17 - 🕯️El dragón y el martillo🕯️
ATHENA.
Quería confirmar que la vela blanca de la niña era realmente selai, así que la robé mientras dormían. Salí del carromato y fingí que iba al bosque para orinar. Mis botas eran bonitas hasta que pisé mierda de hasei. No teníamos esas aves cuadrúpedas en mi tierra. Eran escandalosas y comían mucho. Las maldije y fui a limpiarme cerca de un pastizal.
—¿Qué haces despierta tan temprano, pelirroja? —su voz vino de la nada. Eloín estaba recostado en uno de los árboles que enjaulaban cada lado del camino.
—No es de tu incumbencia —le dije.
Él arqueó una ceja.
—¿Siempre tan agresiva, Athena?
—¿Siempre tan entrometido, Eloín?
El carromato estaba estacionado a un lado de la carretera. Eloín lo había parado allí por la noche para reparar lo que había dañado el moaishi. Daba la impresión de que no le gustaba mi presencia y creía que era una ladrona o una asesina. Tenía buen ojo.
—Eres la princesa que rescatamos —argumentó él con cierto tono irónico que, según Asane, acostumbraba hacer—, así que tengo derecho a preguntar.
—¿Te gusta espiar mujeres cuando van a mear o te gusto yo? —pregunté, acercándome a su rostro.
—Actúas como si ocultaras algo —sugirió él.
—Sé que no confías en mí.
Me agarró del brazo y me estiró hacia él. Sentí pánico al sospechar que ya me había descubierto. Y tendría sentido, ya que aparecí hace días de la nada, vestida de noble y con una mentira para pedir un viaje junto a ellos. Les hubiera quitado la vida desde el primer momento y escapado con la niña, en vez de perder mí tiempo.
—Para serte claro —dijo con una cara extremadamente seria—, no me puedo creer ni una sola palabra que sueltas. ¿Tu nombre siquiera es Athena?
Era de entender que me descubriera. Mi acento elaní era muy rudimentario y algunas palabras me costaban.
—Calma, anciano —le dije disimulando una sonrisa.
—¿Anciano? —Al parecer no le gustó eso—. Como mucho tengo cinco años más que tú.
—No pretendo hacerle nada a la niña.
—¿Y por qué le robas su vela?
Tragué saliva y puse los ojos en blanco. Noté que mis piernas temblaron y mis mejillas se enrojecieron.
Eloín, despeinado y con la cara de que iba a golpearme, se acercó a mí. Era realmente atractivo y la última semana había pensado en él de formas que eran mejor evitar. Formas un poco pecaminosas.
—No es cierto... —musité.
—Deja de mentir. —Me tomó de la muñeca y me obligó a abrir la mano. Ahí estaba.
Miré la vela. Tenía cierto detalle en la parte de la base, un glifo, lo que confirmó mis sospechas. La iba a devolver en cuanto el sol se asomara, pero me descubrieron. Él me descubrió.
No supe qué decirle, así que esperé su golpe. No creí que iban a atraparme. Asane apareció detrás de él con su madre, tomadas de la mano. Ninguna parecía juzgarme. Solo Eloín estaba enfurecido.
—¿Qué planeas hacer, Athena? —me dijo él, sosteniéndome todavía con fuerza del brazo—. Supe que eras una espía desde que llegaste. Actúas bastante bien: casi llego a creerte.
—Solo quería resolver mis dudas, Eloín.
—¿Qué dudas? —Se aferró a mi brazo con tanta fuerza que sentí como latía su corazón—. ¿Cuánto van a pagarte por llevarla?
¿Tanto le importaba una niña que acababa de conocer? Podría matarlo en ese momento, y moriría sin un maldito propósito. Luego seguiría la madre y luego me la llevaría. Sin embargo, al mirarlo a los ojos, supe que no sería tan fácil. Él estaba dispuesto a todo por la niña, como si se tratara de su propia hija.
Decidí hacer lo de siempre: mentir.
