13 - 🗡️Actos de Traición🗡️
ASANE
Me había ido en busca de un balde de agua del pozo que se encontraba justo al otro lado del Arco de Redención, dentro de la Ciudad de los Héroes, pero no fue necesario caminar hasta allá. Saqué una vela blanca pintada de negro, inhalé humo, mis ojos se tiñeron de blanco. Sentí la llama interna bailar dentro de mí como hace tiempo no lo sentía. Era una sensación que me llenaba.
Fuerza superior, visión perfecta en la oscuridad...
Salasai me había entrenado solo en habilidades de velanegra, pero todavía tenía conocimiento sobre las cosas que me habían enseñado Eloín y Athena. ¿Eso me hacía una velablanca completa? No lo creo, pues Salasai, a pesar que yo era hábil en tres de las siete Órdenes, seguía ganándome en combate singular.
La noche me hacía sentir más poderosa, activa. Usé el llamado "desplazamiento sombrío" para moverme entre sombra y sombra. De mi piel comenzó a emanar una especie de vapor negro y frío que comenzó a mezclarse con la oscuridad. Me moví, llevada por mi propio empuje y porque la negrura de la noche amplificaba mis habilidades de velanegra. Fui estirada y desaparecí.
En un instante me trasladé medio kilómetro sin usar mucho poder. Mi llama interna seguía danzando intensa.
—Eso no lo esperaba —dijo una voz.
Me giré. Era Alesi, el chico velaverde de piel blanca y cabello oscuro. No me había fijado que tenía rasgos sureños a pesar de su piel tan clara. ¿Me había dicho que venía del Elanato de Lana?
—¿También me acosas por las noches? —pregunté.
—No, señorita —contestó, recostado en el pozo y tirando de una cuerda extrañamente verdosa—. Yo estaba aquí antes, así que eso te deja en evidencia. Me extrañabas.
En parte tenía razón. El chico me parecía divertido, aunque pesado y a veces me recordaba un poco a Eloín.
—Me descubriste —brumeé. Le sedí mi balde vacío.
Él arrugó la frente.
—También quiero agua —le dije.
Alesi estiró la cuerda y me di cuenta que estaba hecha de plantas, ¿o era una raíz larguísima? Sacó del pozo su balde y lo dejó al lado de sus pies. Estaba a rebosar de agua.
—¿Quieres agua? —cuestionó, mirándome con una sonrisa—. Pues será mejor que consigas tu propia cuerda.
—Puedo hacerlo mejor —dije y puse mi balde a un lado del pozo.
Hice lo que me había enseñado Eloín hace tres años: una pose extraña apuntando con mis manos a la fuente. Hice como que estiraba de algo invisible y el agua comenzó a subir, formando una especie de esfera trasparente que se elevó hasta quedarse a mi nivel. De la superficie al fondo debían de haber unos diez metros.
—Magnífico —musitó Alesi y sacó su libretita del bolsillo. Al parecer la llevaba a todos lados.
Cuando bajé la esfera de agua dentro del balde, Alesi escribió unas anotaciones en el cuadernito como si yo no estuviera ahí. Sin duda era un chico extraño. Pensé en que era un velaverde y que además era de los pocos que sabían mi identidad, podría enseñarme algo de su orden. Sin embargo, Salasai diría que no me arriesgara porque yo era muy distraída y podrían descubrirme otros.
¿Qué pasa si me descubren?
«Cuando todos sepan de tu existencia, elania estará más unida que nunca.», me había dicho Asaia.
—Bueno, me tengo que ir —le dije y tomé el balde cargado.
—¿Me llevarías a mi campamento? —preguntó Alesi.
—Mientras no me vomites —le dije.
Entonces lo abracé y usé de nuevo el "desplazamiento sombrío". Nos movimos a una velocidad increíble. Estaba segura de que el velaverde seguro anotaría todo lo que vivió esa noche conmigo. Al instante llegamos a los campamentos. Cada carromato estaba lejos de los otros, pero todavía con eso nos manteníamos comunicados.
Alesi caminó de vuelta hasta su carromato y yo regresé al mío donde me tocaba dormir de nuevo sola con Athena, que seguramente estaba durmiendo o, como solía hacer a media noche, afilando sus cuchillos.
Entré al carromato, no sin antes notar el extraño silencio del ambiente. No apagué mi llama interna, pero mengüé su efecto en mis sentidos. Al ver el interior, todo estaba claro como si estuvieran todas las luces encendidas. Pero la velamorada athoní no estaba.
—Athena —la llamé caminando entre los camastros. Sus cosas todavía estaban esparcidas por el suelo; esa mujer era igual o más desordenada que Eloín. Luego noté un rastro de sangre que se dirigía de nuevo hacia el exterior del carromato.
Temí lo peor.
Usé "desplazamiento sombrío" de nuevo y salí de allí. La busqué afuera hasta que encontré el cadáver de alguien tirado en el suelo, abandonado y sangrando aún. Mi corazón pareció detenerse y mis lágrimas amenazaron con salirse en un llanto desolador.
Sin embargo, solo era un hombre. Estaba muerto y vestido de ¿Guardia Imperial? Era de los nuestros. Pobre tipo.
Escuché otros sonidos de agonía provenientes del bosque. Me apresuré en ir hacia allá. Salasai lo hubiera desaconsejado, pero si a Athena le sucedía algo no sabía cómo reaccionar. Eloín no me lo perdonaría, yo no me perdonaría.
Encontré a Athena recostada por un árbol. Estaba herida y tenía una quemadura horrible en el hombro. No abría los ojos.
—Athena —susurré—. Despierta por favor.
