uno
capítulo uno
puta madre, ¿para qué te subí a mi camioneta?
el vendaje en la mano le daba comezón; sabía que no debía rascarse, pero era inevitable hacerlo cuando la ansiedad la estaba consumiendo en pleno inicio de su jornada. como si empezar el día en un hospital fuese la mejor de las maneras. ¿o qué era lo que decían los creadores de contenido motivacional en los reels? el subterráneo en los ángeles contaba con alrededor de ciento y algo de estaciones, pero ella no quería, de verdad no quería, bajarse en la suya. las deudas eran, básicamente, su mayor motivación para levantarse día tras día a ponerse el disfraz de adulto funcional que, a decir verdad, no le iba para nada y ese era el motivo principal por el cual, con una mano herida, picándole y un nudo en el pecho, abandonó el transporte público y colocándose los audífonos, fingió ser la protagonista de un vídeo de lana del rey mientras se colaba entre la afanada multitud que al igual que ella, se dirigían a cumplir de mala gana, sus respectivas obligaciones.
tres llamadas perdidas en su barra de notificaciones parecían picarle en la nuca, en especial una; se pasó los dedos por el cuello y rascó, sabiendo que era una comezón real para nada creada por su alto nivel de ansiedad. sin mirar en otra dirección más que al frente, un aroma familia la golpeó en el pecho. oh, no.
- ¿a dónde tan solita? -aquel empalagoso tono juguetón interrumpió la música en uno de sus audífonos, que le fue arrebatado por un muchacho de pantalones y sudadera negra.
- no me puto jodas -su primera reacción fue soltar un puñetazo, pero aquel familiar aroma a loción ya le había advertido un poco sobre quién podría tratarse.
- sí recuerdas que mi mamá y yo somos tu contactos de emergencia acá en gringoland, ¿verdad? -le devolvió el audífono y se metió las manos en los bolsillos, encogiéndose de hombros.
- la puta madre que me parió, alexis. tengo como mil traumas latinoamericanos, ¿sabes? -no era una broma, tampoco exageraba; cuando naces en un país de américa latina, traes contigo un instinto de supervivencia que te advierte del peligro. solo el latino sabe de esto.
- daddy issues también -de nuevo esa maldita sonrisa torcida. claro, sí que estaba preocupado por su estado de salud y lanzaba sutiles miradas al vendaje en la mano derecha de la chica de ojos pardos frente a él. iban a ser las siete cuando recibió la llamada del centro de salud. sin embargo, optó por no mostrarse agresivo ante la incertidumbre que albergada, en silencio, su alma protectora.
- sí, obvio, por eso el love bombing de tu parte -viernes le miró con supuesto enojo, pero no podía sentirse más contenta de tenerlo allí y poder escuchar su voz diciéndole tonterías adorables.
- no, de hecho, con tu lista de reproducción de lana del rey y canserbero me dejaste muy en claro tus pedos mentales -alex aborrecía a las personas que acostumbran criticar los gustos musicales de los demás, pero disfrutaba viéndola rabiar. según él, viernes era una especie de bonito chihuahua resentido; chiquita pero peligrosa.
- ¿el chiste viene luego? -allí estaba su chihuahua. él sonrió y ella entornó los ojos como respuesta.
- déjame ver tu mano -sin esperar una respuesta, le sujetó con cuidado por la muñeca, observando de cerca nada más que vendaje y un tenue aroma a pomada que traspasó sus fosas nasales.
- sí, bueno, cositas -ella se encogió en hombros, restándole importancia. se preguntó, ¿qué podía decirle? además, de verdad no era gran cosa, solo un día más en su vida poco agradable.
- puedo llamar al hospital y preguntar qué te paso -de pronto, todo rostro de simpatía desapareció. su ceño se frunció y la preciosa sonrisa que tanto lo caracterizaba, se esfumó, tal y como si no fuese a regresar de ningún modo.
- me caí limpiando -era una sucia mentira. ni siquiera pudo mirarlo a los ojos al decir aquello, pero tampoco tenía suficiente fuerza mental y emocional como para hablar de la ansiedad que últimamente protagonizaba sus días y sus noches.
- muy convincente -por supuesto que el mexicano no se lo creyó, no era tonto y la conocía lo suficiente como para saber que algo iba mal con ella-. súbete.
