Chapter One. 🍦Ice Cream🍨

—¡Y otro más abajo! Con ese, van siete victorias seguidas, y ¿a quién le sorprende? ¡Si estamos hablando de la mismísima, Kasuki Mizako!

Escuché la molesta voz de Karl.

¿Cómo alguien puede llegar a hacer tanto ruido a esta hora de la noche?

Yo, por mi parte, en lo único que pensaba era en qué película me voy a ver cuando llegue a cenar. Era mi prioridad por el momento. Y seamos sinceros, ¿ustedes pensarían en hacer semejante escándalo como una prioridad? Porque no creo ser la única que ve a este inútil como un idiota por ello.

Dejé salir un suspiro en derrota, sabiendo que no me aceptaría ningún reproche, respecto a su comentario.

Karl, mi compañero de trabajo. Encargado de la caja registradora, atender a los clientes, y dar una que otra lección sobre los ejercicios del día.

Me alejé lentamente del cuerpo inconsciente de aquel hombre que no pasó de los dos minutos en el ring. Siendo sincera, no me sorprende. No porque me crea muy fuerte o algo parecido. Solo que el hombre no parecía estar en forma. Solo quería impresionar a su novia, si eso era aquella muchacha que vino con él.

La muchacha, en realidad, se veía muy joven. Eran como una muñeca y...el abuelo del novio. Pero bueno, ¿quien soy yo para juzgar? Exacto, nadie.

Me deslicé con cautela entre las cuerdas que rodeaban al pequeño ring y me acerqué al mostrador, lugar en el cual se encontraba el causante del grito y mis ganas de callarlo con un puñetazo. Sentí como a mi lado pasaba a un paso acelerado, aquella muchacha rubia que venía con mi anterior contrincante. Tenía preocupación escrito en su cara. Gracias al cielo solo está inconsciente, no me gustaría que causara una escena.

—¿Seguirás haciendo esos estupendos gritos a estas horas?

Le pregunté a Karl con claro sarcasmo. Él me dedicó una sonrisa de medio lado y me pasó la botella de agua, la cual acepté gustosa y empecé a tomar de ella.

—Puede que atraiga la atención de los que están afuera. Eres nuestra estrella, deberían verte brillar. Además, veo a un viejito por ahí con dinero, ¿cuánto crees que pagaría para pelear contigo?

Rodé los ojos molesta. El centro comercial, a decir verdad, si estaba bastante lleno. Esto me sorprendía, debido a la hora. Pero luego recordé que es sábado y lo dejé pasar. Además, ya estaba acostumbrada a las "estrategias" de Karl para según él, "atraer" gente. Dejé la botella en el mostrador, enfrente de él, y éste me dedicó una mirada confusa.

—Me voy por un helado.

Dije con simpleza y me empecé a acercar a la salida. Él me miró atónito y se levantó de donde estaba sentado.

—¿A estas horas? Y además, ¿Qué tal si ese viejito se acerca? ¿Lo harás esperar?

—Tampoco es como si no me cansara el pelear una y otra vez. Si crees que es tan fácil como es decirlo, ¿porque no peleas tú con él?

No paré ni un segundo de caminar. Él me miró molesto y le dediqué una sonrisa burlona. Mientras avanzaba, noté una mirada directa hacia mi. No una, sino unas cinco o seis. Voltee mi cabeza mientras caminada.

Ahí estaba, la menor de los Sinclair, dedicándome una mirada de autoridad. Junto con otras mocosas, pero nadie como ella. No me molesté nunca en formar una relación de amistad con la niña, siempre fue igual de molesta. Ni hablar de ahora que estaría entrando a la adolescencia. Estaban sentadas todas en las gradas de la fuente, cómo si la fuente les perteneciera de algún modo.

Estaba apunto de pasarlas por alto cuando escuché a la mocosa hablarme.

—¿Así terminaste? ¿Cuánto te pagan? ¿Tres centavos?

Rodé los ojos una vez más, ésta, sin embargo, con una sonrisa molesta. Esta niña si que sabía sacar a alguien de quicio. Voltee mi cabeza mientras caminaba, ahora de espaldas.

