octo
—No le he dicho a nadie de esto.
Draco sentía aquel cosquilleo de curiosidad, por saber que es lo que le diría aquella rulosa castaña. Tenía un extraño sentimiento de querer protegerla, de todo y de todos.
Comenzó a sentir una extraña sensación de atracción por ella. Una nunca antes sentida, menos de una forma tan rápida y repentina.
Brooklyn suspiró. —Yo... soy una mierda.
—No, no lo eres —. la interrumpió el rubio —. Pase lo que pase... yo estaré contigo —. él le regaló una pequeña sonrisa a la chica que lo estaba mirando con curiosidad —. Te acabo de conocer hoy, y creo sinceramente que eres una gran chica —. admitió en voz alta y su corazón se aceleró con vio la sonrisa que Brooklyn le estaba dando —. Así que no puedes decir eso de ti.
Brooklyn continuaba sonriendo como una tonta niña enamorada. Nadie nunca se había dirigido con esa dulzura a ella. Las palabras la hacían sentir bien. Por alguna razón, la cual llevaba un claro nombre. La palabra que ella se avergonzaba al decir en voz alta, sensaciones de cosquilleo en su vientre bajo.
Se sentía feliz de que alguien la apreciara.
—Mi autoestima ha estado bastante baja —. dijo ella en voz baja, jugando con la manga de su suéter color café —. Últimamente he tenido muchos mareos —. su voz se mantenía baja, como si estuviera avergonzada de admitirlo.
No era un tema fácil para ella, sin embargo, ella continuó hablando. —No he estado comiendo del todo bien —. su voz comenzó a temblar, obligando a su cuerpo a no llorar, pero fue imposible cuando la voz volvió a buscar salir —. Se siente como si todo el mundo me detestara. Es que yo... — la voz suave de la chica simplemente fue interrumpida por sus sollozos.
El corazón de Draco se encogió, ni siquiera dudó un segundo en atraerla a sus brazos y presionarla contra su pecho, permitiendo que ella escondiera su cara en su cuerpo. Dejando que su cuerpo temblara por los violentos sollozos.
—Si no te sientes segura hablando de esto conmigo... no lo hagas. No te preocupes por eso.
Draco la abrazó de forma fuerte, después de un momento, ambos se separaron.
Brooklyn limpió sus lágrimas con la manga de su suéter, se miraron a los ojos.
Draco sentía que no podía soportar verla así, tan pequeña, indefensa y vulnerable. El platinado se hizo una promesa... estaría ahí para cuidarla. Siempre.
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