V. CRECIENDO

DISCLAIMER: Demon Slayer pertenece a Koyoharu Gotōge, publicado por la revista Shonen Jump y animado por el estudio Ufotable.

ADVERTENCIA: Contenido sexual leve

V. CRECIENDO

Escuchó el sonido estrepitoso de la loza al quebrarse contra el suelo. Provenía de la cocina.

Aunque Urokodaki tenía el sueño muy ligero, aquel ruido hubiese despertado a cualquiera. El maestro frotó sus sienes para aliviar una ligera migraña mañanera antes de ponerse su máscara y levantarse a ver qué había ocasionado tal escándalo.

Tenía un único sospechoso en mente...

Y allí lo encontró; Giyuu barría apresurado los pedazos de cerámica de un plato que dejó caer, seguramente intentado que no lo descubriera. Estaba tan absortó en sus pensamientos que ni siquiera se percató de cuando el hashira entró en la habitación.

—¿Qué haces levantado tan temprano, Giyuu-kun? Ni siquiera ha amanecido.

El muchacho se sobresaltó al ser atrapado infraganti. Tan nervioso estaba que dejo caer la escoba, la cual rebotó en el piso acompañado de un sonoro impacto.

Algo andaba mal con su aprendiz. Él chico podía ser muchas cosas: melancólico, retraído, solitario... taciturno; pero no era un torpe.

—Maestro. —murmuró inclinándose en una venia respetuosa para saludarle. —Quería preparar el desayuno.

El mayor le observó por varios seguros, incomodándole. Tenía unas ojeras terribles bajo sus cansados ojos y ladeaba la cabeza, somnoliento. Estimaba que el adolescente apenas había dormido un promedio de cuatro horas, a lo mucho.

Y aunque esa sería la rutina de su vida cuando lo sucediera como Pilar, tendría mucho tiempo luego para acostumbrarse.

—Yo me haré cargo. Ve a dormir una hora más hasta que salga el sol. —respondió Urokodaki recogiendo la escoba para continuar con la limpieza.

El chico no se movió, como si estuviese reflexionando las palabras de su mentor.

—Giyuu... —le llamó, trayéndolo de regreso. —¿Te encuentras bien? ¿No puedes dormir por las noches?

El muchacho negó con la cabeza.

—Duermo perfectamente, maestro... Iré a entrenar. —finalizó el tsuguko; saliendo despacio, como un alma en pena, de la cabaña.

Urokodaki lo observó atentamente hasta que se retiró, antes de terminar de recoger los trozos de vajilla. Se preguntó en qué momento; Giyuu había crecido tanto si hace apenas poco más de un año, seguía siendo un niño pequeño y flacucho.

Ahora, con sus 16 años; debía estar midiendo al menos un metro sesenta y cinco, quizás un poco más.

Tampoco recordaba cuándo su voz dejó de ser aguda y tierna; y cambió a una tonalidad grave, serena y algo despectiva, como si despreciara a todo lo que le rodea. Decía tan pocas palabras desde que pasó la tragedia donde perdieron a Sabito, que era difícil precisar el momento que comenzó a cambiar.

Aún no había desarrollado completamente el cuerpo de un hombre adulto, pero había dejado de ser un niño, estando atrapado en una de las etapas más complicadas y maravillosas de la vida.

Giyuu, era de todos sus discípulos; el que más tiempo tardó en crecer, el que más difícil de entender era, el más querido y el que más lejos llegaría. Como un vástago predilecto entre todos los hijos que había criado.

Y era frustrante poder enseñarle a ser un gran cazador, pero no poder enseñarle cómo ser un adulto feliz.

...

Están sentados en un oscuro rincón y la pequeña muchacha se ha acomodado entre sus piernas, dándole la espalda.

Es menuda, delicada y frágil. La ve más adulta y preciosa de lo que es realmente. Pero cuando tensa su abrazo alrededor de su delgado cuerpo y la estrecha pegado sus cuerpos, ella gruñe arisca como la cría de un pequeño animal salvaje.

Es como intentar querer a un conejo o un mapache. Parece inofensiva y dulce, pero no lo es. Si no la mima con cuidado y recelo, podría arañarle en cualquier momento para aprovecharse de su dolor y escapar de él.

Eso es lo que hace de Kochou Shinobu una chica tan interesante. No sólo es bonita; si no también valiente y peligrosa. Siempre está enojada y si no es así, uno sabe que pronto se enfadará por algún detalle absurdo.

Parece ser tolerante y cariñosa sólo con su hermana mayor. El resto del mundo; le es indiferente, especialmente él a quien constantemente molesta con sus comentarios y bromas de pésimo gusto.

De todas las personas que la rodean, es a él quizás a quien más odia. Pero no la culpa. Él también se odia a sí mismo.

