08 - 🕯️La bruja y el asesino🕯️
ATHENA.
Cuando apenas era una niña, en el Reino de Atho, tenía el miedo constante de mostrar mis habilidades. Todo el mundo me condenaría, el Alto Jurado me vendría a buscar y me quemarían viva en medio de una plaza pública. Tenía miedo de ser vista por mi madre como un demonio y que me dejara de querer por ser una aberración.
Pero un día sentí el verdadero poder y descubrí que no debería ser yo la que debería tener miedo, son todos los demás los que debían protegerse de mí. Ser un demonio era mi maldición, pero también era mi milagro.
Era el velanegra el que debía de temerme.
Lo tenía frente a mí. A solo unos metros y no estaba Avivando. Era mi oportunidad para matarlo. La Esgrima Athoní era mi espacialidad. Tenía cuchillos en mi cinturón y mi boleadora girando en mi mano; era una cuerda de cuero con tres puntas que acababan en bolas de acero.
Caminé hacia él mientras desenfundaba mi cuchillo largo con la izquierda y hacía bailar mi boleadora con la derecha. Comencé a dar vueltas a mi boleadora para dar un ataque sorpresivo.
—¿Crees que no estudié tu esgrima athoní mientras trabajaba contigo? —me dijo—. No creo que puedas conmigo en un cuerpo a cuerpo.
—Es curioso —le dije, dando vueltas a mi boleadora—. Siempre creí que los alashianos varones no hablaban, y que no tenían emociones. Tú hablas mucho.
—No tenemos permitido hablar con mujeres.
—Sin embargo, aquí estamos, ¿no?
—Tampoco tenemos permitido matarlas —me respondió con una siniestra sonrisa en su rostro. Daba escalofríos—. Es pecado, pero ya he matado a más mujeres que cualquier alashiano en la historia. Y voy a matarte ahora.
Ni siquiera se colocaba en pose de defensa. Era como si me estuviera subestimando, burlándose de mí. Todas las veces que habíamos peleado codo con codo no mostré mis verdaderas habilidades para el combate cercano. Estaba claro que yo tenía la ventaja.
Levantó la enorme espada y luego no pudo bajarla para cortarme en dos, ya que se había clavado la punta en el techo de la taberna. Aproveché para aturdirlo con fuertes dolores de cabeza. La llama en mi interior seguía fuerte, bailando de un lado a otro, y el efecto de mi ataque duraría un rato largo. Un rato agónico.
Pero el hombre era fuerte. Arrancó la espada del techo sin importarle el dolor de cabeza que le había provocado e intentó atacarme con tajos largos. Su rostro estaba arrugado por estar aguantando la angustia y su ojo izquierdo temblaba. Dio otro tajo y lo esquivé. La espada era una monstruosidad. Era muy larga y la distancia que me separaba del hombretón y yo era un camino difícil de cruzar.
Debía estar atenta.
—¿Te duele la cabeza, Elosei? —pregunté. Los hombres que habían estado hace un rato, se habían marchado cuando vieron una oportunidad. Estábamos solo Elosei, el dueño de la taberna desmayado en el piso y yo.
—Pasé por peores sufrimientos —me respondió. Atacó con una estocada, pero falló, clavando la espada en una columna de madera. El terrible dolor de cabeza hacía más dificultosa la vista y la precisión.
Ataqué con mi boleadora. Se enroscó por la espada y estiré hacia un lado. Elosei seguía teniendo una fuerza enorme y resistió, estirando mi boleadora y contrarrestando mi ataque, arrojándome por inercia hacia unas mesas. Me lastimé duramente. La distracción causó que el dolor de cabeza que le había provocado desapareciera.
Él estaba enojado. Sacó una vela negra e intentó encenderla, pero uno de mis cuchillos atravesó la vela y la tiró. Le arrojé otro de mis cuchillos, pero su espada le sirvió como escudo. Intentó atacarme, pero lo esquivé y me escondí tras unas mesas. Salí por la ventana y me concentré en mi llama interna. Se estaba acabando.
Debía mantenerme lejos del alcance de su espada, pero lo suficientemente cerca como para evitar que encendiera una vela. Sus habilidades eran peligrosas. Podría matar a todos los de la ciudad si quisiera. Y yo podría matarlo a él si me mantenía a buena distancia.
