cinco
capítulo cinco
en el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo
el hedor a neumático quemado y las voces de miles de personas profiriendo a todo pulmón las consignas políticas, continuaban emergiendo en sus sueños, consumiendo todo a su paso. la distancia que la separaba de su infierno personal era de 5.818 kilómetros, pero parecía no importar qué tanto se alejara o cuánto corriera lejos de él. el infierno permanecía dentro de ella, consumiéndola del mismo modo que el fuego fundió la goma de los neumáticos que vadhir y su aliados, colocaron a mitad de la carretera interestatal en su país de origen, algunos años atrás.
había despertado en una habitación que no era la suya. a ver, siendo honesta consigo misma, ni siquiera tenía un dormitorio propiamente dicho. tenía una cama, desde donde podía verse la diminuta cocina, el baño y la puerta de entrada. por supuesto que esto era mejor que dormir en un albergue repleto de inmigrantes e indocumentados; ella no era capaz de despreciar o minimizar su esfuerzo, todo el sacrificio que implicaba gozar de un sitio donde resguardarse y al cual llamar su lugar, su zona segura. sin embargo, echaba mucho de menos el simple hecho de tener una habitación con detalles tan básicos como paredes y puerta.
viernes siempre dio por sentado cosas tan básicas pero realmente valiosas; era una persona repleta de privilegios que nunca fue capaz de apreciar hasta que se vio privada de estos. dicen que no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes y ella lo había comprobado en carne propia.
los eufóricos y entusiasmados alaridos del dueño de esa cómoda y calentita cama que la resguardaba, llegaban a sus oídos de forma constante, pero no le molestaba en lo más mínimo. ya se había acostumbrado a la radiante y escandalosa personalidad de quackity, incluso aunque no podían ser más distintos.
esos dos eran el día y la noche, pero había algo entre ambos, un trato implícito y silencioso, que los hacía complementarios. como si eso que los diferenciaba, le diera fuerza a su lazo. viernes se sentía abrazada por la euforia y la calidez de alex, la hacía sentir menos cargada, como si sus hombros pesaran menos y eso le gustaba.
tampoco era la primera vez que despertaba justamente en esa cama y aunque no había nada de diferente a las otras ocasiones que despertó allí, ella se sentía distinta. incluso la fragancia del ambiente la sentía diferente, como si le calara hasta lo más profundo, de una manera muy particular que no era capaz de definir. se preguntó en silencio, todavía tumbada entre las cobijas atestada en costosa loción masculina, si era que algo había cambiado o si no eran más que necedades suyas, lo cual era más que probable.
siempre que debían estar hasta tarde trabajando en el proyecto, como había sido el caso, viernes se quedaba a dormir en casa de alexis. él era un buen anfitrión, al igual que mango y mandarina. sin duda nunca le resultó incómodo tener que pasar la noche allí... hasta ahora. que no se atrevía a ponerse de pie, que lo escuchaba fuerte y claro haciendo el directo en twich, que su corazón se sentía apretado e inquieto por el simple hecho de olerlo; su loción de baño, el perfume de diario y el bálsamo que usaba de forma casi religiosa para hidratarse los labios.
escucharlo reírse le daba seguridad y le transmitía una sensación de comodidad muy cálida, como un abrazo. en el pasado, habiendo despertado en esa habitación que no era la suya, que tenía paredes y una puerta, no le importaba demasiado echarse encima alguna camiseta del mexicano luego de darse un baño, pero ese día, que se sentía todo tan raro, no concebía la idea de respirar más fuerte de lo debido.
viernes había dormido en esa cama tantas veces que no podría contar cuántas; él no se sentía a gusto con la idea de dejarla marcharse pasada la media noche, así que optaba por ofrecerle su cama y dejarla ocupar su espacio, pero eso nunca lo molestó.
— victoria, en el nombre del padre y de la virgen de valle, hasta que por fin me atiendes ese teléfono.
— tío —se escuchó un profundo suspiro de su parte—, bendición.
— carajo, yo no sé cuándo fue que empezaste a actuar como si estuvieses sola en el mundo y solo dios sabe que tengo desde ayer buscando la manera de comunicarme contigo. dios te bendiga.
— yo estoy bien, gracias preguntarme —murmuró para sí misma, aclarándose la garganta y elevando ligeramente el tono de voz para dejarse escuchar entre tanta queja y cháchara—. tío, sí que vi tus llamadas, pero estuve hasta muy tarde en una reunión con mi equipo de trabajo y para el momento de desocuparme, ya era muy tarde allá en casa.