—¿Por qué mejor no me enseñas tus ahorros? ¿O será que te los gastaste todos en ese helado, mocosa? Quién sabe, tal vez tuviste que rogarle a mamá por dinero, ¿no es cierto?

Ella rodó los ojos, al igual que sus molestas amiguitas. Le dediqué una sonrisa malvada, al ver mi evidente victoria. Volví a girarme para notar a mucha gente de diferentes grupos que parecían haberse reunido justo por el lado del centro comercial por el que tenía que pasar.

Esquive a una señora mayor que parecía estar con su nieto. Le di un saludo militar en broma a un hombre que llevaba ropa militar. Por suerte éste me sonrió y me devolvió el saludo. Caminé entre dos adolescentes que parecían estar en su momento romántico. Me miraron con odio por interrumpir su momento pero yo solo me encogí de hombros. No podía perder el tiempo. Tenía un objetivo claro. Helado.

De vez en cuando mi mirada se cruzaba con unas prendas en las tiendas del centro comercial, o aquellas tiendas llenas de instrumentos musicales. Pero todo me llevó a mi destino. Scoops Ahoy. La famosa heladería de Starcourt. Probaría por primera vez el helado que dice ser delicioso, eso lo averiguaría yo misma.

Me acerqué al mostrador para ver a un chico de espaldas. Era más alto que yo, tenía pelo café, ondulado, debajo de un pequeño gorro. Su vestimenta era característica de las de un local, en especial uno de helados. Parecía un marinero antes de entrar al barco. Tranquilo y calmado sin saber lo que las aguas pueden traerle.

Toqué la pequeña campana que estaba en el mostrador para llamar su atención e intentar pedir mi helado. Logré escuchar un suspiro cansado por parte de este, mientras la chica con la que hablaba cerraba la ventanilla por la que hablaban. Ésta anterior, llevaba el mismo uniforme que él, dándome a entender que era su compañera. Esperé a que éste se volteara para pedir mi helado, mientras miraba al suelo a mi derecha.

Cuando por fin se volteó, parecía quedarse completamente quieto al verme. Gire mi cuerpo, y a la vez mi cabeza para mirarlo. Noté como este me miraba atónito, como si nunca hubiera visto algo parecido. ¿Tenía algo en la cara o qué lo sorprendía tanto? A decir verdad, se me hacía gracioso y algo adorable su expresión.

Ladee mi cabeza hacia adelante en dirección al mostrador con una pequeña sonrisa.

—Un cono de fresa. Que sea de dos bolas, por favor.

Pedí amablemente. Él seguía mirándome atónito y yo enarqué una ceja. Levanté mi mano levemente, meneándola frente a su cara para ver si reaccionaba. Antes de que pudiera preguntar, escuché el sonido de la campanilla del mostrador repetirse varias veces. Miré a mi lado para encontrarme a una cara conocida.

¿Cómo podría olvidar al pequeño niño malcriado que cuidé durante años? Aunque ya no era tan niño, ya parecía un adolescente. Lo mismo con sus acompañantes. Que reconocí enseguida. Era Mike Wheeler, junto con la pandilla casi completa.

Cuando iba a hablarle, el chico de los helados le habló. Parece que salió de su trance.

—¿Otra vez? ¿Enserio?—Dijo.

Lo único que le replicó Mike fue otro sonido de la campanilla. Me voltee completamente hacia Mike.

—¿Wheeler?—le pregunté.

Este se volteó y sus ojos se abrieron como platos, al parecer me reconoció.

—¿Kasuki?

—La mismísima.

—¡Cuánto tiempo, Kasuki!—intervino el mayor de los Sinclair.

Él si me caía bien, no como ese engendro del demonio.

—Lucas—le asentí.

—No sabía que venías aquí—dijo, esta vez, mi adorada Maxine.

—¡Trabajo por aqui! ¿No les dije?

Menearon la cabeza en negación. Unas sonrisas se formaron en sus rostros para este momento. Gire mi cabeza para encontrarme con ese pequeño hongo. Will.

—Es un honor, Will El Sabio—lo llamé por aquel nombre que tanto le gustaba.

