nunca decir adiós.

Una semana más pasa hasta que Thomas pueda abandonar del todo la enfermería. Bastante contento por ello, va a buscar a Dylan cuando Kennedy lo intercepta.

- Antes de que vayas a ver a nuestro amigo común... tenemos que hablar.

El rubio arquea una ceja sin entender lo que está pasando, pero sigue a la directora de la CIA hasta su despacho. Con la paciencia que lo caracteriza escucha todo lo que tiene que decirle y trata de asimilarlo cuando por fin está libre para ir a buscar a Dylan.

No es raro, ni mucho menos nuevo, encontrarlo en el campo simulado de tiro. Por lo que mientras sus ojos se pierden observando los músculos del moreno trabajar, piensa en todo lo que tiene que decirle.

- Eh, Tommy.

- Me has colocado en el programa de protección de testigos - pensaba ser un poco más sutil.

- Sí, eso he hecho - se cruza de brazos ligeramente divertido.

Thomas trata de calmar los latidos de su corazón.

- ¿Por qué quieres apartarme de ti?

Dylan deja las armas en su sitio.

- Voy a salir de cacería y no voy a volver hasta que haya matado a tu padre - esa revelación hace que Thomas se estremezca.

- Déjame ir contigo.

Dylan sonríe un poco.

- Necesito que estés a salvo. Si vas conmigo... no podré ser el asesino que necesito para esta misión.

Thomas se muerde el labio frustrado.

- ¿Y después?

- Después iré por ti.

- Pero si estoy en el programa...

Dylan cubre la distancia que queda entre ellos y lo abraza con fuerza. Thomas cierra los ojos y aspira el que parece ser el aroma natural del heraldo de terroristas: pólvora y mar. Siente al moreno besar su coronilla.

- No importa dónde vayas o cuántas millas nos separen - le susurra al oído.- Te lo prometo, Tommy, siempre te encontraré - besa el cuello y lame el lóbulo, consiguiendo que se estremezca.

- Dylan...

- Sshhh... - acaricia sus labios con la lengua y el rubio gime.- Dímelo la próxima vez que nos encontremos. Entonces, seremos libres.

- Esto es un adiós - traga saliva, no quiere admitir lo mucho que le duele.

Pero Dylan sonríe y lo coge por las nalgas obligándolo a poner las piernas alrededor de sus caderas y apoyándolo en la pared.

- Nunca un adiós - muerde el hombro contrario.

- Dyl... ¿aquí?

Mira las cámaras de seguridad sintiendo sus mejillas enrojecer poco a poco.  Dylan sigue el movimiento y le hace a la cámara un gesto obseno, Thomas ahoga un quejido.

- Te aseguro que acaban de desactivar las cámaras de todo el campo de tiro. Lo tenemos para nosotros solos.

Thomas ríe avergonzado.

- Oh, por favor.

Pero la cordura se va a pasear cuando las calientes manos de Dylan se abren paso por debajo de su camiseta y empuja contra su pelvis.

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