— es que esa es otra cosa, victoria; mira todo el tiempo que llevas ya en el extranjero y bendito sea dios que continuas perdiendo tu tiempo en esa guachafita de trabajo con el mamarracho y sinvergüenza ese que se gana la vida jugando. le pido a tu abuela que está en el cielo que te ilumine la mente para que termines de madurar de una vez por todas. me lo pienso todo lo días, ¿me estás escuchando?
— sí, tío, te escucho fuerte y claro —para su desgracia. sostuvo el teléfono con más fuerza de la debida—. recuerda que gracias a esta guachafita de trabajo, así como tú le dices, es que puedo enviarles dinero a casa, tanto a ti como a tía y pagar la deuda de los abogados y... todo lo demás.
— estabas estudiando una carrera, entraste a la carrera de tus sueños, carajo, ¡te seleccionaron entre una gran cantidad de aspirantes con muchísimas más experiencia que tú! si estuvieras haciendo otra cosa, si fueses ya una persona madura, estarías de regreso con nosotros y ya tuvieras un postgrado o yo qué sé, no trabajando para ese manganzón. sabes perfectamente que estás perdiendo tu tiempo, ¿me estás escuchando?
— sí, tío —de nuevo, para su desgracia. no dijo nada más, siempre era lo mismo cada vez que hablaba con alguno de sus tíos. no los odiaba, claro que no, los amaba muchísimo, pero todo ese amor que sentía por ellos no menguaba el dolor que le causaban. quería entenderlo y lo intentaba, entendía que esa tosca y horrorosa personalidad era el resultado de mucha tristeza, pero dolía.
— victoria, ¿me estás escuchando?
— disculpa, tío, me distraje. ¿qué me estabas diciendo?
— ¿cuándo vas a poner los pies en la tierra, victoria? el mundo a tu alrededor se desmorona y tú pensando en estupideces.
— sabes que no me gusta cuando me llamas así —dijo entre dientes al teléfono.
— es tu nombre.
— mi segundo nombre —le corrigió ella, con tozudez—, y no me gusta.
— mira, a mí no me gusta tener que estar detrás de ti para que cumplas con tu familia, ¿y me escuchas quejándome?
todo el tiempo, quiso decirle, pero se contuvo por su propio bien. nada bueno salía de discutir con su tío que era una especie de bomba nuclear lista para explotar y destruir todo a su paso. se arrepintió de haber atendido la llamada, pero siempre que sentía el teléfono vibrar o veía las llamadas perdidas, le daba miedo.
— disculpa, tío, tienes razón —no, claro que no la tenía, pero así era como se las arreglaba para no empeorar las cosas, con resignada y amarga sumisión. su tío había sido criado a la antigua, donde las mujeres calladitas se veían más bonitas. en pocas palabras, muy a su pesar, su tío, quien la había visto crecer, era un hombre repleto de muchísimos prejuicios y arcaicos comportamientos de la época de simón bolívar. irónico que ese fuese uno de sus apellidos, bolívar.
hablar con alguno de sus tíos era un ciclo, un malestar de inicio a fin; tal parecía que la única razón de su existencia yacía en ser la vergüenza de sus tíos, a quienes amaba y agradecía por todo lo que hicieron por ella desde el momento de su nacimiento. a su tía le tenía un cariño especial, pues vivió con ella durante su primera infancia y guardaba recuerdos puntuales y bonitos a su lado, como las empanadas en forma de estrellas y lunas que le empacaba en la merienda del kínder o todas las veces que la llevó de paseo a la iglesia con la esperanza de que tal adoctrinamiento la empujara a copiar su obsesión con el catolicismo. no funcionó, era evidente; viernes no se sentía identificada con esa fe y tal cosa resultó una decepción para su tía margarita. no había nada que hacer al respecto.
viernes había perdido la fe en algún punto de su vida, posiblemente mucho antes de ver morir su hermano y a sus dos primos preferidos, los gemelos de su tío.
esa era su vida, esa había sido su vida hasta ahora. la pérdida nunca la soltó, siempre estaba perdiendo algo o a alguien. a veces sentía que estaba perdiéndose a sí misma.
