Capítulo 5
5
Sabine Lenox
Un encuentro inusual
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Adolescencia del 16
Me encontraba en el tercer piso, sentada en el borde de uno de los tantos balcones que tenía mi instituto académico, por lo general amaba la altura y la vista que este conllevaba.
Había encontrado este lugar hace tiempo atrás, casi siempre se encontraba deshabitado y lejos de la vista de cualquier persona, pensaba que solo los curiosos y fumadores empedernidos solían visitar aquel lugar, eso cualquiera lo podía notar a simple vista por las pocas colillas de cigarro que eran halladas en el suelo y en la estructura que sobresalía del balcón.
Pues aquel espacio no se encontraba escondido, solo que la mayoría parecía no prestarle atención, más aún en las horas de receso.
Sentía mis pies volar en el aire, la brisa helada me cubría con una leve caricia, logrando erizar mi piel aunque estuviera bien abrigada.
Un escaso rayo de sol cubría el hermoso paisaje que admiraba.
Árboles que a pesar de la temperatura y la brisa se mantenían reacios a perder las hojas que les quedaban. Presenciaba de una forma tan hermosa bailar las hojas de los árboles al son de la brisa helada, que parecía mantener una guerra con el viento para ver quién ejercía la mayor fortaleza.
De un momento a otro caían del cielo, de manera sutil, pequeñas gotas blancas, como pétalos de alguna flor: Era la primera nevada del año.
Una alegría inmensa se formó en mi ser al darme cuenta de esto. Estaba comenzando a nevar, de una forma tenue, pero maravillosa a la vez.
Estirándome un poco del barandal, intenté atrapar uno de los tantos copos que caían del cielo. Teniéndolo en mi mano, lo ataje de regreso a mí, mis ojos lograban apreciar más de cerca como el delicado copo de nieve se desvanecía a mi tacto. No pude evitar generar una sonrisa en mi rostro de lo maravillada que me sentía en aquel momento.
Mi sonrisa se borró por completo al darme cuenta que no estaba sola en ese lugar.
Un leve olor a cigarro llegó hasta mis fosas nasales, generando que estas se arruguen de repugnancia ante el olor. Al girar mi cabeza me encontré inmediatamente con aquellos ojos cafés que tanto me despreciaban.
Se hallaba tan relajado recostado en la pared del pequeño lugar, botando descuidadamente el humo que anteriormente había inhalado de un cigarrillo que yacía en el suelo a medio terminar.
Con cautela bajé del borde del balcón para no resbalar y teniendo mis pies en el suelo procedí a quitarme los audífonos que traía puesto. Lo miré atentamente esperando alguna reacción por parte de él. Notaba que en una de sus manos cargaba otro pitillo que aún no estaba encendido, me quedé estática mirándolo fijamente.
Él parecía mirarme sin importancia, llevando el pitillo a su boca y encendiéndolo sin reparo; tomando una calada suficiente como para expulsar un humo bastante denso de su boca. Cuando el olor llegó a mi nariz, el desagrado por el hedor ocasionó que nuevamente esta se volviera a arrugar.
Él, al notar aquel gesto, esbozó una sonrisa con particular ironía en su rostro.
— Lenox — pronunciaba mi apellido, manteniendo aquella sonrisa en su rostro.
— Franco — agudicé su nombre en un susurro casi audible, mientras él llevaba por segunda vez el cigarro a su boca. Frunciendo mi seño ante su acción, no me importó preguntar lo que en ese instante sería lo más obvio del mundo — ¿Fumas?
Aquella sonrisa volvió a parecer ante la pregunta — Pensé que eras más inteligente que eso Lenox — comentó incorporándose de la pared y avanzando hacia mi dirección, sin dejar de fumar.
— Solo.. No pensaba que lo hicieras — dije en defensa cuando había detenido su caminar delante de mí. Me miró con superioridad, teniendo en cuenta de que me ganaba en altura, se acercó hasta mi rostro y acto seguido; sopló en mi cara todo el humo que mantenía en su boca haciéndome toser de manera desenfrenada.