Sin embargo, es tan satisfactorio sentirla rendida entre sus brazos, y aunque tensa; dejándose querer. Permitiéndole acariciar sus hombros por debajo del escote del kimono blanco mientras reparte sutiles besos tras su oreja izquierda; ello parece relajarla pues inclina su cabeza hacia la derecha para darle más espacio a sus caricias.

Su piel es tan tersa y suave, tan agradable para el tacto como tocar una seda cálida y, su cabello destila un sutil aroma floral.

Ella gime, él suspira. No tiene miedo, simplemente desea conocerla más.

Desliza su vestimenta sobre sus hombros, desnudándola de la cintura para arriba.

—Tomioka-san. —susurra tenuemente cuando sus manos se aferran al blando busto de la muchacha. Jamás ha conocido una textura tan placenteramente similar como la de sus pechos tiernos.

Shinobu gira su rostro y sus miradas se encuentran. Ella le besa en la mejilla traviesamente, autorizándole a seguir explorando. Invitándole a hacerla mujer.

Giyuu no puede resistirse más a la encantadora chica y con cuidado la ayuda a recostarse en el suelo y se acomoda sobre ella; desanudándole el cinto del hakama para terminar de desvestirla.

—Kochou. —gimotea excitado por su triunfo de poder tocar a esa muchacha que lo enloquece.

Ella le sonríe tan cálida e irreal...

—Kochou. —vuelve a gimotear al despertar exaltado.

«Maldita sea», repite continuamente en su mente; dándose un golpe en el rostro con la palma de su mano, castigándose por su horrible crimen.

Es la tercera vez durante ese mes que aquella bochornosa situación le pasa, y se siente cada vez peor por ello. Sobre todo, cuando descubre la huella de su impureza salpicada y viscosa en el yukata que utiliza para dormir, a la altura de la entrepierna elevada por una erección.

Una jodida y vergonzosa erección.

Lo último que faltaba.

Sabía perfectamente que era tonto, inútil, cobarde, débil... y ahora también un pervertido que fantaseaba con tocar a una chica tres años menor que él.

Era como si un monstruo viviera dentro suyo y se manifestase en sueños para llevar a cabo los horrendos deseos de su corazón.

¿Pero qué diablos tiene en la cabeza?

Esconde su rostro ente sus manos, sudaba frío.

Necesita dormir un poco, pero si duerme sueña con Shinobu; y si sueña con ella siempre acaba faltándole el respeto y mancillando su imagen al acariciarla de forma indecente. Y, aunque sucediese solamente en sus fantasías más incorrectas, cuando le toca encontrarse con ella para misiones o entrenamientos, la culpa lo enloquece.

No es capaz de mirarla a la cara, ni tampoco puede responderle a sus comentarios mordaces, prefiriendo ignorarla y alejarse.

Se siente vil, repugnante, sucio y transparente; tiene la corazonada de que la muchacha descubrirá su secreto en cualquier momento y lo detestará aun más de lo que ya lo repudia.

El sentimiento es igual de angustiante cuando tiene que verse con Kanae. Cómo podrías decirle a alguien: "Tu hermana me gusta y tengo sueños extraños con ella". En el lugar de la mayor de las Kochou; si un idiota le dijese algo similar sobre Tsutako-neesa, le destrozaría la cara a golpes por atrevido.

Tampoco es capaz de pasar mucho tiempo con su maestro por que no tiene idea de qué diablos le está pasando a su cuerpo y tal vez en su desesperación por respuestas, cometa la imprudencia de soltar la lengua y preguntar, y Urokodaki acabe despreciándolo indignado.

No es algo que le ocurra muy seguido tampoco; pero con una sola vez que haya pasado, ya es suficiente.

En su auto juicio, imagina también que su hermana y Sabito lo vigilan desde el cielo; y han descubierto sus pensamientos depravados. Se arrepienten de haber muerto por él, lo niegan y lo maldicen...

Es demasiada culpa.

Se levanta de la cama. Todavía falta un par de horas para que amanezca, pero es mejor escabullirse al río que fluye cercano a la cabaña para lavar su ropa sin ser descubierto y luego poder comenzar su rutina de una vez.

Suspira; pero en realidad desearía gritar de rabia contra sí mismo, impotencia e ignorancia.

Ser hombre es difícil. Crecer es muy difícil.

...

—Giyuu-kun. —le llama su maestro rompiendo el monótono silencio que mantienen durante la cena. —He notado que útilmente te vez muy cansado en los entrenamientos. ¿Te encentras bien?

El muchacho sólo asiente sin levantar la mirada de su plato de estofado. Si le mira a los ojos, presiente que el Pilar podrá descifrar sus pesares y encontrar el lado más perturbador de su mente...

Comprende que su discípulo jamás hablará con él ni con nadie sobre sus emociones.

Desde niño, siempre fue muy discreto. Cuando enfermaba, solía ocultar su malestar y cumplir con sus deberes y entrenamiento normalmente hasta caer derrumbado por fiebres muy elevadas y, aun así; permanecía terco en no reconocer sus dolencias.