en la habitación de alexis todo estaba ordenado metódicamente, nada se veía fuera de lugar, salvo la extranjera de ojos pardos que, de pie frente al espejo, se observaba las ojeras y cada maldita imperfección en su anémico rostro. incluso sus exangües labios parecían fuera de lugar. quiso hacer algo, cualquier cosa, siempre que significara su propia extinción. la llamada de tío, como era habitual, le caló hasta los huesos y le revolvió el alma, se la aplastó y devoró, vomitándola y haciendo de ella lo que se le antojó. viéndose en el espejo, viernes se sacó la camisa y recorrió con el índice el camino de las venas sobre sus senos, que no eran muy grandes, pero lo suficiente como para ser acosada con miradas indeseadas desde su precoz pubertad. si intentaba contabilizar la cantidad de hombres que, a sus pequeños once años la observaron con morbo, se quedaba sin números para contar.
escuchando las risas estruendosas risas de quackity, decidió darse un baño helado. el agua fría le relajó los músculos y le refrescó la nuca, que la tenía ardiendo desde la llamada de su tío. se odiaba a sí misma por permitirle afectarle de ese modo, pero no sabía cómo manejarlo, todas las emociones que se le revolvían en la boca del estómago cuando su pasado y su presente se entrecruzaban de ese modo. no importaba cuán rápido corriera, cuánto se alejara o la cantidad de kilómetros que la separaran de su infierno, sin importa el esfuerzo que aplicara en ello, el infierno seguía dentro de ella calando muy profundo.
después de la ducha todavía se sentía inquieta, así que lo zanjó recogiendo sus cosas y dándole un beso a sus gatos naranja. huyó como una vil cobarde que no tenía idea, tan siquiera, a qué le temía o por qué se sentía tan alerta, como si estuviera esperando a que algo ocurriera.
después de tantos años padeciendo en carne propia lo que era la ansiedad, claro que era capaz de reconocer un ataque de ansiedad, de esos que te arrancan de tu propia piel y te hacen verte a ti mismo, en tercera persona, como si no te pertenecieras. como si formaras parte de una película y tú fueras un simple espectador, así era como se sentía.
hubiera querido decirle la verdad a alex, como que se sentía mal y que hizo lo que siempre hacía en momentos de vulnerabilidad, lo cual era huir; salió corriendo porque se sentía mal, porque se sentía un desastre y porque en el fondo, sabía que su tío tenía razón. hubiera querido decirle todo esto y más, pero prefirió decirle que tenía cosas que hacer y que debía estudiar para la academia de inglés. era una mentira a medias, porque sí tenía que estudiar, pero con el alprazolam haciéndole efecto, poco iba a entender y memorizar nada.
ya en su departamento, lo primero que hizo al despertar del letargo causado por el ansiolítico, fue pausar adventure time y llamar a su mamá. su madre era una mujer muy importante, asquerosamente inteligente y con una gran, gran, gran cantidad de títulos, maestrías y un par de doctorados. de todos los hermanos, su progenitora era la prodigio, la excelencia y el último pujido de su abuela. ni todo el poderío alcanzado por medio de sus estudios y tan jugosísima experiencia laboral, ser bilingüe y reconocida por sus méritos, nada de esto le importó al destino al momento de arrebatarle a su hijo de los brazos.
de una forma espantosa y lacerante, viernes vio a su mamá perder a su precioso hijo. vadhir era idéntico a su madre; era muy blanco y tenía el cabello negro azabache, ojos miel, pestañas enormes y una nariz arqueada, característica de la familia materna. todos los hombres de esta rama familiar eran blancos, barbudos, de cejas gruesas y narizones a más no poder.
vadhir fue el tesoro de mamá hasta el día de su muerte; no solo había heredado todas las particulares físicas de su madre, como el color de piel, los ojos o la nariz, también era muy listo, lo suficiente como para ser aceptado en la universidad más cotizada y respetada del país.
— tienes el número del psiquiatra, ¿verdad? —era su madre quien hablaba.
— a mi tío le encantará saber que volví a la medicación —murmuró viernes con ironía, mordiéndose las uñas. odiaba que su tío lo supiera, que en el pasado se vio en la necesidad de medicarse para sobrevivir al velo de la muerte y que muy probablemente ocurriría otra vez.