—Yo...
—¿Ibas a entregar a una niña —continuó él—, sabiendo lo que van a hacerle en cuanto la tengan? ¿Ibas a matarnos mientras dormíamos?
Sentí como la vergüenza me invadía. Nunca antes me habían hablado así, ni siquiera mi madre. Todos me temían. Los herejes pecadores eran los que debían sentir miedo, no yo. Yo era la Cazadora, jefe de mercenarios.
—Dame la vela y vete —ordenó—. Con suerte saldrás viva del bosque, yo no pienso ensuciarme las manos con una mentirosa.
Justo cuando iba a defenderme algo cayó del cielo, haciendo que todo retumbara. El suelo tembló como si estuviera a punto de desquebrajarse. Cuando perdí el equilibrio, Eloín me detuvo antes de caer. Lo miré ruborizada. Por un momento me sentí segura con él, en sus brazos.
«Que Tó me borre los malos pensamientos».
Sentí algo en el estómago que interpreté significaba que tenía ganas de clavarle una daga en el pecho.
El temblor había provocado que la arena seca se levantase, creando una cortina de polvo. Unos momentos después, una figura apareció. Era una mujer musculosa, enorme, de piel oscura y ropa de asesina. Yo la conocía. Fue compañera mía en un grupo de mercenarios muy peligrosos. Aleesa. Una experta Velarosa alashiana, capaz de modificar su cuerpo a su antojo.
—Mierda —dijo Eloín, ayudándome para ponerme de pie—. Ni siquiera me dan un solo día de descanso. ¿Hay una reunión de asesinos?
Detrás de la velarosa Aleesa apareció otro conocido: un pequeño y delgado muchacho, de piel blanca y cabello largo. Sahoin, un velaroja también alashiano que era tratado como esclavo.
—No lo mires a los ojos —le dije a Eloín.
—¿Qué dices? ¿Los conoces?
Debía dar por terminada mi misión. No tenía sentido lo que estaba haciendo. Mis actos eran pecaminosos, reprochables, insensatos.
—Corre —le pedí a Eloín—. No tenemos oportunidad contra esos dos. Intentaré distraerlos...
Él no supo cómo reaccionar.
Yo corrí hacia la caravana mientras tuve tiempo. Luego comenzaron a aparecer más hombres y mujeres mercenarios que de seguro cobraban una fortuna por este trabajo de capturar a la niña.
—Asane. ¡Métanse al carromato! —gritó Eloín mientras buscaba algo en sus bolsillos.
No teníamos escapatoria. Me iban a quitar a la niña. Solo me tocaba huir. Conocía a ambos y sabía lo terribles que eran. Sentí paranoia. Todo estaba acabado, yo estaba acabada. Aleesa podía aplastar mi cráneo solo con sus gruesos y mortíferos dedos.
Eloín encendió una vela azul. Ahí me di cuenta que era un ahumador también. No podía dejarlo solo, pero por alguna razón quería proteger a la niña. Yo... estaba haciendo algo terrible. Iba a mandar a una inocente a un lugar espantoso solo por tener más oro. Más riqueza. Me sentí fatal y la culpa me invadió. Lo que estaba haciendo era pecado. Tó iba a condenarme y me lo merecía.
«Libérame de la avaricia», recé.
Me detuve y razoné. Una mujer, alta y con una armadura de cuero negro trató de darme con la espada, pero le lancé un cuchillo a la garganta. Otro hombre corrió hacia el carromato, pero uno de mis cuchillos alcanzó su tobillo y se arrojó al suelo a llorar de dolor.
Todos esos pensamientos negativos y de miedo que comenzaba a sentir, estaban siendo provocados por el velaroja. Sus habilidades eran las de manejar las emociones a su antojo. ¿En qué momento miré sus ojos? Él quería que me sintiera insegura y débil. Pero no iba a pasar.
