𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐗𝐗𝐈𝐈
El bullicio y murmullos de las personas era alto, los invitados querían saber lo que había pasado, de donde habían provenido todas las explosiones y golpes.
Momo apenada, tuvo que cancelar la fiesta por el bien de Izuku y por el problema que se había originado en el castillo. Puesto a que el hijo de unos nobles se había atrevido a atacar al prometido del cenizo, y era algo que debían solucionar ellos sin involucrar a más personas de las que ya estaban involucradas.
Estaban en una de las habitaciones más amplias del castillo, constantemente la usaban para tener conversaciones con otros integrantes de la realeza y la nobleza.
Unos guardias mantenían sujetado a Shindo, el cual estaba sentado en una de las sillas. Shoto y Denki estaban a los costados de Izuku, manteniéndose cerca de él. Mientras que Katsuki estaba frente a el pelinegro.
Lo miraba con un semblante furioso, no estaba para nada contento con lo que había pasado, y se encargaría de que pagara por lo que le había hecho a Izuku.
—Adelante bastardo, intenta defenderte.
—Por favor Bakugou, ¿de verdad te vas a poner así solamente por eso? —preguntó desinteresado.
Ante esa pregunta, sintió un golpe en su rostro. Rápidamente empezó a sentir caliente la zona afectada, Katsuki sacudió su mano con coraje sin despegar la mirada de Shindo.
—Te mereces eso y más, no debiste tocarle ni un solo cabello de su cabeza.
—Yo Shindo, heredero de la familia Shindo, ¿qué tienes que decir en tu defensa?
Kirishima decidió intervenir para evitar que el cenizo golpeara más al pelinegro, si bien no le molestaba, no quería que Izuku presenciara esa parte del cenizo.
—¿Cómo pueden creerle a un simple criado? Él fue quien me engatusó, yo solo le quise dar lo que él quería.
Ante eso el pecoso tembló, eso era mentira, más el mismo miedo y nervio que sentía le impidieron poder formular algo para tan siquiera defenderse.
Shindo sintió una descarga eléctrica por toda su cuerpo, Katsuki y Kirishima voltearon hacia atrás para ver al causante de eso. Denki tenía la mano extendida mientras su ceño estaba fruncido, no podía aguantar más mentiras, podía decir lo que quisiera, pero tratar de hacer ver a Izuku como victimario no lo iba a permitir.
—Una disculpa, pero no podía soportar más porquerías saliendo de su hocico.
—¿El hocico no es la boca de los animales? —preguntó dudoso el bicolor.
—Exacto.
—Como sea, Kirishima, llévalo al penitenciario y que no salga. Envíale una carta a la familia Shindo sobre la aprensión en contra de su hijo, sin libertad condicional —avisó el cenizo.
—Entendido.
—Kaminari, te quiero mañana en la sala de interrogatorios, interrogaras a este bastardo.
—Como tú digas.
—Jirou, también te quiero a ti para que brindes tu declaración.
Izuku vio a quien se dirigía y pudo ver a una chica de cabello morado y orejas extrañas, está solamente atinó a asentir y el cenizo siguió dando órdenes.
Denki al ver que el pecoso estaba curioso de la nueva chica, decidió explicarle quien era.
—Ella es Kyoka Jirou, gracias a su don logramos encontrarte. Su don le permite escuchar cualquier sonido a corta y larga distancia gracias a sus exóticas orejas. Ayudara a poder validar la condena contra Shindo.
Si bien Izuku no entendía mucho sobre eso, aprendió algo gracias a Katsuki. Entonces llevarían a Shindo a un lugar donde no podría salir ni aunque hiciera algo beneficioso.
Después de una hora, ambos volvieron al templo, Izuku permanecía callado y se abrazaba a sí mismo, toda esa situación lo había puesto nervioso. Lo que menos quería era causarle problemas innecesarios a Katsuki.
Cuando entraron al templo se quitaron las sandalias para después cada uno ir a su propia habitación para cambiarse por una muda de ropa más cómoda.
Antes de colocarse un yukata, observó las marcas enrojecidas que rodeaban sus muñecas. Le habían aplicado un ungüento para que sanarán más rápido, pero aún así dolía un poco.
Se colocó con cuidado el yukata beige y lo amarró, salió de su habitación y buscó con la mirada al cenizo. No debería ya que ya era muy tarde y saldría a trabajar temprano, por lo que el cenizo ya debería estar listo para dormir.
Caminó un poco, viendo a la distancia como el cenizo estaba sentado fuera del templo, mirando hacia el cielo. Se acercó temeroso hacia donde estaba, quería iniciar una conversación más no sabía como.