— mira, viernes, tu tío puede meterse la lengua en el culo si así lo prefiere. sabes bien que no me importa lo que digan tu tía, él y quien sea. mija, si lo necesitas, lo necesitas y punto, no hay nada que discutir. solo debes ser sincera contigo misma y asumirlo, que no estás sintiéndote bien y eso no tiene nada de malo.
— siempre admiré tu valentía para enfrentarte a la vida, mamá. yo, en cambio, a diferencia de ti, soy tan débil, tonta y cobarde; lo único que está en mi mente es... el deseo de huir, de salir corriendo a un lugar muy lejano y nunca regresar. llevo mucho tiempo preguntándome cómo has logrado continuar sin enloquecer, porque en lo que a mí respecta, estoy más cerca de la locura que de la cordura.
— en mi caso, yo tenía un motivo para continuar con esta lucha. quiero decir, que todavía tengo un motivo para seguir adelante. pese a todo el dolor y la tristeza, pese al deseo de no salir de la cama, de quedarme allí y no volver a levantarme jamás. viernes, yo también he deseado mucho salir corriendo, correr hasta no sentir los pies, pero no puedo hacerlo. si lo hiciera, ¿quién me aseguraría que tú estarás bien? eres mi niña y siempre lo serás, no puedo dejarte sola. así que, voy a armarme de valor todas las veces que sean necesarias y me voy a levantar, porque no puedo quedarme a esperar que el tiempo pase por mí.
— te amo, mamá.
hablar con su mamá le hacía bien, era como agüita fresca en un día con mucho sol; recordaba a su madre, mucho tiempo atrás, en esos momentos de carencias, sonriendo y cocinando para sus hijos lo único que quedaba de comer en la casa, un solo huevo. ella les mentía con una sonrisa en la cara, diciéndoles que no tenía nada de apetito y que estaría llena con un poco de café. en el pasado, su mamá hizo tantos sacrificios por ella y por su hermano, que ahora se sentía en deuda. por eso se esforzaba, en parte por eso, por su mamá, no se rendía.
viernes pensó que sería bueno echarse un sueñito, todavía sentía los efectos del ansiolítico y no tenía ganas de nada que implicara dejar la comodidad de su cama, que no fuera dormir. de hecho, cuando sonó su teléfono por segunda vez en la noche, pensó en no coger la llamada. sin embargo, al ver la imagen en la pantalla, desecho la idea de inmediato y atendió. era él.
— hola —se aclaró la garganta y se sentó, como si mantener la espalda recta la ayudara en algo.
— ¿dónde estás? —le preguntó él.
— en mi cama, ¿y tú?
— ¿jalas a una peda? —se escuchaba animado, de mejor ánimo. eso la hizo feliz—. de chill, nomás para celebrar que estamos vivos y esas cosas.
ella no dijo nada, porque en ese momento, no agradecía estar con vida. esa era una de las cosas que tanto lo diferenciaban; mientras ella era más bien negativa y pesimista, el mexicano sacaba algo bueno de lo malo y buscaba, rasgando con las uñas, cualquier lucecita en un día lleno de oscuridad y frío.
— conseguí una oferta de vino y compré —allí estaba esa risa deliciosa y vibrante que a ella le agitaba el alma.
— ¿qué cantidad? —no pudo evitarlo y se rio con él.
— bueno, ¡una caja!
— ¿una caja de vino o una caja con botellas de vino?
— me parece que la segunda opción —alexis volvió a reírse.
— va, pero, ¿estarás tú solo? —se arrastró a la orilla de la cama, viendo su reflejo en el espejo. otra vez—. te pregunto para ver si me baño o no.
— seremos un par de amigos míos que vinieron de visita y nosotros —nosotros, su parte preferida de aquel plan.
viernes lo analizó con pesadumbre, observando sus opciones, que eran escasas. ¿se quedaba en casa propensa a tragarse otro par de ansiolíticos, dándole la razón a su tío o se iba con alex a pasar el rato con quien sea que fueran esos amigos suyos y las botellas de vino en oferta? su compañía le hacía bien y lo extrañaba un poquitín, siendo honesta consigo misma. así que, ¿qué más daba? que sí, recién acababa de verlo hacía unas horas, pero, ¿y qué?
— oki —se encontró a sí misma sonriendo—. ¿llevo chips y cositas así para picar o prefieres algún carísimo queso para acompañar tu vino en oferta?
— nah, lo único que debes hacer, es venir. puedo pasar por ti.
— no es necesario, me baño y voy.