Tuve que apartarme de él, ya que mis pulmones buscaban aire de una forma desesperada. Que haya hecho tal acción me había dado tanto asco, que tenía el miedo de que el hedor se quedara impregnado en mi vestimenta, definitivamente no quería llegar a casa apestando a tabaco.
Me percaté de que el causante de mi irritabilidad ahora se encontrara apoyado justo en el lugar donde había estado sentada minutos atrás.
— Asco — solté diciendo al verlo.
—¿No quieres probar? — preguntó tendiéndome un pitillo sin despegar su vista a los copos de nieve que descendían fuera del lugar.
— Paso — contesté, haciendo que este alzara sus hombros, importándole en lo más mínimo mi respuesta, para volver a guardarlo en uno de sus bolsillos — no deberías fumar aquí — no pude evitar comentar — a parte hace mal a tu salud — lo miraba con cara de desaprobación, sin importar que este siguiera dándome la espalda.
—¿Preocupada por mí? — dijo con sarcasmo, volteándose para verme.
—Solo digo lo obvio — me miró detenidamente, escaneándome sin disimular. Nerviosa me removí incómoda ante su mirada, causando de que aquella sonrisa de superioridad volviera aparecer.
—¿Por qué no te largas?— soló con arrogancia.
—Te recuerdo que yo estaba primero — dije señalando lo más evidente.
— Pues bien, se te terminó el turno. Largo — decía dando pasos cortos en mi dirección.
— Pero..
— No te quiero cerca de mí "china" — habló remarcando la última palabra entre sus dientes y dándome un empujón en los hombros que me hicieron retroceder.
Lo miré confusa ante sus palabras, era la primera vez que se refería a mí de forma tan despectiva. Si bien su actitud siempre fue algo arrogante de ver, por ende ni siquiera había sospechado de que existía una mínima posibilidad de que yo no le agradara. Pues ahora me quedaba totalmente claro, de que en definitiva me había equivocado.
Yo no le agradaba, ni en lo absoluto y se estaba delatando con cada palabra.
— ¿Disculpa? — me quejé por aquel empujó que me había propiciado.
— Así como oyes, ya me harta tu presencia, así que largo — insistió.
— Mira que no estés de buen humor no es mi culpa — objeté viendo como fruncía su seño — pero ve y desquítate con otro, no conmigo. Tu fuiste quién interrumpió mi paz en primera ¿Y ahora quieres que yo busque otro lugar? — me acerqué viendo como su mandíbula se tensaba — Estás totalmente equivocado, amigo.
Haberle dicho eso fue haber marcado el inicio de su ira, ya que no lo pensó dos veces en agarrarme del uniforme y acercarme hasta su rostro a pesar de mis quejas — ¡A ver si te queda en el cerebro perra! — decía sacudiéndome en el aire — ¡Tu no perteneces aquí! ¡Este no es tu lugar! ¡Personas como tú no deberían ni existir! — me gritaba tan cerca, apretando cada vez su agarre para luego soltarme logrando que impactara el suelo de forma abrupta — Por si aún no entiendes — decía mientras pisaba el pitillo que se le había caído — Vete de aquí.
Habiendo dicho eso se acomodó el uniforme y desapareció del lugar. Pasaron unos minutos para darme cuenta de lo que había pasado, asustada por lo que hizo no pude reaccionar. Estaba atónita, sabía muy bien a lo que se refería, no quería que solo me fuera de aquel lugar, quería que desapareciera por completo de ahí.
Pude ver en sus ojos el desprecio que me tenía, dejándome asombrada. Su fuerte agarre había dejado mi uniforme desarreglado, al tratar de incorporarme un dolor agudo se instaló de forma casi inmediata en mi muñeca izquierda, había caído mal y todo el impacto lo había recibido mi muñeca.
