dónde está el destello.
- ¡Debisteis dejar que fuera tras el vendedor! - grita, entrando en la sala de control.
- Relájate, Dylan.
- ¿Qué me relaje? Me apuesto lo que quieras a que el equipo Alpha lo ha perdido.
La mirada que intercambian sus superiores es más que suficiente para él.
- No ha sido una pérdida de tiempo. Tenemos a Thomas que está siendo de mucha ayuda. Más de lo que pensábamos en realidad - Kennedy se acaricia la barbilla.- ¿Por qué lo hará? ¿Por qué es tan colaborador?
- Dijo que contestaría todo siempre y cuando le hiciéramos las preguntas adecuadas. Te has cegado tanto que lo has dejado solo en el mejor momento.
- No va a ir a ninguna parte - masculla.
- ¿Vuelves tú o prefieres que continúe yo?
Dylan baraja un segundo la posibilidad de dejar el resto del interrogatorio en manos de Hurley y salir a la calle. Pero tan pronto como valora la opción, la descarta. Por algún motivo que desconoce, Thomas le fascina. Y eso está mal, muy mal, porque va en contra de absolutamente todo a lo que se ha aferrado esos dos años.
- No.
Thomas clava sus ojos chocolates en el techo y mata el tiempo contando las grietas, bastante seguro de que el atractivo asesino volverá. Y, de hecho, el nuevo portazo no lo sorprende en absoluto, pero se permite soltar el aire que ha estado reteniendo de forma inconsciente en sus pulmones. Un suspiro que no pasa desapercibido por el moreno que le dirige una mirada interrogante. Thomas se sienta erguido en la silla, de nuevo, con las manos sobre la mesa y mira a Dylan con profundidad.
- ¿Qué es lo que quieres de mí? - pregunta cuando Dylan vuelve a ocupar la misma silla.
Y suena tan, pero tan roto.
- Oh, joder, es tan... vulnerable - inconscientemente se muerde el labio.- El virus, ¿dónde está?
Thomas parpadea incrédulo un segundo. Luego, una triste sonrisa se abre paso en sus labios y Dylan siente cómo su interior se contrae disgustado sospechando que la respuesta no le va a gustar nada.
- En mí, yo soy el portador.
- ¿Qué?
- Mira... - se acaricia la nuca empapada en sudor y las esposas chocan con un sonido hipnótico.- Era el transporte más seguro y mi padre lo sabía - se encoge levemente de hombros.- Parece que por fin me encontró una utilidad.
Dylan decidió pasar por alto ese comentario.
- Te estás muriendo.
- Sí. De hecho, lo más lógico por tu parte sería que me mataras y quemaras mi cuerpo. De esa forma, el virus desaparecería y yo no tendría una muerte tan dolorosa como se estima - juguetea con las esposas, Dylan observa cómo se disloca las muñecas para quitárselas sin un quejido de dolor o un mínimo suspiro. Indiferente, las hace a un lado y vuelve a colocarse las muñecas.- Quizás podáis atraparlo en su próxima compra porque dudo mucho que alguien más quiera hacer de huésped vivo - comenta, ligeramente pensativo y con la mirada perdida.
Dylan observa al joven rubio delante de él.
- ¿Y qué hacemos?
- ¿Qué?
- Para curarte, ¿qué hacemos?
- No podéis. El Destello no tiene cura, por eso es tan codiciado.
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