Lo busqué con la mirada y lo encontré pensativo con los ojos encendidos en rojo carmesí. Eloín les lanzó cuchillas de viento y me miró de reojo. ¿Aún desconfiaba de mí? Si era así, le daba toda la razón. Por un segundo creí poder entender lo que me pedía.
—Cuida a la niña —leí cuando movió los labios.
Suspiré confundida. ¿Iba a dejarme protegerla después de descubrir mi secreto?
Aleesa arrancó un árbol de un golpe y le tiró el tronco. Eloín pudo desviarlo con su increíble control del aire. La piel de esa mujer era como una armadura que no podía ser atravesada por las cuchillas de viento. No iba a detenerlos por mucho tiempo.
Encendí una vela morada mientras me dirigía a Melina y a su hija, que estaban escondidas adentro de la caravana. Los hasei graznaban ruidosas porque no sabían qué ocurría, las hojas de los árboles se movían por culpa de los ventarrones que golpeaban a los mercenarios. Encender mi vela entre tanto viento fue difícil, por lo logré y aspiré.
El humo se adentró a mis pulmones y me sentí reavivada junto con mi Llama Interna. Mis ojos brillaron en un poderoso morado. Una mujer armada me atacó, pero terminó en el suelo con calambres y espasmos. Otros dos hombres se me acercaron y luego aparecieron tres más, rodeándome.
Uno saltó y le clavé un cuchillo. Otro dio un tajo intentando alcanzarme, pero lo esquivé y le corté la garganta. Una chica me abrazó por detrás. ¿Cómo no supe que venía? Era difícil enfrentarse a tantos a la vez. Le causé mareo y la apuñalé en la cara. Murió al instante. Me harté de pelear cuerpo a cuerpo, así que les provoqué vomito a los que pude ver y luego les lancé cuchillos. Recuperé un par de cuchillos después.
Me giré. Eloín seguía enfrentándose a dos ahumadores expertos él solo. Debía ayudarlo para luego buscar a la niña. Esa era mi misión. Mi nuevo objetivo.
Usé todo mi poder para causarles desequilibrio y mareos a ambos mercenarios. Aleesa cayó y no pudo levantarse por más que intentó hacerlo. Sahoin también cayó, intentando inútilmente aferrarse a un árbol. Eloín me miró agradecido. Pudo salvarse de morir por un puñetazo de Aleesa y no quiero ni pensar la tortura mental que habrá estado pasando por los poderes de Sahoin. Aun así no era redención suficiente.
—¡Athena, ve por Asane! —me ordenó él.
Obedecí inmediatamente. Entré al carromato delantero y solo vi a Asane.
—¿Dónde está tu madre? —le pregunté.
—Fue a liberar a los hasei —respondió. Estaba escondida tras los catres—. Cree que pueden ayudar a Eloín.
—Vámonos, no hay tiempo —le dije, buscando una salida. La ventana del lado derecho daba hacia el bosque—. Si salimos por ahí no van a vernos cuando huimos. Si Eloín muere al menos retrasará a los mercenarios.
—No va a morir, Athena —afirmó ella con mucha confianza—. Déjame pelear. Dame mi vela.
—No podrías con ellos, créeme.
Su madre siempre me generó intriga. Era amable conmigo y confiaba en mí tanto que dejaba a su hija sola. Sin embargo, no había tiempo para esperarla. Debía llevarme a Asane hacia el bosque y perderlos a todos. La saqué a través de la ventana y luego salí yo.
Un hombre enorme estaba esperándonos, pero ni siquiera lo toqué. Una de mis últimas dagas se quedó insertada el pecho de ese mercenario y luego cayeron juntos. Miré a la niña, que sonreía como si ver morir a alguien fuera un juego, la tomé de la mano y caminamos hacia la profundidad del bosque.
NOTA DEL AUTOR:
Hola, Corremundos. ¿Estás teniendo un día bendito por los dioses? Vengo actualizando muy seguido, corrigiendo los capítulos. Tengo sorpresitas para ustedes.
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