07 - 🗡️ Combate de Honor🗡️
SIANA
Extrañaba el sonido de la lluvia. El sonido de las gotas cayendo sobre el empedrado frío de mi hogar, en las costas de las Islas Impropias. Las olas chocando, los truenos de una tormenta, el viento advirtiendo su llegada, la voz de mi madre. Cuando me arrebataron la capacidad de oír, no me habían arrebatado todo. Todavía tenía el deseo de recuperarla. Estaba dispuesta a hacer lo que sea para conseguirlo. Hacer un sacrificio.
Todos harían lo mismo en mi lugar.
El primer enfrentamiento fue elegido por los Devotos, hombres y mujeres que en un pasado fueron parte del Ejército Imperial y que dejaron todo para unirse al Sacerdotario. De a poco fueron llegando más personas al recinto, rodeando lo que sería el suelo del combate donde se estudiaría las habilidades de los aspirantes.
Vi como varias bocas se movían cuando una Maestra vestida con uniforme negro se adentró para anunciar a su representante. Una velanegra que parecía tener mucha experiencia, que lucía la insignia de su orden con orgullo, como si se tratara de un título. Como me lo imaginaba, estas personas no se diferenciaban mucho de las que gobernaban mi tierra.
—Asane —me puso al tanto mi maestra moviendo las manos con elegancia—, aspirante representando a la Primera Orden.
Asane entró al centro con timidez. Miré sus manos, pues a veces se podía saber mucho de alguien por sus movimientos. Ella presionaba uno de sus dedos de la izquierda con la mano derecha, girando como si se tratase de un tornillo. Estaba nerviosa, ansiosa. Y su rostro decía que no sabía lo que tenía que hacer.
«Así que esa es la velablanca».
Otra maestra también se internó al centro. Era una mujer alta y de rasgos rubios, como si tuviera sangre alashiana. Tenía una figura esbelta y la elegancia de un hasei. Vestía con uniforme amarillo y lucía la insignia del Sol y el Tridente. Abrió la boca para hablar y yo me giré inmediatamente a ver a mi maestra Asiala.
—Mina —dijo con lengua de señas—, aspirante representando a la Segunda Orden.
—Gracias por informarme —respondí mientras hacía gestos aún más lentos, pues esa lengua de señas todavía me costaba.
La chica se adentró al círculo de inmediato. Caminó con la seguridad que a Asane le faltaba, y la agresividad en la mirada. Tenía el pelo oscuro elaní y la piel bronceada. Detuvo su pasarela frente a la velablanca como si el combate hubiera empezado. Si fuera una batalla de egos, esa velamarilla estaría barriendo el piso con la malherida Asane. Sin embargo, sería un duelo cuerpo a cuerpo.
El Devoto movió los labios (estaba muy lejos como para leerlos). Las maestras de ambas Órdenes se dieron media vuelta y regresaron a sus lugares entre el público de nuevos observadores.
El combate comenzó.
Asane se puso en guardia, con un brazo protegiendo su rostro y el otro más cercano al pecho. Sus pies estaban bien ubicados; el diestro atrás y el surdo enfrente. Se notaba el entrenamiento en Daeini, un arte marcial muy común para los elaníes. ¿Acaso era tan buena en combate como yo?
Mina, la velamarilla, hizo un gesto con la mano que no comprendí, pero supuse que era un insulto. Una forma de provocar al enemigo. Mi maestra me había dicho que aquello, al menos para los velarosa, era infantil y sin honor. Yo pensaba que esa era una buena táctica, pues encendías las emociones del contrario. Sin embargo, Asane ni se inmutó. Estaba tan concentrada en el examen que le daba igual el espectáculo.
Entonces Mina se lanzó hacia Asane, buscando embestirla. Se detuvo, sus pies se movieron tan rápido que apenas vi su trayectoria. Dio una patada hacia la cabeza de la velablanca. Sin embargo, Asane detuvo la patada con su defensa de brazos. Desvió el siguiente golpe y luego el siguiente. Ninguna de las patadas lograba penetrar su defensa, pero Asane estaba retrocediendo.