- primero invítame a comer, ¿qué con esas proposiciones tan temprano por la mañana? -desviar el tema con una broma siempre era la salida más fácil a sus problemas. de hecho, hacer chistes de sus desgracias era su forma preferida de afrontar los traumas.
- al auto -ordenó, empleando un particular tono de voz espeso y reclamante que en otras situaciones, obligaba a muchos a bajar la cabeza y obedecer. alex escondía un carácter bastante denso tras esa amistosa y adorable sonrisa de ojos entrecerrados que enloquecía a un montón de personas alrededor del mundo.
- de hecho, te ves bastante lindo demandante -de nuevo, queriendo desviar el tema.
- ¿emputado, quieres decir? -caminó al auto y la puerta del copiloto para ella.
- ¿no estuviste trabajando toda la noche? -empezaba a volverse irritable, ella lo sabía. ¿por qué no subirse y ya? ¿qué era lo que le daba tanto miedo? se trataba de él, a quien conocía bien y con quien había recorrido todo los ángeles en esa misma camioneta.
- súbete a la verga.
- ¿a la tuya?
- ya quisieras.
- estoy como a minuto y medio de mi trabajo, no es necesario -si hubiese tenido valor para hacerlo, salía corriendo. el miedo de enfrentar al mexicano la detenía. sabía, en el fondo de su corazón, que había llegado el momento de hablar de ese tema al que tanto le había huido.
alexis se llevó los dedos al entrecejo, cerrando pausadamente los ojos, como si buscara enfocarse y no enloquecer a mitad de una calle repleta de transeúntes.
- súbete o te subo, tú elige. además de eso, ni creas que voy a hacer como si nada con el ghosting que me has estado haciendo últimamente -la tiró del brazo sano y la empujó hasta subirla a la camioneta. por fin, chihuahua enojón.
- sobre eso, eres alguien bastante ocupado y prefiero no interferir en la medida de lo posible -viernes no mentía; la agenda de alexis daba vértigo de solo verla.
- ...viéndote en línea en nuestro server cuando... -murmuraba para sí mismo mientras se subía al auto y se colocaba el cinturón de seguridad-. encima crees que voy a dejarte ir a trabajo con la mano chueca.
- lo siento -no sabía qué otra cosa podía decir. sin decir nada más, volvió a sentir en nudo apretarse en su garganta y picarle en la mano herida. se aferró al cinturón y se encontró a sí misma conteniéndose de llorar. ¿por qué se sentía tan tonta e inestable? ¿no era más fáciles enfrentarlo y decirle por qué estaba actuando de un modo tan absurdo, infantil y errático?
un par de minutos más tarde, tal vez menos, el mexicano se detuvo a un costado, asegurándose de no estar en un sitio prohibido y quitándose el cinturón, se inclinó hacia ella y la observó con cuidado. tenía tantas o incluso más ojeras que él, que llevaba como una semana sin dormir bien a causa del trabajo y toda la responsabilidad que cargaba sobre sus jóvenes hombros. era probable que no se hubiese hidratado durante más de doce horas, pues también tenía los labios resecos y la nariz roja, muy brillante. aquel último detalle advertía llanto. ¿viernes no confiaba en él?
- vamos a casa -le sugirió, con suavidad, todavía muy cerca de ella, lo suficiente como para que ambos pudiesen contar, uno a uno, cada lunar que decoraba sus rostros.
- alex, no -mierda, iba a llorar-. no me siento cómoda interviniendo en tu vida.
- el problema es que tú eres parte de mi vida -la sonrisa volvió a aparecer y fue como sal a la herida. ¿qué sería la vida de viernes sin esa sonrisa?
- no hablo de alexis -se forzó a mirarlo a los ojos. aquella sensación agridulce le llenó el pecho, acelerando los latidos de su corazón.
- ¿entonces? -susurró, acercándose más a la damita de ojos pardos frente a él. ¿aquel par de orbes eran más verdes que marrones? no, había un poco de miel, algo de café y un toque casi mágico de oliva.
- quackity.
- quackity puede hacer una pausa. ahora, escúchame bien; vamos a casa, tomarás algo para el dolor y después de comer, descansarás y mientras tanto, quackity podrá hacer lo suyo en paz sabiendo que tú estás cerca, bien y sin dejarlo en visto -el chico quiso tocarle el cabello o el rostro, algo, lo que sea, un poquito de contacto físico, pero se contuvo.