Él sonrió inmediatamente, e hizo una reverencia en broma.

—Parece que Kas La Ladrona ha regresado al juego—él me respondió

Le sonreí de oreja a oreja. Si se preguntan por qué tales nombres, eran aquellos nombres clave que usábamos en el juego de Calabozos y Dragones. Conociéndolo de hace años, sabía que no se iba a alejar de aquel juego muy pronto, mucho menos olvidarlo.

—¡Se nos hace tarde!—exclamó Max, en un tono molesto hacia los chicos.

¿Tarde? ¿Para qué estarán tarde? No pude preguntar por qué escuché como el chico heladero abría la puerta trasera del depósito y los dejaba pasar, uno por uno. Sabía que esos almacenes se conectaban de igual forma con todos los del centro comercial. Iré yo a saber en qué se estarán metiendo.

—No puedo estar haciendo esto cada vez que quieran—él musitó cansado—¡dense prisa!—les ordeno en tono molesto—si alguien se entera, mocosos...

No llegó a terminar, porque ellos terminaron la oración por él.

—¡Nos matas!—musitaron los cuatro al mismo tiempo.

Para el momento, ya ellos se habían alejado. Yo seguía en el mismo lugar con la mirada fija en el chico de los helados. Éste se volteó y nuestros ojos conectaron otra vez. Su mirada, esta vez, demostraba leve nerviosismo, seguro estaba avergonzado del trance de hace un momento. Le sonreí de manera tranquila, y ladee mi cabeza otra vez al mostrador.

—Fresa—le repetí, tranquilamente.

Él me dedicó una sonrisa avergonzada y comenzó a preparar mi helado. Parece que si escuchó lo de dos bolas o quizás solo lo hizo por instinto. De igual manera hizo lo que yo quería. Sonreí levemente mientras agarraba el helado de sus manos. Le di una pequeña probada, y estaba delicioso. Tan frío y gustoso, después de tantas peleas. Cuánto lo necesitaba.

Voltee a verlo otra vez por un segundo antes de buscar en mi bolsillo. Saque un billete para pagarle y lo arrastre por el mostrador.

—Mil gracias, marinero.

No sabía su nombre, y decidí bromear con su vestimenta. No pareció molestarle pero tampoco dijo nada al respecto. Pensé que no me respondería cuando escuché su voz salir de esos rosados labios.

—Harrington. Steve Harrington.

Su voz era profunda pero tenía una pizca de dulzura en su voz. No pude evitar analizarlo por un momento. Seguro ya escuchó mi nombre por los chicos pero una vez más no hará daño. Di un paso atrás al mostrador para irme alejando, lentamente.

—Kasuki, Kasuki Mizako.

Voltee para salir del lugar. Antes de irme, escuché un leve murmullo por parte de él. Repitió mi nombre como si lo analizara. No pude evitar sonreír por la dulzura. Me fui feliz de ahí.

Para cuando regresé a Ring of Dennies, Karl notó mi sonrisa y me hizo una propia, ésta en realidad siendo pícara. La cabeza de ese hombre de verdad que no la entiendo. Quién sabe qué estará imaginando ahora.

Lo ignoré mientras comía el helado y me sentaba en la silla junto al mostrador. Parecía ser que llegaron más clientes. Que fastidio. Ni modo. Se tendrán que esperar a que me termine esta delicia.

Escuchaba un poco de la discusión que tenía Karl con el hombre que iba primero en la fila. Todo había empezado por que me tome un descanso por helado.

Karl me dedicaba miradas de odio mientras conversaba con el señor. Que se vaya al carajo, yo tengo mi helado y es lo único que importa.

Justo cuando pensé que la pelea terminaría, las luces del local empezaron a tintinear. Voltee mi vista rápidamente a nuestras luces para luego dirigirla al resto de las tiendas. Antes de que pudiera siquiera comentar que no éramos los únicos con los tintineos, toda la electricidad del centro comercial pareció irse.

Podía escuchar vagamente los jadeos de sorpresa de las personas en las escaleras eléctricas, las quejas por parte de la gente en nuestro local y los murmullos por parte de la gente que seguía en medio de la nada del mall.

