Scarlett

—¿Por qué quieres ayudarme?

—Me gusta ayudar a las reinas —dijo Rosen—, y creo que tú puedes ser una reina muy buena.

Scarlett se ruborizó y se acercó un poco más al espejo. Nadie, ni siquiera su padre, le había dicho que creía que sería buena cuando fuera reina.

—Pero no eres una bruja, ¿verdad? —preguntó, algo aprehensiva—. Porque estaría muy mal...

La carcajada de Rosen resonó como un eco en su cabeza, cortando en seco sus pensamientos.

—Primera lección, princesa Scarlett —dijo, cuando dejó de reírse—: nunca cuestiones a tus aliados.

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