C2. Arritmia.



Resulta que la vida era una mierda.

Bien, no era así como pretendía comenzar con su autobiografía para cuando muriera. Y es que... ¿quién hacía una autobiografía antes de morir?

Sólo Summer Abygaille Fernsby. Nadie más.

Su madre, la líder de las hippies, alguna vez le había dicho que había historias en el mundo que merecían ser contadas, que había personas que merecían ser escuchadas y que había amores y situaciones de la vida que merecían ser conocidos; y esa era la razón por la cual la rubia se encontraba sentada frente a su ordenador con una hoja en blanco esperando a encontrar las palabras adecuadas para comenzar a contar su historia.

Pero por más que buscaba, no las podía encontrar. Su historia no era dramática o algo parecido. Tampoco era digna de una telenovela. Mucho menos una historia para ser una víctima. Su historia era real. Sólo que las cosas reales a veces no salían, justo como en ese momento.

Inspiró con fuerza y luego dejó escapar el aire de sus pulmones de manera lenta. A la edad de quince años, Summer había sido detectada con Arritmia, una enfermedad que aunque era frecuente en el corazón y pasaba muy a menudo, no siempre las personas que lo padecían tenían tanta suerte. Desafortunadamente, Summer no había sido del porcentaje con suerte. Y es que su corazón era tan irregular que casi había terminado tres metros bajo tierra, a veces latía demasiado rápido o a veces lo hacía demasiado lento y cuando aquello pasaba todo a su alrededor se volvían oscuridad, cosa que odiaba por completo. Figurando entre las listas de espera para un trasplante –que era lo más recomendable para ella- había esperado durante varios años hasta que un milagro sucedió.

Cerró la laptop con fuerza y dejó que las lágrimas que escurrían por sus mejillas terminaran su lento recorrido hasta perderse entre su mandíbula y su mentón. ¿Pero quién mierda quería hacer una estúpida autobiografía? Nadie.

—¡Hola, hola!—saludó Melanie y cuando vio las lágrimas de su hermana su sonrisa murió.—Ay, no, ¿qué pasa, amor?—cuestionó caminando hasta ella para envolverla con fuerza entre sus brazos. —Summer...

—Extraño a mamá...—murmuró sin más.

Melanie se quedó en silencio un par de minutos tratando de encontrar las palabras adecuadas para su hermana. Summer de veinticuatro años, era la persona más llorona que había conocido en su vida alguna vez, era sensible y amorosa pero cuando los recuerdos se activaban en cabeza y comenzaba a llorar, ya no podía haber un humano en el mundo capaz de sostenerla, por lo menos no un humano que no estuviese igual de roto que ella como lo estaban su padre y su hermana.

—Todos extrañamos a mamá...—susurró la pelinegra.—pero también todos sabemos que a mamá no le habría gustado esto...

—La vida es una mierda.—decidió la rubia.

—Hey no. No digas esas cosas—replicó de inmediato.—La vida no es una mierda. Es bonita sólo que a veces es intensa en todos los sentidos y eso es lo que llamamos una mierda. Situaciones que no queremos o estamos acostumbrados a manejar, además estás viva—le recordó.—eres un jodido milagro y no quiero que vuelvas a decir que es una mierda porque no lo es, ¿me entendiste?

—Terminé con Tyler—lloró de nuevo.

Melanie sonrío discretamente.—Creo que eso es lo mejor que pudiste hacer, ¿sabes? Tyler es un idiota que sólo usa a las chicas para divertirse y siempre lo supiste; tú sólo te aferraste a él...ya va a llegar alguien que sí valga la pena y que quiera estar contigo por la increíble chica que eres y va a hacerte reír porque cuando una persona te ama de verdad, no te hace llorar.—Summer se quedó en completo silencio procesando las palabras de su hermana. De repente un pequeño recuerdo de las horas previas a ese momento llegó a su cabeza. Los ojos azulados de aquel chico, la manera en la que la miraba y sus movimientos bien cuidados; y su voz.—¿Me estás escuchando?

—¿Quieres ir por un café helado?—cuestionó de repente.