Le entristecía como el problema con Shindo generó aquella diminuta distancia a pesar de todo lo que se habían acercado.
No quería que nada cambiara entre los dos, jugó con sus dedos nervioso. Abría su boca pero nada salía de ella, ni siquiera un monosílabo.
—Ven, Izuku.
Ante la mención de su nombre se sonrojó, se acercó con cuidado hasta sentarse a su lado. Inclinó su cabeza nervioso mientras seguía jugando con sus manos.
Hasta que una de las manos del cenizo se acercó a él, teniendo la palma abierta, era una señal para que le diera una de sus manos. Nervioso accedió y le dio una de sus manos, al instante Katsuki entrelazó los dedos de ambas manos en un agarre cálido.
Sintió bien aquello, lo sintió correcto. No se sentía mal o algo por el estilo, Katsuki lo quería, lo había demostrado.
Pero nuevamente se sintió culpable por la misma razón.
—Lo siento Kacchan. No quería causarte problemas —confesó con la voz rota.
Tuvo la necesidad de pedir perdón, lo sentía.
Las caricias que Katsuki le estaba dando se detuvieron al escuchar aquello, sintió como su mano era ligeramente apretada por la mano contraria. Temía por la reacción de Katsuki, pero sabía que no le haría daño.
—Escúchame Izuku, nunca pidas perdón por algo así. Cualquiera que intente hacer algo contra ti y que sea en contra de tu voluntad, no merece tu perdón, sin importar quien sea. Si esa persona no se detuvo aun sabiendo que lo que podía hacer te haría daño, entonces tu no te debes detener a escuchar sus razones y perdonarlo. El bastardo de Shindo pagará por lo que te hizo, y no descansaré hasta verlo refundido detrás de una celda.
Izuku solamente volvió a sonrojarse, Katsuki tomó sus manos entre las suyas, ambos viéndose fijamente. El pecoso observó la mirada de Katsuki, era fría pero no en el sentido de ser alguien sin piedad, sino calculadora y justiciera.
Tanto Denki como Shoto le habían contado casos donde Katsuki era líder, de los cuales utilizaban para tacharlo como alguien peligroso. En los cuales la mayoría era sobre las veces que venció a personas peligrosas sin ayuda de nadie y que muchas veces se aprovechaba de su don, pero hubo un caso en el que su nombre fue catalogado como alguien de temer.
Cuando se enfrentó a un dúo de infames que habían tomado posesión de un pueblo cercano, los cuales su don les permitía transformar sus brazos en cuchillas, en aquella ocasión Katsuki había terminado muy mal herido, pero había logrado derrotarlo.
Desde entonces fue considerado como alguien peligroso.
Más Izuku no lo consideraba así, para él, Katsuki era alguien que luchaba por lo justo y que no dependía de nadie para conseguirlo.
Katsuki al ver que Izuku no decía nada dio un suspiro profundo, a su vez rompía el contacto de sus manos. El pecoso se asustó por un momento, tanto que sus ojos se hicieron pequeños, hasta que el cenizo extendió sus brazos.
—Ven.
Izuku no perdió el tiempo y se lanzó a sus brazos, acurrucandose en su pecho. Katsuki colocó su cabeza de manera que su nariz quedara en el cabello rizado del pecoso, aspirando su aroma, quedando encandilado. Izuku estaba feliz de estar de esa manera con el cenizo, aunque no lo hablaran mucho, sabía que había un sentimiento por parte de ambos.
No al punto de ser algo fuerte, pero podía aceptar que lo quería, y que no tenía ningún problema de hacer su vida junto a él.
—Nadie te hará daño, en tanto yo tenga vida. Es una promesa Izuku.
Sintió un beso en su cabeza que lo hizo feliz, ansiaba más, quería más que un simple roce de labios contra cabellos. Por lo que con mucho miedo alzó su cabeza, encontrándose con aquellos ojos que lo habían cautivado la primera vez que los vio.
Se acercó de a poco con nervios, temía de que las cosas salieran mal, pero lo necesitaba.
Y como si Katsuki le hubiera leído la mente, también acercó su rostro, siendo él el primero en juntar ambos labios en un casto beso.
Ambos eran primerizos, ninguno antes había besado. Por lo que no sabían como continuar, Katsuki siguiendo sus instintos movió un poco sus labios, dándole la confianza a Izuku de también moverlos a la par suya.
Acunó sus mejillas pecosas con sus manos, si bien antes se habían besado, nunca antes lo habían hecho en la boca. Por lo que era una experiencia totalmente nueva para ambos.
Y querían más de ella, el elixir que probaron en la boca del otro era algo que necesitaban de ahora en adelante en sus vidas.
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