— va. te espero.
volvió a mirarse en el espejo, se veía terrible y sabía que era el alpram. el baño la espabiló lo suficiente, siendo ahora capaz de escoger una muda de ropa decente que no espantara a los amigos de alexis. vio la hora, iban a ser las nueve, no era tarde todavía, así que mientras se vestía, se peinaba y exageraba con el rubor, esperó por el uber. una vez se calzó con sus viejas botas rosa, esas que su hermano le obsequió poquito antes de morir, el conductor le notificó que ya la estaba esperando.
en el depa del mexicano todo estaba tranquilo; olía a desinfectante y hacía frío. en los altavoces, se escuchaba una lista de reproducción animada. mandarina fue el primero en recibirla, restregando su cola peluda y naranja en sus piernas.
— hola —saludó a los presente, con un deje de timidez en la voz.
— es tu amiga la... sudaca —desde el sillón, un muchacho de piernas largas y ojos color ceniza, señaló a la recién llegada sin borrar la sonrisa guasona del rostro cuidadosamente rasurado—. ¿o no es ella?
— ¿sudaca? —dijo ella entre dientes, con mandarina todavía en sus brazos. el gato había recargado su cabecita en el hombro de su humana.
— su nombre es viernes, pendejo —el mexicano se acercó a ella, dándole la espalda a sus invitados—. gracias por venir, ¿quieres algo de beber? —allí estaba la sonrisa y esos ojos marrones que tanto amaba. una vez ella le dio su acostumbrado par de besos en forma de saludo, el chico vio al gato marcharse y a ella levantar la bolsa que traía.
— traje queso y papas fritas —ella levantó la bolsa, haciendo como si aquel despectivo comentario en forma de burla nunca llegó a sus oídos. obvio que lo había escuchado, fuerte y claro, pero ya estaba acostumbrada. sí, era sudamericana y a mucha honra, ¿cuál era el problema? claro que la economía en el sur del continente estaba cagada y con creces, pero no era culpa suya.
— una cerveza estaría bien —sabía que no debía beber, pero no se lo pensó mucho. recordó a su psiquiatra prohibirle mezclar licor con la medicina y pensó en su tío. no, no iba a darle el gusto a su familia. ya estaba allí y tampoco quería ser la aguafiestas del momento. además, la sonrisa de alexis la pinchaba mucho. así que, tomó la lata que él ya había abierto por ella y miró hacia el enorme sillón, preguntándose dónde debía sentarse, si junto al muchacho que la había llamado sudaca con todo el veneno posible o junto al tal boris, que parecía un poco más agradable que el otro pendejo y que ya conocía de vista.
resulta que el otro chico, el del comentario, se llamaba vico y todo lo que decía, incluso las tonterías más ridículas y absurdas, alexis se las reía a carcajada suelta. ella pensó que era como si el vino lo hiciera más gracioso de lo que realmente era, porque en lo que a ella respectaba, quien no había probado el vino y no llevaba más de tres latas de cerveza, no le veía el chiste a nada de lo que decía. se reía de vez en cuando de los chistes de boris, porque tenían más sentido, pero vico era como una especie de guasón mala leche que solo sabía hacer chistes rancios que incluían, en primer lugar, a méxico y al sur de américa. ya sabía viernes lo difícil que a alexis se le hacía eso de poner límites, pero ella no lo sentía justo y odiaba que se riera con tanto júbilo cuando este imbécil de mil mierdas decía cosas tan fuera de lugar. no pudo soportarlo demasiado, así que lo resolvió abriendo una cuarta lata de cerveza bien fría. si no ocupaba su boca con los bocadillos salados y la bebida, iba a responderle a vico y vaya que ella no se medía en momentos como esos. vadhir solía decirle que solo por eso, por su bocaza, iba a meterse en muchos problemas, pues era venenosa, dañina y lanzaba a matar sin pensar en las consecuencias. es decir, que ella nunca pensaba lo que decía. tu boca es el dracarys de los targaryen, le decía su tonto hermano y ambos se reían, porque se había vuelto un chiste personas entre ambos después de obsesiones juntos con los libros de dragones y mundos fantásticos.