Los ojos verdes de su hermana la observaron con detenimiento y de repente tuvo la sensación de que Melanie la estaba viendo como si se hubiese vuelto loca. Y sí, tal vez lo había hecho porque estaba por seguir el consejo que un desconocido le había dado pero... ¿Qué de malo podía pasar? Era sólo un café helado. Y Summer amaba el café helado y todo lo que llevara la palabra café y helado en la misma frase.

—Creo que paso.—respondió.—Prepararé la cena para cuando papá vuelva del trabajo...

—Te ayudaré entonces—decidió.

—No, no.—murmuró su hermana.—Mejor ve por ese café helado y te estaremos esperando aquí para cuando vuelvas, ¿de acuerdo?—ella asintió débilmente.—Sunny, creo que todavía no te diste cuenta de la increíble chica que eres y de todo lo bueno que te mereces...y sé que puede sonar a una mierda pero perder a Tyler creo que va a ser lo mejor que te podrá pasar en la vida así que no te aferres a él y déjalo ir, si el destino te lo está quitando de tu camino entonces porque...

—Es porque me sobra—musitó.—Eso siempre lo decía mamá...

—Exacto.—asintió la pelinegra.—Así que acepta eso y sé feliz con lo que viene...—hizo una pausa—y ahora, vete de una vez porque se hace más tarde y porque espero que me traigas uno con mucha crema batida...

Summer le lanzó una sonrisa y luego se marchó.

Caminar por las calles en la negrura de la noche siempre le había parecido un espectáculo increíble y no precisamente por los escenarios que podían llegar a darse. Las películas eran sólo actuación y ella lo sabía muy bien, pero apreciar las pequeñas cosas que le ofrecían aquellos momento como la paz, la tranquilidad y la vista preciosa del cielo plagado de pequeños puntos luminosos eran sin lugar a dudas uno de los mejores escenarios que vio alguna vez. El fresco de la noche acarició su rostro y ella inspiró con fuerza.

De acuerdo, de acuerdo, tal vez también era igual de hippie que su madre. Se rio para sus adentros por aquellos pensamientos que estaba teniendo y antes de que se diera cuenta ya estaba de pie en la puerta de Starbucks. El olor a café –en todas sus presentaciones- se coló en sus fosas nasales. Amaba el café, definitivamente.

Empujó la puerta y espero a ser atendida. Contó mentalmente los minutos hasta que la chica de la caja tomó su orden y la envió a una mesa. A Summer siempre le había gustado disfrutar de las vistas que los ventanales le ofrecían pero en ese momento era lo que menos le apetecía. El café helado le había funcionado, llevaba dos desde esa pequeña charla con Theo en la residencia del hospital: pero lo cierto era que no era suficiente. Los momentos de vulnerabilidad; son lo que te hace humano. Los momentos donde te saturas y sientes que no puedes más; son los que te recuerdan que estás vivo. Que vivir es un regalo. Que sólo tú puedes decidir de qué manera lo aprovechas o no. Eso siempre decía su madre y ella atesoraba esos pequeños recuerdos que tenía de ella.

Dejó escapar un largo suspiro y cerró sus ojos un momento permitiéndose disfrutar de cada pequeño olor que se colaba por sus fosas nasales y de cada pequeño ruido que penetraba sus oídos esa noche. Los pequeños detalles eran los que te permitían apreciar lo valiosa que era la vida y eso ella lo sabía. Vivir al día era una mierda, todos los días tener la incertidumbre sobre sí a la mañana siguiente seguirías viva era horrible. Irte a dormir con el miedo de que fuese la última vez que verías a tu familia era el peor miedo que había experimentado alguna vez porque su mamá, su papá y Melanie eran sin duda alguna lo que ella amaba más en la vida.

Entonces aquel pelinegro se cruzó entre sus pensamientos. Joder, era la vez número setecientos que pensaba en Theo en lo que iba de la tarde. Había algo en él que la atraía como un imán pero no sabía qué, por más que pensaba y pensada. No lograba descifrar porque aquel muchacho estaba tan alojado en su cabeza.

—¿Summer?—la rubia levantó la mirada y una pequeña sonrisa se abrió paso en sus labios cuando lo vio, misma sonrisa que dio paso a lo que seguramente sería un notable enrojecimiento en sus mejillas.

