Capítulo 1
Nota de autor: antes de continuar con su lectura, les quisiera avisar. Será un fanfic que al comienzo ira lento para entrometerse poco a poco en el misterio que vive nuestro protagonista, lo pueden relacionar con el genero thriller. Sus comentarios, reseñas y dudas siempre serán bien recibidas y contestadas. Muchas gracias por leer.
Caminando entre las bibliotecas llenas de libros recién espolvoreados, el joven adulto con cabellera incoherente a su edad pasea en la biblioteca de Royal Woods en busca de miradas perdidas necesitando ayuda. El joven observa sin detenerse, un pinchazo en la nuca lo inquieta, los ojos hambrientos de un externo devora y desfigura el semblante de él.
—Loud, pasillo siete, acomoda estos libros —ordena un señor de baja estatura y alta vejez, los gruesos lentes de este evidencian la carencia que tiene al ver. El señor se aleja del desconcertado joven como llego, sin ningún saludo y dejando la pila de libros en brazos de Lincoln—. Estos niños son insoportables, tocan todo.
El jefe de Lincoln se marcha, heredero de la biblioteca. Hace seis meses es el reemplazo de su madre, Rita, quien a causa de una caída de gravedad donde ha salido fracturada la cadera, no ha aparecido aún, ocupando su puesto el hijo del medio. Lincoln camina hacia el pasillo siete, cada centímetro de la estructura es como si fuera su casa a causa de las rutinarias siete horas encerrado. Cabizbajo, se restriega las ojeras, las horas que ha dormido no parecen ser suficientes. Un olor lo atrapa. Familiar, nostálgico y olvidado. Los ojos aparentan volver a la vida, pasea en cada rincón de las repisas, incluso en las mesas donde los lectores no le prestan atención. En algún lugar proviene ese aroma que pone nervioso a Lincoln, quien apura el paso una última vez para buscar detrás de una biblioteca donde tampoco encuentran nada. Suspira rendido, fue en vano, vuelve a retomar su camino agitado volviendo a mirar el suelo.
—Quizá fue todo cosa de mi mente —se consuela él mismo, incluso cuando aún siente múltiples pensamientos trasladarse en su cabeza, descartando cada uno—. Me quedé sin café, debería ir a… —se calla, un ligero y fugaz fotograma aparece delante de él. Un trozo de tela rosa delicado se esconde detrás del pasillo adyacente al que está parado. Se mueve como si fuera un vestido, portado de una figura desconocida, solo es la risa chillona la que da algún rasgo de identidad.
«¿Será…?» es la pregunta incompleta que piensa Lincoln, abordando su corazón apunto de explotar a la realidad, despejando la niebla que ha nublado la mente de este por un instante. Una rápida zancada es dada por él, pero no logra dar una segunda. De la misma esquina donde desapareció el vestido rosado, aparece un señor más corpulento que Lincoln, portando el mismo atuendo que este.
—¡Oh, compañero! ¿Viste a un fantasma que estás tan pálido? —pregunta el señor con voz energética, contrarrestan las patas de gallos que se remarcan cuando aparece su sonrisa blanquecina.
—¿No pasó una niña con vestido rosado recién? —apurado ante la pregunta, Lincoln no logra ocultar el susto que brinca en su corazón.
—No hay nadie, estaba yo solo —contesta restando importancia, realizando un gesto con las cejas de duda—. ¿A qué sección llevas esos libros?
—Pasillo siete, la mayoría en la sección de novelas negras —responde Lincoln aun a la deriva, intentando dejar en la incertidumbre lo que acaba de ver, pero no tiene ninguna duda, ese aroma es único, vivió oliendo esa colonia.
—Vamos, te ayudo —el señor manotea sin preguntar más de la mitad de la pila que estaba cargando.
—Gracias, Karl —agradece Lincoln siguiendo al mentor que tuvo las primeras semanas que ha entrado a su puesto actual. La espalda ancha de este casi logra cubrir la visión delante de él, contando la cabellera castaña larga que tiene reunida en una coleta.