- hablas como si fueras mi jefe -este sí que era uno de esos chistes buenos que, por suerte, hizo reír a ambos. las risas del mexicano colapsaron por toda la camioneta. era un sonido único, sobrenatural, llenísimo de magia.
- qué buen chiste -alex se mordió el labio, apartándose y aferrándose al volante solo por tener algo a que aferrarse que no fuese viernes.
de hecho, ese chiste...
- alex -cosa tonta, pero él era muy simple y amaba cuando ella se dirigía a él por su nombre. quizás fuese su voz, su acento. carajo, su acento, pero desde la primera vez que la escuchó llamarlo de un modo tan cómodo y personal, ya no hubo vuelta atrás. el acento de viernes era solo parte de aquella fascinación. una acento curioso, lleno de mezclas, jergas y dialectos propios de un par de países que sabía él, habían fungido de hogar para ella. sabía de alexandra, su mejor amiga, con quien vivió una temporada larga en argentina, así como sabía de su amor por las cachapas, las milanesas, conocía sus sitios favoritos en caracas y en buenos aires. bueno, a decir verdad, alexis era una enciclopedia andante que se conocía cada pequeño detalle de la vida de viernes. o al menos eso creía él.
- dime -volvió a ponerse el cinturón de seguridad. ella parecía, que iba a decirle algo importante, así que prefirió hacer silencio y escucharla con atención.
- ¿puedo poner mi playlist de lana de rey y canserbero?
- puta madre, ¿para qué te subí a mi camioneta?
- me herí a mí misma mientras dormía -balbuceó de pronto, así como si nada. como si de quitar una curita se tratara. aunque su voz se perdía en el estribillo de lana del rey, el mexicano de gorra la escuchó con claridad.
alex apartó una mano del volante y le sujetó con cuidado los gélidos deditos sin vendar, rodeándolos para brindarle calor. no dijo nada, pero aquel tacto indirecto bastó. viernes se recargó del asiento y cerró los ojos. de corazón, él hubiese querido decirle mil cosas cargadas en significado, sin embargo, optó por el silencio. no porque no supiera qué decirle, tenía apretadas en su garganta un millón de cosas que deseaba decir en ese momento, tan solo no era adecuado. él podía dar la impresión de ser una persona insensible y hasta cierto punto, ignorante, pero alexis era, de hecho, un gran hombre repleto de raciocinio y lucidez, en el cuerpo de un chico en sus plenos veintes.
- me gusta esta canción -dijo ella, aferradas a la mano que le rodeaba y a la canción que sonaba en el estéreo del auto; mañana será otro día de canserbero.
"cuando sientas que la vida te ignora
llora pero valora mientras sonrías
alguien decía que no siempre lloverá
en cambio siempre mañana será otro día".
★
mango y mandarina eran dos gatos gordos, naranjas y perezosos que habían sido adoptados por viernes y alex un par de años atrás; ambos felinos, bonitos, consentidos y pachoncitos, vivían en el departamento del mexicano por temas de espacio y comodidad. la madre del chico, especialmente, adoraba tejer a sus michi nietos bonitos y adorables trajes que no hacían más que enloquecer de ternura a sus dueños.