Al incorporarme no tuve más opción que correr directamente a la enfermería. Sentía mis mejillas humedecerse de a poco mientras la enfermera vendaba mi muñeca, no sabía si era por el dolor agudizante emitido por aquel golpe o por que la realidad con Franco me golpeó como balde de agua helada. Después de ser asistida ante la enfermera y tomar desinflamatorios procedí a quedarme dormida en una de las camillas que tenían, no sin antes haberle insistido a la enfermera de quedarme. Estaba reacia a volver a encontrarme con Franco, por lo menos lo que restaba del día, quería ser cobarde y refugiarme en un lugar seguro; por que aún no procesaba que era lo que acababa de pasar.
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Desde aquel momento, cada que Franco tenía la oportunidad la aprovechaba para poder desquitar su odio conmigo. Había caído en cuenta de que no era la primera vez que lo transmitía, anteriormente lograba pasar como "accidentes" a sus formas de hacerme daño. Tardé tanto en caer a la realidad de todo lo que hacia tempo había estado pasando y lo peor era que a raíz de haber mostrado su verdadera esencia, sus acciones en mi contra se volvían cada vez más evidente.
Fue así que, de tanto contenerme y tratar de que nuestra relación de "amistad" mejore, simplemente un día exploté. No pude aguantar más, sentía que era injusto y no me lo merecía, pues había dado lo mejor de mí para intentar generar un buen lazo con ellos. Peor estaba el hecho de que trataba de comprenderlos, justificar sus acciones, ya que notaba el apoyo de los demás hacia él. No se como había encontrado ese pequeño coraje para arremeter contra él y minutos después me encontraba maldiciéndolo y tirándole millón cosas encima para que no se atreviera a volver acercarse a mí
Los demás al ver lo que causaba, intentaron con todo calmarme, pero lo único que lograron era que salga de aquel lugar echando humos por todos lados. Sin mencionar que en el camino tuve que parar para agarrar las cosas que nuevamente había tirado por la ira.
— ¡¡Estoy totalmente harta de esto!! — me resultaba realmente exasperante tener que soportar todos los días que quedan de este absurdo lugar el comportamiento de personas que resultan llamarse "amigos", pues no me parece justo que yo tenga que pagar la mayoría de sus platos rotos por simples "jueguitos" como lo llaman ellos.
— Vamos Sabiii, está bien, solo es una simple broma, no es para tanto — me decía una de mis supuestas "amigas" con un tono irritante que hizo poner mi genio peor de lo que estaba.
— Te he dicho que no me digas así ¡Y no! no es una "simple bromita" como ustedes lo creen — le digo y Caro, con quien hablo, me retuerce los ojos restándole importancia al asunto — lo que ha hecho Franco está mal ¡¿Acaso no te das cuenta?! — le digo totalmente irritada por su falta de interés en lo que estoy diciendo.
— Está bien, tienes razón— me dice alzando las manos en forma de inocencia — puede que Franco se haya pasado un poquito de la raya, pero vamos Sab, no es para que te pongas así — juro que si vuelve a decirme algo así va a hacer que me abalance sobre ella y le hale del cabello.
A este punto yo ya estaba roja del coraje que me había traído, y no tenía cabeza para pensar las cosas — Carolyne, no es la primera vez que Franco hace estas cosas, lo peor es que nadie le recrimina nada y hasta lo defienden dándole la más mínima importancia al asunto — le digo acercandome a ella con la cara toda roja — ¡Estoy harta de esto! — le digo con los dientes apretados por la fuerza que ejercía mi mandíbula.
Trato de alejarme de ella, lo más rápido posible antes de querer asesinarla por algo que no hizo. Acto seguido agarro mis cosas que se encontraban en el suelo por la explosión de coraje que había tenido y me voy caminando sin escuchar los reclamos que Carolyne me seguía dando, alejándome de aquel lugar; necesitaba calmarme o mataría a alguien en ese mismo instante.
Iba caminando lo más rápido que mis cortas piernas me lo permitían, aunque prácticamente iba corriendo. Las personas que pasaban a mi lado me quedaban mirando raro, aparte de lo completamente "tomate" que estoy y además que iba echando humos, era porque casi parecía estar huyendo de algo.