a su lado, el anfitrión abría la siguiente botella de vino. viernes no sabía con exactitud cuántas botellas ya se habían acabado los chicos. esa noche, con cuatro latas de cerveza en su organismo y un ansiolítico batallando dentro de ella, la extranjera de botas gastadas pensaba que su jefe se veía más encantador de lo acostumbrado. aunque deseaba arrancarle la cabeza por reírse de los chistes del mala leche de vico, no podía dejar de mirarlo; sus bonitos labios húmedos muy rositas y sus mejillas coloradas por el bendito vino en oferta.
en el mullido sillón, que solo ocupaban ellos dos, sus piernas se rozaban constantemente y aquel simple y mundano roce de sus pieles, pues él también llevaba un pantalón corto, le gustaba. así como le gustaba capturar en forma de caricia, el aroma de su loción masculina traspasando y mimando sus fosas nasales. era el efecto de la cerveza, ¿verdad? se mordió el labio inferior, revolviéndose en el asiento. sus rodillas volvieron a rozarse.
viernes dio otro sorbo a su bebida espumosa e intentó seguir el hilo de la conversación que llevaban los tres chicos en la sala, pero entre la música, las botellas de vino chocando unas con otras conforme se iban vaciando y la chirriante risa de vico, prefirió concentrarse en su pierna junto a la de su compañero.
— ¿viernes? —lo escuchó de pronto llamándola, haciendo uso de ese sumiso y suavecito tono de voz que empleaba con tanto cuidado cuando se trataba de ella.
— ¿sí? —se dio cuenta que todos la estaban mirando, incluyendo sus gatos.
— decíamos que vamos a jugar a algo, ¿quieres unirte? —le preguntó alex.
— va, ¿qué jugaremos? —la motivó verlo tan animado a él y no pudo decir que no, porque bastaba con verlo sonreír, para que ella de inmediato se sintiera animada a todo, a conquistar naciones enteras si era necesario y siendo honesta, era lo que necesitaba, olvidarse de lo que ocupaba su mente y fingir ser una persona normal sin tanta puta mierda interna.
ni todas las cervezas que se bebió, perdiendo la cuenta o las largas horas de videojuego junto a los tres chicos, bastaron para silenciar su terca cabezota. tal y como siempre le ocurría, acabó regresando a su antiguo hogar; revivió los desgarradores gritos de sus padres, el penetrante y nauseabundo aroma a neumático quemado y el color verdoso en el rostro sin vida de su único hermano, que continuaba con los ojos abiertos después de muerto. su tía le dijo que no le cerrara los ojos, que era de mala suerte cerrar los ojos de un muerto, pero ella no le hizo caso y se los cerro.
viernes volvió a despertar en una habitación que no era la suya. con la respiración entrecortada, tal y como si tuviese mucho rato sin brindarle oxígeno a sus pulmones, sintió un gélido hilo de sudor corriendo entre sus pechos. sentada en medio de la oscuridad, se llevó una mano temblorosa a la zona de su corazón que latía furioso y volvió a cerrar los ojos, siendo incapaz de borrar de su mente, la imagen del cuerpo de su hermano tendido en la plancha helada. con los labios agrietados por la falta de hidratación, se permitió llorar, probando el sabor de sus lágrimas.
sintió movimiento a su lado y se percató de que no estaba sola. no tuvo que voltear o encender la luz para saber quién dormía junto a ella. alexis roncaba de una manera singular e incluso el silencioso eco de su respiración, podía diferenciarlo entre miles.
minutos más tarde, quizás unos diez, viernes lo escuchó murmurar algo que no logró entender y luego, sus suaves dedos le rozaron el brazo con cuidado.
— perdona, ¿te desperté? —se excusó la extranjera. los dedos del mexicano le apretaron el codo, regresándola a la cama y no tuvo más remedio que volver a acostarse.
—ya estaba despierto —susurró él con flojera, abrigándose hasta los pies y acercándose más a ella.
— gracias por invitarme a tu noche de chicos —viernes se giró hacia él, sintiendo sus rodillas rozarse bajo las pesadas cobijas. ya no se sentía tan incómoda o pesada después de llorar.
— gracias a ti por aceptar mi invitación —lo escuchó sonreír. con las cortinas cerradas, poca era la claridad que se situaba en aquel ordenado dormitorio.
— fue divertido vencer a vico en los videojuegos —ella también sonrió, aplastando la cabeza en la almohada.
— tiene un humor denso, pero me cae bien —dijo alexis, sabiendo que ella no se sintió del todo cómoda con su amigo.
— fantaseé toda la noche con rajarle la garganta, no puedo decir lo mismo.