viernes se conocía de memoria aquel departamento y sin embargo, todavía se sentía una intrusa. había ido a trabajar y de visita casual a aquel lugar infinidades de veces, pero ese día en particular, todo se sentía fuera de órbita. especialmente ella. se miró en el espejo del lavabo, una vez más, echándose en la cara otro poco de agua helada. viernes no era blanca ni negra; no sabía cómo etiquetarse, pues parecía ser demasiado negra para los blancos y demasiado blanca para los negros. cosa de gente nacida y criada en latinoamérica, era evidente; gracias a la colonización española y demás ola de inmigrantes que llegaron a su país natal en busca de un mejor futuro tiempo atrás, la cantidad de mezcla de sangres, etnias y culturas se volvió pan de cada día. ella misma llevaba en su árbol genealógico un apellido español y sangre árabe, lo que confundía más a los gringos al verla, pero ella era latina de pura cepa y se enorgullecía de ello más que cualquier otra cosa. en algún momento de su vida disfrutó con locura bailar, abrazó entre su pecho cada cultura latina que la recibió, defendió sus orígenes de quienes la hicieron sentir menos al llegar a estados unidos y nunca bajó la cabeza ante la xenofobia que al sol de hoy, continuaba recibiendo. no era blanca, no era negra, no era española y tampoco de algún país árabe, viernes era latina, nacida y criada en américa del sur, latinoamérica o cómo prefieras llamarlo. su mamá era blanca como la leche, su papá de piel canela, su abuela paterna era blanca, su abuela materna de piel tostadita y así con todos. ¿cómo explicarle esto a un gringo? tal vez por ese mismo motivo se sintió en casa al conocer a alexis; él era mexicano, nacido y criado en un país latino, quien se vio rodeado de racismo, acoso y xenofobia por sus orígenes. con él, viernes ya no se sintió tan sola. tenía a su mejor amiga, alexandra, quien continuaba viviendo en argentina, pero en los ángeles, todavía no era capaz de abrirse por completo a nuevas amistades.
- mi mamá te mandó tacos al pastor para que te sientas mejor -fue la voz del mexicano, del otro lado de la puerta, lo que la sacó del análisis de sus rasgos. de su nariz medio curvada, de sus ojos sin color definido, de ese par de ojeras purpuras que tanto odiaba y sus cejas tupidas y cuidadosamente depiladas.
- tu mamá sí me entiende -al salir del lavabo, encontró la encimera repleta de comida deliciosa; la madre de alexis era una buena mujer y quien se responsabilizó de ella en todo lo que significó el proceso de éxodo a tierras norteamericanas. viernes le debía la vida y eso era poco decir.
- salsa de la que no pica porque eres una princesa delicada -soltó burlón, tomando asiento junto a su compañera de comida.
- sí soy una princesa, pero cago como camionero cuando pruebo cosas picantes -probó el primer taco y sintió como si toda la angustia que se apresaba en su pecho y que la torturó durante días, se disipó poco a poco entre un mordisco y otro. los tacos al pastor eran sus favoritos y los conoció gracias a él. otra cosa que le debía.
- tengo que hacer directo en una hora, aunque puedo cancelar -parecía muy dispuesto a poner en pausa toda su agenda del día siempre que significara estar a su lado.
- ese no era el trato -negó con la cabeza, alcanzando otro taquito-. ya estoy comiendo, así que ahora voy a reposar un poco mientras tú haces lo tuyo.
- no quiero dejarte sola, no cuando hace días que no sé nada de ti más de lo poco que publicas en tus redes sociales -de su bolsillo se sacó el móvil y se dirigió al chat de ambos-. necesito que me digas, sin ánimos de arruinar esta deliciosa comida que mi mamita nos envió, por qué me estuviste dejando en visto. no quiero sonar como un tóxico o algo por el estilo, porque sé que tienes tus cosas que hacer y entiendo que tu agenda se divide en dos trabajos y tus estudios, pero... sí me afectó ver que pasabas de mí.
- no tienes que preocuparte por mí cuando ya estás hasta los huevos de responsabilidades -hizo a un lado su comida y rodó la silla con el fin de estar más cerca de él; desde su posición, era capaz de admira con plenitud cada uno de los lunares en su rostro, el contorno de sus labios, la forma natural de su nariz, sus mejillas, su mentón...
- tengo una app con florecitas toda rosita que se sincroniza mensualmente a tu calendario, no me pidas que no me preocupe porque sería imposible -sus mejillas arrojaron un tenue escarlata, lo que obligó al mexicano a desviar la mirada a otro lado lejos de los ojos pardos de la contraria-. viernes, puedes confiar en mí. yo confío en ti.
- nunca he dudado de tu confianza hacia mí; me tienes en tu casa, usando tus cosas, comiendo tu comida favorita y sé lo mucho que te cuesta abrirte a los demás.
- bueno, es que tú me lo hiciste fácil.
- yo solo... perdóname -el sentimiento de ahogo volvía a pasos veloces, a posicionarse justo en el medio de su pecho, apretándole la garganta. observó el crucifijo que colgaba en el cuello de alexis y se preguntó si todo sería diferente si creía en un dios. ¿dios le echaría una manito si creyera en él?