Puse una mano sobre su herida. ¿Eran los velamarilla los que podían sanar cortes o los velaverde? No lo recordaba ni tenía el conocimiento suficiente para hacer nada. Mis habilidades no sirvieron para curarla. Pero al menos seguía respirando.
—No... —escupió Athena.
—Dime —exigí sabes—. ¿Quién te atacó?
—No confíes —musitó ella y se desvaneció.
La intenté levantar para llevármela, pero escuché sonidos de pisada. Pude girarme rápidamente antes de esquivar una patada. Me deslicé a un lado de Athena y la cubrí de oscuridad para que no la encontrasen.
Entonces la vi. Era una mujer alta y rubia vestida con el uniforme de la Guardia Imperial. Una alsahiana. Una espía. Tenía el rostro deformado por cicatrices, aunque su cuerpo era hermoso y definido. No llevaba armas encima. Estaba componiendo. Tenía los ojos brillando en amarillos.
—El plan no salió como creí que saldría —dijo la mujer. Soltó una carcajada y luego borró la sonrisa de su cara como si nada—. Debías estar durmiendo, pequeña.
—¿Quién eres? —le pregunté. Me puse de pie. Mi llama interna seguía encendida, pero no estaría así por mucho.
Ella comenzó a acercarse.
—Así será más divertido —dijo ella ignorando mi pregunta—. Un título envidiable: la sashian que mató a la velablanca. Mientras no me interrumpan los otros idiotas del campamento, todo terminará... —Desapareció y apareció detrás de mí—, rápido.
Me agaché de inmediato antes de recibir en golpe directo de una lanza de luz, que cruzó sobre mí iluminando mi sitio. Según me había dicho Sala, esas cosas eran tan calientes como la lava.
Velocidad superior, inteligencia estratégica. Habilidades que sabría controlar si aprendiera sobre los velamarilla.
—¡Bien! —felicitó la mujer—. No me decepciones.
Me aparté de nuevo hacia las sombras tratando de tomar distancia, pero ella logró alcanzarme.
—Si huyes tendré que matar a todos en el campamento —dijo de nuevo sin borrar la sonrisa de su rostro—. Incluyendo al velaverde con el que tuviste una charlita hace un momento.
¿Cómo sabía sobre...? ¿Me estuvo viendo todo este tiempo?
Atacó de nuevo. Esta vez detuve el golpe con una espada horrible que había formado con las sombras. ¿No se suponía que de noche debía ser más fuerte que una velamarilla? Pero ella logró desaparecer y aparecer detrás de mí darme una patada que me empujó y caí al suelo. Rodé y me incorporé de inmediato sin despegar la vista de la rubia.
Su lanza de luz desapareció y en su mano comenzó a formarse una rara bola de luz intensa y amarilla. La lanzó hacia mí y pronto comenzó a formar otras que volvió a lanzar hacia mí. Rápidamente hice aparecer escudos de sombra frente a mí que lograron defenderme del ataque.
Entonces apareció detrás de mí de nuevo y descargó un gancho derecho directamente en mi costado. El golpe no solo dolió, sino que también me quemó. ¿A caso los velamarilla podían calentar su cuerpo a tanta temperatura?
Terminé en el suelo arrastrada y sufriendo de ardor.
—Eres bastante fuerte —dijo ella—. Nadie resiste ese golpe. Sin duda ser elegida por Nami tiene sus ventajas. Será una lástima que todo ese poder desaparecerá cuando te mate.
Comencé a gemir mientras intentaba incorporarme. Pero, antes de que me pusiera de pie, ella descargó una patada que fue directa a mi rostro. Caí de nuevo tragando la sangre que mi labio inferior descargaba. ¿O era mi nariz? Ya no podía distinguirla.
—¡La que mató a la velablanca! —gritó la sashian.
Yo seguía agonizando en el suelo.
Me apuntó con un dedo y este comenzó a emanar un brillo mientras se formaba en la punta un anillo de luz con un punto en el centro. Brillaba tanto como una estrella.
Entonces... un golpe. Un pequeño brazo atravesó como una lanza el estómago de la rubia desde la espalda, dejando un sangriento agujero entre el ombligo y los pulmones. La sangre y las tripas me bañaron.
La mujer no supo cómo reaccionar, simplemente sonrió y cayó arrodillada al suelo, sobre las hojas secas desprendidas de los árboles. Giró la cabeza y vio a Siana con la mirada igual de sorprendida. ¿Me había escuchado pelear? ¿O me ha estado siguiendo?
—Hija del Silencio —musitó la sashian mientras vomitaba sangre roja oscura de su boca—. Eres una traidora. Mataré a tu zorra madre...
—No puedes hacer nada muerta —dijo Siana.
Miré confundida a la velarosa, que estaba con la mirada perdida y con los ojos brillando de rosa. ¿Traidora? ¿Qué estaba pasando?
La velamarilla puso una de sus manos sobre la herida. El agujero creado por aquel golpe era demasiado grande.
—No te esfuerces —le dijo Siana—. Ninguna velamarilla es capaz de curar este tipo de heridas sin ayuda de un velaverde. Aunque uses todo tu poder, morirás, Nai.
Y murió. Y entonces entendí: Siana nunca había sido una elaní. Era una espía, al igual que los falsos guardias imperiales. Y ambas quedamos en silencio.
NOTA: Hola, corremundos. Espero estén teniendo un día bendito por los cuatro dioses. Ya solo faltan dos capítulos para llegar a la mitad del segundo libro. ¿Qué les pareció este?
¿Qué creen que hará Asane con Siana luego de enterarse de su traición?
¿Qué harían ustedes?
¿Qué esperan del siguiente capítulo?
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