No pasaron ni cinco minutos para que la luz volviera tan de repente como se fue. Escuché a niños reír, a la gente soltar suspiros aliviados pero más que todo el susurro de Karl en mi oreja que prácticamente era una conversación normal. Ese hombre no sabe susurrar.

—Eso fue raro, ¿no crees?—él dijo

—Más raro es que tú no sepas susurrar. Ahora, espacio personal, tonto—le respondí con molestia.

Frunció el ceño y alejó su cara. El señor volvió a gritarle y yo me levanté con un suspiro molesto.

—¿Quiere pelear? ¿Es ese el maldito problema? Entonces métase al ring, voy detrás de usted—le dije.

Ya perdí mi paciencia. Estaban por arruinar lo que quedaba de mi helado. Mordí la pizca que quedaba del cono para entrar al ring.

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Escuché el sonido del teléfono de la casa. Me retorcí en las sábanas para luego levantarme de mala gana. Avancé a paso lento hasta llegar al teléfono. Agarre el aparato y lo puse en mi oreja, con pesadez.

—¿Hola?—escuché detrás del teléfono.

Conocía esa voz, podía reconocerla hasta en llamada. Rodé mis ojos y me recosté contra la pared.

—Madeline—respondí

—¡Sabía que no me había equivocado de número! ¿Cómo estás, cariño?

Odiaba que me dijera así. Aún quedaban unos minutos para que sonara el despertador, pero tenía que llegar ella con su voz irritante.

—De maravilla, señorita. De maravilla—respondí con un poco de sarcasmo que claramente no notó.

—Me alegro, me alegro. ¿Haz llamado a tu padre?

El peor cambio de tema que podía hacer. Recosté mi cabeza contra la pared mientras pensaba en cómo responderle de manera...educada.

—No, no hay comunicación desde hace ya cinco meses.

—Cielo...deberías llamarlo. Él se preocupa por ti, ¿sabes?

Mentirosa.

—Por supuesto...se preocupa...

—¿Y cuándo vienes a visitar? Tu padre no es el único que te extraña.

—Si tanto se preocupa, ¿por qué no viene él?

—Kasuki...no seas así...

—Hasta luego, Madeline—la interrumpí y coloque el teléfono de vuelta en su base con cansancio

Me volví a tirar en mi cama unos segundos para luego voltear a ver la hora. Eran casi las seis. Me froté los ojos.

Madeline, la nueva novia de papá. Su voz, irritante como vidrio que se quiebra. Hubiera preferido que ella no supiera de mi existencia. Finge que se preocupa por mí y hace el papel de buena madre porque ninguno de los dos me ha querido decir que se casarán. No es que me oponga a la idea, pero tampoco me interesa.

Papá, un alcohólico hijo de perra. Ni siquiera finge preocuparse por mi. Yo soy un simple error que cometió. Mamá olvidó el condón y él estaba ebrio. Ya se imaginan cómo terminó eso. Mamá está muerta. Desde hace unos 8 años y medio, más o menos.

En fin, mucho drama. Vamos a trabajar.

Me levanté de la cama para dirigirme al baño. Cinco minutos ahí fueron suficientes para lavarme el cuerpo y los dientes. Salí para buscar la ropa. Gracias al cielo, nuestro local no tenía un código de vestimenta. Me puse unos leggings y una camisa gris, debajo de mi suéter favorito. Era negro y ¡tenía gorro! Últimamente encuentro muy pocas prendas con gorro.

Para eso de las 6:15 estaba saliendo de casa para irme en autobús. Casi no lo alcanzo pero llegué.

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Al llegar a Starcourt me di cuenta de lo temprano que era, así que di una vuelta por el lugar.

Cuando digo vuelta por el lugar, me refiero a volver a la tienda de helados. No necesariamente a comer helado o hablar con el chico que parecía tener un viaje a Marte ayer. Solo para...estar. Era un lugar relajante. El aura en gustaba. Estaba sentada en una de las mesas mientras escuchaba al chico servir helados. Parece que no tenía miedo a coquetear con las clientas. Entonces, ¿solo fue conmigo que se puso así de nervioso?

