tercer día ii
Dylan observa en el espejo las marcas que Thomas ha dejado por su cuerpo antes de cubrirlas con una camisa negra de manga larga. Se apoya en el lavamanos, gotas cayendo por su frente desde su pelo recién duchado. Respira hondo varias veces y ordena las sensaciones y sentimientos que han despertado desde que Thomas apareció en su vida para meterlas en un cofre y guardarlo con celo en algún lugar privilegiado de su mente. No quiere hacerlo, pero sabe por experiencia propia que cuando siente es más emocional de lo que debería y ahora mismo no es eso lo que necesita, sino al frívolo asesino.
Leves toques en la puerta lo arrancan de su ensoñación.
- Dylan, ¿estás listo?
Cuando llegó e informó a Kennedy de que pensaba ir de caza, la mujer lo miró contrariada. Sin embargo, ambos saben que es el mejor en su campo y que desperdiciar sus habilidades casi naturales es un gasto innecesario de tiempo y recursos.
- ¿Lo habéis localizado? - pregunta, cogiendo cierta maleta de la sala de armas.
- ¿Vas a...?
- He preguntado si lo habéis localizado.
Kennedy le sostiene la mirada desafiante, pero asiente y procede a darle los datos que necesita. Después de todo, la situación comienza a ser desesperada. No tienen cura y Thomas sigue siendo un objetivo.
- Oye, crío.
El rubio retira la mirada ausente de la televisión para enfocarla en el mentor de Dylan que llegó hace unas horas.
- No sé qué has hecho con Dylan, pero un gracias se quedaría corto.
No responde.
- ¿Sabes cómo era antes de todo este lío del virus? Crees que lo conocías por las historias que escuchabas, pero déjame decirte que no. Dylan era muchísimo peor. Tan despiadado y frío como un animal. Llegué a pensar que no le importaba nada y que lo único por lo que seguía vivo era para eliminar a la escoria que asesinó a su prometida.
Thomas nunca se lo confesaría a nadie, pero la primera vez que escuchó el motivo por el que Dylan se convirtió en un asesino de la CIA sintió envidia. Envidia porque sabía que nadie cambiaría tan radicalmente en caso de que él muriera. Ahora, cada vez que se para a recordarlo, el aguijón de los celos lo atraviesa. Celos porque sabe que cuatro días no son suficientes para que Dylan supere a Britt si no lo ha hecho en dos años.
- Dylan tiene mucho potencial - comenta Hurley, recibiendo una mirada burlona de Thomas.- No como asesino, crío, sino como persona. La muerte de su prometida le cambió, pero tú... has decidido devolverle su humanidad después de aceptar morir - un escalofrío sacude el cuerpo del rubio.- ¿Quieres un consejo? - se encoge de hombros como asentimiento.- No lo hagas. Morir, me refiero - abre la boca para quejarse al respecto, pero Hurley vuelve a interrumpirlo.- Porque si mueres, Thomas, Dylan volverá a actuar como si no tuviera nada en este mundo y dudo mucho que sobreviva a un enfrentamiento directo con la célula terrorista de tu padre.
- Él no...
- ¿Moriría por ti? Oh, créeme, sí que lo haría. Él es así: demasiado sentimental.
Dylan se balancea en el marco de la ventana para tomar impulso y saltar dentro de la lujosa habitación del hotel silencioso como un gato.
Observa el panorama a su alrededor y camina con habilidad hasta la cama donde una figura duerme. Dylan tapa su boca con brusquedad y el hombre despierta, pero no lo suficientemente rápido antes de que el moreno lo deje inconsciente.
- Tengo el paquete - avisa por el micrófono a su compañero en la calle para que prepare el coche.
Envuelve el bulto en una sábana, no sin antes esposarle las manos y los pies para evitar un disgusto, y se lo coloca sobre los hombros.
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