Cuando me encontraba lo suficientemente lejos de todos, visualicé un baño de donde estaba y fui corriendo hasta allá, al entrar lo primero que hice fue gritar y aventarme, no sé cuantos litros de agua encima. Traté de respirar y tranquilizarme, poner mis pensamientos en orden y no dejar que me lleve el diablo del coraje que estaba emanando en ese preciso momento.
Pasaron algunos minutos, entre tirarme agua y tratar de regular mi respiración, porque estaba a punto de darme un ataque, logré calmarme. Me miré al espejo y estaba hecha un asco, parecía que me había intentado bañar, tenía lo poco de maquillaje, todo corrido y mi cabello alborotado. Me quedé unos segundos más respirando, hondo, hasta estar segura de que me haya tranquilizado por completo, caí en cuenta en donde estaba y me percaté si no había alguien presenciando en como casi caigo en la locura por el espectáculo que estaba dando.
Por suerte estaba yo sola en aquel lugar, imaginaba que las clases habían comenzado, tomé algo de papel higiénico para poder quitarme el residuo del maquillaje y secarme la cara; me medio peiné con los dedos el cabello quitando los mechones que se habían adherido a mi cara por el agua y me los aparté con los clips que tenía guardado en los bolsillos de mi uniforme escolar. Gracias a que me dio la locura de cortarme el cabello lo más pequeño que pudiera, no tenía la opción de agarrármelo con una liga.
Me miré al espejo algo frustrada acomodándome la falda el uniforme y cuando vi que toda mi vestimenta estuviera en orden, me aseguré de que nadie estuviera cerca de los pasillos del baño para salir de ahí de forma casi inmediata en dirección opuesta al salón de clases. Para ser sincera no quería ingresar al aula, ni escuchar por varias horas una asignatura que se alejaba totalmente de mi agrado, ni tener que aguantar a nadie, peor al imbécil de Franco.
Pensar en él en estos momentos me hacía rabiar, hervir la sangre y además me producía un tic en el ojo. Por aquella razón, consideraba en ir a la biblioteca o alguna otra parte en donde estar en paz y no ver a ningún ser humano hasta que se acabaran las clases.
Me escabullí de los maestros y al fin encontré refugio debajo de la rampa de escaleras. Podría estar tranquilamente ahí sin que ningún docente me molestara o viniera alguien más a perturbarme la paz, saqué mi celular y revisé que tenía algunos mensajes, algunos de mis supuestos "amigos" preguntándome en donde estaba o que estaba siendo demasiado dramática; no quise responder a ninguno e ignorándolos, enseguida me puse los audífonos para poder escuchar música y esperar hasta que terminara toda la jornada académica y pudiera irme a casa a descansar.
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— ¡Ma! ¿Qué hay para comer? — pregunté acercándome a la cocina ya cambiada, mientras respondía unos mensajes del celular.
— Raviolis, cariño, en unos minutos están — asiento con la cabeza en respuesta y me dirijo a mi habitación para dejar cargando mi celular, diciéndole antes a mi mamá que ya regresaba hasta que la comida esté lista.
Entrando a mi habitación, busqué enseguida mi cargador y lo conecté a mi celular, estaba a punto de regresar de nuevo por donde vine hasta que recibí una llamada, me acerqué a mi dispositivo y vi que se trataba de Jacqueline, me puse molesta de inmediato, era de seguro que Caro le había comentado a esta lo furiosa que estaba.
Traté de mantener la calma y contesté la llamada, ya que muy bien sabía que si no le contestaba iban a seguir insistiendo y hasta sería capaz de aparecer en mi casa.
— ¿Qué pasa "Jacqui"? — le respondo con poco ánimo.
— ¿Sabine en donde diablos te habías metido? — me pregunta algo molesta.
— En donde más Jacqueline, estoy en mi casa — le digo frunciendo el ceño con total ironía.