Intentaba no molestar a nadie y era tan hábil para esconder el dolor tras la indiferencia.

Pero él no lo había criado más de nueve años para no reconocer sus mañas y saber que la mejor forma de tratar con él era ir directo al punto.

—Giyuu-kun. —volvió a insistir el hombre. —Has crecido muy rápido y, sin embargo, creo que nunca te he hablado sobre cosas que pasan cuando una persona deja de ser un niño y se está convirtiendo en un hombre.

El aprendiz, sorprendido por el comentario tan repentino y suponiendo a donde se dirige la charla, se atraganta por el nerviosismo con un bocado de arroz. Comienza toser estrepitosamente.

Urokodaki le ignora porque cree que es una respuesta rápida de su parte para zafar del tema tan incómodo para ambos.

—A partir de los 13 hasta los 17 años el cuerpo de un muchacho empieza a sufrir cambios, tanto en su físico como en su pensamiento y su conducta. —hace una pausa para meditar sus palabras con exactitud. —Uno de esos cambios es que empieza a fijarse en las muchachas de su edad y las ve... más bonitas e interesantes y... ¿De verdad te estás ahogando?

El chico, quien no a dejado de toser cubriéndose la boca con la manga de su haori, asiente. Se levanta de la mesa para salir huyendo de la vivienda a buscar agua del río; sin recordar que, en la tetera, quedaba al menos un vaso completo de agua hervida.

Es muy probable que no regrese hasta altas horas de la noche, cuando el maestro se encuentre dormido.

«Ha vuelto a escapar del tema», piensa el mayor con una sonrisa dividida entre la gracia y la preocupación.

Lo escuchó hace unas noches, susurrar el apellido "Kochou", delirando en sueños. Y todo cobró sentido: el porqué de sus desvelos, la razón que lo llevaba a lavar ropa de madrugada y su mal humor.

A Giyuu le gustaba Kanae Kochou, estaba seguro; es linda, amable y muy segura de sí misma. Pero a diferencia de la chica, su aprendiz es tan tímido y huraño y ello, le cohíbe de acercarse a la chica. De allí que su frustración se proyectaba mientras duerme.

Recuerda que cuando tenía su edad, quizás más joven; también se enamoró de una muchacha muy parecida a la hermana mayor de las Kochou. Y la quiso mucho hasta que tuvieron que separarse. Sin embargo, compartió con ella uno de más momentos más felices de su vida, aunque haya acabado mal.

Comprendía a su tsuguko, y deseaba que él pudiera vivir esa etapa con intensidad antes de tener que abrir los ojos a un mundo un más peligroso y cruel que el que ya conoce.

Pues, aunque la existencia de un cazador no está echa para compartir relaciones románticas con otra persona al siempre estar viviendo en el filo de la muerte; considera que es tierno que al menos mientras termina su infancia pueda sentir algo tan humano como es el amor.

Cómo puedes, sin embargo, explicarle a alguien tan cerrado sobre la adolescencia y situaciones embarazosas pero normales que ocurren en esa etapa de la vida; cuando tú mismo no estás seguro de que sucede.

Él no sabía demasiado sobre el tema tampoco. Su maestro jamás habló con él sobre ese tipo de situaciones y lo poco que aprendió fue con los años y la experiencia; conociendo mujeres y compartiendo relatos con amigos que habían conseguido casarse.

Se sentía como un tuerto tratando de guiar a un ciego por un camino pedregoso y aunque sabía que, en algún momento, trataría de hablar con Giyuu sobre ello nuevamente no podría darle suficiente información para que admitiera su crecimiento y madurez.

Pero desea que al menos, de la forma que sea, su muchacho pueda aceptarse y dar rienda suelta a sus emociones para ser feliz, aunque sea por poco tiempo.

CONTINUARÁ...

¡¡Holaa!!

Bueno en este cap quise tocar un poco de la adolescencia de Giyuu y lo difícil que es enfrentarla en la ignorancia. La culpa que puede ocasionar el despertar sexual y la maduración a pesar de ser una situación perfectamente humana. Además de tocar la perspectiva de Urokodaki sobre el tema.

A partir de este episodio, intentaré explorar un poco la adolescencia de ambos y las situaciones y sentimientos que los llevaron a la relación que mantienen de adultos descrita en episodios anteriores, sin un compromiso real, pero con dependencia hacia el otro.

Sobre el momento del delicioso, habrán notado que no es muy detallado y es algo confuso, diferente a lo que suelo escribir, pero es que quería tocarlo desde la perspectiva de Giyuu, él en ese momento sabe muy poco o casi nada del sexo así que no está muy seguro de que cosas pasan en el acto, por eso la escena es obtusa, espero haber conseguido ese detalle.

Sobre sus edades... la verdad no se me hace muy extraño que a un chico de 16 años le guste una chica de 13 y menos en el periodo en el que viven por que pues, la moral era algo diferente en esas épocas.

Espero que les haya gustado.

¡¡Cuídense!! 

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