—Doctor Colón—saludó.

—Oh, no me digas doctor Colón, justo ahora no estamos en horario de clases—respondió él y un momento después llevó sus ojos azulados al vaso de café helado y la rebanada de chocolate que la chica estaba disfrutando.—Veo que seguiste mi consejo sobre beber café helado...

—Este es el tercer del día—anunció ella encogiéndose de hombros.—Tenía razón cuando dijo que ayudaba a disminuir la cólera.

—Oh, no me hables de usted ahora mismo—le pidió.—Sólo dime Theo.

—Theo.—se corrigió y él asintió.

—Mucho mejor.—asintió.

—¿Quieres tomas asiento, Theo?—preguntó volviendo su atención a sus ojos.—Prometo no hablar de usted ni decirte doctor Colón—bromeó y él se echó a reír. Fue entonces cuando Summer se dio cuenta de lo que acababa de salir de sus labios. Dios, ¿y sí él venía con su novia o algo parecido? ¡Ja! Pero aun, ¿y si venía con su esposa? ¡Joder, Summer! Se dijo a sí misma.

—Bueno...creo que compartir un poco de tiempo con alguien que sí puede hablar no me viene mal—aceptó y ella sintió un alivio tremendo del que no habló. Lo vio tomar asiento delante suyo y mientras colocaba su vaso de café sobre la superficie de la mesa, ella lo observó. De acuerdo, era la primera vez que veía a un hombre como él. Es decir, sí había visto hombres guapos antes pero Theo tenía algo que llamaba su atención a sobre manera. No sabía si era el intenso azul de sus ojos, el negro intenso de su cabello o el rosado intenso de sus labios. Ok, él es un profesor. Tú eres una alumna y no tienes que pensar cosas locas, Summer, susurró para sus adentros. Él sólo está siendo amable por la naturaleza de los humanos es ser amable.—Así que... te sirvió mi consejo de adulto independiente...

Ella se echó a reír en voz baja.—Totalmente.

—Me da gusto escuchar eso, Summer.—ella asintió débilmente y él le volvió a sonreír.—Entonces... ¿cómo van esos problemas de ira?

Summer negó y luego se rio.—Ay, no.—murmuró.—no quiero que pienses que tengo problemas de ira porque en realidad no los tengo, sólo estaba enfadada porque mi tonto novio, bueno, mi tonto ex novio fue un capullo y...—se calló.—perdón, por la expresión...

—Tu tonto novio fue un cabrón, sí.—asintió él.—Lo entiendo, tranquila, no te tienes que disculpar por expresar las cosas como las sientes en ese momento...

—No soy una loca histérica como él dijo.—susurró de nueva cuenta.—No tengo problemas de ira y...

—Tranquila—la interrumpió él.—No creo nada de eso y tampoco pienso que tengas problemas de ira, eso solamente fue una expresión...—explicó a toda prisa—, realmente no tengo ninguna intención de ofenderte o algo que se le parezca, lo prometo...

—Perdón.—murmuró—No quería que sonara así...

—¿Borrón y cuenta nueva?—le preguntó tendiéndole su mano. Ella la miró un segundo y luego asintió mientras la tomaba con calma.—Soy Theo Colón, sin la necesidad de formalidades, sólo Theo.

—Soy Summer Fernsby—respondió con media sonrisa. —Sunny para los amigos.

—Sunny, me gusta—admitió.—Cuéntame más de ti, Sunny...—pausó—, ¿qué hacías en la residencia? ¿Estudias cardiología?

—No.—negó—Estudio composición y música; estaba ahí porque mi hermana es doctora y estaba llevándole algunas cosas que dejó olvidadas en casa esta mañana—explicó sin prisa y cuando se dio cuenta que la intensa mirada del joven estaba sobre ella, se estremeció de inmediato.'

—¿Quién es tu hermana?—quiso saber.

—Melanie Fernsby.

—¿De verdad?—cuestionó.—Dios, esta mañana estaba discutiendo conmigo por una bobería—se burló.—No tenía idea de que tuviese una hermana, estudiamos juntos hace unos años pero creo que jamás nos dimos la oportunidad de conocernos mejor...