El escenario tenía un límite.
Al fin, la velamarilla logró entrometerse en la guardia de Asane con una patada que abrió su defensa. Aquello le dio la oportunidad perfecta. Se inclinó velozmente y llevó su puño derecho hacia atrás. El gancho vino desde abajo con la fuerza de un martillo.
Asane trató de detener el golpe, pero los nudillos de Mina se clavaron en el mentón de la velablanca, empujando su cabeza hacia el cielo. Vi al público, que estaba quieto. Habían esperado mucho de Asane, que estaba teniendo un desempeño terrib...
Mina retrocedió.
Antes de perder el equilibrio, Asane había atinado una patada a un lado de los riñones. Era uno de los órganos más sensibles del cuerpo y lo había descubierto. Sorprendente.
Asane volvió a recuperar el equilibrio y fue hasta la velamarilla, quien tenía una mano sobando su costado herido. No le dio tiempo a descansar. Asane descargó un golpe directo con el empeine hacia las piernas. Mina logró esquivarla. Su rostro había cambiado, pues ya no tenía la mirada llena de condescendencia del inicio. Mina tenía buena técnica, pero noté que era su primera pelea real.
Asane, por el contrario, se vio más confiada.
Ya no defendía, atacaba. Hizo retroceder a la velamarilla después de asestarle un par de golpes con la izquierda. Mina atajó una pierna de Asane y le encajó un golpe en los muslos, pero Asane soportó el dolor y estiró su pierna haciendo que la chica alta se tambaleara. Entonces Asane aprovechó y, con una voltereta perfecta, encajó una patada de talón en el antebrazo de la chica que logró sacarla del escenario.
—Asane ganó —explicó mi maestra haciendo gestos.
La miré con el ceño fruncido.
—Soy sorda —dije con señas—, no ciega.
Ella sonrió.
—Ve a felicitarla —dijo y apuntó a la velablanca.
¿Iba a acercarme a ella? La miré. A su alrededor, los Devotos estaban haciendo anotaciones en sus libretas. Un chico velaverde, también anotaba cosas a un lado del escenario. Asane se bajó por un costado y su maestra velanegra fue a decirle cosas. Apreté mis puños. Mis manos estaban temblando de solo pensarlo. No quería ir a felicitar a la renacida.
Sin embargo, fue su figura la que pareció frente a mí. ¿En qué momento se había acercado? Su cabello era negro, liso, finos como hilos que se movían de un lado a otro. Sus ojos, de un color azul claro y bordes oscuros, se fijaron en los míos. El tiempo se hizo lento. Mi corazón se alborotó. Sus finos labios rosados se movieron, como si estuviera masticando ashishia. ¿Me estaba hablando?
Miré a Aisala.
—Preguntó tu nombre —dijo en lengua.
Volví a mirar a la velablanca.
—Siana —dije con mi voz.
Por el gesto que hizo Asane, supuse que grité. Ella miró a mi maestra, pero, antes de que se hablaran, las detuve con un gesto de manos. Ambas me miraron.
—Puedo intentar leer tus labios —dije más bajito—. Solo habla más lento, por favor. ¿Este tono está bien?
—Sí —respondió Asane.
Luego hubo un silencio incómodo (y eso que si de silencios se trataba, yo era una experta).
—¿Quieres ver la siguiente pelea conmigo? —me preguntó. Una mancha de sangre escurrida adornaba la comisura de sus labios. Sus manos estaban rojas y tenía los nudillos amoreteados.
Asentí. Este era el plandespués de todo, ¿no? Se me había hecho fácil inesperadamente. Entonces, uno delos Devotos señaló a mi maestra. Asiala me miró. Era mi turno.
NOTA: Hola, corremundos. Al fin capítulo nuevo, ¿no?
¿Qué te ha parecido?
¿Qué crees que esconde Siana?
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