— ¿Por qué desapareciste así nada más y no nos dijiste nada? — me vuelve a refutar y yo estoy a punto de desesperarme — nos tenías preocupadas — me dice. Me atrevo a apartarme de la llamada dejando a un lado mi celular y procedo a cerrar la puerta de mi cuarto, sabiendo muy bien que esta no va a ser "una bonita charla de amigas".
— ¿¿Aló?? — se escucha desde el otro lado de la línea.
— Si acá estoy, fui a hacer algo rápido — le digo.
— ¿Ahora si me vas a contestar? — me vuelve a insistir.
— Disculpa "Jacqui" por haberme ido antes de matar a todo el mundo, para la próxima ya sé que ustedes tienen tantas ganas de ir al cielo que haré de sus sueños toda una realidad — le digo con todo el sarcasmo del mundo.
— Sabine es en serio, deja el maldito sarcasmo de una buena vez — me dice y yo bufo de la desesperación.
— ¡Pero que quieres que te diga! Si ya es obvio que Caro te contó todo a detalle ¿O me equivoco? — le contesto mientras me tiro dramáticamente a la cama cuidando de que no se desconecte el cable del celular.
— Sí, lo ha hecho — admite — no estuvo bien la actitud de Franco.
— Por fin alguien lo admite — digo con sarcasmo interrumpiéndola.
— Ni la tuya — me dice y bufo al escuchar eso. En parte ella tenía razón ¿Pero qué quería que haga?¿Hacer como si nada pasara o tratar de matar a golpes a Franco y a Caro? Cosa que sería imposible, pero con el coraje que traía me veía capaz de todo — vamos Sab somos amigos y no podemos estar echando problemas a cada rato entre nosotros.
Estaba tratando de pensar si había verdad en eso ¿En realidad somos amigos todos? O es que Franco me tiene tanto fastidio como para siempre hacerme enojar, por Dios, era obvio que yo no le agradaba en lo absoluto y él lo hacía notar cada vez que podía — Bien, "Jacqui", tienes razón, trataré de ser amable, al fin y al cabo somos amigos — mentira, ni yo misma podría creer semejante falacia que salía de mi boca, pero ya estaba cansada de la misma conversación siempre — me tengo que ir Eli, mi madre me está llamando, gracias por marcarme — le digo para después colgar la llamada dejándola sin darle la oportunidad de responder. Sé que es de mala educación, pero al menos me referí a ella como "Eli", como siempre lo hacía, para que no se preocupe y crea que si la escuché.
Esa tarde bajé a comer tratando de olvidar los malos ratos. Convivir un poco con mi familia y hacer los deberes me hacían mantener la cabeza ocupada hasta que llegara la noche. Algo de mí me decía que debía huir, pero no sabía de qué, ya me estaba cansando de recibir malos tratos por parte de Franco y Lucas; en especial de Franco, yo no le había hecho nada para que él siempre tratara de meterse conmigo, pero parecía estar resignado en hacerme la vida imposible.
Por más que trataba de no pensar en lo que había pasado con él, no podía evitarlo, me dolía. De repente comenzaron a salir las lágrimas una por una, sabía que era tarde y que tenía que dormir; pero no lo podía evitar, el dolor no es fácil de evitar peor aún cuando alguien que estimas y consideras te lastima sin ningún motivo.
Esa noche lloré hasta más no poder, lo hacía de vez en cuando, cada vez que pasaba lo mismo, lloraba tanto hasta quedarme dormida. Me sentía lastimada, herida, dolía y mucho, pero a nadie le importaba mi dolor, siempre lo defendían a él; y me decían que exageraba o que era dramática, lo que ellos no saben es como me hacían sentir con todo lo que hacían o decían. Que no era por hacerme la víctima o sufrida, que en serio dolía, que quisiera que la situación entre nosotros cambiara porque en serio los quería y era eso que dolía quererlos, pero faltaba poco para salir de ese lugar, solo tenía que esperar unos meses y no los volvería a ver jamás.
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