12 - 🕯️Rencarnación y promesa🕯️


ELOIN.

No tenía fuerzas. Sentía que no podía mover mis extremidades hacia ningún lado. Estaba mareado y con la sangre en la cabeza. Cuando me percaté que estaba atado de cabeza recordé lo que había ocurrido. Las lianas que me soportaban, rodeando mi cuerpo colgado del techo oscuro de la caverna, habían generado leves quemaduras en mi piel.

Pudo haber sido peor.

A través de las sombras logré distinguir una figura casi esquelética que caminaba hacia mí. Era una anciana, como del doble de mi edad. Su piel era pálida, como si no hubiera visto el sol en muchos años y su aroma era espantoso. Olía tan mal que hasta prefería que me matara antes de tener que soportarla más. Era una tortura.

Comenzó a inspeccionarme. Tocándome y acercándose demasiado. Aquello me hizo preguntarme qué haría conmigo.

—Anciana —le dije cansado—. Sé que soy muy atractivo, pero pudo haberme invitado una cena antes. No tengo este tipo de fetiches.

La mujer me dio una bofetada, aprovechándose de mi nula capacidad defensiva.

Maldije en voz baja.

—Insolente —me dijo.

—¿Yo soy el insolente? —puse en duda—. Es usted la que me manosea y me tiene atado.

—Guarda silencio, sabandija, o te cortaré la garganta —amenazó acercándose a mi rostro.

—Te imploro que me cortes la garganta —dije ladeando la cabeza—, así no tendré que soportar ese aliento infernal.

Ella sacó una navaja pequeña y puso el filo en mi garganta. Fue tan fácil hacerla enfadar.

—Era solo una broma, mujer —titubeé pávido—. ¿Le han dicho que se ve de maravilla a pesar de que vive en una tenebrosa cueva?

—¡Guarda silencio, payaso! —me ordenó. Viró la mirada como si tuviera miedo de algo—. A mi reina no le gusta el ruido. Leani tiene hambre. Leani espera mi sacrificio. Te espera.

Ahí me di cuenta. Yo iba a ser el almuerzo de esa tal reina Leani. Sea quien fuera, aprecié su buen gusto. Preferí guardar silencio o allí mismo me cortaría la garganta.

Debía pensar en cómo salir de esa situación. Me había desmayado en medio del pantano por culpa del extraño olor del ambiente. Quizá eran esporas. Me fijé en unas cuantas velas encendidas en las paredes.

Velas Selai de un color verde claro. La mujer era una Velaverde. Entendí mucho.

—¿Cómo te llamas? —pregunté.

—Soy Shiana —me dijo la anciana, susurrando.

—Eloín —me presenté—. ¿Me van a comer?

—Yo no —respondió. Parecía que no sabía comunicarse muy bien—. Leani solamente.

—¿Me la vas a presentar antes?

—No aún. Ella vive abajo, muy abajo. Solo sube a comer cuando el sol nos mira desde allí. —Apuntó hacia arriba. Hacia un diminuto punto brillante.

Me esforcé mucho, pero pude darme cuenta de donde estábamos en realidad. No era una simple cueva, era el interior del gigante árbol. Al menos ya sabía algo. La anciana tal vez tenía problemas mentales. De hecho, era evidente. Debía sacarle toda la información posible para buscar la forma de salir vivo de allí. ¿Quién cuidaría de Lilo si yo moría?

Comencé a formular un plan para lograrlo antes de que llegase el medio día. La tal reina Leani era una planta carnívora enorme. Las raíces que había afuera, rodeando el árbol gigante, eran parte de esa planta. Yo tal vez no era su primera presa, ni sería la última.

—Han caído otras —dijo la anciana. Sonrió con alegría y comenzó a dar tétricos saltitos de felicidad—. La reina estará muy satisfecha hoy.

—¿Otras qué, Shiana?

No me contestó.

—Shiana, somos amigos. Respóndeme.

Asane y Melina fueron traídas a rastras por raíces, estiradas hacia el centro del árbol. Gritaban y lloriqueaban. Aquello me extrañó, ya que significaba que las esporas venenosas no las había afectado por alguna razón.

