tercer día i

A la mañana siguiente, Dylan se encuentra rezando como nunca desde hace dos años porque ese día no se le ocurra a sus enemigos atacar ya que ha descubierto que el simple hecho de dar la vuelta en la cama es todo un esfuerzo.

- Dylan, ¿estás bien?

Arquea una ceja por la pregunta, está seguro que el rubio sabe perfectamente cómo se siente en estos momentos.

- ¿Qué? Es de buena educación preguntar.

Pone los ojos en blanco.

- ¿Puedo retomar el juego de las preguntas en este momento? - la voz de Thomas lo saca de la somnolencia en la que estaba a punto de volver a caer. Asiente con suavidad.- ¿Cómo te sientes? La verdad, Dylan.

- Como si me hubieras metido un palo por el culo.

Contrariamente, consigue que Thomas borre la seria expresión de su cara y ría suavemente.

- Estoy muy bien, Thomas, en serio.

- ¿Y por qué pareces tan deshecho?

Dylan pasa un brazo por sus ojos para ocultarse mientras intenta que la cantidad de emociones que dan brincos en su pecho no se desborden. ¿Cuándo? ¿Cuándo fue la última vez que se sintió tan vivo sin necesidad de quitar una vida?

- Porque por primera vez en dos años tengo miedo.

- ¿De qué?

- De acostumbrarme a ser amado por ti y que, de repente, me dejes - calla la idea que ronda por su cabeza desde ayer: no está seguro de poder recuperarse esta vez.

Thomas se da cuenta entonces de que la realidad fuera de esas cuatro paredes aún es la misma: su padre lo quiere muerto y, si no lo consigue, el virus lo hará.

Al final, Dylan sufrirá por su culpa y ni siquiera en el otro mundo se lo podrá perdonar.

- ¿Lo conseguí? - pregunta, recordando que es su turno. Thomas alza los ojos confundido para darse cuenta de que los pardos lo miran con atención.- Amarte en tu hipotético último día sobre la tierra.

El mayor sonríe con ternura y tristeza.

- Ojalá pudieras amarme toda mi vida - admite con un hilo de voz, esperando que Dylan no lo haya escuchado.

- Te amaré toda la vida.

Pero en ese momento un ataque de tos hace que Thomas se doble en dos y que Dylan se olvide del dolor y se incorpore para ayudarlo. Sin embargo, Thomas extiende un brazo hacia él para evitar que se acerque. Dylan observa que en la palma del rubio hay sangre y mira las sábanas por encima del níveo cuerpo que ahora parece mucho más pequeño. Sangre.

- Bájate de la cama, ten cuidado de no tocarla.

Dylan hace lo que le ordena, la seriedad ha vuelto a la actitud del rubio que se pone en pie como buenamente le permite su estado y retira las sábanas de la cama que mete en una bolsa de basura para luego ir al baño a lavarse a conciencia.

Dylan llama a Hurley.

- ¿Cómo va la búsqueda de la cura?

- Bastante lenta, ¿por qué?

- Ya han empezado las hemorragias.

- Se nos agota el tiempo.

Dylan se muerde una uña mientras su mente trabaja a toda velocidad.

- Ven a relevarme. Voy a salir yo a buscar la maldita cura.

- Chico, existe la probabilidad de que...

- No, señor, no existe.

Thomas escucha la conversación desde el baño y se deja caer hasta el suelo apoyado en la puerta. Entierra la cara en sus rodillas. No recuerda la última vez que lloró, los castigos por llorar eran especialmente malos, pero hoy, superado el miedo a ser castigado por el miedo a perder lo que quiera que esté naciendo en ese momento... llora. De forma silenciosa, su cuerpo tiene espasmos por culpa de los sollozos.

- Tommy - lo llama, se tapa la boca con las manos para que Dylan no se dé cuenta de que está llorando.- Volveré, te lo prometo.

Y se va.

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