—Tu mamá parece que la está pasando bien con sus “vacaciones” —ríe ante su propio comentario, ladeando la cabeza a un costado para ver de reojo a Lincoln.
—Algo así, anda mejorando, aparte con todo ese tiempo libre lo usa para escribir su graan libro —bromea Lincoln en un tono burlesco al final, logrando una carcajada en su mentor, casi tan altanera que los ojos afilados de la vieja recepcionista los acribilló a los dos—. Perdón —pide Lincoln antes de seguir caminando.
—Rita no va a aparecer por un tiempo, ¿eh? Es mejor, no puede estar como madre en una familia grande y preocuparse por ratas de bibliotecas. ¿Tu padre sigue igual? —el vozarrón de Karl se vuelve sumiso ante lo último preguntado, llegando un mensaje al chico que conoce de donde viene la mano. El par se detiene, el séptimo pasillo llega a ser invadido por las manos de los dos quienes hurgan en los espacios vacíos.
—Está ahí… llamada tras llamada, no hay nada. Es raro, lo sé —responde el albino sin siquiera observar los ojos de Karl, quien solo se concentra en acomodar los lomos de los libros de manera adecuada.
—Me lo imaginé. Cada conspiración uno escucha, que fue un secuestro, que fue un asesinato, que la comediante se fue para cumplir su sueño, que la menor se fue con un profesor, o la última del momento, que fue alguna de sus hermanas.
Un libro se resbala de las manos de Lincoln y cae, llamando la atención de todos los cercanos, provocando un leve eco en todo el silencio plantado. La recepcionista envía un agresivo chito a los trabajadores, a quien solo se disponen a ignorarlas y murmurar.
—Qué absurdo, ¿no? Eso es imposible, toda mi familia anda angustiada por eso —responde Lincoln tropezando un par de ocasiones con su propia lengua. Al recoger el libro caído vuelve a ponerse de erguido, de manera tan repentina que casi se golpea la cabeza con el propio estante.
—Eso mismo digo —responde Karl arrugando los pliegues de sus cejas, tosiendo un poco antes de terminar la labor.
Una leve sensación aguda atraviesa la nuca de Lincoln, dejando todo lo que está haciendo para dar media vuelta exaltado. Otra vez, esa sensación de ser vigilado lo pone en alerta, provocando un leve dolor de cabeza. Y ahí la ve, la razón que desde hace tiempo debía de sospechar. Una chica de baja estatura con negra aparece al final del mueble donde están ordenando los libros. Lincoln sabe que en realidad no está leyendo los títulos para la próxima lectura. Esa joven de desconocido nombre se la ha cruzado demasiadas veces como para ser coincidencia.
Karl le dice algo a Lincoln, él no le presta atención, aún así, asiente ante la despedida de este. La chica sigue husmeando entre los libros, el cabello negro encima de sus hombros deja en visto el cuello de ella, tan blanco como las noches invernales de Rusia teñida con una pizca minuciosa de un rojo casi inexistente.
La delgada figura de ella prosigue en su labor destapando las portadas de los libros, hasta que se le escapa una fugaz mirada a Lincoln, quien solo voltea y deja la escena.
«No debo ser el centro de atención, acuérdate de eso, Lincoln.» piensa el albino alejándose de la chica, quien, en ese momento, voltea para concentrar los dos ojos negros en la voluminosa cabellera blanca doblar en una esquina.
