al niño.

—Tengo que volver a casa —dijo Deuce.

Marco suspiró y miró a Barba Blanca, que ya sonreía. Nunca podía ser fácil, ¿verdad?

—Pero... —Ace tiró de la tela del pantalón de Barba Blanca con un puchero.

—Está bien, Ace. Deuce vendrá con nosotros.

Deuce miró a Barba Blanca confundido.

—Pero... tengo que volver a casa —insistió Deuce. No entendía lo que estaba pasando y se puso un poco nervioso cuando Jozu hizo el ademán de tomarlo en brazos. Sorprendentemente, para todos y emocionantemente para Ace, Deuce dijo:

—No me tomes sin aviso... por favor —lo último lo susurró, y a todos les pareció terriblemente lindo.

—Deuce, tu casa ahora es con nosotros, en el Moby Dick, yoi —trató de explicarle Marco al pequeño.

—No, mi casa está en la cima de la montaña nevada... señor —Deuce miró a otro lado.

—Vayan todos al barco, yo volveré después de acompañar a Deuce a su casa —Barba Blanca se levantó y caminó con una sonrisa hacia el niño, que pareció relajarse al ver que un adulto lo entendía.

—Pero... —Ace miró a Marco, que lo tomó en brazos.

—Tranquilo, Ace. Papá sabe lo que hace, yoi —Marco se llevó al niño, que miraba por encima de su hombro. Todos los demás reían. Se encargarían de calmar a Ace en el barco; todos sabían lo ansioso que se ponía cuando alguien nuevo llegaba a la tripulación, más si le agradaba... demasiado.

—Vamos, Deuce. Te llevaré a casa —Barba Blanca puso su mano en el suelo para que el niño se subiera. Deuce se subió; el pequeño estaba un poco frío, tal vez por eso quería volver.

—Tú indícame el camino, pequeño —Deuce sonrió; qué señor más amable.

—Sí, señor.

—Dime papá, o oyaji... o Pops. Ace me dice papi —Barba Blanca rió mientras comenzaba a caminar hacia donde le indicaba Deuce.

—¿Por qué ese señor me quería tomar? —preguntó Deuce curioso.

—Bueno, Jozu es muy protector. Además, eres parte de la familia ahora, pequeño.

Deuce movió la cabeza.

—No podemos ser familia porque no estamos cerca —lo miró sin entender.

—Oh, pero estaremos mucho más cerca muy pronto —Barba Blanca rió, aunque Deuce en realidad no lo entendía.

—Oh, esa es mi casa —Barba Blanca dejó al niño en el suelo.

—¿Puedes hacerme un favor, Deuce? A este pobre viejo... —Barba Blanca era experto en hacerse la víctima con los niños.

—Por supuesto, se... —Deuce se quedó en silencio ante la mirada de Barba Blanca—. Oyaji.

Eso era suficiente por el momento para Barba Blanca.

—¿Por qué no vas adentro y tomas tus cosas más importantes? A Ace le encantaría que tuvieran una pijamada en el barco antes de que nos vayamos. Es mi hijo menor y no tiene muchos amigos de su edad. Ya sabes, piratas... —Barba Blanca se puso una mano en el corazón mirando al niño.

—Bueno, supongo que será divertido. Ace me agrada mucho.

Mientras Deuce entraba para buscar sus cosas, Barba Blanca sonrió. Oh, dulces e inocentes niños que no saben los peligros que hay en los mares... o en los Barba Blanca.

Deuce salió con un pequeño bolso y un peluche de ballena en sus brazos. Barba Blanca lo tomó de nuevo como si fuera la cosa más delicada del mundo.

—Vamos, pequeño.

Deuce asintió y se dejó llevar. Las manos del señor Barba Blanca eran muy cómodas; se sentían protectoras.

—Es muy lindo tu peluche —Barba Blanca elogió al niño. Distraerlos era importante.

—Sí, lo conseguí en la feria. Me encantan las ballenas, no sé por qué —Barba Blanca rió. ¿Por qué sería, verdad destino?

—Bueno, bueno, entonces te va a encantar el Moby Dick —Barba Blanca miró al niño; parecía que sus ojos brillaban de emoción.

—¿Como el de los cuentos? —preguntó con una gran sonrisa.

—En eso se inspira, pequeño. Míralo.

Barba Blanca apuntó con su otra mano, y Deuce se emocionó mucho al ver el gran barco.

—¡Es gigante!

Miró a Barba Blanca, que ya estaba subiendo al barco riendo.

—Parece que papá lo logró, yoi —Marco soltó a Ace, que ya estaba pataleando para correr hacia Deuce.

—Hijos, Deuce viene a una "pijamada." Ace, ¿por qué no lo llevas a tu cuarto?

Ace asintió ansioso; quería ver si podía convencer a Deuce de quedarse más tiempo. Ya no quería soltar al de cabello azul.

Cuando los niños desaparecieron, Barba Blanca miró a todos, que ya estaban suspirando y riendo. Papá iba a secuestrar a otro de ellos.

—Thatch, vigila que los niños se duerman. Apenas lo hagan, partiremos y nos alejaremos lo más que podamos de la isla —ordenó Barba Blanca mientras todos asentían riendo.

—El va a llorar mucho —Haruta se cruzó de brazos. Pobrecito bebé; si apenas se sabe defender sin decir "por favor," iban a tener que enseñarle a defenderse.

—Bueno, para eso tendrá una nueva y gran familia que lo mime hasta que deje de llorar y se adapte a todos nosotros —Barba Blanca miró las estrellas.

—Va a querer tirarse al mar —Izo suspiró mientras Thatch corría directamente a vigilar a los niños. Quería jugar con ellos antes de que Deuce se diera cuenta de su nueva vida a bordo del Moby Dick.

—Seguro que sí, pero para eso tenemos a Namur —Barba Blanca rió ante la cara de pura indignación de su hijo.

—No soy un salvavidas —Namur se cruzó de brazos.

—¿Y te vas a perder la oportunidad de consolar en tus brazos al lindo y pequeño Deuce bebé? —Namur miró a otro lado.

—Yo no dije eso —todos rieron.

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