Atravesó con la espada la pared de madera y casi me mata. Salí de allí, saltando habilidosamente, y luego él salió por la ventana pero con brusquedad.
—No me importa no usar mis velas —me dijo caminando hacia mí. Era verdaderamente intimidante—. Me ayudas a ahorrar mucho, ya que están caras. Voy a matarte con mis propias manos. Voy a torcer tu cuello y llevarme tu pelo rojo como botín.
Retrocedí hasta la entrada de un bosque. Corrí hacia el interior. No fue por miedo, solo quería ganar tiempo. Debía concentrarme en la llama interna. La niña debía ser mía para vendérsela a la próxima Emperatriz alashiana. No tenía que morir en ese lugar. Tó no me lo permitiría; tenía un destino marcado para mí. Marcado de gloria.
«Protégeme, Tó. Dame tu fuerza».
Él me siguió. Me había mentido sobre que podría conmigo sin Avivar, pues encendió una vela. Usó las sombras del bosque a su favor. Un velanegra podía trasportarse a través de las sombras. Por fortuna había canalizado tanta concentración en mi llama interna que predije los movimientos de la llama para sacar de ella sus mejores dotes.
Estábamos ambos solos en medio de un cerrado boscaje. Solo se escucharon los pájaros alejándose y las hojas moviéndose por el viento. Odiaba esos sonidos porque nunca sabía de dónde venían. El bosque susurraba peligro y el sol observaba distante nuestro enfrentamiento.
Un arbusto se movió. Lancé cuchillos.
Él se carcajeó. Se quedó quieto mientras sus sombras lo protegían formando una especie de escudo negro. Cualquier ataque sería inútil y acercarme para un ataque cuerpo a cuerpo sería un suicidio. Había perdido mi boleadora y me quedaban solo un par de dagas. Usé mi último recurso.
—Eres una inútil hasta siendo Ahumadora —me dijo—. ¿Cómo te volviste la líder de los Sinhuesos, Athena? ¿Qué vieron en una mujer como tú?
Él caminó hacia mí mientras yo levantaba mis manos, apuntándolo. Dibujé con mis manos una espacie de circulo invisible. Tras tanto tiempo ocultando quien verdaderamente era, no iba a dejar que nadie me intimidara. Yo era una Ahumadora, un demonio athoní.
—Soy la Cazadora —le contesté con cólera—. Soy la mujer capaz de destruir tu mente sin siquiera acercarme.
Entonces, antes de que se arrojara contra mí y me atravesara con una espada de sombras, usé lo último que me quedaba de fuerzas para provocarle una convulsión. La llama interna se me apagó al instante.
Él cayó al suelo y comenzó a tener ataques de epilepsia. El ataque era peligroso, ya que pude haber tardado mucho en liberar el poder y haberme provocado la epilepsia a mí misma. Avivar era como abrir puertas de otro mundo a este, y si abrías una puerta muy grande podías traer algo al mundo que no podrías controlar.
Mientras él sufría, yo levanté su propia espada para matarlo, pero una manada de lobos salió de la oscuridad. Parecían hambrientos. Yo desconocía si ese tipo de bestias cazaban por esas zonas. No estaba dispuesta a buscar respuestas ni averiguar nada por mi cuenta.
Eran media docena de lobos grises y blancos. Cinco pequeños y una grande. Yo no tenía fuerzas para enfrentarlos, así que dejé la espada en el suelo y lo abandoné ahí, retrocediendo lentamente. Estaba segura de que si corría ellos me perseguirían y no tendría ninguna posibilidad.
Mientrasmás me alejaba de ellos y más me metía a la oscuridad de la selva, más sonreía.Había salido con vida y ya no tenía competencia. Elosei debería estar siendodevorado. Los lobos seguramente iban a despedazarlo y no volvería a verlo en mivida.
NOTA: Hola. No sé qué pasa con wattpad que el los últimos párrafos se le antoja unir las palabras. Intento corregir el error, pero sigue pasando. Es estresante. Puto wattpad.
Fin del comunicado. jajajaj
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top