Como estaban despiertas, forcejearon con las raíces hasta que Melina logró liberarse. Al parecer llevaba un cuchillo. Cortó las raíces y fue a ayudar a su hija. Pudo liberarla también. Shiana se enfadó al ver como cortaban a sus raíces.

—¡Mis niñas! —gritó Shiana. Esa mujer estaba loca.

La anciana inhaló humo de su vela más cercana. Sus ojos brillaron en verde intenso, maldijo en un idioma que no conocía e invocó más raíces. Las raíces atacaron a Melina. Pude ver como la niña sacó un chispero de sus bolsillos, miró a su madre en peligro, encendió la pequeña vela blanca que le había regalado y luego inhaló humo.

Sus ojos brillaron en blanco. ¿En serio iba a hacer algo? Yo no le había enseñado lo suficiente. Quizá era una Velablanca, pero no estaba acostumbrada ni tenía la experiencia suficiente para enfrentarse a una Ahumadora como Shiana. Asane no podría sola contra una Velaverde.

Las raíces lograron atrapar a su madre. La rodearon completamente por cada extremidad. Aquello enfadó a Asane. Cuando las plantas la tenían rodeada y parecía imposible escapar, ellas se detuvieron. Las raíces soltaron a la madre lentamente luego de una orden de la niña.

La anciana retrocedió, sintiendo miedo, aún más miedo del que le guardaba a su reina.

—¡Tú! —gritó Shiana, temerosa mientras se arrodillaba—. Rencarnación de Nami.

Las raíces que hace unos instantes controlaba, la rodearon y la sujetaron. Shiana quedó muda. Luego Asane me liberó y perdió el conocimiento, cayéndose al suelo. Aún no tenía suficiente resistencia.

Lo que había visto era impresionante. Asane apenas era una niña y en los entrenamientos invocar una ventisca le generaba mucha dificultad. Sin embargo, cuando tocaban a su madre, sus capacidades se intensificaban.

Salimos del árbol antes del mediodía y regresamos al carromato con la anciana atada y sujetada con fuerza. No había hablado ni protestado.

—Así que ofrecen una gran recompensa por ella, ¿es así? —pregunté a Melina.

Ella llevaba a su hija dormida en sus brazos mientras yo estiraba a la anciana con una cuerda para que caminara. Shiana no trató en ningún momento de escapar. Y no me quejaba, pero me parecía extraño.

—Es mucho —respondió ella, entusiasta—. Podríamos sobrevivir todo el viaje con eso. El Regente de este elanato ofrece una fortuna por la información, nosotros le llevamos al culpable.

—Entonces lo tenemos solucionado —festejé—. No nos volveremos a preocupar por unas semanas. ¿No te emociona? ¿Dónde está el Regente?

Busqué con la mirada algún palacio en la ciudad que estaba lejana. Del mercado solo se alcanzaba a ver humo de chimeneas. Las arboledas y pequeños montes verdosos estorbaban mi vista.

—Eloín —comenzó a decir Melina. Tuve una ligera sospecha de lo que iba a decir—. Debo confesarte algo.

—Claro, claro —le dije—. No tengo problema con las confesiones.

—Te mentí —aclaró ella—. No tenemos familiares en Ashai. No tenemos a nadie ahí. Solo estaba frustrada y no tenía opciones. No creo que pueda pagarte cuando lleguemos y...

—Descuida, Melina —le interrumpí. La verdad es que ya lo sabía desde el principio—. Estamos a mano. Creí que ibas a enfadarte por enseñarle a Componer a tu hija.

—Me enfadé al principio —contestó, mirando a su hija dormida—, pero eso nos salvó la vida de ser devorados por una planta carnívora.

—Sí. En serio fue sorprendente. Esta niña será un problema para sus maestros ahumadores en Ashai.

—¿En serio no te importa llevarnos?

«Sé lo horrible que es perder una hija», quería decirle. Sin embargo, no pude.

—No me importa —respondí en cambio—. El viaje está siendo entretenido. No podía quedarme en Eem toda la vida, como un soldado que guardó su lanza. Ya me hacían falta unas vacaciones.


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