—Ella es muy reservada, lo contrario de mí, de hecho—bromeó y luego se rio de su mal chiste. Theo se unió a su risa al tiempo que llevaba su café a sus labios.—¿Cuántos años tienes?—preguntó de repente.—Espera, no me digas.—decidió y él juntó sus labios de nueva cuenta—Entiendo que para las mujeres preguntar la edad es un tema que a veces ofende y no quiero que te ofendas si es que para ti también lo es, dios, ya cierra la boca, Summer—se regañó a sí misma y él se rio de nueva cuenta.

—No me molesta, Summer.—respondió sin perder la sonrisa.—Tengo veintiocho años. ¿Cuántos años tienes tú?

—Veinticuatro.—anunció.

—Aparentas menos edad de la que tienes—comentó.—Pensé que tendrías por lo menos veinte...

Ella se echó a reír y sin darse cuenta perdió la noción del tiempo. Y es cuando una conversación era fluida y agradable, era fácil perderse en una persona. Y aunque no fuese a admitirlo en voz alta jamás, ella ya se había perdido en él. En el azul de sus ojos y en el sonido de su risa. No sabía cuánto tiempo llevaba sentada en aquella mesa conversando con él y la verdad era que en ese momento ese era el menor de sus problemas. Theo también parecía estar pasando un rato agradable con ella, a veces ambos se quedaban en silencio que curiosamente no resultaba para nada incómodo por pequeños lapsos de tiempo; pero era tan poco que de inmediato volvían a retomar la conversación y a Summer le gustaba eso hasta que su burbuja estalló gracias a la voz del camarero que anunciaba que eran las únicas dos personas en todo el lugar y que estaba próximo a cerrar. Summer se lamentó mentalmente por tener que dar por finalizada aquella noche pero aun así agradeció amablemente al chico y luego ambos salieron del lugar.

La chica colocó sus manos dentro de los bolsillos de su campera y llevó sus ojos hasta los del joven que la observaba fijamente.—Muchas gracias por esta noche.—murmuró sincera.—Yo...realmente creo que hace mucho que no tenía una noche tan agradable...

—Muchas gracias a ti, Summer—inquirió sin dejar de mirarla.—Primero por entrar en mi salón de clases hecha una furia, por insultar a Taylor...—ella se rio.

—Tyler—lo corrigió.

—Tyler, claro.—asintió.—Y por una de las noches más amenas de mi vida...

—Yo...—alargó.—creo que debo irme...

—¿Tienes auto?—cuestionó.

—No, vine caminando...

—Entonces yo te llevo.—decidió el pelinegro.—Y antes de que digas cualquier cosa, no acepto un no por respuesta.—ella se rio en voz baja y se encogió de hombros.

—Si dices que no puedo decir que no, vamos entonces—anunció. El camino a casa fue silencioso excepto por la voz de la chica que le indicaba la ruta, aún así aquello parecía sacado de una escena de película de las que a Summer le gustaba ver con su madre de vez en cuando.—Es aquí...—susurró cuando finalmente llegaron a casa.

Theo estacionó el auto, apagó el motor y se quedó en silencio un par de minutos mirando al frente. Summer por su parte estaba demasiado apesarada de que la noche hubiese terminado que prefirió callarse.—De verdad muchas gracias por una noche increíble, Summer...

—Mi mamá siempre solía decir que la grandeza de las cosas siempre estaba en lo más pequeño, en lo más simple y...

—Y nosotros sólo tomamos un café y fue increíble.—asintió.—Tu mamá tenía razón.

—Buenas noches, Theo...—murmuró ofreciéndole una pequeña sonrisa que él correspondió de inmediato.

—Buenas noches, Summer...—la chica salió del auto y para el momento en el que cerró la puerta, Theo se encontraba de pie a su lado. —Hey, Summer...—susurró tomando su mano y automáticamente los latidos de su corazón se volvieron irregulares, sus piernas flaquearon y su estómago se contrajo de golpe.—¿Te veo mañana en Starbucks a la misma hora...?

Ella asintió firmemente.—Nos vemos mañana en Starbucks a la misma hora...

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