— lo supuse, eres bastante transparente con tus gestos —se rio bajito, como chiquillo travieso y ella se derritió. con alex a su lado, todo estaba bien.
— o quizás se deba a que me conoces bastante bien.
— ¿puedo acercarme más? —le preguntó él con cuidado.
— sí, eso creo —la pregunta se le hizo extraña, pero no mintió. su cercanía, su piel y su aroma eran calma para viernes. hubiese querido decírselo.
— mientras dormías, tu teléfono no dejaba de sonar, así que debido a la insistencia pensé que podía ser una emergencia y atendí la llamada. tu tío es una persona muy desagradable, ¿todo va bien con él? porque parecía bastante alterado mientras hablaba.
— mi tío siempre pareciera que estuviese alterado —se tensó, sintiendo ese frío, ese miedo, atravesándole el estómago y clavándose en su garganta.
— ¿algo va mal?
viernes no le respondió.
— no me gusta tu tío —dijo él, con el rostro enterrado en las costillas de viernes. su aliento caliente le rozaba la piel, se sentía bien—. la forma en la que te habla como si fueses inferior a él y su voz siempre exigiéndote y reclamándote como si le debieses algo de gran valor, como si tú...
— mi tío no siempre fue así de malo —viernes hundió los dedos en la melena sedosa del mexicano—. en algún momento, antes de la muerte de los gemelos, amir y emir, tío era una persona feliz. le gustaba viajar y hacernos un montón de regalos, sobre todo en nuestros cumpleaños. a mí me gustaba mucho salir con él porque era divertidísimo, siempre con música en los altavoces de su auto y dispuesto a tener aventuras de todo tipo. gracias a él conocí todo mi país, desde el norte hasta las fronteras más recónditas y escondidas del amazonas. supongo que la vida sintió celos de su felicidad y se lo arrebató todo. no volvió a ser el mismo después de la muerte de sus gemelos. amir y emir era mis primos favoritos.
— tú no mataste a sus hijos —soltó ingenuo, incapaz de tomar aquello como una justificación ante la actitud del tío de viernes—. ¿por qué te trata como la mierda? no tiene sentido alguno para mí. es decir, lamento muchísimo lo que le sucedió, de veras, porque perder a tus hijos debe ser muy doloroso, pero... no mames, viernes, te trata como si fueses una enfermedad contagiosa o una mierda así.
— mi tío no quería que yo dejara el país; peleó conmigo y con mi mamá para hacernos entrar en razón, pero nada de lo que dijera tenía sentido para mí, porque yo ya había tomado una decisión y fue... ya sabes, huir de ese lugar. tal vez solo intentaba protegerme. quién sabe —se encogió de hombros.
— claro, por eso ahora te trata de forma tan inhumana.
— intento no juzgarlo, porque reconocí el dolor en sus ojos, pero no puedo negar que me duele cómo están las cosas ahora, cuando antes todos éramos tan unidos —si seguía hablando de eso, iba a llorar y era lo único que quería, llorar.
— ojalá tu tío fuera más amable contigo.
— sí... ojalá.
los siguientes días fueron de mucho trabajo para ambos, así que viernes no tuvo tiempo para pensar en otra cosa que no fuese el servidor de minecraft y cumplir con todos los puntos de la agenda de equipo. eso la hacía inmensamente feliz, estar ocupada en algo y aferrarse a planes bien estructurados. estuvo tan ocupada, con los ojos pegados a su portátil, que casi no le daba uso a su teléfono. aquello era bueno porque pasaba de las llamada de su familia y hacía como si el mundo real fuera del servidor del mexicano no existiera y todo fuese cubitos, colores brillantes, personajes ficticios y un guion que desarrollar.
sin embargo, incluso cuando su tiempo estaba limitado a trabajar, en los momentos de reposo, cuando se obligaba a dormir, volvía a su infierno personal; las escaleras, el patio oscuro iluminado con velas, su abuela con el rosario, su tía junto a su abuela, los canticos religiosos, las oraciones que se sabía de memoria, el llanto, los gritos, los ojos abiertos de su hermano muerto y los gemelos abrazándola, para luego deshacerse en sangre y podredumbre. carne podrida y neumáticos humeando, consignas políticas, sirenas de ambulancias y un lápiz con la punta afilada clavándose en el interior de su brazo.
en el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo... amén.
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