«En otros ámbitos de esta emisora local, le interrumpimos este momentos después de transmitir Shine On You Crazy Diamond, para actualizar la gran noticia que está movilizando a todos los habitantes de mi querido pueblo Royal Woods.» la voz del locutor de radio es escuchada por Lincoln a través de unos auriculares a cable blanco. En ese preciso momento, apenas el reloj marcó las 18hs de la tarde, se le ha formado un hábito informarse con la voz conocida del locutor. Lincoln está apoyado en uno de los estantes, casi oculto en un rincón donde da a una de las grandes ventanas que dejan ver el exterior. Una vista precisa y a la vez precaria del centro de su pueblo, casi podría ver la calle donde él vivía en un ambiente cálido «. Sin ningún sospechoso en lista o alguna pista, los rumores de la desaparición de hace dos meses de Lola Loud siguen vigentes y aparecen aún más. ¿Una fuga para cumplir un sueño engañada con purpurina y color de rosa para ser llevada a una red de trata? O, ¿incluso esto puede pintarse peor? Fuerzas de investigación enviadas desde Chicago vienen a ser un rastrillaje en las zonas boscosas de alrededor. Separándonos de este tema, pero a la vez relacionado, su hermana, L…» la voz del locutor se corta, Lincoln desconecta el auricular.
—No pienses —se dice Lincoln, mordiendo la uña de su pulgar. La piel se le torna más blanquecina, en especial en los pómulos de su rostro. Una fuerte mordida desmedida llega a arrancarse un pedazo de piel, liberando una pequeña cantidad de sangre que, es pausada por la lengua de Lincoln.
En la ventana se divisa el lienzo del cielo, pintado de un naranja diluido que se envuelve en un azulado tan oscuro como la profundidad del mar, apareciendo sin hacer ruido pequeños puntos de estrellas lejanas e inalcanzables. La mente del joven adulto no logra detenerse, ni con ese paisaje tan singular, el pie de él no deja de patalear en un movimiento repetitivo. El pueblo de Royal Woods nunca fue tan importante como para ser visitado por fuerzas del exterior y ser la noticia de boca en boca por meses.
—No encontrarán nada —susurra para si mismo, dejando de saborear la metálica sensación que viajaba por las papilas gustativas. Vuelve a tener un poco más de color, volviendo en si con una mirada que deja de tambalearse. Revisa la hora en su reloj, 18:09hs, eso dibuja una sonrisa en él que limpia todo el malestar reciente—. No vino casi nadie de personas, qué día tan tranquilo.
La segunda planta de la biblioteca parece desierta, un martes cuando la tarde perece, solo se mantienen firmes quienes buscan conocimiento donde el internet dejó abandonado, o personas en busca de seguir en su propio refugio, en sus propias fantasías. Y ese día, no es la excepción. Sin necesidad de alzar la voz, Lincoln pasa por las mesas retirando a las personas inconscientes del tiempo. En eso, recoge los libros que han dejado en media lectura sin molestarse de ordenar. Acción que irrita en cierta medida a Lincoln, pero es su labor.
—Qué marca páginas tan improvisado —se ríe Lincoln al agarrar un libro a medio leer. Lo levanta con cuidado, las hojas parecen maltratadas de tanto ser leído. En el medio, un dibujo detallado de un corazón humano se ve demasiado realista para haber sido trazado por una lapicera azul. La hoja rectangular descansa en la mesa mientras Lincoln cierra el libro. La portada se presenta con un color liso rosado tan claro que se acerca más al blanco, descansando en el medio una mujer vulgar encima de una cama asistida por la servidumbre. “Les fleurs du mal” del autor francés Charles Baudelaire, un libro lleno de poemas que en el primer intento aturdió a Lincoln—. Lucy le encantaría tener este ejemplar tan viejo.
Cierra el delgado libro, los ojos celestes de Lincoln inspeccionan una vez más la portada. Le inquieta sostenerlo, según reseñas y el resumen que ha leído de la literatura que fluye en la poesía de Charles, la depravación abunda. El muchacho da una última ojeada antes de volver a agarrar el dibujo, algo denominado como un instinto de curiosidad, o hasta un llamado, da vuelta el dibujo. Se congela, como si fuera salido del mismo libro, escrito por el mismo autor Charles Baudelaire, unas cortas palabras atraviesan el pecho de Lincoln deteniendo su respiración. “Tu corazón depravado no callara el secreto siempre” acompañado de un número telefónico.
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