- no, no es que haya algo que perdonar, ¿o sí? mira, viernes, sé que algo va mal aquí y no entiendo qué es, pero siento que tengo derecho a saberlo o no sé, al menos entender por qué me parece que cada día que pasa, estás más distante. mierda, me duele, porque yo supuse que las cosas estaban súper bien entre nosotros, al punto que mi mamá me pregunta todo el tiempo por ti y entonces... yo no sé qué decirle ahora que ni siquiera quieres jugar conmigo. necesito saber si fue que hice algo mal, si alguna cosa del proyecto no te tiene contenta o qué es lo que pasa.
- a ver, estoy dando lo mejor de mí en tu proyecto y nunca haría nada indebido que pusiera en apuros al equipo. firmé un contrato y creo que lo he hecho bastante bien.
- no hablo de quackity o de tu trabajo en mi proyecto, hablo de viernes y...yo.
a partir de ese momento, el ambiente se tornó azul, como si las luces blancas hubiesen dejado de existir y la calidez del sol ya no existiera. viernes sintió el estómago revolverse.
- la cosa es... alex, no quiero perderte y me da miedo que, después de todo lo que hemos compartido juntos, cuando me muestre por completo ante ti, tú decidas que ya no quieres estar en mi vida. lo cual sería entendible, de veras; si decides marcharte, no voy a detenerte, pero me dolerá muchísimo ver que te vas.
- ¿eres una fugitiva y por eso huiste de tu país? -era evidente que moría por hacerla reír o al menos, aligerar la situación a su manera. amplío una de sus mejores sonrisas y entrecerró los ojos, fingiendo sospecha-. no, a ver... ¿mataste a alguien? si me dices el motivo, no te juzgaré. ¿se lo merecía? viernes, por favor, lo que sea; mírame, me he mostrado ante ti como nunca nadie, ni un millón de personas, me ha visto. me has visto reír, llorar, gritar. has presenciado mis peores momentos; cuando soy cruel, cuando digo cosas que no quiero decir realmente... allá afuera la gente me ve como un niño minecraft, tú me ves...
- la mayor incógnita de la comunidad, tu cabello -estiró el brazo, alcanzando un mechón de aquella misteriosa melena que tenía a todo un fandom lleno de dudas, teorías y conspiraciones. ella también se rió y lo vio acercarse, permitiéndole continuar haciendo eso que hacía con su cabello-. no, pero, hablando en serio, he pasado noches enteras sin dormir preguntándome cómo acabará esto o cuánto más permitiré que las cosas avances entre nosotros sin serte completamente sincera.
- ¿tienes pene? -ladeó el rostro, en una pregunta sincera sin maldad o sarcasmo de por medio-. no, claro que no es eso. quiero decir, te he visto en traje de baño y todo se ve, ya sabes...
- mira cómo te funaste a ti mismo en menos de un minuto, ese récord debe pasar a la historia. supongo que ya investigaste que no tengo un pene guindando allí abajo.
- no es que me molestara que tuvieras pene, quiero decir, en serio, no le veo problema a tener unas lindas tetas y un pene al mismo tiempo. no, ¡no! espera, no es... o sea, sí, tienes lindas tetas, pero es... -de forma inconsciente, al mencionar la palabra, dirigió su mirada al pecho de viernes, cubierto por una camiseta de adventure time.
- por tu propio bien, ocupa tu boca en acabarte la comida, por favor -estaba roja, pero no por la vergüenza, era más risa contenida que nada. él era tan lindo incluso en momento de seriedad. de nuevo, el ambiente volvió a tornarse de colores cálidos y vivos.
- de hecho, ya debería prepararme para el en vivo -con pesar, abandonó su asiento y se acercó a ella-. esta conversación no ha terminado aquí y lo sabes, ¿verdad? voy a estar en línea frente a miles de personas pero en mi mente solo estarás tú y nadie más, mientras me pregunto qué es eso que te ha mantenido tan lejos de mí. no voy a parar hasta averiguarlo, incluso si tal cosa significa pedirle a rodrigo que con sus amigos argentinos, localicen a alexandra para preguntarle qué es lo que pasa contigo.
nota de autora:
todo es ficción, nada es real más que mi amor por escribir y mi admiración por quackity. este capítulo va dedicado a la persona que me inspiró para crear a alexandra, la mejor amiga de viernes.
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