No. No me voy a hacer ilusiones. De todos modos, el coqueteo le está saliendo terriblemente mal. No puedo evitar soltar una carcajada.

—De acuerdo, una bola de chocolate. Es un dólar veinticinco. Aquí tienes.

Le dijo a unas chicas del mostrador. Las chicas rieron levemente

—¿Algo más?—les preguntó.

La chica negó con la cabeza y le dio el dinero.

—Vas a Purdue —comentó él recibiendo el dinero—. Que nivel.

Tuve que aguantar una carcajada enorme. Oh, vamos, esto era tan divertido de ver y escuchar.

—Estoy contenta —le respondió la chica.

Él rió levemente.

— Si, yo pensé en ir a Purdue pero luego decidí que quiero experiencia en la vida real antes de la universidad, ver cómo es...No sé...Ver como se gana la vida el trabajador—hizo una breve pausa—Aguanta perdón - la caja se había trabado.

No puedo con esto. Las chicas se fueron después de rechazarlo brutalmente. Me da tanta risa.

La ventanilla detrás de él se abrió, dejando ver a la chica de ayer. Hoy tenía una pequeña pizarra. Adorable. Estaba dividida en dos partes. Una decía "Galán" y la otra "Fracaso". Ella la deslizó por la mesa hasta que quedara frente a ella.

La mencionada tenía pelo café, con pequeños hilos rubios. Pelo corto, ni le llegaba a los hombros. Tenía una sonrisa victoriosa en su cara. Me daba buenas vibras.

—Y otra más que se te escapa—comentó ella.

Él suspiró molesto y se volteó a ver el tablero.

—Vas perdiendo seis a cero, galán—ella dijo mientras marcaba otra línea en la parte de "Fracaso"

—Si, sé contar—él le respondió molesto.

—Eso significa que apestas—dijo dirigiendo su mirada de nuevo a él.

—Si, también sé leer.

—¿Desde cuando?—ella dijo con claro sarcasmo.

Ya me cae bien.

—Es el estúpido gorro. Te digo que está arruinando mi táctica.

—Si, la política de la compañía te obliga a usarlo, es una completa mierda.

—Es molesto.

—Corrección, es estúpido—ella le respondió .

El suspiró con pesadez. Robin dirigió su mirada atrás de él y lo llamó rápidamente.

—A las doce.

Él se volteó para notar a un grupo de chicas. Se volteó rápidamente de vuelta a su compañera.

—Mierda, okey. ¿Sabes qué? A la mierda con la política.

Lo vi lanzar el gorro por dentro de la ventanilla.

—Guau...todo un hombre nuevo—dijo ella con sarcasmo.

—Lo sé—él le respondió para luego voltearse y volver con su técnica patética de coqueteo.

Rodé mis ojos con una sonrisa en mi cara y me fui. Se me haría tarde para trabajar.

Parecía que por suerte no me encontraría con la menor de los Sinclair hoy. Que alivio. Avancé hasta la puerta de nuestro local para encontrar a Karl en un intento de abrir la puerta, fallando miserablemente. Él notó mi presencia y se volteó.

—En mi defensa, me parece que esto ha estado así desde hace ya tiempo—el mencionado se apresuró a decir.

—Ajá...no me digas, ¿y por qué no lo había notado?—le respondí.

Me acerqué a la puerta y él por instinto se alejó.

¿Soy su ex, para que me evite, acaso?

Jale la puerta y se abrió de manera normal. Como todos los días. Voltee a verlo con la palabra "victoria" escrita en mi cara. Él, por su parte, me miró atónito. Movía su vista de la puerta a mi de manera continua, en confusión.

—Sabes, creo que no es problema de la puerta que seas un estúpido—le dije para molestarlo.

—¿Y ahora porque soy el estúpido?—él se defendió.

—No lo sé. ¿Tal vez porque estabas empujando la puerta cuando claramente tienes que jalarla?

Él soltó una serie de repetidas "a" como muestra de comprensión a lo que hizo mal. Yo rodé los ojos y entré al local.

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3256 palabras

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